Este libro de poemas nos lleva de la mano por el borde de
un abismo desconocido y a la vez hermoso, que es el universo oscuro de los invidentes.
Es una suerte de bitácora de un ser que describe su universo circundante, sus
reflexiones y sus vivencias desde un universo sin luz. Un ciego que nos habla
del amor, de la calle, y que reflexiona sobre la vida desde su mundo interior; así
mismo este personaje nos lleva a vivir el mundo a través de otros sentidos
diferentes al de la vista. Este poemario está escrito con meticulosidad, así
como desprovisto de un lenguaje complejo. Es un texto que se disfruta, y se
enriquece con imágenes que nos invitan a conocer el universo de los invidentes.
Destaco, que el libro es un bello compendio de anécdotas, así como de
reflexiones profundad. También tiene un componente de humor negro, de burla de
sí mismo, sin ser ofensivo. Los textos aquí tienen fuerza, y son de fácil
comprensión; llevan al lector a acomodarse con situaciones y degustar un texto
cuidado y con un ambiente urbano. Cabe destacar para finalizar, que es una
lectura amena, con textos bien trabajados, que al final de cuentas logra el
objetivo, que en mi caso es disfrutar de unos textos con un mensaje más allá de
la denuncia. Textos llenos de imágenes, textos ajustados a lo que puede ser la
vista del universo circundante, un anecdotario de quien va por el mundo ciego,
pero que dicha condición no lo hace perder la vista de cosas importantes. Aquí
comparto una muy pequeña muestra de los textos del libro en mención.
Cómo se pierde la cabeza
Solo faltaba la diva para
decapitar,
me ofrecí de verdugo,
alcé el hacha,
quería cercenarle el escuadrón
de amantes
que anidaba en sus recuerdos,
Solté el golpe,
ciego por el odio fallé.
La mujer supo que había sido
yo,
desde entonces perdió la
cabeza por mí.
Cuento en Braille
Hice un cuento erótico en
Braille
que ninguna vidente entendía,
llevaba sus manos por la
gramática del deseo,
y con la pedagogía anatómica
explicaba la narración sobre
sus cuerpos,
la sintaxis hecha piel para
explicar los punticos
anudaban mi garganta.
Advertía el fin de la tarea
cuando
los poros se agrandaban y la
respiración se hería.
Nacimos de un rumor
Cuentan nuestras madres que
los hombres
llegaron a exponer el cuerpo,
la orografía de músculos
aceitados relucían con la luz del sol,
las mujeres gritaban como
canes encadenados
ante la carne expuesta,
el grupo de gigolós se vendía
como esclavos en la plaza,
pero una mujer sembró el rumor
del tamaño y la impotencia,
las mujeres insaciables
después de la guerra
los abandonaron y corrieron
por las calles,
asaltaron la casa de ciegos
y sin ropas y con bastones
armaron la fiesta,
encontraron la ventaja de
tener hijos
sin que sus padres supieran
cuáles eran.
Adivinanza
Nunca la vi
ni escuche su voz,
con las cinco piernas
hicimos el amor.
Cinema Paraíso
Fui a escuchar un cine para
ciegos,
supongo que las luces se
apagaron
después de un silencio.
No supe si la película
era de terror o de humor.
A la voz de acción nuestras
manos se deslizaron.
Ella encontró primero mi
animalito,
más tarde yo encontré el suyo
entre la falda.
Con ternura me aprisionó como
un pájaro en su nido,
recorrió su plumaje y se
detuvo en su erguida cabeza
acariciándola infinitamente,
creamos un compás sin respiración,
mis dedos se perdieron en lo
más oscuro de la oscuridad
buscando la puerta del encanto
que había presentido en su
sonrisa.
Con los ojos cerrados,
escuchamos nuestros ahogados
gritos.
El piano del filme nos
acompañó a la entrada del paraíso.
Los últimos acordes conjuraron
la melodía
que inundó su mano y humectó
la mía.
Nuestra osadía coincidió con
los gritos y risas,
todos salimos satisfechos por
el final feliz.
Conocí el mar
Cuando conocí el mar tuve una
erección,
el ruido de las alas de las
gaviotas me anunciaron su tamaño,
el murmullo de las olas lo
profundo,
el sabor del agua el color y
el aroma marino
de las sirenas con piernas,
repletas de muslos,
senos y clítoris desnudos
expuestos al astro,
soltaron mis alarmas hacia el
señor.
A Boris Vian
Conozco a Orvert Latuile, él
me contó por qué se arrancó
los ojos, me habló de su
determinación como lo hicieran
los cientos de habitantes de
su ciudad, después de disiparse
la niebla afrodisíaca que
construyó la más grande orgía que
viviera el siglo pasado.
Me dijo que desde entonces es
feliz y aunque centenario, aún
sus recuerdos de aquella
vivencia de bruma lo excitan:
el olor a la panadera desnuda,
el andar sin ropa en las
librerías,
la discusión con la portera de
melones al aire,
la práctica del sexo sin
rostro en las calles,
las filas apretadas empelotas,
el murmullo de las serpientes
de los hombres paradas en las
esquinas como escuchando la
flauta de Vian.
Desde aquel cinco de agosto no
ha abandonado su mundo
de amor ciego. No me imagino
que este desertor de la luz,
pudiera ver hoy el espectáculo
obsceno de la venta de los
rostros en pantallas y la
esencia de la lujuria perdida en las
redes virtuales, que a
diferencia de su experiencia, son ajenas
a los cuerpos.
Percepción
Llegó al círculo de los
hombres,
olí su falso maquillaje,
mi percepción descubrió medias
de rombos,
el tamaño de impostados
pechos,
las nalgas de maniquí se
mecieron
y la coquetería derritió a los
machos,
el más osado ganó el duelo.
Se la llevó.
Repleto de carcajadas y con la
maldad del ciego,
fui el único que descubrí al
marichuelo.
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