jueves, 11 de abril de 2024

POEMAS DE ELKE ERB

 


Calor y ruido de máquinas

 

Un cierto horror o un asco diminuto, aguzado: avispas

(las avispas) machacan un corazón de pollo,

frito, seco y con mordidas, pedacito de corazón (que los gatos

 

dejaron en el suelo –

Cómo me maltrata el lenguaje

al describir/nombrar, cómo se me impone su medida)

 

La ajada migaja se deshace, las avispas –

(o quizá sean moscas que parecen avispas, ¡me toca vengarme!)

zurean sobre la exhausta mesa de madera.

 

Al brillo del sol luce exhausta.

El despertar confianza, lo que alguna vez fue su orgullo, pino,

apenas hay rastro de tal presencia.

 

Mas cómo entonces, al constante fluir de hojarasca y de viento,

la miga de corazón se deshace, ya casi polvo,

 

y abajo en mi corazón se machaca un agudo

horror diminuto, asco acaso.

 

El tono de las máquinas se mantuvo impasible, taladraban…

 

 

Sutil

 

Una columna de fuego

semejante a aquella que paseaba

 

en el espacio entre signos, para indicar

que el espacio no era un sueño;

 

una columna de fuego proteica.

Una columna de fuego constante.

 

Que arde sempiterna.

Que no deja de estremecerse.

 

No deja que el fuego se apague.

Si ocurre, se enfría.

 

En tal quietud arde por siempre

el alma: columna de fuego,

 

patente y de manera sostenida,

es decir: en caso de que algo se malogre,

 

falle el blanco, sucumba, se vaya a pique,

sigue ardiendo a proporción y espíritu constantes,

 

de forma discreta como acechan los miedos.

La excitación de costumbre.

 

Una columna de fuego constante.

Con toda claridad una sonrisa social.

 

Y cuando el oro se le desprende

llamean los pavores en orfandad.

 

 

Por ejemplo

 

Una pieza de azulejo de un verde como estruendo. Era imposible cambiarla.

Era, es, así es. Si todavía es.

 

Es imposible cambiar nada de eso. Una vez puesta queda fija.

No se le acepta lo suficiente. Apenas una ojeada le tolera.

 

Requiere un ingrediente, cierta dosis de renuncia,

no fijar en ella la mirada, tener la certeza que ahí está.

Eso bien haría falta. Tolerancia tangible, por así decirlo,

mientras no mengüe la atención que se le pone.

 

Un estruendo es un fenómeno. Piensa: estruendo.

 

 

Al llegar a Ahrenshoop

 

Oh, entonces fui a encontrarlo, al mar Báltico,

al caer la noche, una visita por compromiso.

 

Pero entonces, mientras estaba de pie frente a él, en silencio,

vinieron las olas, no aquellas que veía,

 

vinieron a un tiempo olas, marejadas

se estrellaban en mi esternón, inconfundibles

 

aquellas de hace seis décadas,

que yo —qué edad tenía yo, ¿trece? —

vi por vez primera

 

frente a ese mar plomizo

cuando tenía unos diez, más niña en el recuerdo.

 

Débiles, difusas, así las percibía

mas pude distinguir su sentimiento,

 

no eran repetición.

Conciencia en el pecho.

 

Marejadas, ellas me habían enseñado a nadar

pues entonces me volcaron por sorpresa

 

y luego me trajeron de vuelta a la superficie…

 

Nada se extravía. Se puede hacer presente,

apenas manifiesto pero inconfundible, en juventud.

 

Entonces, míralo. Luego muere contigo.

 

“Toma nota” 3 – 3/10/12

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/las-mismas-maniobras-de-siempre/

 

 

EN VEINTE AÑOS

me pondré vieja, ¿eh? Es decir, achacosa,

debilucha, tendré lagunas de memoria,

de percepción, más que casuales, sí, seguro:

 

sistemáticas, casi.

Los tales agujeros, como apolilladuras,

 

serán por otro lado, sin embargo,

concentraciones de tejido -pero sólo agujeros para mí-

indisolubles,

impenetrables nudos. Y yo en medio.

 

Desde que puedo pensar, un vocerío siempre,

cuando consigo ir a alguna parte, de alguna parte

(inesperadamente) a alguna parte.

 

Habré compuesto, hilado, este ir,

de por vida, en un texto, pluscuamperfectamente.

 

Así percibiré, con todo, de modo duradero también,

cada vez más agudo, más rápido que ahora & de por vida,

lo que, espesado, permanece,

en tanto que yo amenguo.

 

Amenguo, me paro más y más, de pie, me pasmo

y se acabó. Me doy la vuelta, ¿igual que ante puertas cerradas?

 

Estar ausente, al fin, igual que siglas

de perspectivas que me rebasaron

 

estando ya en el mundo, de pasado imperfecto.

Valor de soldado en campaña, resignado a su sino.

 

Igual que comadreja, que sea, claramente,

lo mismo que el arroyo: agua resplandeciente.

 

No escucharé las cosas indigestas

que se digan. Materia pura, cállate.

 

Agujeros semánticos, dura traba del ser

(inalcanzables bocados de contrarios). Sirven,

unidos entre sí, como una jaula

 

(o sólo los enlaces, sin nudo), y allá adentro,

metido en un rincón, el pollo intimidado

 

(y que revolotea, si alguien viene,

con alas recortadas.

 

Como acosado.)

Como aterrorizado.

 

Las miradas de la anciana, pequeñas, se deslizan,

a menudo lo he visto. Así anda errante,

 

estupefacta,

pues no es ya la perdiz de las estepas.

La ira.

 

 

 

LAS NUBES POR ENCIMA. TAN SÓLO SÉ UNA COSA

Ando junto a la rueda.

La carreta es más alta que yo.

Transporta una elevada carga.

 

Quedan atrás

fachadas delicadas con el aire.

 

Rematan los tejados.

 

Todo se eleva aún más a mi derecha.

Termina entonces, pero a la derecha, delante,

el castaño se yergue.

 

Un sendero, en la aldea, una

calle de aldea, nuestra.

 

La carreta se aleja.

¿El carretero en su pescante?

Mira alegre. Los bueyes miran como bueyes.

 

Yo miro grave.

Lo mira aquel que viene hacia nosotros.

 

Tengo ocho años.

El carretero, edad de carretero.

Los bueyes forman parte de los bueyes.

 

A la derecha, al lado de mis sienes,

el trapecio de tablas del carruaje.

 

Nada, el huerto, a la izquierda; y a lo lejos,

donde el huerto termina, la casa familiar.

 

Voy con la carga.

Mira con picardía el carretero.

Debajo de la gorra con visera,

 

las pequeñas arrugas eternas de la risa.

 

Sigo junto a la rueda,

como si fuera yo la que agitara

cuidadosa las riendas.

 

Es cuanto existe ahora, bajo riendas aladas. Un dulce vuelo.

 

 

 

Las mismas maniobras de siempre

 

Un cierto horror o un asco diminuto, aguzado:

avispas/ (las avispas) machacan un corazón de

pollo, / frito, seco y con mordidas, pedacito de

corazón (que los gatos/ dejaron en el suelo –/

Cómo me maltrata el lenguaje / al describir/

nombrar, cómo se me impone su medida)

 

La posibilidad verdadera

 

Uno y el mismo texto (a pesar de los muchos de tal tipo).

Las mismas maniobras de siempre. Y despertar emociones

para las mismas maniobras de siempre.

 

Decirle a la primavera: “la primavera”, al aire “aire”.

Admirar la piedra (la que cuida una esquina del muro),

la piedra protectora en el portal. La de forma de cráneo, la que no tiene boca.

 

Cómo el ciervo padece en las pezuñas el frío.

Saber de las orillas del hielo, musgo eterno, uno por uno,

un diluvio en el violín. Duro cual piedra, frío como el hielo.

 

Para ese propósito no, para eso yo no habría servido.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/77_78/erb.html

 

 

Sospecha de poema

Recostada en la cama, boca abajo, leo

 

(me recupero)

(de la disciplina mental).

 

Me duele un poco el sacro.

 

Cuando me doy cuenta,

 

se alza ante mí

alto el arco de un puente.

 

¿Por qué, pienso, ahora?

 

?a mi sacro le doy aire…

 

Debajo hay hierba en la orilla… agua…

 

Sospecha de poemas.

 

—cuando escribo poemas. —quizá en otros casos también, soy la fuente, nada

más— y dado que amo el agua de fuente ahora, que escribo esto, lo veo

emerger entre las rocas, ¡a su alrededor…! Las pequeñas particiones…, el fondo

oscuro, la claridad, pequeños espejos circulares, las partecitas del remolino…

14/12/16

Tomado de:

https://opcitpoesia.com/tag/elke-erb/

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario