sábado, 10 de noviembre de 2018

POEMAS DE FEDERICO BARRETO


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MADRE MÍA

Madre mi amor, tu carta he recibido
y he llorado sobre ella tanto tanto
que sus renglones han desaparecido
bajo las turbias gotas de mi llanto.
“Hijo me dices con ferviente anhelo
en esos signos que mi pecho adora
Dios te bendiga desde el alto cielo
como yo te bendigo en cada aurora”.
“Hijo sé bueno y como bueno honrado
no arrastres jamás sobre la escoria
y cuando bajes al sepulcro helado
Dios como premio te dará su gloria”.
Ama a la ciencia y brillará tu mente
gana por fin la meta de ese modo
mira hijo mío, que en la edad presente
tan solo es grande el que lo sabe todo.
Se paladín de toda causa buena;
coloca la razón sobre el deseo
y cada vez que ruedes en la arena
álzate con más fuerzas como Anteo.
No envidies con rencor lo que te admira
porque la envidia ruin tenlo presente
es una gloria para el que la inspira,
y es un veneno para quien la siente.
El premio de la lucha es la victoria
combate pues, con pecho decidido
¿vacilas? ¡vuelve a conquistar la gloria!
quien no espera vencer esta vencido.
Si odias depón tu encono envenenado
si amas mantén tu amor hasta la muerte
y, ya seas feliz o desgraciado
aprende a conformarte con tu suerte.
Ama a la Patria con amor profundo
ámala con inmensa idolatría
¡más que a mí misma! ¡más que a todo el mundo!
¡mira que es tuya y es madre mía!
Respeta siempre todos mis consejos
si buscas paz si quieres tener calma,
y hoy que me tienes de tu vista lejos
no me olvides jamás hijo de mi alma.
Esto me dices en tu carta bella,
y yo te juro madre bendecida,
que las lecciones que me das en ella
serán desde ahora la norma de mi vida.
Seré austero, sagaz, justo y honrado
como tú lo ambicionas y lo esperas
por tu amor seré yo bueno o malvado
por tu amor seré yo… lo que tú quieras.

MI PATRIA Y MI BANDERA


Desde que vi la luz, mi pecho anida
Dos amores; mi Patria y mi Bandera
Por mi patria, el Perú ¡yo doy la vida!
Por mi bandera, ¡El alma, el alma entera!

Yo quiero que mi patria bien querida
Vuelva a ser en América lo que era
Que su enseña blanca y encendida
Flote muy alto y sea la primera
¡Mi patria, mi Bandera¡
¡Mi patria y mi Bandera¡
Desde niño fueron mis encantos
Fueron mis cariños
Ni la sangre que deja horribles huellas
Ni el lodo que es baldón caiga sobre ellas
Hay que evitar la afrenta sobre todo
Lodo, lodo eso nunca
Sangre antes que lodo.

El beso

Con candoroso embeleso
y rebozando alegría,
me pides morena mía
que te diga... ¿Qué es un beso?

Un beso es el eco suave de un canto,
que más que canto es un himno sacrosanto
que imitar no puede el ave.

Un beso es el dulce idioma
con que hablan dos corazones,
que mezclan sus impresiones
como las flores su aroma.

Un beso es...no seas loca...
¿Por qué me preguntas eso?
¡Junta tu boca a mi boca
y sabrás lo que es un beso!

... Fuente
https://www.poemas.de/beso/


Más allá de la muerte


Es invierno, una noche negra fría y tempestuosa.
En la lúgubre capilla de un asilo monacal
yace el cuerpo inanimado de una joven religiosa
que, agobiada por la pena, se murió como una rosa
arrancada de su tallo por el frío vendaval.

Blanco traje que realza su magnífica belleza
simboliza su inocencia, su virtud y su candor:
rosas blancas y en capullos le circundan la cabeza
y parece aquella virgen que muriese de tristeza,
una novia desmayada en su tálamo de amor.
El silencio que allí reina es tan sólo interrumpido
por el viento que sacude las vidrieras al pasar,
por el viento, y otras veces, por el tétrico graznido
de los búhos que allí moran, que han formado allí sus nidos
al vibrar en la capilla la hora tétrica y fatal.
Cuatro cirios iluminan, con fulgores inseguros,
el cadáver de aquel ángel de belleza y de virtud,
y las sombras que proyectan esos cirios en el muro
van y vienen en silencio, por los ámbitos obscuros,
como un coro de fantasmas circundando el ataúd.
Mil rumores misteriosos, mil incógnitos sonidos,
llegan vagos y confusos a la casa del señor.
Es un lúgubre concierto de sollozos y gemidos,
de susurros y plegarias… de mil ecos doloridos
que aconsejan y estremecen que dan pena y dan horror.
Dan las doce lentamente en el viejo campanario
y al vibrar en la capilla la hora tétrica y fatal
sale un monje de alba traje por la puerta del sagrario,
atraviesa a pasos lentos el recinto solitario
y se postra de rodillas ante el lecho funerario.
Se diría que le agobia todo un mundo de tristeza,
que le mata el desconsuelo, que se muere de aflicción.
¿Por qué junta sus dos manos? ¿Por qué inclina la cabeza?
¿Por qué tiembla? ¿Por qué gime? ¿Por qué llora? ¿Por qué reza?
Hay misterios que estremecen hasta el fondo el corazón.
De repente se alza el monje del helado suelo
A la muerta se aproxima y la llama a media voz.
Y al ver que ella sigue muda, sigue fría como el hielo,
la acaricia con ternura, la mirada eleva al cielo
y murmura entre sus dientes: ¡que injusto eres Santo Dios!
Luego clava las pupilas en la pálida doncella,
la contempla largo rato con recóndita piedad,
y cogiendo entre sus manos una mano de las de ella,
la aproxima hasta sus labios, con un ósculo la sella,
y habla y gime y llora como un niño en la orfandad.
¡Dora! -exclama- ¡Dora mía! Te estoy viendo muda y yerta
y no creo que la muerte haya osado herirte a ti.
¡Muerta tú! ¿Será posible? ¡No, mil veces no! ¡No estás muerta!
Duermes, sueñas… ¡Estás viva! ¡Por piedad mi amor despierta!
¡No te mueras! ¡No me dejes! ¡Vive vive para mí!…
Yo era huérfano en este mundo; yo estaba solo
más Dios quiso que te hallara y no tuve pena ya.
¿Lo oyes, Dora? ¡Dios lo quiso! ¡Dios lo quiso!
Piedad tuvo de mi duelo
y para ángel de mi guarda te envió a ti desde el cielo.
¡Tú no puedes morirte, Dios no quita lo que da!
Así envuelta en blancos tules, coronada así de flores,
te ofrecí llevarte al templo y jurarte esclavitud…
¡Sueño efímero! Tus padres, por matar nuestros amores,
te encerraron en este claustro de recónditos dolores…
y hoy que vengo ya a buscarte te hallo aquí en este ataúd.
¡Pobre novia de mis sueños! ¡Pobre tórtola sin nido!
Virgen mártir que viniste con el alma rota en dos.
¿Por qué callas si te llamo? ¿Por qué no oyes mis gemidos?
¿Te cansaste de esperarme y a los cielos has partido?
¡Vuelve… vuelve… yo te quiero más que a Dios!…
Calla el monje: más de pronto como un loco que se excita,
coge en brazos a aquel ángel que en la vida tanto amó,
y besándola en la boca, ¡Vuelve en ti, por Dios! -le grita-
¡Toma mi alma en este beso! ¡Vive tú, aunque muero yo!
Un prodigio se ve entonces: ella agita los despojos,
como herida de repente con el dardo del dolor.
En sus pálidas mejillas aparecen tintes rojos,
quiere hablar… mueve los labios…
Ya despierta…, abre los ojos,
todo alienta hasta la muerte, a los besos del amor.
Una aurora clara y bella a la noche ha sucedido.
En el templo que el sol baña y comienza a iluminar
yace el monje de alba traje junto al féretro tendido.
Y los búhos que allí moran, que han formado allí sus nidos,
le contemplan con asombro por las grietas del altar.
Está muerto y se diría que aún perdura en su hondo duelo,
que repite entre sus dientes: ¡Que injusto eres Santo Dios!
Está muerto, le mataron el dolor y el desconsuelo:
no halló aquí a su prometida y buscarla se fue al cielo…
¡Ya está juntos! una tumba es la tumba de los dos…

Sin corazón

Loco de rabia y despecho
resolví en cierta ocasión,
abrir a mi amada el pecho
y arrancarle el corazón!
“Así sabré, dije, fiero,
si el corazón de la ingrata
que sin piedad me maltrata
es de piedra o es de acero!”
La aceché luego sin calma,
y con un largo puñal
rasgué el seno virginal
de aquella mujer sin alma!
Y cuando a mis pies la ví,
un grito horrible lancé
y mis manos sepulté
en la herida que la abrí!
Busqué luego, temerario,
dentro de su pecho impío…
¡y su pecho estaba frío
como el fondo de un osario!
Busqué… busqué con tesón,
y no hallé lo que buscaba…
¡La mujer que tanto amaba
no tenía corazón!


Jaspe

Me has entregado, ingrata, al abandono,
y yo que tanto y tanto te he querido,
ni tu negra traición echo al olvido
ni disculpo tu error… ni te perdono.
No intentes, pues, recuperar el trono
que en mi pecho tuviste, y has perdido.
En el fondo del alma me has herido,
y en el fondo del alma está mi encono.
Yo no podría, es cierto, aunque quisiera,
castigar como debo tu falsía;
más, la mano de Dios es justiciera.
¡Castígala!, Señor, con energía;
que sufra mucho, pero que no muera…
¡Mira que yo la adoro todavía!


AL PERU

         
¡Patria del corazón! La suerte un dia,
te hundio en el pecho con furor la espada,
y hoy, abatida pero no humillada,
pareces un león en la agonia.

Antes, cuando dichosa te veia,
fuiste por mi con entusiasmo amada;
pero hoy, que veo que eres desgraciada
no te amo ya… ¡te tengo idolatria!

¡Oh! ¡Quien pudiera, Patria, quien pudiera
disipar las tinieblas de tu cielo
y sucumbir envuelto en tu bandera!

Yo, tal fortuna es todo lo que anhelo,
¡y que me echen de cara cuando muera,
para besar el polvo de tu suelo!



Queja a Dios
Me has entregado, ingrata, al abandono,
y yo, que tanto y tanto te he querido,
ni tu negra traición echo en el olvido
ni disculpo tu error... ¡ni te perdono!

No intentes, pues, recuperar el trono
que en mi pecho tuviste, y has perdido.
En el fondo del alma me has herido
y en el fondo del alma esta mi encono.

Yo no podria, es cierto, aunque quisiera,
castigar como debo tu falsia;
mas la mano de Dios es justiciera...

¡Castigala, Señor con energia!
Que sufra mucho; ¡Pero que no muera!
¡Mira que yo la adoro todavia!

Tu Castigo

Después de tu traición no he vuelto a verte
Te ocultas porque temes que algún día
Exclame en alta voz para perderte:
¡Esa mujer que pasa ha sido mía!

No temas nada soy hidalgo y fuerte
Y en mi honradez de caballero fía
Guardaré tu secreto hasta la muerte.
¡Antes que divulgarlo moriría!.

No seré yo que fui feliz contigo,
Quien salpique de lodo tu semblante,
¡Tendrás el desengaño por castigo...!

Algún día llorando como loca
Me llamarás, a gritos, y tu amante
Las manos viles te pondrá en la boca...


HIMNO ROJO



Entre todos los colores,
el rojo es el que halaga,
y me atrae y me seduce
y mi espíritu levanta.
Amo el rojo, porque rojo
es el sol de mis montañas,
porque rojos son mis sueños,
mis odios, mis iras santas
y los labios de mi musa,
y las rosas de mi Tacna.
¡Gloria eterna al color rojo!
Rojo es el vino que embriaga
y consuela nuestras penas
y nos electriza el alma.
Roja es la sangre que vierten,
llenos de valor y audacia,
los mártires y los héroes
en los campos de batalla.
Rojo es el pendón que agitan
los que libertad reclaman,
rojo el laurel que florece,
y rojos, como la grana,
los cánticos que yo entono
al ver cautiva a mi patria.
¡Gloria eterna al color rojo!
           El color rojo me encanta

porque es símbolo de guerra
y de rebelión que estalla;
porque es el color del fuego
que purifica y abrasa,
el color de la energía
y el color... de las venganzas.
¡Gloria eterna al color rojo!
Rojo fue el puñal que Bruto
le hundió a César en la espalda,
y rojo fue el gorro frigio
que un día se caló Francia
para derribar Bastillas
y guillotinar monarcas.
¡Gloria eterna al color rojo!
Rojas son las grandes almas
y mis mejores ideas
y las más bellas mortajas.
Rojo es el hierro candente
que cauteriza las llagas;
rojo fue el blasón que usaron
sobre su cota de malla
los caballeros cruzados;
roja es la lengua que canta
y maldice a los tiranos,
y roja, en fin, roja y blanca,
la bandera que más amo:
¡La bandera de mi Patria!

AL SEPARARNOS

Mañana, cuando llores sin consuelo
la juventud que pasa y no regresa,
y adviertas con dolor y con sorpresa
hebras de nieve entre tu pelo negro.
Mañana, cuando sientas tu alma herida
y rueden sobre el polvo de la vida
las hojas secas de ilusiones...
Mañana, cuando al fin una pena honda
te haga sufrir tormentos no sufridos,
y gimas y nadie oiga tus gemidos
y llames sin que nadie te responda...
Mañana, cuando caiga fulminado
al golpe de tu saña desmedida,
y me oigas pronunciar tu nombre santo
con el último aliento de la vida...
Entonces, ¡Ay! entonces estoy cierto
de que al fin te hará falta mi ternura,
y llorarás con intensa amargura
y tendrás compasión del pobre muerto...
Y desolada, inconsolable y triste
me llamarás con ánimo cobarde,
y yo desde la tumba que me abriste,
"ya es tarde ingrata" te diré, "ya es tarde",
y al ver tu dicha y esperanza trunca,
exclamarás transida de quebranto:
¿Por qué Señor, por qué no lo amé nunca,
si era tan bueno, si me amaba tanto?
Y sin tener quien te oiga ni te aguarde,
irá al cielo a perderse tu plegaria,
y yo desde la tumba solitaria
"ya es tarde ingrata" te diré, "ya es tarde"


1 comentario:

  1. Me gusta su página pero el texto de Más allá de la muerte no es el correcto. Faltan líneas y le sobran otras.

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