martes, 1 de mayo de 2018

MEMORIAS DE UN CIEGO ADICTO AL SEXO Por ÁLVARO H. MORENO DURÁN


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Este libro de poemas nos lleva de la mano por el borde de un abismo desconocido y a la vez hermoso, que es el universo oscuro de los invidentes. Es una suerte de bitácora de un ser que describe su universo circundante, sus reflexiones y sus vivencias desde un universo sin luz. Un ciego que nos habla del amor, de la calle, y que reflexiona sobre la vida desde su mundo interior; así mismo este personaje nos lleva a vivir el mundo a través de otros sentidos diferentes al de la vista. Este poemario está escrito con meticulosidad, así como desprovisto de un lenguaje complejo. Es un texto que se disfruta, y se enriquece con imágenes que nos invitan a conocer el universo de los invidentes. Destaco, que el libro es un bello compendio de anécdotas, así como de reflexiones profundad. También tiene un componente de humor negro, de burla de sí mismo, sin ser ofensivo. Los textos aquí tienen fuerza, y son de fácil comprensión; llevan al lector a acomodarse con situaciones y degustar un texto cuidado y con un ambiente urbano. Cabe destacar para finalizar, que es una lectura amena, con textos bien trabajados, que al final de cuentas logra el objetivo, que en mi caso es disfrutar de unos textos con un mensaje más allá de la denuncia. Textos llenos de imágenes, textos ajustados a lo que puede ser la vista del universo circundante, un anecdotario de quien va por el mundo ciego, pero que dicha condición no lo hace perder la vista de cosas importantes. Aquí comparto una muy pequeña muestra de los textos del libro en mención.


Cómo se pierde la cabeza

Solo faltaba la diva para decapitar,
me ofrecí de verdugo,
alcé el hacha,
quería cercenarle el escuadrón de amantes
que anidaba en sus recuerdos,
Solté el golpe,
ciego por el odio fallé.
La mujer supo que había sido yo,
desde entonces perdió la cabeza por mí.

Cuento en Braille

Hice un cuento erótico en Braille
que ninguna vidente entendía,
llevaba sus manos por la gramática del deseo,
y con la pedagogía anatómica
explicaba la narración sobre sus cuerpos,
la sintaxis hecha piel para explicar los punticos
anudaban mi garganta.
Advertía el fin de la tarea cuando
los poros se agrandaban y la respiración se hería.

Nacimos de un rumor

Cuentan nuestras madres que los hombres
llegaron a exponer el cuerpo,
la orografía de músculos aceitados relucían con la luz del sol,
las mujeres gritaban como canes encadenados
ante la carne expuesta,
el grupo de gigolós se vendía como esclavos en la plaza,
pero una mujer sembró el rumor del tamaño y la impotencia,
las mujeres insaciables después de la guerra
los abandonaron y corrieron por las calles,
asaltaron la casa de ciegos
y sin ropas y con bastones armaron la fiesta,
encontraron la ventaja de tener hijos
sin que sus padres supieran cuáles eran.

Adivinanza

Nunca la vi
ni escuche su voz,
con las cinco piernas
hicimos el amor.

Cinema Paraíso

Fui a escuchar un cine para ciegos,
supongo que las luces se apagaron
después de un silencio.
No supe si la película
era de terror o de humor.
A la voz de acción nuestras manos se deslizaron.
Ella encontró primero mi animalito,
más tarde yo encontré el suyo entre la falda.
Con ternura me aprisionó como un pájaro en su nido,
recorrió su plumaje y se detuvo en su erguida cabeza
acariciándola infinitamente, creamos un compás sin respiración,
mis dedos se perdieron en lo más oscuro de la oscuridad
buscando la puerta del encanto
que había presentido en su sonrisa.
Con los ojos cerrados,
escuchamos nuestros ahogados gritos.
El piano del filme nos acompañó a la entrada del paraíso.
Los últimos acordes conjuraron la melodía
que inundó su mano y humectó la mía.
Nuestra osadía coincidió con los gritos y risas,
todos salimos satisfechos por el final feliz.

Conocí el mar

Cuando conocí el mar tuve una erección,
el ruido de las alas de las gaviotas me anunciaron su tamaño,
el murmullo de las olas lo profundo,
el sabor del agua el color y el aroma marino
de las sirenas con piernas, repletas de muslos,
senos y clítoris desnudos expuestos al astro,
soltaron mis alarmas hacia el señor.

A Boris Vian

Conozco a Orvert Latuile, él me contó por qué se arrancó
los ojos, me habló de su determinación como lo hicieran
los cientos de habitantes de su ciudad, después de disiparse
la niebla afrodisíaca que construyó la más grande orgía que
viviera el siglo pasado.
Me dijo que desde entonces es feliz y aunque centenario, aún
sus recuerdos de aquella vivencia de bruma lo excitan:
el olor a la panadera desnuda,
el andar sin ropa en las librerías,
la discusión con la portera de melones al aire,
la práctica del sexo sin rostro en las calles,
las filas apretadas empelotas,
el murmullo de las serpientes de los hombres paradas en las
esquinas como escuchando la flauta de Vian.
Desde aquel cinco de agosto no ha abandonado su mundo
de amor ciego. No me imagino que este desertor de la luz,
pudiera ver hoy el espectáculo obsceno de la venta de los
rostros en pantallas y la esencia de la lujuria perdida en las
redes virtuales, que a diferencia de su experiencia, son ajenas
a los cuerpos.

Percepción

Llegó al círculo de los hombres,
olí su falso maquillaje,
mi percepción descubrió medias de rombos,
el tamaño de impostados pechos,
las nalgas de maniquí se mecieron
y la coquetería derritió a los machos,
el más osado ganó el duelo.
Se la llevó.
Repleto de carcajadas y con la maldad del ciego,
fui el único que descubrí al marichuelo.

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