retina
Yo, que nunca pensé dejar de ser
hija, hago ahora de madre de mi madre
los domingos: soy su muleta en los
largos corredores de la casa antigua y
le acerco mantas a las rodillas porque
los viejos tiemblan en la vida con el frío
de la muerte. Para huir de las cosas que la
entristecen, le pregunto por gente
del pasado, pues sé que lo que sucedió
ayer está ya demasiado lejos de su
memoria—y, en los días buenos, la respuesta
dura la tarde entera. Al principio,
mi madre censuraba la forma como yo
iba vestida, pero ya hace mucho tiempo que no
dice nada. Pensé que hubiera finalmente
acertado con su gusto o que ella,
derrotada, hubiera desistido de cambiarme.
Sólo después percibí que ya no me ve.
ojos
Apaga la luz —es justo
que tengas en tus
brazos a la muchacha
que fui antes de ti.
Tomado de:
https://diarioportal.com/2022/06/09/poemas-de-maria-do-rosario-pedreira/
venas
Por mis venas corre viento – por
eso, dame un vestido inflamado de
rosas y enséñame las horas del amor:
de aquí a la muerte es un instante.
pierna
Escondo la pierna morada en el refugio de la
falda y la herida abierta en la gruesa media.
Me duele y no lo digo. Si callo los dolores,
tal vez se sientan ignorados y dejen
de matarme; y si no, que me
duelan entonces más fuerte que los otros –
los que vienen de más hondo y fruncen el ceño
a la barriga llena de nada de mis hijos. Para
ésos no hay, ni siquiera en la farmacia,
remedio que valga; y la pierna, aunque
morada y palpitante, recorre de memoria
su camino. Me duele y no lo digo – la pomada
equivale ahora a menos pan, y la fiebre siempre
pone un plato sobre la mesa.
cabeza
Vi campos de lavanda invadidos por flechas.
Vi amapolas ensangrentadas entre los caballos caídos
en las batallas. Vi corazones ya fríos saliéndose
de pechos que no volverían a amar, y pulmones
negros de humo, como cartas quemadas vivas
en el rescoldo de la hoguera. Vi pies a punto de salvarse
que fueron cercenados y manos que tampoco
llegaron a tiempo de coser las heridas ajenas.
Vi ratas comiendo, descaradas, la oreja de
un soldado en las trincheras. Vi cuerpos caídos
en el fuego y en el abismo, y cuerpos chorreando lluvia
ácida de la espantosa bomba. Vi a padres tapando los
oídos de sus hijos en los refugios, y las ciudades abatidas
llenas de edificios huecos; vi bebés muertos entre las
ruinas de esas ciudades. Vi ese dolor intermitente de
quien cayó por disparos de metralla, y el sufrimiento
tremendamente lento de los torturados; vi también
a quien murió sin darse cuenta, pulverizado por las minas.
Vi vientres abiertos a golpes de puñal, mostrando
fetos en sus entrañas. Vi muchachas muertas con las piernas
abiertas y la cabeza cobardemente tapada
con bolsas de papel. Vi penes arrancados, más
impotentes que nunca, metidos en bocas que
nunca más hablaron. Vi pies calzados lejos de las
piernas que los hicieron caminar. Y vi un muchachito
que disparaba como alguien muy viejo. Yo vi
la guerra en todas las formas en mi cabeza
sin nunca haber estado ahí. Con un libro en la mano,
yo veo, perfectamente nítidos, todos los siglos.
* Poemas pertenecientes al O meu corpo humano (2022) ganador
del Premio Correntes d’Escritas en 2023.
Tomado de:
https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/de-aqui-a-la-muerte-es-un-instante/
BÁRBAROS
Venían de lejos, empujados por los vientos, y escondían
en las manos un puñado de arena fina para no olvidarse
del olor de los desiertos. Subieron a la montaña y,
con una rama quebrada, se pusieron a trazar el contorno
del lago y los caminos tortuosos de las primeras márgenes.
El agua les fascinaba, como a los caballos que traían
alados y sin crines para llegar siempre más pronto.
Esa noche acamparon en el valle. Asaron un venado.
Brindaron por
las mujeres que habrían de tener. Y se durmieron
más lejos del cielo.
Soñaron con el fuego para no tener que cortar el trigo.
Por la mañana, la planicie estaba aún más plana.
Antes de un lugar está su nombre. Y aún antes
el viaje hasta él, que es otro lugar
más discontinuo e innombrable.
Recuerdo
el cuadriculado verde de las colinas,
el sol entretenido por los tejados a lo lejos,
los rebaños empujados en los caminos,
un perro pequeño que se arriesgó en la carretera
¿Íbamos o veníamos?
Los gatos se resguardan de la lluvia.
Alguien dice tu nombre en la ventana,
mientras mira las aves que parten hacia el sur.
Hay una memoria empañada de otro otoño,
cenizas en el patio,
el perfume de algo que muere, pero no duele.
Cuando yo muera, no digas a nadie que fue por ti.
Cubre mi cuerpo frío con una de esas sábanas
que colmamos de besos cuando marcaban otras horas
los relojes del mundo y no había aún quién supiese
de nosotros; y llévalo después junto al mar, donde pueda
ser solo un poema más, como aquellos que escribía
en cuanto la madrugada se apoyaba en las ventanas y yo
tenía miedo de acostarme sola con tu sombra. Luego deja
que en mis brazos se posen las aves (que, como yo,
traen entre las plumas la nostalgia de un verano cargado
de pasiones). Y planta a mi alrededor una sarta de rosas
blancas que llamen a las abejas y una hilera de árboles
que perfumen la noche… porque la muerte debe ser clara
como la sal en la cresta de las olas, y la ceguera siempre
me asustó (y ya me cegué de amor, pero no le cuentes
a nadie que fue por ti). Cuando muera, déjame
viendo el mar desde lo alto de un peñasco, y no llores ni
roces con tus labios mi boca fría. Y prométeme
que rasgarás mis versos en trozos tan pequeños
como pequeños fueron siempre mis odios; y que después
los lanzarás en la soledad de un archipiélago y te irás sin
mirar
hacia atrás ninguna vez: si alguien los ve de lejos
brillando
en la polvareda, pensará que son flores desvestidas por el
viento, estrellas
que se han escapado de las tinieblas, gotas de luz,
lágrimas de sol,
o plumas de un ángel que perdió las alas por amor.
Tomado de:
https://www.revistaaltazor.cl/maria-do-rosario-pedreira-2/
AL FINAL DE ESTE POEMA, PARTIRÁS
Al final de este poema, partirás. Después de
la mordedura vana de mi silencio y de las piedras
que te he arrojado al corazón, la poesía es la última
coincidencia que nos une. Al escribir
este poema, la misma neblina que impide la
memoria límpida de los sueños y confunde los
navíos llevándolos a un mar desconocido
se adentra en mis ojos – porque es difícil
mirarte en este preciso instante sabiendo que
no estarías aquí si yo no escribiese. Y yo, que
sigo amándote en sordina, con esa inercia
sobria de las montañas, te ofrezco palabras, y no
besos, porque el poema es el único refugio donde
podemos repetir la luz de los antiguos encuentros.
Pero ahora me pides que pare, que me detenga aquí,
que escriba solo hasta el fin de esta página
(que, como las demás, será solamente tuya – ese
beso que ya no deseas de mis labios). Y yo,
que aprendí todo sobre las despedidas pues la nostalgia
nos hace adultos para siempre, sé que te perderé.
En todo caso al final del poema partirás;
y con tu partida se desvanecerá
la última coincidencia que nos une.
(Traducción ©Índigo–2014/nuria p. serrano)
SLEEP, MY LOVE
Dejé de escucharte. Y sé que estoy
más triste por tu silencio.
Prefiero pensar que simplemente te quedaste dormido;
pero incliné tu muñeca a mi oído
nada más que para escuchar a mi dolor.
Dios te necesita, lo sé. Y
no veo cómo culparle
o perdonarle.
(Traducción de Dr. Edwards)
Tomado de:
https://libroemmagunst.blogspot.com/2016/03/maria-do-rosario-pedreira-3-poemas-3.html
Fado
Dicen los vientos que las mareas no duermen esta noche.
Estoy asustada esperando que regreses: las olas ya
se tragaron la playa más pequeña y derramaron algas
en las macetas del balcón. Y, en la ciudad, se cuenta que
la plazas acogieron por la tarde a decenas de gaviotas
que persiguieron a las palomas y las mordieron.
La chimenea crepita lentamente. El pan todavía está tibio
en tu mesa. Pero el agua ha hervido ya tres veces
para el caldo. Y en casa la luz se debilita, no tardará
en apagarse. Y tú no tardes, que hice una tarta
de hierbas con canela; y hay mermelada de ciruelas
y merengues y una manta de lana en la cama y yo
estoy asustada. Sólo está la mitad de la luna,
la tierra tiembla. Y yo tiemblo, temiendo que no vuelvas.
Arte poética
En una historia, una taza es tan sólo
una taza, que puede derramar
café sobre un poema, si el poeta,
entiéndase bien, es el personaje.
En un poema, así esté manchado
de café, la taza es con seguridad el
cuenco de una mano; por donde yo
bebo el mundo en éxtasis si tú,
entiéndase bien, eres el poeta.
En nuestra historia, yo no soy siempre
quien lleva las tazas a la mesa
donde nos sentamos cada noche, enlazando
las manos, para comentar que la lata del café
se terminó, pero pensando que es la vida
la que ya ha avanzado mucho para los
libros que todavía quisiéramos leer.
En mi poema no necesitamos café
para mantenernos despiertos: mi
boca está siempre en el cuenco de tu mano,
todos los días hay páginas en tus ojos,
la vida se escribe y nunca envejecemos.
Tomado de:
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