Trama/
Al despertar
veo una taza azul,
un libro marcado en página precisa,
un espejo.
Y la realidad contiene un nombre para cada cosa.
Y cada cosa es distinta realidad.
La poesía es el arte sutil de bordar
la taza, el libro, el espejo
mediante correspondencias que procuren
lo posible de lo imposible:
anudar el pensamiento,
el latido
y la memoria
a este paisaje como si fueran
un abierto tapiz medioeval.
No existe una descripción exacta:
el poeta, al anudar; distorsiona.
El poeta al distorsionar; agrega
otros órdenes,
mismas costumbres,
variables pretextos:
la taza tiene forma de un cielo buscado desde niño.
el espejo es inflamable ante tanta claridad.
el libro es oleaje continuo a las siete de la mañana.
(Alaska, Bahía Blanca, Argentina, 2014)
Metafísica/1
Almorzaba en esa mesa de bar.
Hasta hacía poco me gustaba contemplar
cómo el mundo era decisivo y anónimo:
cómo la gente abrazaba otra gente,
reía, pedía cerveza,
cómo la cucaracha caminaba
alrededor del cuadro,
pequeña, oscura, desafiante.
Un martes alguien la mató a mansalva;
gentes que ignoraban que su propia vida
era oscura, desafiante, pequeña.
Y yo con esta repulsión al contemplar
el seco cadáver entre amapolas y sombrillas
como una lección ejemplar de metafísica.
(Alaska, Bahía Blanca, Argentina, 2014)
Tomado de:
https://revistaanestesia.com/poemas-de-william-johnston/
shopping
Segundo piso. Espacio circular
como el ruedo de una plaza de toros.
Grandes ventanales para que uno
no se dé cuenta de que, al otro lado,
amenaza la salvaje primavera
con mosquitos, escarabajos, arañas lobo
y una lluvia que repite el estribillo
de una perdida canción de infancia.
Mientras cada uno
en sus juegos de ocios y soledades.
A veces, acompañados, comentan
sobre los objetos que han contemplado
en las vitrinas del primer piso.
Otros, en cambio,
toman café como una ceremonia del hastío
en un lugar que se parece a los aeropuertos.
Y tal vez llegan a enamorarse unos de otros
porque allí el amor y la felicidad se parecen
a una bolsa ecológica de supermercado.
Pero ese miércoles entró un gorrión
sin plumas como perro calvo por su casa.
Días más tarde, alguien advirtió:
el canto desentonaba con el paisaje.
—Y comenzaron a juntarse entre todos
para matar al pájaro.
matrushka/
El instante estrenó el caos
durante la lectura después de la siesta:
Un insecto cayó
entre las páginas donde se narraba
la historia de David y Goliat.
El lector hizo una pausa para contemplar
ese insecto largo de comba caparazón irisada
entre azul y verde, antenas con borlas negras,
patas que sacuden la brisa de la tarde.
No podía darse vuelta,
pero tampoco había tregua.
Entonces, un pájaro
entró para picotear al insecto.
La agonía fue breve.
Luego de varios segundos,
escapaba por la ventana
con la algarabía de ser benteveo;
mientras el lector piensa
en la melodramática violencia del mundo
como un secreto dentro de otro secreto.
Desde el follaje el benteveo canta
para estrenar un nuevo caos.
—Hasta que alguien
desde las páginas del libro
apedrea al pájaro.
piromanía
Prendes la laptop.
El mundo es azul klein.
El monitor no es más que otro marco de ventana
aunque no puedes contemplar dos veces
El plumaje de un mismo pájaro.
Googleas.
Lees un poema breve.
Buscas un blog acerca de ese poema breve.
Buscas anécdotas en la vida
de ese poeta que escribió el poema breve
como si fuera un mamífero decoupage.
Mientras te preguntas
para qué encontrar en los tomos del Espasa Calpe
palabras que ignorabas.
Para qué escribir un poema
si uno no puede contemplar dos veces
el plumaje de un mismo pájaro
porque uno se ha prendido fuego
con tanta información.
—Como aquel bonzo del 63.
Tomado de:
https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/para-que-escribir-un-poema/
Respuesta
Mi abuela encendía las lámparas al atardecer
para que sus muertos visiten la noche.
Y ella, antes de que se fueran,
les preguntaba
por qué mi vida es atravesar un bosque
como en una fábula.
Paisaje
El sol rodaba entre nubes como globo abandonado.
El sendero de hormigas presagiaba lluvia indecisa.
Los autos pasaban en silencio a velocidad variable.
Y sólo se escuchaba el olor del cadáver de un perro
—hablando como un loco en voz alta—
de la ácida resurrección.
Tomado de:
https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/por-que-mi-vida-es-atravesar-un-bosque/
teoría de la novela/
Después de hacer el amor
al comienzo de la siesta;
abro la ventana.
Él aún duerme.
Contemplo con asombro
de qué manera en el cielo
las nubes a la izquierda
–odres de viento, color gris pizarra, mercuriales–
son la gran ola de Hokusai.
La turbulencia con la cual estalla,
levanta basura,
desvía los pájaros de la luz,
establece correspondencias con mi matrimonio.
Hace cinco años atrás,
pensábamos sólo en casarnos,
tener una biblioteca,
escribir historias de equivocaciones
y una vejez como una caja
donde guardar secretos.
Ahora sólo queda una nube
cuyos bordes son una vieja cortina de encaje
y el juego abierto de promesas
como la línea inicial de una novela
que tal vez escribiré
cuando termine este cigarro.
Tomado de:
https://revistaanestesia.com/dos-poemas-de-william-johnston/
***
El tiempo transcurre
como si estuviese dibujado en un plato
de azul porcelana
los céfiros
juegan con la metamorfosis de una nube
a la medida de otros reinos.
Estos días terrestres y sus tercas obligaciones.
(El viento
detrás del bosque, 2003)
hacia la noche/
No podré esconderme entre los espejos.
Tu imagen me inunda desde adentro de los huesos,
es un mar que acaba siempre
en el borde abierto de una fotografía;
envenena la sangre hasta escupir por los ojos
la idea que aún estás allí esperando bajo la parra
el abrazo, la carta, la palabra
donde comparo tu vida con el aleteo
de aquellas luciérnagas que sólo deletreaban
la alucinación hacia la noche.
Esa noche que tanto se parece
a esta habitación llena de nubes.
Esa noche cuando solíamos adentrarnos
en el bosque para cazar constelaciones.
Ya no podré esconderme en los rincones del espejo:
la palabra luciérnaga se incendia,
se corrompe, se convierte en otra cosa:
un zumbido memorable tal vez
de un perdido grillo que rima con la siesta;
en una habitación llena de nubes
ahora se anuncia tormenta;
entonces, abro un libro
cualquier libro
ese libro de selva y leo:
ha pasado la verde fragancia de los años
pero mi infancia duerme/ aún en tu mano.
La mano de mi abuela en tu mano,
la mano que sostiene la caligrafía;
el papel entre presagios,
el escalofrío en este último verso
donde comenzaré a pensar en tu muerte.
ha pasado la
verde fragancia de los años
pero
mi infancia duerme
aún
en tu mano.
Selva Casal.
(Diálogo
final, 2008)
cementerio británico/
En el centro del cementerio hay una araucaria
que arroja luz hacia los Fernández:
María Ana, Amalio, la abuela Gabina,
los tíos Enriqueta y Jorge y otros que no he conocido.
Ellos han estado siempre al final de la intemperie
como los mil botones de nácar en la lata de galletas danesas.
Ellos han escrito en la corteza de la araucaria sus nombres;
pero ahora danzan alrededor mío,
danzan alrededor de un hombre apático, insociable,
egocéntrico a veces cuando la lluvia
como la sombra de la araucaria, cae;
y me susurran al oído frases
acerca de la infancia, navidades, adolescencia, juventud
y los amores olvidados en mitad del verano.
Recuerdo entonces quién soy: acaso uno de ellos,
-el más joven, tal vez-
mientras danzamos
contándonos los huesos como música de marimba
cosiéndonos los ojos como botones de nácar
hacia el final de la intemperie
preguntándonos
por qué la vida
por qué el regreso
para qué esta poesía.
(Alaska, 2014)
Tomado de:
https://extramurosrevista.com/william-johnston-el-arte-sutil-de-bordar/
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