(5 de septiembre de 1912, Eger, Hungría. - 30 de julio de 1985, Budakeszi, Hungría.)
El fiasco de la creación
Aletas, piernas, élitros, tentáculos,brazos, pinzas, cabezas a granel,troncos humanos, perfectos o feos,en inmenso caldero se revuelven.
De pronto el agua turbia del calderopor una vara tosca es removida,y en un latir feroz los corazonesdesnudos con dolor se contorsionan.
El bodrio empieza a enfriarse muy despacio.Y el hacedor ahora ya no sabequé hacer con él, su cara se oscurece
y ante la creación, fiasco inconfeso,quiere huir a través del laberintode su espacialidad bizca y curvada.
El reverso de la luz
Jirones azulosos de viento cansado,monotonía de ademanes rígidos.Roído de polillas, un rostro naufragaen los grises enjuagues del ocaso.
Un ruido casi imperceptible:la caída de un ramo en la memoria.
Una terraza; hierbas amarillasCrecen sobre la gran mesa de piedra.Se cenó aquí una vez, quien lo creyera,se partieron los panes quejumbrosos.
Sombras enjutas, magras, aquí pasan,imágenes de muertos ha mucho se deslizanignorando las manos que se tienden.
Si al fin llegara una de ellas,y en sus cabellos, estrellas fugacesy en su mirada ejércitos murieran,lo oscuro de su huellasería el reverso de la luz que escapa.
La casa vieja
Se enrojece un jardín otoñal enmalezado,donde brillan opacos, a través de la niebla,los fuegos de hojarascas ardiendo, y la espesuracubre la estatua pétrea y tiene aspectode una informe escultura enverdecida.Ni para qué entrar en los cuartos,donde en ventanas rotas y espejos herrumbrososbailan sombreas movidas por el viento,y el color ha escapado del papel de los muros.No puede absolver a nadieal forastero a quien le concedieranun plazo más aún sobre la tierra;tampoco adentro habría que romperseel grillete que la aprieta la frente.
Mejor es huir lejos,atravesar el puente sin barandas,o ver abajo del agua color hierro,donde su rostro es óvalo deforme,y su boca un rectángulo crispado.
El encuentro que no será
En vernos más allá no creas.Ni yo lo creo. En el tiempo infinitodos veces no se da la misma cosa.Nuestra oportunidad nula sería.Todavía puedo sostener tu mano.Te inclinas sobre mí por ver si duermo.Pero al final lo oscuro va a tragarsenuestros rasgos. Entonces ya seremosel uno para el otro como aquellosque vivieron en siglos diferentes.Más ajenos que imágenes de hombrey mujer, que se ignoran uno a otromientras cuelgan en vano de la mismapared, en el salón de algún castilloantiguo, donde siempre más espesassombras se van colando en la ventana.
Te encendiste de pronto
en azulada llama ardías,
en vano el viento trato de llevarte,
en vano hizo con polvo del camino
una casi figura convocándote,
tu nunca la seguiste.
Te detuvo tu brújula severa,
ineluctable.
Yo, desde ahora ¿Qué seré sin ti?
Ceniza que se escapa de un balde agujereado,
piltrafa de papel, colgada de una barra,
sombra animal perdiéndose en lo oscuro.
Vendrá un día en que tu y yo nos buscaremos.
Como una ciega, cruzaras el cuarto.
Palparas el sillón, el suelo, la pared.
Tocaras los contornos helados de mi ser,
no sabrás de mi abierta boca muda
que intenta darte un grito.
Luego renuncias. Estas sentada y sola.
Con el estruendo de una tonelada,
del cielo raso cae
un trocito de yeso…
Por darte gusto pretendo creerme
esa historia piadosa
de que hay un asidero en lo inseguro.
Memoria de mi carrera.
No imaginé que todos mis caminos
estuvieran trazados y medidos,
y que un querer ajeno resolviera
todo el temblor de líneas de mi rostro,
que tenga que saltar a cada latigazo
al ver los aros incendiados,
y sin pausa girar sobre la arena,
yo, un animal indomeñable.
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