jueves, 18 de abril de 2024

POEMAS DE WILLIAM JOHNSTON


Trama/

 

 

Al despertar

 

veo una taza azul,

 

un libro marcado en página precisa,

 

un espejo.

 

Y la realidad contiene un nombre para cada cosa.

 

Y cada cosa es distinta realidad.

 

La poesía es el arte sutil de bordar

 

la taza, el libro, el espejo

 

mediante correspondencias que procuren

 

lo posible de lo imposible:

 

anudar el pensamiento,

 

el latido

 

y la memoria

 

a este paisaje como si fueran

 

un abierto tapiz medioeval.

 

No existe una descripción exacta:

 

el poeta, al anudar; distorsiona.

 

El poeta al distorsionar; agrega

 

otros órdenes,

 

mismas costumbres,

 

variables pretextos:

 

la taza tiene forma de un cielo buscado desde niño.

 

el espejo es inflamable ante tanta claridad.

 

el libro es oleaje continuo a las siete de la mañana.

 

                  (Alaska, Bahía Blanca, Argentina, 2014)

 

 

 

Metafísica/1

Almorzaba en esa mesa de bar.

 

Hasta hacía poco me gustaba contemplar

 

cómo el mundo era decisivo y anónimo:

 

cómo la gente abrazaba otra gente,

 

reía, pedía cerveza,

 

cómo la cucaracha caminaba

 

alrededor del cuadro,

 

pequeña, oscura, desafiante.

 

Un martes alguien la mató a mansalva;

 

gentes que ignoraban que su propia vida

 

era oscura, desafiante, pequeña.

 

Y yo con esta repulsión al contemplar

 

el seco cadáver entre amapolas y sombrillas

 

como una lección ejemplar de metafísica.

 

(Alaska, Bahía Blanca, Argentina, 2014)

Tomado de:

https://revistaanestesia.com/poemas-de-william-johnston/

 

 

shopping

 

Segundo piso. Espacio circular

como el ruedo de una plaza de toros.

Grandes ventanales para que uno

no se dé cuenta de que, al otro lado,

amenaza la salvaje primavera

con mosquitos, escarabajos, arañas lobo

y una lluvia que repite el estribillo

de una perdida canción de infancia.

Mientras cada uno

en sus juegos de ocios y soledades.

A veces, acompañados, comentan

sobre los objetos que han contemplado

en las vitrinas del primer piso.

Otros, en cambio,

toman café como una ceremonia del hastío

en un lugar que se parece a los aeropuertos.

Y tal vez llegan a enamorarse unos de otros

porque allí el amor y la felicidad se parecen

a una bolsa ecológica de supermercado.

Pero ese miércoles entró un gorrión

sin plumas como perro calvo por su casa.

 

Días más tarde, alguien advirtió:

el canto desentonaba con el paisaje.

 

—Y comenzaron a juntarse entre todos

para matar al pájaro.

 

 

matrushka/

 

El instante estrenó el caos

durante la lectura después de la siesta:

Un insecto cayó

entre las páginas donde se narraba

la historia de David y Goliat.

El lector hizo una pausa para contemplar

ese insecto largo de comba caparazón irisada

entre azul y verde, antenas con borlas negras,

patas que sacuden la brisa de la tarde.

No podía darse vuelta,

pero tampoco había tregua.

Entonces, un pájaro

entró para picotear al insecto.

La agonía fue breve.

Luego de varios segundos,

escapaba por la ventana

con la algarabía de ser benteveo;

mientras el lector piensa

en la melodramática violencia del mundo

como un secreto dentro de otro secreto.

 

Desde el follaje el benteveo canta

para estrenar un nuevo caos.

 

—Hasta que alguien

desde las páginas del libro

apedrea al pájaro.

 

 

piromanía

 

Prendes la laptop.

El mundo es azul klein.

El monitor no es más que otro marco de ventana

aunque no puedes contemplar dos veces

El plumaje de un mismo pájaro.

 

Googleas.

 

Lees un poema breve.

Buscas un blog acerca de ese poema breve. 

Buscas anécdotas en la vida

de ese poeta que escribió el poema breve

como si fuera un mamífero decoupage.

Mientras te preguntas

para qué encontrar en los tomos del Espasa Calpe

palabras que ignorabas.

Para qué escribir un poema

si uno no puede contemplar dos veces

el plumaje de un mismo pájaro

porque uno se ha prendido fuego

con tanta información.

 

—Como aquel bonzo del 63.

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/para-que-escribir-un-poema/

 

 

Respuesta

 

Mi abuela encendía las lámparas al atardecer

para que sus muertos visiten la noche.

 

Y ella, antes de que se fueran,

les preguntaba

por qué mi vida es atravesar un bosque

 

como en una fábula.

 

 

Paisaje

 

El sol rodaba entre nubes como globo abandonado.

El sendero de hormigas presagiaba lluvia indecisa.

Los autos pasaban en silencio a velocidad variable.

 

Y sólo se escuchaba el olor del cadáver de un perro

—hablando como un loco en voz alta—

 

de la ácida resurrección.

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/por-que-mi-vida-es-atravesar-un-bosque/

 

 

teoría de la novela/

 

 

 

Después de hacer el amor

 

al comienzo de la siesta;

 

abro la ventana.

 

Él aún duerme.

 

Contemplo con asombro

 

de qué manera en el cielo

 

las nubes a la izquierda

 

–odres de viento, color gris pizarra, mercuriales–

 

son la gran ola de Hokusai.

 

La turbulencia con la cual estalla,

 

levanta basura,

 

desvía los pájaros de la luz,

 

establece correspondencias con mi matrimonio.

 

Hace cinco años atrás,

 

pensábamos sólo en casarnos,

 

tener una biblioteca,

 

escribir historias de equivocaciones

 

y una vejez como una caja

 

donde guardar secretos.

 

Ahora sólo queda una nube

 

cuyos bordes son una vieja cortina de encaje

 

y el juego abierto de promesas

 

como la línea inicial de una novela

 

que tal vez escribiré

 

cuando termine este cigarro.

Tomado de:

https://revistaanestesia.com/dos-poemas-de-william-johnston/


***

 

El tiempo transcurre

como si estuviese dibujado en un plato

 

de azul porcelana

los céfiros

 

juegan con la metamorfosis de una nube

a la medida de otros reinos.

 

Estos días terrestres y sus tercas obligaciones.

 

              (El viento detrás del bosque, 2003)

 

 

hacia la noche/

 

No podré esconderme entre los espejos.

Tu imagen me inunda desde adentro de los huesos,

es un mar que acaba siempre

en el borde abierto de una fotografía;

envenena la sangre hasta escupir por los ojos

la idea que aún estás allí esperando bajo la parra

el abrazo, la carta, la palabra

donde comparo tu vida con el aleteo

de aquellas luciérnagas que sólo deletreaban

la alucinación hacia la noche.

Esa noche que tanto se parece

a esta habitación llena de nubes.

Esa noche cuando solíamos adentrarnos

en el bosque para cazar constelaciones.

Ya no podré esconderme en los rincones del espejo:

la palabra luciérnaga se incendia,

se corrompe, se convierte en otra cosa:

un zumbido memorable tal vez

de un perdido grillo que rima con la siesta;

en una habitación llena de nubes

ahora se anuncia tormenta;

entonces, abro un libro

cualquier libro

ese libro de selva y leo:

ha pasado la verde fragancia de los años

pero mi infancia duerme/ aún en tu mano.

La mano de mi abuela en tu mano,

la mano que sostiene la caligrafía;

el papel entre presagios,

el escalofrío en este último verso

donde comenzaré a pensar en tu muerte.

 

             ha pasado la verde fragancia de los años

                           pero mi infancia duerme

                                  aún en tu mano.

                                    Selva Casal.

 

                                  (Diálogo final, 2008)

 

cementerio británico/

 

En el centro del cementerio hay una araucaria

que arroja luz hacia los Fernández:

María Ana, Amalio, la abuela Gabina,

los tíos Enriqueta y Jorge y otros que no he conocido.

Ellos han estado siempre al final de la intemperie

como los mil botones de nácar en la lata de galletas danesas.

Ellos han escrito en la corteza de la araucaria sus nombres;

pero ahora danzan alrededor mío,

danzan alrededor de un hombre apático, insociable,

egocéntrico a veces cuando la lluvia

como la sombra de la araucaria, cae;

y me susurran al oído frases

acerca de la infancia, navidades, adolescencia, juventud

y los amores olvidados en mitad del verano.

Recuerdo entonces quién soy: acaso uno de ellos,

-el más joven, tal vez-

mientras danzamos

contándonos los huesos como música de marimba

cosiéndonos los ojos como botones de nácar

hacia el final de la intemperie

preguntándonos

 

por qué la vida

por qué el regreso

para qué esta poesía.

 

                                 (Alaska, 2014)

Tomado de:

https://extramurosrevista.com/william-johnston-el-arte-sutil-de-bordar/

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