domingo, 11 de noviembre de 2018

POEMAS DE GIUSEPPE UNGARETTI


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Atardecer

                           Versa, 20 de mayo de 1916
La ruborosa cara del cielo
despierta el oasis
para el nómada amor.
Versión de Rafael Díaz Borbón

Cielo despejado

                             Bois de Courton, Julio 1918
Después de la creciente
niebla
una
por una
las estrellas
se quitan el velo
Respiro
el aire fresco
que el color del cielo
me ofrece
Sé soy
una pasajera
imagen
atrapada en un círculo
inmortal
Versión de Rafael Díaz Borbón

Condena


Como la áspera piedra del volcán,
como la piedra pulida del torrente,
como la noche sola y desnuda,
alma como honda y con terrores
¿Por qué no te recoge
la mano firme del Señor?

Este alma
que sabe las vanidades del corazón
y sabe pérfidas sus tentaciones,
y del mundo conoce la medida,
y los planes de nuestra mente
considera minucias,
¿por qué no puede soportar
más que arrebatos terrenos?

Tú no me miras ya, Señor...
Y no busco sino olvido
en la ceguedad de la carne.

Versión de Jesús López Pacheco



Distante

                        Versa, 15 Febrero 1917
Distante en una tierra distante
como a un hombre ciego
ellos me han abandonado
Versión de Rafael Díaz Borbón



El ángel del pobre


Ahora que invade las nubladas mentes
más áspera piedad de la sangre y la tierra,
ahora que nos mide a cada pálpito
el silencio de tanta injusta muerte,

ahora que despierta el ángel del pobre,
gentileza del alma, pervivida...

Con el gesto inextinguible de los siglos
baje a la cabecera de su viejo pueblo
en medio de las sombras...

Versión de Jesús López Pacheco




Juno

                                                                                           1931
Alrededor de esa perfecta madurez que me atormenta,
Un muslo levantándose por sobre otro...
Esparce tu furia a través de una acerba noche!
Versión de Rafael Díaz Borbón



La madre


Y cuando el corazón de un último latido
haya hecho caer el muro de sombra,
para conducirme, madre, hasta el Señor,
como una vez me darás la mano.

De rodillas, decidida,
serás una estatua delante del Eterno,
como ya te veía
cuando estabas todavía en la vida.

Alzarás temblorosa los viejos brazos,
como cuando expiraste
diciendo: Dios mío, heme aquí.

Y sólo cuando me haya perdonado
te entrarán deseos de mirarme.

Recordarás haberme esperado tanto
y tendrás en los ojos un rápido suspiro.

Versión de Jesús López Pacheco


La muerte meditada


Canto quinto

Has cerrado los ojos,
nace una noche
nena de falsos huecos,
de ruidos muertos
como de corchos
de redes caladas en el agua.

Tus manos se hacen como un soplo
de inviolables lontananzas,
inaferrables como las ideas,

y el equívoco de la luna
y el balancearse, dulcísimos,
si quieres posármelas sobre los ojos,
tocan el alma.

Eres la mujer que pasa
como una hoja
y dejas en los árboles un fuego de otoño.

Versión de Jesús López Pacheco

 

La piedad


1
Soy un hombre herido.
Y yo quisiera irme
y llegar finalmente,
piedad, a donde se escucha
al hombre que está sólo consigo.

No tengo más que soberbia y bondad.

Y me siento exilado en medio de los hombres.

Mas por ellos estoy en pena.

¿No sería digno de volver a mí?

He poblado de nombres el silencio.

¿He hecho pedazos corazón y mente
para caer en servidumbre de palabras?
Reino sobre fantasmas.

Hojas secas,
alma llevada aquí y allá...,

No, odio el viento y su voz
de bestia inmemorable.

Dios, ¿aquéllos que te imploran
no te conocen más que de nombre?

Me has arrojado de la vida:
¿me arrojarás de la muerte?

Quizá el hombre también es indigno de esperanza.

¿Hasta la fuente del remordimiento está seca?

El pecado, qué importa
si ya no conduce a la pureza.

La carne apenas recuerda
que tuvo fuerza una vez.

Loca y gastada está el alma.

Dios mira nuestra debilidad.

Queremos una certeza.

¿Ya ni siquiera te ríes de nosotros?

Compadécenos entonces, crueldad.

No puedo seguir amurallado
en el deseo sin amor .

Muéstranos una huella de justicia.

Tu ley, ¿cuál es?

Fulmina mis pobres emociones,
libérame de la inquietud.
Estoy cansado de gritar sin voz.


2
Carne melancólica
donde una vez pululó la alegría,
ojos entreabiertos del despertar cansado,
¿ves tú, alma demasiado madura,
lo que seré caído en la tierra?

Está en los vivos el camino de los difuntos,

nosotros somos una riada de sombras,

y ellas el grano que explota en el sueño,

de ellas es la lejanía que nos queda
y de ellas la sombra que da peso a los nombres.

La esperanza de una gran sombra
¿sólo es esto nuestra suerte?

¿Y no serías tú más que un sueño, Dios?

Temerarios, por lo menos un sueño
queremos que sea semejante a ti.

Es parto de la locura más clara.

No tiembla en nubes de ramas
como pájaros de la madrugada
al borde de los párpados.

En nosotros está y languidece, llaga misteriosa

3
La luz que nos aguija
es un hilo cada vez más sutil.
¿Sólo deslumbras matando?
Dáme esta alegría suprema.

4
El hombre, monótono universo,
cree acrecentar sus bienes,
y de sus manos febriles
no salen, sin fin, más que límites.

Pegado al vacío,
a su hilo de araña,

no teme ni seduce
más que a su propio grito.

Evita el desgaste haciendo tumbas,
y para pensarte, Eterno,
no tiene más que blasfemias.

Versión de Jesús López Pacheco

Los recuerdos


Los recuerdos, inútil infinito,
pero solos y unidos contra el mar, intacto,
en medio de estertores infinitos...

El mar,
voz de una libre grandeza
pero inocencia enemiga en los recuerdos,
tan rápido en borrar las huellas dulces
de un pensamiento fiel...

El mar, sus blanduras indolentes
tan feroces y esperadas tanto, tanto,
y en su agonía,
presente siempre, renovada siempre,
en el despierto pensamiento, la agonía.

Los recuerdos,
el revolverse vano
de arena que se mueve
sin pesar sobre la arena,

ecos breves y lentos,
sin voz, ecos de los adioses
a minutos que parecían felices...

Versión de Jesús López Pacheco


No gritéis más


Dejad de matar a los muertos,
no gritéis más, no gritéis,
si les queréis todavía oír
si esperáis no perecer .

Tienen un susurro imperceptible,
no hacen más rumor
que el crecer de 1a hierba,
alegre donde no pasa el hombre.

Versión de Jesús López Pacheco


No llores más
Para de matar a los muertos,
No llores más, no llores más
Si deseas aún escucharlos,
Si esperas no perecer.
Su susurro es imperceptible,
Ellos no hacen más ruido
Que el crecimiento de la hierba,
Felices donde el hombre no transita.
Versión de Rafael Díaz Borbón

Nostalgia


                             Locvizza, 28 Septiembre 1916

Cuando
la noche está por pasar
un poco antes de empezar la primavera
y la gente
comience a transitar

Un sombrío color
de llanto
se espesa sobre París

En la esquina
del puente
contemplo
el inabarcable silencio
de una pobre niña

Nuestras dos
enfermedades
van juntas

Y si arrastradas a otro lugar
allá estaríamos juntos

Versión de Rafael Díaz Borbón


Placer

                          Versa, 18 Febrero 1917
Ardo con la
fiebre
de este torrente de luz
Doy la bienvenida a este
día como
a dulcificante fruta
Esta noche
sentiré
remordimiento como un
alarido
perdido en el
desierto
Versión de Rafael Díaz Borbón


Quietud

                                                      1931
Las uvas maduras, el campo arado,
La colina se recorta en las nubes.
En los espejos polvorientos del verano
la sombra ha caído,
Entre los dedos inciertos
Su destello es claro,
Y distante,
Con las golondrinas vuela
La última angustia.
Versión de Rafael Díaz Borbón


 

San Martín del Carso


(Valloncello dell' Albero Isolato a 27 agosto de 1916)

De estas casas
no ha quedado
más que algún
pedazo de muro

De tantos
a quienes estaba unido
no ha quedado
ni siquiera eso

Pero en el corazón
ninguna cruz falta

Mi corazón
es el país más desvastado.

Versión de Raúl Zurita

Soldados


Se está como
en otoño
sobre los árboles
las hojas.

Versión de Jesús López Pacheco


Tierra


Podría haber en la guadaña
un rápido reflejo, y el rumor
tornar y perderse por grados
hacia las grutas, y el viento podría
de otra sal enrojecer los ojos...

Podrías, la quilla sumergida,
oírla deslizarse a lo lejos,
o a una gaviota equivocar su pico,
la presa huída, en el espejo...

Del trigo de noches y días
colmadas mostraste las manos,
delfines de los viejos tirrenos
viste pintados en secretos
muros inmateriales y, luego, detrás
de las naves, vivos volar,
y tierra eres aún de cenizas
de inventores sin descanso.

Cauto temblor podría otra vez a adormecedoras
mariposas en los olivos, de un instante a otro,
despertar;
quedarás inspiradas vigilias de extintos,
intervenciones insomnes de ausentes,
la fuerza de cenizas, sombras
en el raudo oscilar de las platas.

Continúas derribando al viento ;
desde abetos a palmeras el estrépito
por siempre desolas; silente
el grito de los muertos es más fuerte.

Versión de Jesús López Pacheco



Vagabundo


En ninguna
parte
de la tierra
me puedo
arraigar

A cada
nuevo
clima
que encuentro
descubro
desfalleciente
que
una vez
ya le estuve
habituado

Y me separo siempre
extranjero

Naciendo
tornado de épocas demasiado
vividas

Gozar un solo
minuto de vida
inicial

Busco un
país inocente


tomado de
amediavoz.com/ungaretti.htm

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