Sonetos para Cynara
Rebelde. Mi corazón, encarcelado y esclavizado,
que en el enrejado de lo mundano tira;
no se sienta presionado por su destino temporal,
incluso si los grilletes son duros y las paredes apretadas.
Porque en un principio estaba predestinado para ti,
que unos pocos han seguido logrando
romper la barra que presiona sobre sus hombros,
así que no te rindas, sino lucha y pelea y pelea.
Romper y soplar sobre las cenizas mudas
que yacen ocultas bajo las ruinas humeantes;
muévete rápidamente como una tormenta sobre el jardín bajo
llamado Holanda; Golpea mortal y rápido,
para que la maldad tenga un final terrible,
oh corazón, corazón mío, oh rebelde el color de la sangre.
Tomado de:
https://warpoets.org.uk/worldwar2/poem/sonnets-cynara-xiv/
CANCIÓN DE LOS DIECIOCHO MUERTOS
Una celda es de sólo dos metros de largo
y es de apenas dos metros estrecha,
pero aún más pequeño es el suelo de tierra,
tan reducido que ahora no sé
cuál será el sitio en que yazga sin nombre
y además mis amigos,
éramos dieciocho en total y de todos
ninguno verá ya la noche.
¡Oh dulzura del aire y la tierra
de la costa de Holanda la libre!
Una vez por el enemigo vencida
ni una hora encontré para el descanso,
¿puede un hombre ser leal y sincero,
puede, en un momento así, en verdad?
Besa a su hijo y besa a su esposa,
y una lucha en vano combate.
Sabía yo de la faena que empecé,
labor ardua de muchos trabajos
pero el corazón, que no puede nunca
resistirse, no huyó del peligro;
sabe él cómo fue en este país
honrada alguna vez la libertad, antes
que por la mano del transgresor
fuera la voluntad retorcida.
Antes de fracturar y romper los juramentos,
existía este sitio miserable
que hoy invade la tierra de Holanda
y retiene su suelo, rehén.
Antes de que llamaran al honor
y a la conveniencia germánica
en un pueblo sobajado por su puño
y saqueando por esos ladrones.
El berlinés flautista de Hamelin,
es ahora su melodía la que sopla
tan verdadera como que pronto moriré
sin ver a mi amor, ni el pan
podrá partirse y tampoco
dormiremos otra vez juntos.
Rechazo hoy y siempre cuanto ofrece
este malicioso observador de aves.
Quien lea estas palabras recuerde,
mis amigos en vilo y penuria
y aquellos que a pesar de todo continúan
en sus horas más aciagas
hemos pensado también,
como en nuestro país y nuestro pueblo,
llegará el día que sigue siempre a la noche,
toda nube es pasajera.
Miro cómo la primera luz de la aurora
desciende de lo alto en mi ventana
Dios mío, conviérteme en esa luz
cuando me muera, y si en algo he fallado
como alguno entre nosotros puede fallar,
concédeme entonces tu Gracia
para que pueda partir como un hombre
cuando deba encarar al escuadrón.
Jan Campert, 1941
Traducción del neerlandés: Roberto
Amézquita
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2020/11/poesia-de-holanda-jan-campert-cancion-de-los-dieciocho-muertos/
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