Dientes
Tengo miedo de perder los dientes
cada pequeño dolor en la boca se siente como el
presagio de un hueco
cuando engullo cosas que requieren una masticación
contemplativa
me pregunto cuál será la sensación de comerlo con las
encías.
Los dientes son la coraza dura del silencio
el cascarón que envuelve a las palabras.
Tengo miedo de que al perder un diente se escapen
sílabas involuntarias
que aprovechando la puerta abierta escapen
de las oraciones que no digo
y busquen su libertad
manchando la pureza del silencio
con el desparpajo de una mancha de salsa
en una camisa blanquísima
o con del rubor repelente y amarillento
de una mancha de sudor.
Mi padre no tiene dientes
y tal vez por eso su silencio siempre es tan
angustiante
porque parece que nunca termina de ser silencio
nunca termina de cuajar
se agrieta con los impactos de sílabas prófugas
que se escapan de reclamos rencorosos
y corren hasta ser ceniza, rezos a dioses extraños
inventados en la desesperación de no encontrar ninguna
respuesta.
Pero creo que lo que más me dolería de ya no tener
dientes
sería no poder partir una zanahoria
por el puro placer de escuchar su quebranto.
Autorretrato a través de mis olores
I
El olor de las hojas del pirul cuando las aprieto con
los dedos
me recuerda que no conozco lo que conocen sus raíces
es imposible conquistar los recuerdos del subsuelo
lo que se siente estar bajo la tierra
absorber el agua
tener carne de oscuridad
es algo que sólo conocen las lombrices
los huesos en sus tumbas
y las memorias de los árboles.
Mi árbol preferido es el pirul
porque me lo enseñó mi madre
y porque sus hojas se parecen a esas planas de la l en
cursiva
que te piden hacer cuando vas en primero de primaria.
Entonces lo descubro:
lo que los árboles ponen en sus copas
son signos de su vida bajo tierra
síntomas que hablan de una negrura inquieta
en sus copas está la voz, en sus raíces están los ojos.
El aroma del pirul huele fresco
como si el limón se emancipara de su amargura.
Por lo que dice ese perfume no todas las sepulturas son
fúnebres
no todos los sedentarismos son grises
la oscuridad también puede oler a cítrico liberado.
II
El olor del sudor después de varios días
abre en mis axilas un pozo de conciencia.
Cuando despierto me recuerda que tengo un cuerpo
el aroma es un talismán para volver del sueño
no conozco a nadie que pueda soñar con sus hedores
cuando vuelvo desde la noche hacia el día
necesito aspirar lo que mi piel acumula
una gota de realidad condensada en aroma
para estar donde está mi piel.
Sudamos cuando nos movemos
Y nos movemos cuando corremos
cuando amamos
cuando el sol nos regala calor de universo
en fin, sudamos cuando vivimos.
Entonces debajo de mis brazos hay un rastro de mi vida
que es también sensación
y no una quimera de la mente.
No estoy diciendo que el sudor
dibuje a los instantes
todo lo contrario
los instantes son movimiento
el sudor es su esencia
el perfume del tiempo.
III
El olor de los motores detenidos
pacifica mi agitación
disfruto mucho abrir el cofre de un auto
o poner mi nariz en un camión estacionado
porque la ciudad es un bordado de rugidos
gritos metálicos entretejidos en mi oreja
estampidas de títeres de lámina y fuego
que con su frenesí inundan mis ojos
pero cuando puedo olerlos sé qué ya no se mueven
olerlos es una señal de que están dormidos
oler un motor es como ver a un animal disecado
una ciudad disecada.
IV
El olor del cigarro cuando el humo escapa
se parece al color del papel envejecido
los libros viejos huelen a pastelito de almendras
en realidad, no huelen a palabras petrificadas
lo cual es desconcertante
para mi nariz la literatura es como el aroma después de
fumar
en ese rastro huelo los pensamientos que se llevó el
aire
rastros de palabras que se escaparon
lenguaje en movimiento
(por eso el incienso es tan importante en los rituales
porque es la traducción olfativa de la palabra)
Tomado de:
https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/tengo-miedo-de-perder-los-dientes/
Autorretrato a través de mis olores
Poesía Interlatente de Kanek Quintanar
I
El olor de las hojas del pirul cuando las aprieto con
los dedos
me recuerda que no conozco lo que conocen sus raíces
es imposible conquistar los recuerdos del subsuelo
lo que se siente estar bajo la tierra
absorber el agua
tener carne de oscuridad
es algo que solo conocen las lombrices
los huesos en sus tumbas
y las memorias de los árboles.
Mi árbol preferido es el pirul
porque me lo enseñó mi madre
y porque sus hojas se parecen a esas planas de la l en
cursiva
que te piden hacer cuando vas en primero de primaria.
Entonces lo descubro:
lo que los árboles ponen en sus copas
son signos de su vida bajo tierra
síntomas que hablan de una negrura inquieta
en sus copas está la voz, en sus raíces están los ojos.
El aroma del pirul huele fresco
como si el limón se emancipara de su amargura.
Por lo que dice ese perfume no todas las sepulturas son
fúnebres
no todos los sedentarismos son grises
la oscuridad también puede oler a cítrico liberado.
II
El olor del sudor después de varios días
abre en mis axilas un pozo de consciencia.
Cuando despierto me recuerda que tengo un cuerpo
el aroma es un talismán para volver del sueño
no conozco a nadie que pueda soñar con sus hedores
cuando vuelvo desde la noche hacia el día
necesito aspirar lo que mi piel acumula
una gota de realidad condensada en aroma
para estar donde está mi piel.
Sudamos cuando nos movemos
Y nos movemos cuando corremos
cuando el sol nos regala calor
en fin, sudamos cuando vivimos.
Entonces debajo de mis brazos hay un rastro de mi vida
que es también sensación
y no una quimera de la mente.
Los instantes son movimiento
el sudor es su esencia
el perfume del tiempo.
III
El olor de los motores detenidos pacifica mi agitación
disfruto mucho abrir el cofre de un auto
o poner mi nariz en un camión estacionado
porque la ciudad es un bordado de rugidos
gritos metálicos entretejidos en mi oreja
estampidas de títeres de lámina y fuego
pero cuando puedo olerlos sé qué ya no se mueven
olerlos es una señal de que están dormidos
oler un motor es como ver a un animal disecado
una ciudad disecada.
IV
El olor del cigarro cuando el humo escapa
se parece al color del papel envejecido
los libros viejos huelen a pastelito de almendras
en realidad, no huelen a palabras petrificadas
lo cual es desconcertante
para mi nariz la literatura es como el aroma después de
fumar
en ese rastro huelo los pensamientos que se llevó el
aire
rastros de palabras que se escaparon
lenguaje en movimiento
(por eso el incienso es tan importante en los rituales
porque es la traducción olfativa de la palabra).
Tomado de:
https://www.interlatenciasrevista.com/post/autorretrato-a-trav%C3%A9s-de-mis-olores
Walmart
En el Walmart me dan ganas de voltear todos los
empaques
y ver las listas de ingredientes
leerlas como confesiones
¿de qué me sirve saber que mis gomitas tienen benzoato
de sodio?
eso no sabe a nada
no sé qué es
detrás de alguno de todos esos empaques hay un poema
oculto
qué gozo encontrar poesía detrás de una caja de cereal
nunca me ha pasado
pero tolero la existencia del Walmart
pensando que un día puede suceder
que los Corn Flakes estén hechos de:
“un alto surtidor que el viento arquea
árbol bien plantado mas danzante”
un Walmart es un acto de magia macabra
no huele a nada, como un museo
las cajas de cereal surgen naturalmente
parece que siempre estuvieron destinadas a terminar ahí
cada pasillo es una selva de sensaciones potenciales
cuando imagino todos los olores posibles para un
detergente
me dan ganas de gritar
un jabón de naranja no huele a naranja
yo podría decir que huele a tulipanes
o a turbosina
o a mierda de unicornio
y daría lo mismo
porque esos perfumes son deliciosos pero ¿a qué huelen?
grito imaginando que nada dentro de un Walmart es real
la abstracción de un pedazo de jamón
¿qué cerdo tiene las piernas cuadradas?
¿con cuatro ángulos perfectos de noventa grados?
aberradamente imaginamos cerdos geométricos
y vendemos esa fantasía
para nutrir a los hombres que juegan a contar el dinero
ajeno.
eureka, la comida ilusoria de los supermercados
sirve para nutrir vidas ilusorias de una humanidad que
renuncia a su rostro
no puedo ponerme a llorar en medio del pasillo de los
condimentos
porque vendría un guardia a golpearme
él no comprendería que Ulises jamás hubiera regresado a
Ítaca
si Penélope le hubiera ofrecido esas aceitunas
asfixiadas en plástico
como embriones grotescos flotando en salmuera
ya no hay regreso a casa
toda la comida sale de una bodega oscura
qué ganas de poner mi estómago en el refrigerador de
las carnes frías
colgarlo en un gancho
en medio de las luces blancas y congeladas
flotando ahí, bolsa misteriosa de carne incógnita
sé que se hincharía y se hincharía
ningún vendedor sabría qué hacer con él
nadie pide doscientos cincuenta gramos de panza de
poeta
pero no lo tirarían
porque si no lo encuentran en los inventarios
interminables
nadie se atreve a descartarlo
pero un día,
lleno de asco y furia y gritos,
reventará
sacando a la luz miles de mariposas doradas
y libélulas, y nubes que cantan
correrán por todos los pasillos quemando las cajas y el
cartón
en un huracán de catarsis que borra esa publicidad
engañosa
que te hipnotiza y te ahoga
y el Walmart se incendiará pero sin dañar a nadie
porque las llamas de este incendio serán espigas de
trigo
y nadie sabrá explicar de qué manera nació un trigal
inextinguible en medio de la ciudad
pero todos los cajeros
y todos los choferes
y todos barrenderos
y todos los burócratas
saltarán dentro para convertirse en ranas
y yo también saltaré dentro de ese fuego de trigo
para nunca más tener hambre
aniquilaremos toda la ciudad
hasta que todo esto vuelva a ser
un lago inmenso de silencio
pacífico e inexplicable.
Tomado de:
https://paginasalmon.com/2023/11/16/walmart-por-sergio-rodrigo-kanek-quintanar-tapia/
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