Soy invisible.
Soy invisible.
Siempre he sido invisible
como la pobreza en un país rico,
como los ricos en sus cuartos velados de
sus casas con muchos cuartos,
como las pulgas, los piojos, como lo que
crece bajo la tierra,
los mundos más allá del cielo, el viento,
el tiempo, las ideas
–el catálogo de invisibilidad es
inagotable,
y, eso dicen, no es buena poesía.
Como las decisiones.
Como cualquier otra parte.
Como las instituciones alejadas del camino
llamado Scenic Drive.
No más símiles. Soy invisible.
En un mundo poblado por gente de visión
binocular después de todo soy parte de la mayoría
mientras que tú y yo caminamos con nuestra
lunita creciente de visión en nuestra oscuridad personal
a través de un mundo en el que las
decisiones de ser y no ser
se encuentran controladas por la luz
asistidas por las lágrimas y el sueño de la
desatención o la muerte.
Soy invisible.
Los amantes atraviesan mi vida para tocarse
entre sí,
la lluvia que cae en mí me traspasa como
sangre sobre la tierra.
Ninguna cabeza me incluye como
conocimiento.
Otorgo libertad a quienes bailan,
a decir la verdad.
Así es. No hay nadie aquí para observar ni
escuchar disimuladamente,
y entonces aprendo más de lo que tengo
derecho a saber.
Tomado de:
Lluvia sobre el tejado
Mi sobrino, que duerme en un cuarto del sótano,
ha puesto una lámina de hojalata afuera de
su ventana
para volver a capturar el sonido de la
lluvia que cae sobre el tejado.
No le digo: el corazón tiene su propio
consuelo para la pena.
Una lámina de hojalata solo repara los
tejados. Como aún no padece el mandato de que el cambio y la diferencia nunca
se hacen presentes, todavía puede
reparar los daños creando el amado sonido
de la lluvia
que cree haber conocido en sus primeros
años.
Tampoco le digo: En el transcurso de una
vida de pérdidas
la hojalata es una carga, que un día el
tendrá que encontrar
dentro de sí mismo en total oscuridad y
silencio
la hojalata que sostendrá no sólo el sonido
perdido de la lluvia
sino también el sol, las voces de los
muertos, y todo lo demás que se ha ido.
Traducción:
N. Anaya.
Número Equivocado
No es buen momento para llamarme.
Estoy limpiando la ceniza
de dos chimeneas,
me deshago de los viejos cuerpos de las
ascuas
con restos en mi cabello y ojos
que me arden y
llamas que recién sangran donde golpeé las
brasas
con la idea de solo reavivar
un lecho mortuorio
como prometí, ajustando mis palabras
al frágil susurro del fuego,
debo ser cruel (¡seguro que lo han oído!)
para ser amable.
Pero estoy cansada y no es buen momento
para telefonear y preguntarme con extraña
voz
¿Bueno? ¿Llamo a la carnicería Mornington?
Traducción: J.Constantino.
Lo dirán las tormentas
Lo dirán las tormentas; son confiables.
Sobre la arena, viento y marea alta
escriben
boletines de pérdidas, conchas defectuosas,
cual monumento liso a los árboles de
tierras altas,
alga, pájaro desgarrado, navaja filosa,
caracol cuerno de carnero, almeja.
Dennos las noticias dicen los altos ascetas
que leen
seis kilómetros de playa una y otra vez;
entre conchas vacías, miren,
recién salidas de la salada imprenta,
historias
de diluvios: Cómo abandoné mi casa y hogar.
Navaja: Cómo le corte el cuello a la luz
del sol.
Caracol: Cómo embestí y bailé contra la luz
ovejuna del sol.
Almeja: Cómo mi vida zarpó en una marea
negra.
Traducción L. Saucedo
La nieve bien urdida
( para un amigo cuya esposa murió después
de una larga enfermedad)
La muerte de la nieve
requiere de un día completo a muchos meses.
La muerte es solo
un cambio de forma
pero ¿cómo saberlo
y por qué no se rebela?
Espectáculo de desperdicio
promesa no cumplida
sin enojo, sólo claudicación
pero no, ni siquiera claudicación
ningún forcejeo
entre querer ser líquida o sólida
nada para nada extraordinario
o real, salvo el tiempo registrado:
un día completo o muchos meses para que
muera la nevada.
Queremos que sea, pero no es.
Nos quedamos helados del susto, y solos.
La nieve no es humana. Creamos una escena
para nuestro asombro no correspondido, pero
se ha ido sin agonía y no volverá.
Esperamos con ansiedad el estado del tiempo
para mañana
para compartir la responsabilidad de
nuestro morir.
Debemos -para seguir con nuestras vidas-
darle dolor y esplendor a la tormenta,
sencillez a la lluvia,
y -lo mas difícil de todo- la persistencia
del tiempo de morir
a la nieve bien urdida.
Traducción N. Anaya
Pinturas sin pintar, música sin componer
Aprendo a volver a empezar en la casa
nueva,
a reaprender el clima local, que vientos
prevalecen,
la orientación del mar y las montañas, de
cuál costa
vico más cerca.
No había querido volver a empezar. Los
quince
años contigo y tus certidumbres e
incertidumbres
marcando mi paso y el tuyo daban suficiente
compañía y comodidad
a mis necesidades.
Para bien o para mal, te has ido.
Eras vieja, fallaron tus funciones, moriste
con mi mano servicial
dándote un tranquilizante en mantequilla
antes de que el veterinario viniera
a ponerle fin a tu vida, a “sedarte”, a
“dormirte”.
No hubo esquela, por supuesto. TE
enterraron,
dicen, “ en una granja a las afueras”.
Mi vecina dice que tenías ciento treinta
años, en términos humanos.
Una edad sorprendente.
Y una vida sorprendente tuviste, examinando
el mundo y sus seres,
segundo a segundo…
Alimentando cada mañana y cada noche con lo
mejor,
de lo mejor.
Una tableta de vitaminas a diario.
Tu pelaje bien peinado y acicalado.
Una casa donde dormir, escoger tu cama
-cojín, silla, cajón, legajos apilados, cajas de archivo, donde fuera…
Era tu casa, compartida conmigo.
Sabes que eras mi ronroneo favorito.
Entre nosotras, había palabras de mi parte
y ruidos gatunos en respuesta
mas siempre
el tormento del lenguaje inalcanzable
las palabras entre nos habrían suavizado el
lastimoso adiós,
y mientras esperábamos que el
tranquilizante hiciera lo suyo
habríamos platicado sobre vivir y morir y
las últimas
palabras el bálsamo, el vendaje.
En vez de ello, me senté contigo en un
sitio desolado
y cuando hube cerrado la puerta de tu casa
y te miré, en esa jaula que odiabas, cómo
te puso en el coche del doctor
alguien quien nunca en quince años te
conoció,
sentí el golpe y el pesar y me dije a mí
misma mientras los mares
se congelaron y el viento prevalente cambió
con crueldad
y traté de discernir el borde y la
orientación de la nueva costa:
“Pasa todos los días. Los animales, la
gente
que amamos por largo tiempo se van. Todos
se sobreponen”.
Querido tiempo.
Traducción ( I. Villegas)
Tomado de:
https://blog.revistacoronica.com/2016/03/janet-frame-el-jilguero-y-su-canto_28.html?m=1
Efectos personales
Un anzuelo en una cartera de plástico rota,
un tornillo oxidado, un duende de
Cornualles, un
volante arrugado de mi primer libro,
el doble de alto, o muerto,
niños en fotos familiares, un reloj
plateado con la caja rota
"resistente a los golpes" pero
era no la vigilia que tenía el pequeño levita
, en el himno, en la tarde silenciosa hecha
de patios oscuros del templo y luz
mortecina...
aunque el nombre de mi padre era Samuel.
¿Qué oído debo tener
y por qué, me pregunté una vez, para oír la
Palabra?
…una uña brillante…la carta de un nuevo
amor,
un broche oxidado que perteneció a mi
madre.
Entonces, como atrayendo de la última marea
este junco roto,
la hermosa mosca pescadora de espuma de
olas, el alarde de mi padre.
Las tormentas hablarán
Las tormentas hablarán; puedes confiar en
ellos.
Sobre la arena el viento y la marea
escriben
boletines de derrota, conchas imperfectas
por el suave memorial de altos árboles,
algas, pájaro harapiento, navaja afilada,
cuerno de carnero, concha.
Danos la noticia dicen los ascetas leyendo
y releyendo diez millas de costa; entre
conchas vacías, mira,
arden en la prensa de sal,
inundan historias: cómo abandoné casa y
familia.
Navaja: cómo me corté la garganta a la luz
del sol.
Cuerno de carnero: cómo cargué danzando a
la luz lanuda del sol.
Shell: Cómo mi vida navegó en una marea
oscura.
Tomado de:
https://www.poesiadelnostrotempo.it/parleranno-le-tempeste-di-janet-frame/
El lugar
El lugar donde los pollos empanizados
van a desayunar huevos,
friendo sus crestas color tocino al sol
no hay más.
Conoces ese lugar-
en el arbusto de espino
junto a la acacia
junto al ferrocarril.
no recuerdo estas cosas
-se acuerdan de mi,
no niña ni mujer sino como su último
pretexto
quedarse, no morir del todo.
Tomado de:
https://www.pupillae.com/2020/05/20/il-posto-di-janet-frame/
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