YO NO QUISE SALVARME SINO DEL
EGOÍSMO;
quise hacer con mis venas una comunidad
de vida y esperanzas; quise amarte; luché
para enterrar el odio y odié como un soldado
de la paz que no nace con su libertad única.
Comprobé los engaños fatales donde están
sometidos millones de hermanos, milenarias
tristezas donde muerden los dientes dominantes.
Comprobé la dulzura cuando fuiste mujer
de mis combates, cuando vi más allá
mirándote, menuda, compañera infinita
y descubrí la madre del hombre nuevo, andando.
Yo no quise salvarme sino de la traición,
de la cobarde fuga, de la filosofía
de los desentendidos, cómplices del sepulcro;
entonces, sus gatillos, sin querer, me salvaron.
SON UNOS POCOS PASOS QUE ME
LLEVAN AL BARRIO,
cruzo el último asfalto, piso el barro, miro
los pajonales donde jugábamos desnudos,
para saber si allí siguen las mismas caras,
limpias de tierra y sol y enfermas de ilusiones,
para saber si aún sonríen contra el mundo
y acaso puedo ser otra vez uno de ellos,
habitante del charco, puro niño, inocencia.
Hay que vivir aquí y escuchar el silencio;
hay que ver desde aquí la ausencia colosal
y cómo las casitas se acurrucan de frío
cuando, lejos, se encienden las primeras estrellas.
Sobre unos pocos pasos que atraviesan distancias
ridículas, regreso, sin querer, todos los días
buscando explicaciones y me quedo cargado
de abismos. Y mi nombre se me olvida en la calle.
OTRA VEZ CAMINAR PENSANDO EN
VOS... QUÉ LENTAS
cuadras. Siempre muy lejos. Qué sordos paredones.
Qué puertas siempre de otros. Yo llevo la mitad
sufrida de mi cuerpo y el resto se me duerme.
Mi mirada dispersa, fotográfica, verde
(son dos planetas verdes y un cielo verde) cae
sobre los empedrados. Pasa un niño linyera
y la junta, centavo tras centavo, como siempre.
Y un hombre que la mata con triste indiferencia.
Y un micro que la aplasta y la sepulta en humo.
No vayas a creer que no agradezco el día.
Yo solamente siento que le sos necesaria.
Cada esquina padece su hastío de bocinas.
También soy una esquina donde se cruza el mundo
y de algún modo estás más allá de estas cosas
ahora que imagino la hora del regreso.
ESTA MAÑANA TIENE LOS BOLSILLOS
VACÍOS,
manos blancas y heladas, suspiros y veredas,
bocacalles-soldados y una lluvia llorando
la ceguera del cielo. Tal es nuestro paisaje.
El café, menos dulce, detrás de la ventana.
Los grises cavadores de zanjas y los perros
se están mojando. Pasan soberbios automóviles
y paraguas con sombras... y las puertas, cerradas.
Se enfermarán de invierno hasta las sepulturas.
No quiero ni mirar las goteras del techo.
Mis ojos se quedaron pegados en el vidrio
y eso es malo. Mi silla, dura. Mi tos. Mi horario.
Esta mañana tiene tanto miedo que tiembla
hasta la última hoja. Hay sirenas. Hay hombres
que no entienden ni medio. Y otros, pobres, que sí,
que entienden lo que pasa. Tal es nuestro paisaje.
No Te Caigas, Ya Sé Que Es Mas Fácil La Muerte,
como un desprendimiento total, un abandono,
como un dejarse estar, que nos borre la lluvia,
que nos lave los huesos y ser en la pureza.
No me atrevo a pedírtelo como tu obligación.
El deber me parece un remiendo del alma.
No te caigas… acaso llamo a tu condición,
a tu espontaneidad, a tu amor que trasciende
abarcándome como si latiéramos juntos.
Te llamo desde un frente donde somos hermanos
y nos necesitamos: aquí, los enemigos
son quienes quieren vernos desertores, cobardes.
* * *
"Me duele este silencio de cárcel y tormento,
esta ausencia de cuerdas de concreta dulzura
sobre los viejos charcos que me ensucian el alma,
esta traición al grito de esperanza nacido,
ultrajado y difunto y otra vez arrojado
a recorrer la tierra, sin fin y sin corceles.
¡Que caigan las sonoras palabras que mintieron,
como el agua a la sed de un infinito campo,
a los brazos en alto que sostienen la luz,
al olvido clavado en el centro del mundo
y a mí mismo que quiero saltar este esqueleto
para fundar más puro mi canto libertario!".
Del libro “Nosotros, Ellos y un Grito”
“Yo no quise salvarme sino del egoísmo.
Quise hacer con mis manos una comunidad
de vida y esperanza. Quise amar y luchar.
Ahora y por siempre.
El amor es mi descanso. La lucha, mi salvación.
La muerte no es la tumba, ni el mar.”
Del Libro ”Últimos Poemas”
QUIERO DESENLAZARTE DE LA RED DE OCCIDENTE
crepuscular y triste, de lánguidas alturas
de cemento con ojos que miran y no ven.
Aquí somos las islas: quiero hacer un camino
en el mar riguroso con mis pequeñas ramas
hasta tocar el centro de tu tierra dormida.
Quiero entrar, destruirte, devorar las raíces
(tu palabra no es tuya ni tu mano ni el tiempo).
Quiero que en las cenizas te levantes, genuina,
hecha entre relámpagos que anunciarán el parto
del agua y de la arena. Entonces sí, serás
y hablaremos, en calma, de la unidad futura.
SUBO POR TUS CAMINOS Y DOS PÁJAROS HUYEN
de planetas marinos a lejanos misterios
en un pleno vacío. Dos vidas silenciosas
no responden a nada, nada son ni recuerdan
pero desesperados de sed se detuvieron
en un sueño implacable e incendiaron el mundo.
Olvidaron los barcos, el mar y las campanas
y se quedaron solos, cómplices de la arena,
robándole secretos al bosque de madrugada,
secretos a las olas que llegan con el viento...
¡Subo por tus caminos de palomas errantes!
En un árbol, clavado, me espera mi cuchillo.
NUESTRA CALLE, PACIENTE, ENFERMA DE NOSOTROS
(nosotros que no somos sino significados
de palabras mayores y de antemano escritas)
larga, lánguida amiga, moribunda sin muerte,
nos tiende cada día sus veredas gastadas
como preguntas tristes... a dónde... para qué
A dónde los incógnitos, para qué los incógnitos
compañeros de suela sin propiedad privada,
compañeros de huella con madrugada y barro,
compañeros, monólogos, confesiones, amores,
y perros, compañeros de basura en basura...
Qué paciente la calle nos sirve de bandera.
¿DÓNDE VAN LAS COSAS QUE NUNCA SUCEDIERON
si alguna vez lograron ocupar el futuro,
la esperanza y el ánimo de los que dan la vida?
Las cosas subterráneas que allí son amenazas
y aquí son las desnudas llamaradas –expuestas
a la humedad del alba- y el aguardado triunfo.
En dónde están las cosas que no pudieron ver
aquellos que, resueltos, salieron a buscarlas
por montes intrincados, por villas y miserias,
llevando en cada mano herramientas del alma?
Y quién conoce el arma que logre enmudecer
la intensa resonancia de los héroes caídos.
Llanto por un niño muerto
Qué pequeño, qué inocente,
aquel que nada sabía,
que no pensaba en la muerte
y tan pronto se moría.
Tan extraña era esa voz
que lejos se lo llevaba.
En los huesos, el dolor
se le hundía y le quemaba.
Y sin consuelo era el llanto
de aquel alma desgarrada,
de la madre, que ha quedado
ya sin mundo, ya sin nada.
"¡Pequeño trozo de pan
que no pudiste crecer
que te acunen en el mar
las olas que fuiste a ver!
Tu madre rompió su cruz
y ya no quiere rezar.
Tu padre perdió el azul
y ya no quiere cantar".
¡Diles que te estás meciendo
sobre una cuna enjoyada
y que aún tu puedes verlos
desde una mansión dorada!
Extraído de "Desde el silencio"
No hay comentarios.:
Publicar un comentario