MOSCA
Quise vivir para siempre en lo ilimitado.
Lo ilimitado vivía dentro de una mosca.
Cada vez que la espantaba
volaba con lenta gracia.
Me resultaba entrañable
su calmo movimiento.
En la madrugada, brillaba la lámpara.
Yo leía un libro escuchando
el caer de la lluvia.
Sobre el libro extendido,
una mosca arrojaba
sombras de soledad.
Como las patas de la mosca
lo ilimitado es sutil y se dobla.
VALVA
Porque no hay nada,
no hay nacer o morir.
Vací la valva,
Arrancada su carne por las aguas,
Humedecida por la luna,
reseca por el sol,
duerme en la arena.
No será nunca el mar
Gestado en sus entrañas.
Nada se corresponde con nada.
Así como las olas se deshacen
se desgasta la valva lentamente.
TIEMPO
El tiempo pasó soplando sobre su rostro
como una ventisca que cruzara un lago.
En el sueño profundo
continuó su mente
destilando, evaporando ideas.
Algunas mañanas el sol, como una amenaza,
ascendía por el borde de las montañas.
Se calcinaron, tal esperanzas, los árboles.
La tierra agonizaba.
Despierto, encendía su pipa
e intentaba respirar el sol.
Como la lluvia,
como los frutos,
caía el tiempo.
Un barco hacia el pasado
flotaba mar adentro.
Él aferró con una mano la vela de lo eterno
y el eterno universo entró en sus ojos.
Tomado de:
https://cetr.net/es/shinkichi-takahashi-seleccion-de-poemas/
ESCUCHABA
el sonido del viento entre los pinos,
inunda las entrañas su tristeza,
suena como el rumor del oleaje,
alto en el cielo meciendo las copas
de los grandes árboles.
Es espantoso y profundo el desamparo
del sonido del viento entre los pinos.
Desoladora música,
es imposible olvidarla.
Como si el mundo llegara a su término,
vibra el sonido del viento,
el constate sonido del viento,
del dios sin figura que rasguea
como un koto las copas de los pinos.
UN BOSQUE DENTRO DEL SONIDO
Los pinos meciéndose,
el humo dispersándose,
un bosque dentro del sonido.
Pérdidas mis piernas,
el narciso en el agua reflejado,
rostros desvanecidos en el sueño.
Frío viento,
recuerdo blanco de camelias,
intermitencia de la cálida lluvia.
En la orilla del río,
esperamos con calma a que se aclare el agua
y retoñe el sauce.
Quema el tiempo, aun ahora, en las ruinas
del incendio.
Yo, que vivo aquí sobre esta tierra, soy
otro.
PÉTALOS
COMO los pétalos
de una flor,
incontables,
el tiempo,
marchito, disipado.
La suma de las vidas
de los hombres
se hundió en silencio en el olvido,
alimento para el pez de cola roja.
Bajo la luz lunar,
en los rabiones,
fluían, flotaban pétalos.
Entre las rocas,
esparcidos,
en lo oscuro.
Pero continuaba el tiempo floreciendo.
Tomado de:
http://cajadetormentas.blogspot.com/2018/04/shinkichi-takahashi-poemas-de-en-la.html
poema 18
En coches urbanos, el sueño del vendedor de
pipas
Asakusa, gelatina de agar, dulces de adzuki
y miel
imposible de rasgar, poco probable de romper
los guisos desesperados hechos con sake
dulce
durmiendo la siesta en una pared del
undécimo piso
¿Qué tal si destruimos los icebergs del Polo
Norte?
recuerda que estornudar también es limonada
la comida ingerida y vomitada es helado
las nalgas de esos rebeldes que se masturban
a escondidas
dolorido por cagar arroz glutinoso
mujer de torso esbelto y piernas inflexibles
regocijémonos en la destrucción del país
paso, paso hasta que se estrelle
mantener los soportes geta
No se harán excepciones
Pollo a la parrilla en brochetas
la niña precoz encabrita el culo
juega con los pechos dentro de la ropa
irradia miradas hambrientas a izquierda y
derecha
camina vorazmente
la mujer plana, casi un lenguado
se inclina hacia adelante, el desvergonzado
pies pasados de
moda, pasos de chorlito
tomar vuelo como norimaki sushi
fideos chinos de viuda arrugada, sesenta,
No me gusta, filete empanado de una ramera
recién convertida
señora con un paseo de anguila
También aborrezco el tendón de la campesina
y disgusto por el arroz frito con puré de
tofu que imita el sabor del ganso
a ella, a quien no le gusta tsukeyaki, me
disculpo
sin embargo, en el café histérico
indigno soy de una taza de café
Me sirvo azuki hervido.
y sake dulce
el sirviente de piel suave como mochi, o
maní, papa al horno
Prefiero sorber la salsa para pasta.
en la oficina de correos, donde el empleado
está sano,
carne con arroz
moneda de diez centavos servida por criadas
con manos sifilíticas.
(traducido por Diogo Kaupatez)
Tomado de:
http://revistamododeusar.blogspot.com/2015/01/shinkichi-takahashi-1901-1987.html
POLVO
Los ojos del gorrión son de cristal.
Nada pueden ver.
Cuando el gorrión mira hacia abajo
desaparecen el mar y las montañas.
Y aunque hubiera mar y montañas
nada serían para él.
El gorrión se recrea en un jardín vacío.
Nadie allí acude,
a nadie el pájaro permite la entrada
pues busca soledad.
Nada hay
y nada es necesario mirar.
Con un pequeño paso
llegó el pájaro a todas partes.
Con una sola mirada
lo vio todo.
Todo no es más que polvo.
No existe el fin
sino un constante acabamiento.
No existe la muerte,
sino un morir constante.
El gorrión miró hacia el cielo.
En el cielo tampoco había nada.
Ni siquiera el polvo puede enturbiar
sus ojos.
Tomado de:
Dioses
Los dioses están en todas partes:
entre Koshi y Izumo
las tribus aún batallan.
El todo del Todo, lo Uno,
elimina las distinciones.
Los tres mil mundos
están en esta flor de ciruelo.
El aroma es Dios.
Un pato
El pato vive eternamente,
todos los días. Despierto, encuentra
que ha dormido un billón de años.
El mismo centro del universo,
él sabe que no necesita
ojos, oídos, patas.
¿Qué uso tendrían para quien
ya conoce su mundo,
sus estaciones y satélites?
Liberado del tiempo,
sin cambios. El pato no
necesita ser enviado al espacio,
como el perro, en un cohete.
Además, él ya ha estado allí.
Cielo nevado
El pájaro negro desciende
sus ojos dan sombra a la tierra, hay hojas
muertas
y plumas inclinadas por la nieve.
Uno encuentra playas en todas partes,
aeropuertos, cielos nevados.
Apostado en la casilla de ventas
el pájaro negro observa
el avión de cuatro turbinas
aterrizando, los propulsores quietos.
Las hojas muertas caen de los cielos.
Un muro de piedra
Las flores brotan de las piedras,
en lluvia y viento
el perro husmea y apunta su orina.
El trazo de una mariposa, a través de la
niebla,
donde los niños chapotean.
Sobre la pantalla de papel,
una mujer y sus piernas, blancas, rápidas.
No más deseos, estoy contento.
Más tarde la vi, las manos
bajo su espalda-
sin que algo le repulse, en realidad,
aceptando el sol
entre sus muslos.
Cerca a la pared de piedra,
una rama dorada.
Poesíazen3
Suave y fragante cabello
Enamorado de sus suaves orejas,
apilé las hojas para incendiarlas.
Su rostro inocente
ascendía en el humo – yo anhelaba
divagar en la espiral de esas orejas,
pero se aferraba, con fuerza,
a la correa del tranvía, suave
y fragante cabello, cubierto de humo de hojas.
Mar del olvido
Futuro, pasado, el mar
del olvido.
Naufraga el presente.
El sol parte en dos
el mar-
una mitad perdida.
Las piernas, descansando en la playa,
una mujer siente
el cangrejo de la memoria
subir por su muslo.
En alguna parte
su amante se ahoga.
Sucios de arena, nadando
en sueños,
los jóvenes se arrojan
uno hacia el otro.
Un poco de luz
Árboles sin vida en el bosque,
hojas que ensombrecen la tierra.
En un amplio claro, la mujer
de abrigo rojo espera. Solo hay
un pestañeo de luz, una hoja
que vuela contra su rostro. El hombre llega
silenciosamente, se acuesta a su lado.
Pronto ella se aleja a solas,
cargando su maleta. Él reza
(lo escucho ahora) que todo
vaya bien. Un avión suena en lo alto,
él fuma un cigarrillo.
Dos hojas muertas son separadas por el
viento.
Tomado de:
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