jueves, 1 de febrero de 2024

POEMAS DE JOSÉ MARTÍ EN SU MES

 



Versos sencillos I

Yo soy un hombre sincero

De donde crece la palma,

Y antes de morirme quiero

Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,

Y hacia todas partes voy:

Arte soy entre las artes,

En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños

De las yerbas y las flores,

Y de mortales engaños,

Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura

Llover sobre mi cabeza

Los rayos de lumbre pura

De la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros

De las mujeres hermosas:

Y salir de los escombros,

Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre

Con el puñal al costado,

Sin decir jamás el nombre

De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,

Dos veces vi el alma, dos:

Cuando murió el pobre viejo,

Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez -en la reja,

A la entrada de la viña, -

Cuando la bárbara abeja

Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte

Que gocé cual nunca: cuando

La sentencia de mi muerte

Leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través

De las tierras y la mar,

Y no es un suspiro, es

Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero

Tome la joya mejor,

Tomo a un amigo sincero

Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida

Volar al azul sereno,

Y morir en su guarida

La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo

Cede, lívido, al descanso,

Sobre el silencio profundo

Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,

De horror y júbilo yerta,

Sobre la estrella apagada

Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo

La pena que me lo hiere:

El hijo de un pueblo esclavo

Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,

Todo es música y razón,

Y todo, como el diamante,

Antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra

Con gran lujo y con gran llanto.

Y que no hay fruta en la tierra

Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito

La pompa del rimador:

Cuelgo de un árbol marchito

Mi muceta de doctor.

 

                                (de Versos sencillos 1891)

 

 

Mujeres

I

Ésta es rubia; ésta, oscura; aquélla, extraña

Mujer de ojos de mar y cejas negras:

Y una cual palma egipcia alta y solemne

Y otra como un canario gorjeadora.

Pasan, y muerden: los cabellos luengos

Echan, como una red: como un juguete

La lánguida beldad ponen al labio

Casto y febril del amador que a un templo

Con menos devoción que al cuerpo llega

De la mujer amada: ella, sin velos

Yace, y a su merced: él, casto y mudo

En la inflamada sombra alza dichoso

Como un manto imperial de luz de aurora.

Cual un pájaro loco en tanto ausente

En frágil rama y en menudas flores,

De la mujer el alma travesea:

Noble furor enciende al sacerdote

Y a la insensata, contra el ara augusta

Como una copa de cristal rompiera:

Pájaros, sólo pájaros: el alma

Su ardiente amor reserva al Universo.

 

II

Vino hirviente es amor: del vaso afuera,

Echa, brillando al sol, la alegre espuma:

Y en sus claras burbujas, desmayados

Cuerpos, rizosos niños, cenadores

Fragantes y amistosas alamedas

Y juguetones ciervos se retratan:

De joyas, de esmeraldas, de rubíes,

De ónices, y turquesas y del duro

diamante, al fuego eterno derretidos,

Se hace el vino satánico: mañana

El vaso sin ventura que lo tuvo

cual comido de hienas, y espantosa

Lava mordente se verá quemado.

 

III

Bien duerma, bien despierte, bien recline-

Aunque no lo reclino- Bien de hinojos,

Ante un niño que juega el cuerpo doble

Que no se dobla a viles y a tiranos,

Siento que siempre estoy en pie: -si suelo,

Cual del niño en los rizos suele el aire

Benigno, en los piadosos labios tristes

Dejar que vuele una sonrisa, -es cierto

Que así, sépalo el mozo, así sonríen

Cuantos nobles y crédulos buscaron

El sol eterno en la belleza humana.

Sólo hay un vaso que la sed apague

De hermosura y amor: Naturaleza

Abrazos deleitosos, híbleos besos

A sus amantes pródiga regala.

 

IV

Para que el hombre los tallara, puso

El monte y el volcán Naturaleza, -

El mar, para que el hombre ver pudiese

Que era menor que su cerebro: en horno

Igual, sol, aire y hombres elabora.

Porque los dome, el pecho al hombre inunda

Con pardos brutos y con torvas fieras.

Y el hombre, no alza el monte: no en el libre

Aire, ni sol magnífico se trueca:

Y en sus manos sin honra, a las sensuales

Bestias del pecho el corazón ofrece:

A los pies de la esclava vencedora:

El hombre yace deshonrado, muerto.

 

                                                (de Versos libres     1882)

 

 

La niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala,

contar este cuento en flor:

la niña de Guatemala,

la que se murió de amor.

 

Eran de lirios los ramos;

y las orlas de reseda

y de jazmín; la enterramos

en una caja de seda…

 

Ella dio al desmemoriado

una almohadilla de olor;

él volvió, volvió casado;

ella se murió de amor.

 

Iban cargándola en andas

obispos y embajadores;

detrás iba el pueblo en tandas,

todo cargado de flores…

 

Ella, por volverlo a ver,

salió a verlo al mirador;

él volvió con su mujer,

ella se murió de amor.

 

Como de bronce candente,

al beso de despedida,

era su frente - ¡la frente

que más he amado en mi vida!…

 

Se entró de tarde en el río,

la sacó muerta el doctor;

dicen que murió de frío,

yo sé que murió de amor.

 

Allí, en la bóveda helada,

la pusieron en dos bancos:

besé su mano afilada,

besé sus zapatos blancos.

 

Callado, al oscurecer,

me llamó el enterrador;

nunca más he vuelto a ver

a la que murió de amor.

 

                                            (de Versos sencillos 1891)

Cultivo Una Rosa Blanca

Cultivo una rosa blanca

en junio como en enero

para el amigo sincero

que me da su mano franca.

 

Y para el cruel que me arranca

el corazón con que vivo,

cardo ni ortiga cultivo;

cultivo una rosa blanca.

 

                  (Versos sencillos   1891)

Tomado de:

https://poesiamaspoesia.com/53-poesia-mas-poesia-jose-marti/

 

 

Versos libres:

 

 

A los espacios entregarme quiero...

 

A los espacios entregarme quiero

Donde se vive en paz y con un manto

De luz, en gozo embriagador henchido,

Sobre las nubes blancas se pasea,

Y donde Dante y las estrellas viven.

Yo sé, yo sé, porque lo tengo visto

En ciertas horas puras, cómo rompe

Su cáliz una flor, y no es diverso

Del modo, no, con que lo quiebra el alma.

Escuchad, y os diré: - viene de pronto

Como una aurora inesperada, y como

A la primera luz de primavera

De flor se cubren las amables lilas...

¡Triste de mí! contároslo quería,

Y en espera del verso, las grandiosas

Imágenes en fila ante mis ojos

Como águilas alegres vi sentadas.

Pero las voces de los hombres echan

De junto a mí las nobles aves de oro.

Ya se van, ya se van. Ved cómo rueda

La sangre de mi herida.

Si me pedís un símbolo del mundo

En estos tiempos, vedlo: un ala rota.

Se labra mucho el oro. ¡El alma apenas!

Ved cómo sufro. Vive el alma mía

Cual cierva en una cueva acorralada.

¡Oh, no está bien; me vengaré, llorando!

 

 

Al buen Pedro

 

Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras

Porque tras mis orejas el cabello

En crespas ondas su caudal levanta:

¡Diles, bribón, que mientras tú en festines,

En rubios caldos y en fragantes pomas,

Entre mancebas del astuto Norte,

De tus esclavos el sudor sangriento,

Torcido en oro lánguido bebes, -Pensativo,

febril, pálido, grave,

Mi pan rebano en solitaria mesa

Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo

De libertar de su infortunio al siervo

Y de tu infamia a ti! Y en esos lances,

Suéleme, Pedro, en la apretada bolsa

Faltar la monedilla que reclama

Con sus húmedas manos el barbero.

 

 

Allí despacio te diré mis cuitas...

 

Allí despacio te diré mis cuitas,

¡Allí en tu boca escribiré mis versos!

¡Ven, que la soledad será tu escudo!

Ven, blanca oveja,

Pero, si acaso lloras, en tus manos

Esconderé mi rostro, y con mis lágrimas

Borraré los extraños versos míos,

¿Sufrir tú, a quien yo amo, y ser yo el casco

Brutal, y tú, mi amada, el lirio roto?

No, mi tímida oveja, yo odio el lobo,

Ven, que la soledad será tu escudo.

 

¡Oh! la sangre del alma, ¿tú la has visto?

Tiene manos y voz, y al que la vierte

Eternamente entre las sombras acusa.

¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres

De almas, y hay villanos matadores!

Al bosque ven: del roble más erguido

Un pilón labremos, y ¡en el pilón

Cuantos engañen a mujer pongamos!

 

Esa es la lidia humana: ¡la tremenda

Batalla de los cascos y los lirios!

¿Pues los hombres soberbios, no son fieras?

Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo

Mi bestia muerta y mi furor domado.

Ven, a callar, a murmurar, al ruido

De las hojas de Abril y los nidales.

Deja, oh mi amada, las paredes mudas

De esta casa ahoyada y ven conmigo

No al mar que bate y ruge sino al bosque

De rosas que hay al fondo de la selva.

Allí es buena la vida, porque es libre,

Y tu virtud, por libre, será cierta,

Por libre, mi respeto meritorio.

Ni el amor, si no es libre, da ventura.

 

¡Oh, gentes ruines, los que en calma gozan

De robados amores! Si es ajeno

El cariño, el placer de respetarlo

Mayor mil veces es que el de su goce;

Del buen obrar que orgullo al pecho queda

Y como en dulces lágrimas rebosa,

Y en extrañas palabras, que parecen

¡Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa

La de fingir amor! ¡Pues hay tormento

Como aquel, sin amar, de hablar de amores!

 

¡Ven, que allí triste iré, pues yo me veo!

¡Ven, que la soledad será tu escudo!

 

 

Árbol de mi alma

 

Como un ave que cruza el aire claro

Siento hacia mí venir tu pensamiento

Y acá en mi corazón hacer su nido.

Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas

Como los labios frescos de un mancebo

En su primer abrazo a una hermosura;

Cuchichean las hojas: tal parecen

Lenguaraces obreras y envidiosas,

A la doncella de la casa rica

En preparar el tálamo ocupadas:

Ancho es mi corazón, y es todo tuyo:

Todo lo triste cabe en él, y todo

Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!

De hojas secas, y polvo, y derruidas

Ramas lo limpio: bruño con cuidado

Cada hoja, y los tallos: de las flores

Los gusanos y el pétalo comido

Separo: oreo el césped en contorno

Y a recibirte, oh pájaro sin mancha,

¡Apresto el corazón enajenado!

 

 

Baile

 

Yo miro con un triste

placer, como en la fiesta

Del noble Jerez pálido

la copa llena guían

las blancas manos trémulas

al seco labio rojo:

-Y yo muevo mi mano tristemente

al corazón vacío, - y a la frente.

 

Yo veo como un sueño

de gasa blanca y oro,

en que la llama se abre

camino en tanto alado

traje que ha de ser luego

ceniza, húmeda en lágrimas,

cruzar la alegre corte de oro y gasa,

yen llanto amargo el rostro se me abrasa.

 

¡Alma! cuando de vuelta

dentro del cuerpo laxo,

del frac innoble libres

o la prisión dichosa

de níveo tul, -la férvida

fiesta recuerdes, - ¡mira

que debes embridar el cuerpo loco,

o que te absorbe con su sed a poco!

 

 

Bosque de rosas

 

                                                  (Allí despacio)

 

¡Oh! la sangre del alma, ¿tú la has visto?

Tiene manos y voz, y al que la vierte

Eternamente entre las sombras acusa.

¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres

De almas, y hay villanos matadores!

Al bosque ven: del roble más erguido

Un pilón labremos, y ¡en el pilón

Cuantos engañen a mujer pongamos!

 

Ésa es la lidia humana: ¡la tremenda

Batalla de los cascos y los lirios!

¿Pues los hombres soberbios, no son fieras?

Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo

Mi bestia muerta y mi furor domado.

Ven, a callar, a murmurar, al ruido

De las hojas de Abril y los nidales.

Deja, oh mi amada, las paredes mudas

De esta casa ahoyada y ven conmigo

No al mar que bate y ruge sino al bosque

De rosas que hay al fondo de la selva.

Allí es buena la vida, porque es libre,

Y tu virtud, por libre, será cierta,

Por libre, mi respeto meritorio.

Ni el amor, si no es libre, da ventura.

 

¡Oh, gentes ruines, los que en calma gozan

De robados amores! Si es ajeno

El cariño, el placer de respetarlo

Mayor mil veces es que el de su goce;

Del buen obrar que orgullo al pecho queda

Y como en dulces lágrimas rebosa,

Y en extrañas palabras, que parecen

¡Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa

La de fingir amor! ¡Pues hay tormento

Como aquel, sin amar, de hablar de amores!

 

¡Ven, que allí triste iré, pues yo me veo!

¡Ven, que la soledad será tu escudo!

 

 

Contra el verso retórico y ornado...

 

Contra el verso retórico y ornado

El verso natural. Acá un torrente:

Aquí una piedra seca. Allá un dorado

Pájaro, que en las ramas verdes brilla,

Como una marañuela entre esmeraldas -

Acá la huella fétida y viscosa

De un gusano: los ojos, dos burbujas

De fango, pardo el vientre, craso, inmundo.

Por sobre el árbol, más arriba, sola

En el cielo de acero una segura

Estrella; y a los pies el horno,

El horno a cuyo ardor la tierra cuece -

Llamas, llamas que luchan, con abiertos

Huecos como ojos, lenguas como brazos,

Savia como de hombre, punta aguda

Cual de espada: ¡la espada de la vida

Que incendio a incendio gana al fin, la tierra!

Trepa: viene de adentro: ruge: aborta.

Empieza el hombre en fuego y para en ala.

 

Y a su paso triunfal, los maculados,

Los viles, los cobardes, los vencidos,

Como serpientes, como gozques, como

Cocodrilos de doble dentadura,

De acá, de allá, del árbol que le ampara,

Del suelo que le tiene, del arroyo

Donde apaga la sed, del yunque mismo

Donde se forja el pan, le ladran y echan

El diente al pie, al rostro el polvo y lodo,

Cuanto cegarle puede en su camino.

El, de un golpe de ala, barre el mundo

Y sube por la atmósfera encendida

Muerto como hombre y como sol sereno.

Así ha de ser la noble poesía:

Así como la vida: estrella y gozque;

La cueva dentellada por el fuego,

El pino en cuyas ramas olorosas

A la luz de la luna canta un nido

Canta un nido a la lumbre de la luna.

 

 

Dormida

 

De sus pestañas al peso

el ancho párpado entorna,

lirio que, al sol que se torna,

se cierra pidiendo un beso.

 

Y luego como fragante

magnolia que desenvuelve

sus blancas hojas, revuelve

el tenue encaje flotante:

 

De mi capricho al vagar

imagínala mi amor,

¡una Venus del pudor

surgiendo de un nuevo mar!

 

Cuando la lámpara vaga

en este templo de amores,

con sus blandos resplandores

más que la alumbra, la halaga.

 

Cuando la ropa ligera

sobre su cutis rosado,

ondula como el alado

pabellón de primavera.

 

Cuando su seno desnudo,

indefenso, a mi respeto

pone más valla que el peto

de bravo guerrero rudo.

 

Siento que puede el amor,

dormida y desnuda al verla,

dejar perla a la que es perla,

dejar flor a la que es flor.

 

Sobre sus labios podría

los labios míos posar,

y en su seno reclinar

la pobre cabeza mía.

 

Y con mi aliento volver

mariposa a la crisálida;

y a la clara rosa pálida

animar y enrojecer.

 

Pero aquí, desde la sombra

donde amante la contemplo,

manchar no quiero del templo

con paso impuro la alfombra.

 

Al acercarme, en ligera

procesión avergonzado,

¿no volaría el alado

pabellón de primavera?

 

¡Al reflejarme el espejo,

que la copia entre albas hojas,

negras las tornara y rojas

de la lámpara al reflejo!

 

Dicen que suele volar

por los espacios perdida

el alma, y en otra vida

sus alas puras bañar.

 

Dicen que vuelve a venir

a su cuerpo con la aurora,

para volver - ¡la traidora! -

con cada noche a partir.

 

Y si su espíritu en leda

beatitud los cielos hiende,

de esa mujer que se extiende

bella ante mí qué me queda?

 

Blanco cuerpo, línea fría,

molde hueco, vaso roto,

¡y viajera por lo ignoto

la luz que los encendía!

 

Y ¿a mí que tanto te quiero,

delicada peregrina,

turbar la marcha divina

de tu espíritu viajero?

 

¡Duerme entre tus blancas galas!

¡Duerme, mariposa mía!

Vuela bien: - ¡mi mano impía

no irá a cortarte las alas! -

 

 

En ti pensaba, en tus cabellos...

 

En ti pensaba, en tus cabellos

que el mundo de la sombra envidiaría,

y puse un punto de mi vida en ellos

y quise yo soñar que tú eras mía.

 

Ando yo por la tierra con los ojos

alzados -¡oh, mi afán!- a tanta altura

que en ira altiva o míseros sonrojos

encendiólos la humana criatura.

 

Vivir: -Saber morir; así me aqueja

este infausto buscar, este bien fiero,

y todo el Ser en mi alma se refleja,

y buscando sin fe, de fe me muero.

 

 

En un dulce estupor soñando estaba...

En un dulce estupor soñando estaba

Con las bellezas de la tierra mía:

Fuera, el invierno lívido gemía,

Y en mi cuarto sin luz el sol brillaba.

 

La sombra sobre mí centelleaba

Como un diamante negro, y yo sentía

Que la frente soberbia me crecía,

Y que un águila al cielo me encumbraba.

 

Iba hinchando este gozo el alma oscura,

Cuando me vi de súbito estrechado

Contra el seno fatal de una hermosura:

 

Y al sentirme en sus brazos apretado,

Me pareció rodar desde una altura

Y rodar por la tierra despeñado.

 

 

Homagno

 

Homagno sin ventura

La hirsuta y retostada cabellera

Con sus pálidas manos se mesaba.

«Máscara soy, mentira soy, decía;

estas carnes y formas, estas barbas

y rostro, estas memorias de la bestia,

que como silla a lomo de caballo

sobre el alma oprimida echan y ajustan,

por el rayo de luz que el alma mía

en la sombra entrevé, -¡no son Homagno!

Mis ojos sólo, los míos caros ojos,

que me revelan mi disfraz, son míos,

queman, me queman, nunca duermen, oran,

y en mi rostro los siento y en el cielo,

y le cuentan de mí, y a mí dél cuentan.

¿Por qué, por qué, para cargar en ellos

un grano ruin de alpiste mal trojado

talló el creador mis colosales hombros?

Ando, pregunto, ruinas y cimientos

vuelco y sacudo; a sorbos delirantes

En la Creación, la madre de mil pechos,

Las fuentes todas de la vida aspiro:

Muerdo, atormento, beso las callosas

Manos de piedra que golpeo

Con demencia amorosa; su invisible

cabeza con las secas manos mías

acaricio y destrenzo; por la tierra

me tiendo compungido, y los confusos

pies, con mi llanto baño y con mis besos,

y en medio de la noche, palpitante,

con mis voraces ojos en el cráneo

y en sus órbitas anchas encendidos,

trémulo, en mí plegado, hambriento espero,

por si al próximo sol respuestas vienen: -Y

a cada nueva luz, - de igual enjuto

modo y ruin, la vida me aparece,

como gota de leche que en cansado

pezón, al terco ordeño, titubea, -como

carga de hormiga, - como taza

de agua añeja en la jaula de un jilguero.» -De

mordidas y rotas, ramos de uvas

estrujadas y negras, las ardientes

manos del triste Homagno parecían!

Y la tierra en silencio y una hermosa

voz de mi corazón, contestaron.

 

 

Sed de belleza

 

Solo, estoy solo: viene el verso amigo,

Como el esposo diligente acude

De la erizada tórtola al reclamo.

Cual de los altos montes en deshielo

Por breñas y por valles en copiosos

Hilos las nieves desatadas bajan

Así por mis entrañas oprimidas

Un balsámico amor y una avaricia

Celeste, de hermosura se derraman.

Tal desde el vasto azul, sobre la tierra,

Cual si de alma de virgen la sombría

Humanidad sangrienta perfumasen,

Su luz benigna las estrellas vierten

Esposas del silencio! -y de las flores

Tal el aroma vago se levanta.

 

Dadme lo sumo y lo perfecto: dadme

Un dibujo de Angelo: una espada

Con puño de Cellini, más hermosa

Que las techumbres de marfil calado

Que se place en labrar Naturaleza.

El cráneo augusto dadme donde ardieron

El universo Hamlet y la furia

Tempestuosa del moro: -la manceba

India que a orillas del ameno río

Que del viejo Chichén los muros baña

A la sombra de un plátano pomposo

Y sus propios cabellos, el esbelto

Cuerpo bruñido y nítido enjugaba.

Dadme mi cielo azul..., dadme la pura,

La inefable, la plácida, la eterna

Alma de mármol que al soberbio Louvre

Dio, cual su espuma y flor, Milo famosa.

 

 

Siempre que hundo la mente en libros graves...

 

Siempre que hundo la mente en libros graves

La saco con un haz de luz de aurora:

Yo percibo los hilos, la juntura,

La flor del Universo: yo pronuncio

Pronta a nacer una inmortal poesía.

No de dioses de altar ni libros viejos

No de flores de Grecia, repintadas

Con menjurjes de moda, no con rastros

De rastros, no con lívidos despojos

Se amansará de las edades muertas:

Sino de las entrañas exploradas

Del Universo, surgirá radiante

Con la luz y las gracias de la vida.

Para vencer, combatirá primero:

E inundará de luz, como la aurora.

 

 

Una virgen espléndida

 

Una virgen espléndida -morada

de un sol de amor que por sus negros ojos brota-

pregunta, abraza y acaricia,

versos me pide, versos de mujeres.

¡Arrullos de paloma, murmullos de sunsunes,

suspiros de tojosas!

 

Yo podré, en noche ardiente,

trovando amor al pie de su ventana,

en tal aura envolverla,

con tal fuego besarla,

que al nuevo amanecer, nadie vería

en su cutis la flor que lo teñía.

¡Calla, mi amigo amor! que nadie sepa

que yo llevo en los labios la flor roja

que su mejilla cándida lucía,

y el candor, y la flor, y el frágil vaso,

mío es todo, puesto que ella es mía.

 

Y la madre amorosa,

de sagrado temor y amor movida,

dijérale a la pálida ¿y la rosa

de tu mejilla fresca dónde es ida?

 

 

Vino el amor mental: ese enfermizo...

 

Vino el amor mental: ese enfermizo

Febril, informe, falso amor primero,

¡Ansia de amar que se consagra a un rizo,

Como, si a tiempo pasa, al bravo acero!

 

Vino el amor social: ese alevoso

Puñal de mango de oro oculto en flores

Que donde clava, infama: ese espantoso

Amor de azar, preñado de dolores.

 

Vino el amor del corazón: el vago

Y perfumado amor, que al alma asoma

Como el que en bosque duerme, eterno lago,

La que el vuelo aún no alzó, blanca paloma.

 

Y la púdica lira, al beso ardiente

Blanda jamás, rebosa a esta delicia,

Como entraña de flor, que al alba siente

De la luz no tocada la caricia.

 

 

Y te busqué por pueblos...

 

Y te busqué por pueblos,

Y te busqué en las nubes,

Y para hallar tu alma,

Muchos lirios abrí, lirios azules.

 

Y los tristes llorando me dijeron:

¡Oh, qué dolor tan vivo!

¡Que tu alma ha mucho tiempo que vivía

En un lirio amarillo!

 

Mas dime ¿cómo ha sido?

¿Yo mi alma en mi pecho no tenía?

Ayer te he conocido,

Y el alma que aquí tengo no es la mía.

Tomado de:

http://amediavoz.com/marti.htm

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