Y será el final de los días...
Y será al final de los días;
sucederá entonces: El hijo del hombre
no llevará más hasta su boca hambrienta
pan, ni carne vacuna,
ni higo, ni miel;
probará apenas una palabra o dos
y quedará saciado.
Improvisación
No acumules avariento tus horas;
Que el tiempo no se haga más el payaso
Tiéndelas por sobre todos los abismos
Y atrapa en una red al ocaso.
Que se echen a nadar los mares
Y salten precipicio abajo
Con tal de burlar a la muerte
No te arrodilles en su teatro
Arráncales la máscara
Y échale tus horas rápidamente encima
Los ancianos mueren en plena juventud
Y los abuelos son sólo niños disfrazados
Tomado de:
https://campodemaniobras.blogspot.com/2018/11/abraham-sutzkever-dos-poemas.html
La primera noche en el gueto
“la primera noche en el gueto es la primera noche en el
sepulcro,
después uno se acostumbra”, así es como consuela mi
vecino
a los verdes cuerpos entumecidos tendidos en el suelo.
¿Podrán naufragar barcos en tierra?
Yo siento que bajo mis pies naufragan barcos y sólo el
velamen
se arrastra por encima, deshilachado y pisoteado,
sobre los verdes cuerpos entumecidos, tendidos por el
suelo.
Llega hasta el cuello…
Sobre mi cabeza pende una larga canaleta
cosida con hilos estivales a una ruina. nadie
habita sus cuartos. solo aullantes ladrillos
arrancados, con trozos de carne, de sus muros.
En otros tiempos, una lluvia solía desgranar su música
en la canaleta,
leve, blanda, bendiciendo. Madres solían colocar baldes
debajo
a recoger la dulce leche de las nubes
para lavar el pelo de sus hijas y que las trenzas felizmente
brillen.
Ahora las madres ya no están; las hijas tampoco, ni la
lluvia,
sólo ladrillos en una ruina; ladrillos aullantes
arrancados con trozos de carne de los muros.
Es noche. Un negro veneno gotea. Soy un rescoldo
traicionado por la última chispa y abismalmente apagado.
Solo la ruina es mi hermana. Y el viento húmedo
que sin aliento cayo sobre mi boca, con suave piedad
va con mi alma, que se separa del trapo de la osamenta
como se separa la mariposa del gusano. Y la canaleta
cuelga todavía sobre mi cabeza en el espacio
y fluye por ella el negro veneno, gota a gota.
Y de pronto, cada gota se vuelve un ojo. Estoy
completamente
empapado de ojos luminosos. Una red de luz recogiendo
luz.
Y encima de mí, la canaleta cosida a la ruina con hilos
de araña,
un telescopio. Penetro a nado por su tubo y las miradas
se unen luminosas. Allí están, como ayer,
las familiares estrellas vivientes de mi ciudad.
Y entre ellas, también aquella estrella tras—sabática
a la que labios de madre elevaban una bendición: feliz
semana.
Y comienzo a sentirme mejor.
No existen quien pueda enturbiarla, destruirlo,
y yo debo vivir, porque vive la buena estrella de mi
madre.
1941/1971
Ejecución
Cavo una fosa como se debe y ordenan
y busco consuelo en la tierra entretanto.
Un golpe de azada y aparece debajo
Debatiéndose, patético, un pequeño gusano.
Mi azada lo corta y sobreviene un milagro:
El gusano partido se hace dos, se hace cuatro.
Otro corte de nuevo y ya son cinco gusanos;
¿Y todos estos seres creados por mi mano?
Vuelve el sol y entonces mi ánimo sombrío
Y la esperanza fortalece mi brazo:
Si un gusanito no se rinde a la azada,
¿Es que eres, acaso, menos que un gusano?
Gueto de Vilna, 1942
Las planchas de plomo de la imprenta de Rom
Como dedos que se estiran por entre barrotes
para atrapar el aire luminoso de la libertad,
nos deslizamos en la noche para cargar
las planchas de plomo de la imprenta de Rom.
Nosotros, los soñadores, debemos volvernos soldados
y fundir en proyectiles el espíritu de plomo.
Y abrimos de nuevo el cerrojo
de ese eterno refugio hogareño.
Blindados por las sombras, bajo el resplandor de una
lámpara,
fundimos las letras líneas a línea,
como los abuelos, hace siglos, en el templo
echaban aceite en los candelabros.
El plomo refulge al hacerse bala;
pensamientos fundidos letra a letra
—una línea de Babilonia, una de Varsovia—
hierven, corren a adoptar la misma forma.
oculto en las palabras, el heroísmo judío,
debe conmover con su estallido al mundo ahora.
Y quien haya visto las armas en el gueto
aferradas por heroicas manos judías,
vio debatirse Jerusalém,
caer sus muros graníticos;
entendió las palabras fundidas en los proyectiles
y en el corazón, reconoció su voz.
Gueto de Vilna, 1943
Mi salvadora
Dime que te une a mí, luminosa abuela,
para esconder a un extraño en tu casa
y traerme, tan familiar y dulcemente, leche,
una piel de oveja para calentar mis pies,
pan tibio, sueño humano, y una sonrisa
como el canto de las arrugas de tu piel.
El viento tejía tiendas de nieve
y yo erraba como el viento entre ellas;
a mis espaldas me perseguía un mundo,
un mundo alzado contra el mundo,
mientras a solas por campos nevados
me calentaba con fulgores lobunos la osamenta.
Otrora hubo madre y cuna;
hoy el hogar se hunde bajo nubes de guerra.
Me conjuré: Que sea lo que Dios quiera,
intentaré entrar a la séptima choza
en busca de una palabra consoladora.
Golpeo y comienza a rechinar la puerta.
Me recibiste con el halo de una vela
como si mi visita no fuera inesperada.
En un destello instantáneo se descubrió para ti
mi rostro y con la voluntad;
no te asustaron mi barba congelada
ni mi puñal al cinto, aguzado para matar.
Me excavaste bajo el umbral una cueva;
trajiste una lámpara de aceite y cobijas
con blandura de cabellos maternales;
aire e infancia que no tienen hora ni lugar,
y una hoja de papel como un brote de guinda
para que mi canto pudiese brotar.
Y cuando comencé a escupir sangre en el refugio
me cargaste en brazos hasta tu casa
me acostaste en tu cama, y de noche
llamaste un médico para que me curara;
y entre el ardor desmesurado de la fiebre
te vi de rodillas, con un crucifijo, al lado de la cama.
Después, tu compasión se me hizo una cadena;
la nieve no cubría las sombras del gueto.
En sueños me martirizaban pequeñas criaturas:
“—Trocaste nuestras lagrimas por pan y descanso.”
Y en una noche de frío y luna,
camino del gueto me eche de nuevo al campo.
Pero tú me perdonaste la huida
y me traías pan incluso lejos de tu casa.
¡Hasta que un día legaste trayendo
lo que por tanto tiempo había esperado,
el sagrado alimento que cura y sacia:
entre la miga del pan, una granada!
Y cuando la granada apunto al enemigo
resplandeció ante mí tu bondad silenciosa.
Veía como me cargabas desde la cueva en brazos
por escaleras y puertas hacia un sol que quema…
¡y de pronto tu mano se tiende sobre la mía,
y la granada se arranca de nuestras manos y vuela!
Tomado de:
http://georsmass.blogspot.com/2017/06/cinco-poemas-de-avrom-sutzkever-y-sobre.html
Padre e hija
a) Ante la ventana
La pequeña hace una pregunta a su padre, el poeta
que cansado apaga en la hoja de papel su cabeza
ante la ventana donde “una estrella habla con otra”:
—Dime la verdad, ¿Dios escribe poesías?
Y antes aún de que su majestad, el poeta,
logre responder a la ardua pregunta, ya lo hace la
criatura:
—Seguramente escribe. Las estrellas son sus poesías.
¿Por qué no escribes tú con la misma blanca tinta?
b) Juguetes
Trata con cariño a tus juguetes, hija,
a tus juguetes más pequeños que tú;
arrópalos con las estrellas del árbol
de noche, cuando el fuego se va a dormir;
y cálzale botas a tu muñeco
cuando se echa a soplar el águila del mar;
y deja que el glotón potrillito de oro
devore la brumosa dulzura de la hierba.
Cubre con un panamá a tu muñeca
y ponle una campanita en la mano,
que los juguetes le lloran a Dios
porque ninguno de ellos tiene madre.
Cuida a tus pequeñas princesas,
que yo recuerdo un doloroso día:
siete calles cubiertas de muñecas
y en la ciudad no quedaba un solo niño.
Ejecución
(Ghetto de Vilna, 1942)
Cavo una fosa como se debe y ordenan
y busco consuelo en la tierra entretanto.
Un golpe de azada y aparece debajo
debatiéndose, patético, un pequeño gusano.
Mi azada lo corta y sobreviene un milagro:
el gusano partido se hace dos, se hace cuatro.
Otro corte de nuevo y ya son seis los gusanos,
¿y todos estos seres creados por mi mano?
Vuelve el sol entonces a mi ánimo sombrío
y la esperanza fortalece mi brazo:
si un gusanito no se rinde a la azada,
¿es que eres, acaso, menos que un gusano?
Ante un cálido montículo
(Bosque de Vilna, 15 de diciembre de 1941)
Ante un cálido montículo de bosta equina
caliento, caliento mis manos heladas.
Caliento mis manos y mi corazón se entristece:
qué poco entendí y reconocí hasta ahora
la grandeza de lo pequeño…
También puede suceder
que se haga canto de sublime belleza,
de un montoncito de bosta su cálido aliento.
Mientras escribía con ojos cerrados…
Mientras escribía con ojos cerrados un poema,
sentí de pronto arder fuego sobre mi mano;
y cuando desperté, brotaba como una flor,
de las negras llamas del papel,
el hálito de un nombre: DIOS.
Pero, maravillada y temerosa,
mi pluma borró ese nombre
y escribió en su lugar
uno más familiar: HOMBRE.
Desde entonces, como un pájaro invisible,
me persigue siempre una voz
que picotea en las raíces de mi alma:
“¿Por quién me has cambiado?”
Improvisación
No acumules avariento tus horas;
Que el tiempo no se haga más el payaso
Tiéndelas por sobre todos los abismos
Y atrapa en una red al ocaso.
Que se echen a nadar los mares
Y salten precipicio abajo
Con tal de burlar a la muerte
No te arrodilles en su teatro
Arráncales la máscara
Y échale tus horas rápidamente encima
Los ancianos mueren en plena juventud
Y los abuelos sin solo niños disfrazados
Abraham Sutzkever©, traducido al español por el poeta
judeo-argentino Eliahu Toker
Fuente: http://www.raoulwallenberg.net
Tomado de:
https://latorredebabel.wordpress.com/2012/02/15/poesas-en-idish-avrom-stzkever/
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