miércoles, 3 de febrero de 2016

Poemas de JOSÉ UMAÑA BERNAL



                                              (Tunja, 1899 - 1982)


 Diálogo


¿Cuándo vino el otoño?

¿Fue cuando el ruiseñor calló en la noche,
bajo los pinos, al llegar el alba?

¿Cuando al recinto tibio de las rosas
bajó la tarde trémula su llama?
¿Cuando el temblor de las primeras hojas
cayó, como un crepúsculo, en el agua?
¿Cuando el mar devolvió sobre la costa
su carga de canciones y de barcas?

¿Cuándo vino el otoño?

—Vino cuando los dos, en el silencio, lo esperamos


                                                         Azucena

                                                       Copa de celeste yelo, 
                                                      sarcófago de rocío, 
                                                      celdilla de azul y frío, 
                                                      para la abeja del cielo, 
                                                      agua de luna en desvelo, 
                                                      laberinto de cristales, 
                                                      vara de nieves cristales,
                                                      ave sin trino dormida, 
                                                      campanilla suspendida,
                                                      en claustro de madrigales.


Vera Marloff

Vera Marloff, mujer rubia y morena, 
—luna nueva y crepúsculo de sol— 
Vera Marfolff, en tu nostalgia caben, 
los siete nombres tristes del amor.

La aguja de tu voz borda de estrellas, 
mi cielo de náufrago y nunca más, 
y es tu silencio el golfo resignado, 
donde aquieto mi absurdo navegar.

La noche trasatlántica te trae, 
llena de fuga y de marina azul, 
y entre la ronda de oro de las olas, 
viene hasta mí tu basta plenitud.

El puerto claro, loco de marimbas, 
te dió ese aroma exótico y fatal, 
y tus ojos remotos se apacientan, 
en la visión azul de un nuevo mar.

Perfumes de una inédita fragancia, 
ámbar de oro y ráfagas de añil, 
profundizan su noche innumerable, 
en su torso de ocre y de marfil.

Y alargando hasta el valle de tu vientre, 
su ruta en melodioso resplandor, 
la cruz del sur refulge entre sus senos, 
como entre dos colinas de pasión.

Pirata de horizontes ignorados, 
refugio en tí mi sueño y mi inquietud, 
y hago danzar la rosa de los vientos, 
ante tus ojos de ébano y azul.

Vera Marloff, mañana el alba rosa, 
hará más suave su visión fugáz, 
cuando la sombra triste de tu barco, 
tienda las velas lentas hacia el mar.

Vera Marloff, mujer rubia y morena, 
—luna nueva y crepúsculo de sol— 
solo una vez juntaron nuestros labios 
los siete nombres tristes del amor.

Más fue tan hondo el encantado instante, 
y hubo en tu voz tan dulce lanquidéz, 
que, después de tu amor será la vida, 
una nostalgia de volverte a ver.


AHORA 


Ahora, cuando el día se viste de ceniza, 
cuando el otoño logra ya su fruto perfecto 
cuando se muere el rojo estío de las rosas, 
cuando os crisantemos inauguran su reino.
Ahora, cuando el vino madura entre las sombras 
y las manzanas logran su plenitud exacta, 
cuando la niebla tiende su manto de violetas
y el ruiseñor de octubre se despierta en el alba.
Ahora, cuando la tarde se queda en los cristales 
temblando, como una mariposa perdida, 
ahora, en e esta luz que se filtra en el aire, 
y esta niebla sin luz, dulcísima y sombría.
Ahora es el momento para que el huésped llegue 
y que el viento suene la llamada del ángel, 
ahora es el instante de inclinar la cabeza 
y decir las palabras que no ha de escuchar nadie.

LA ROSA


Esta rosa en el cielo, inmóvil, pura;
y este aire, que la cerca, y la convida:
y ella, en su propio sueño suspendida,
serena, en su voluble arquitectura.
Es casi de cristal, en la segura
presencia de su línea estremecida:
tan perfecta, en el tono, y la medida,
exactos, de su tedio y su hermosura.
El aire pasa, y ella, sola, queda,
embriagada en su tácito perfume,
oculta entre su tálamo de seda.
Y en la alta noche su virtud resume
trémula gota que, en la sombra rueda,
y en estéril silencio se consume!


RETIRO LOS CABALLOS DE RONDÓN POR NO SER DE ESTE AUTOR

Otoño amigo

Otoño, dulce amigo de las cosas, 
y del agua, sin sombra de tormenta, 
otoño en las palabras, que no saben, 
si son de amor o de olvidada ausencia.

Otoño, que se inclina sobre el día, 
o mueve el viento entre los pinos viejos, 
otoño que regresa por el bosque, 
de un largo viaje por caminos lentos.

Otoño, suave otoño, que no sabe, 
ya si no recordar sombras perdidas; 
otoño amigo, consejero raudo, 
de silencio, de olvido y de sonrisas.

Que tu vos sea, en el umbral oscuro, 
de este septiembre pensativo y manso, 
tranquilo anuncio de silencios lentos, 
de altas vigilias y olvidados cantos.


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