ESTELAS
Estelas de cara al Sur
Los tres himnos primitivos
Los tres himnos primitivos que los tres Regentes habían
nombrado: los Lagos, el Abismo, Nubarrones, se borraron de todas las memorias.
Que sean de este modo recompuestos:
–
Los Lagos
Los lagos, en sus palmas redondas ahogan el rostro del
Cielo:
He girado la esfera para observar el Cielo.
Los lagos, golpeados por ecos fraternales en número de
doce:
He fundido las doce campanas que fijan los tonos musicales.
*
Lago movedizo, firmamento líquido al reverso, campana
musical,
Que el hombre que reciba mis órdenes resuene a su turno
bajo el poderoso Soberano-Cielo.
Por ello he nombrado al himno de mi reino: los Lagos.
–
El abismo
Cara a cara con la profundidad, el hombre, frente
inclinada, se recoge.
¿Qué ve en el fondo del hueco cavernoso? La noche bajo la
tierra, el Imperio de sombra.
*
Yo, inclinado sobre mí mismo y escrutando mi abismo, -oh,
yo- me estremezco,
Me siento caer, me despierto y no quiero ver más que la
noche.
–
Nubarrones
Estos son los pensamientos visibles del alto y puro
Señor-Cielo. Unos compasivos, repletos de lluvia.
Los otros transportando sus preocupaciones, sus justicias y
sus cóleras sombrías.
*
Que el hombre que reciba mis dones o encorvado bajo mis
golpes conozca a través de mí, el Hijo, los designios del Cielo ancestral.
Para ello he nombrado al himno de mi reino: Nubarrones.
–
Estelas del Medio
Elogio y poder de la ausencia
No pretendo de ningún modo estar aquí, ni sobrevenir de
improviso, ni aparecer en ropas y carne, ni gobernar por el peso visible de mi
persona,
Ni responder a los censores con mi voz; a los rebeldes con
una mirada implacable; a los ministros culpables con un gesto que dejaría
suspendidas de mis uñas las cabezas.
Reino por el asombroso poder de la ausencia. Mis doscientos
setenta palacios entramados por galerías opacas se llenan solamente de mis
huellas alternadas.
Y unas músicas suenan en honor a mi sombra; unos oficiales
se inclinan ante mi silla vacía; mis mujeres aprecian mejor el honor de las
noches en las que no me digno.
Igual a los Genios que no se puede rechazar porque son
invisibles, – ningún arma ni veneno sabría adónde alcanzarme.
Partida
Aquí, el Imperio del centro del mundo. La tierra
abierta al trabajo de los vivos. El continente
entre los Cuatro Mares. La vida encerrada,
propicia al justo, a la felicidad, al conformismo.
En donde los hombres se yerguen, se inclinan,
se saludan según su rango. En donde los hermanos
conocen sus categorías:
donde todo
se ordena bajo el influjo clarificador del Cielo.
Ahí, el Occidente milagroso, cubierto
de montañas por encima de las nubes; con sus
palacios en el aire, sus templos ligeros,
sus torres que el viento pasea.
Todo es prodigio y todo inesperado: lo confuso
se agita: la Reina de deseos mudables tiene ahí
su corte. Ningún ser de razón se atreve a entrar.
Con magia, Mu-wang ha proyectado su alma hacia ese
Ahí. Hacia ahí quiere que lo lleven sus pasos.
Antes de dejar el Imperio para reunirse
con su alma, ha fijado, desde Aquí, su partida.
Elogio del jade
Si el Sabio, desdeñando el alabastro,
venera el Jade puro y untuoso, no es porque
el alabastro sea común y el Jade raro:
sepan más bien que el Jade es bueno.
fines, compactes et solides.
Porque es suave al tacto –aunque
inflexible. Y prudente: sus venas son
finas, compactas y sólidas.
Es justo ya que tiene ángulos y
no hieren. Es tanta su urbanidad que,
colgado de la cintura, se inclina y toca tierra.
Es musical: su voz se eleva,
prolongada hasta la breve caída.
Es sincero, ya que su brillo no se vela
con sus defectos ni éstos con su brillo.
Ya que la virtud, para el Sabio, no requiere
ningún adorno, sólo el Jade puede decentemente
presentarse solo.
Elogiarlo es pues elogiar a la virtud misma.
Elogio y poder de la ausencia
No pretendo estar aquí, ni llegar de
improviso, ni aparecer con ropas y carne, ni
gobernar con el peso visible de mi persona.
Ni responder a la censura con mi voz; a
los rebeldes con ojo implacable; al error
de los ministros con un gesto que suspendería
sus cabezas a mis uñas.
Yo reino con el insólito poder de la ausencia.
Mis doscientos setenta palacios entramados
por galerías opacas sólo conocen
el paso de mis huellas alternas.
Hay músicas que suenan en honor de mi
sombra; unos oficiales se inclinan ante mi trono
vacío; mis mujeres aprecian más el honor de las
noches en que no me digno.
Igual a los Genios que no se pueden refutar
por invisibles –no hay arma ni veneno
que puedan llegar a dar conmigo.
Tomado de:
http://www.uam.mx/difusion/revista/may2000/falco.html
Mi amante tiene las virtudes del agua
Mi amante tiene las virtudes del agua: una sonrisa clara,
gestos
fluidos, una voz pura y cantante gota a gota.
Y cuando a veces, a pesar de mí – el fuego pasa en mi
mirada,
Ella sabe cómo avivarlo retemblando: agua arrojada sobre
carbones rojos.
*
¡Mi agua viva, hela aquí esparcida, toda, sobre la tierra!
Se resbala,
huye de mí; – y tengo sed, y corro tras ella.
Con mis manos hago una copa. Con mis dos manos la contengo
con ebriedad, la estrecho, la llevo a mis labios:
Y trago un puñado de lodo.
Elogio a la joven muchacha
¡Magistrados! Dediquen a sus esposas sus arcos triunfales.
Atraviesen las rutas con el elogio de las viudas obstinadas. Usen cemento,
falso mármol y lodo seco para erigir los méritos de estas damas respetables,
—es su trabajo.
*
Esto está reservado a la única Joven Muchacha. A aquella a
quien todos los maridos del mundo están prometidos — pero que no tiene todavía.
A aquella cuyos cabellos libres caen hacia atrás, sin
empleos, sin fidelidad, y el entrecejo tiene el olor de la espuma.
A aquella que tiene senos y no amamanta; un corazón y no
ama; un vientre para las fecundidades, pero que decentemente reside estéril.
A aquella rica de todo lo que vendrá; que va a escogerlo
todo, recibirlo todo, parirlo todo quizá.
A aquella que, lista a dar sus labios a la taza de las
nupcias, tiembla un poco, no sabe qué decir, consiente en beber, — y todavía no ha bebido.
Liberación
Uno sufre, se agita, se queja en mi Imperio. Rumores suben
a la cabeza. La sangre, como un pueblo irritado, derrota el
palacio de mis encantamientos.
La hambruna está en mi corazón. La hambruna devora mi
corazón;
seres nacen a medias, sin almas, sin fuerzas, procedentes
de un
trastorno sin nombre.
Luego uno se calla. Espera. Que por un buen querer se
sacien
de nuevo vida y plenitud.
*
Como el Hijo del Cielo que visita sus dominios, y hasta el
fondo
cárceles de sequía que portan luz y libertad,
Libera en mí mismo, oh príncipe que eres yo, todos los
bellos
prisioneros-deseos a los carceleros arbitrarios, y que en
gracia y
Retorno
Caigan sobre mi Imperio las gotas largas de la
satisfacción.
Tomado de:
https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/el-palacio-de-mis-encantamientos/
Para complacerla
Para complacerla he vivido. Rozando el límite extremo de
mis
fuerzas
trato de imaginar aún no sé qué para complacerla.
.
A ella le gusta desgarrar la seda: le daré cien pies de
tejido sonoro.
Pero este
chirrido no es ya bastante nuevo.
.
A ella le gusta ver correr el vino y gentes que se
embriaguen: pero el
…….vino no es bastante áspero y estos vapores ya no la
aturden.
.
Para complacerla tenderé mi alma usada: desgarrada, gritará
bajo
sus dedos.
.
Y yo vaciaré mi sangre como una bebida en un odre:
.
Una sonrisa, entonces, sobre mí se inclinará.
Tomado de:
https://trazosdelamemoria.wordpress.com/tag/victor-segalen/
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