martes, 21 de marzo de 2023

POEMAS DE JUVENCIO VALLE


A LA NIÑA QUE HUÍA EN EL BOSQUE

Yo te iba siguiendo, silueta clara y fina,

en tu carrera loca, en tu fuga hacia el viento.

El viento en tu camino y en tu falda azulina,

yo te iba siguiendo, yo seguía tu huella,

yo seguía tus pasos de pluma, yo seguía

tu caprichoso y grácil huir de golondrina.

 

Por bosques y por montes yo te seguía, estrella,

oh mariposa rosa, junco de mis orillas;

yo te seguía, clara fuente de maravilla

y era blanca tu sombra y era de oro tu huella

por los siete caminos donde seguí tu estrella.

 

 

Qué amapola más roja llevada por el viento.

Oh qué caña más fina, que columpio más fácil.

Ibas tú como el humo voluble del incienso

e ibas como los hilos finos de la glicina

engarzando tu nimbo matinal en el viento.

 

Y con qué vivo empeño yo seguía tus pasos,

catarata de luces, volantín en el cielo.

La hojarasca mezquina me negaba tu rastro,

y tú huyendo, huyendo, por rutas de colores,

huyendo, huyendo, huyendo por las rutas más altas

sin que te aprisionaran los garfios de las flores

ni la oscura cisterna te albergara en su vaso.

 

 

ÁRBOL DEL PARAÍSO

No me dejes caer en la tentacion, Margarita,

apártame de tus dedos sabios como alfileres;

apártame de la cáscara de tu tronco con flores,

del caballo más dulce, apártame tú que puedes.

 

Líbrame de los viajes de miel al otro mundo

si debajo de un árbol el caballo me espera,

líbrame de los grafios de la montura blanca

de los lomos de nardo de la yegua canela.

 

 

Que no corran unidas la carrera preciosa,

la manzana del cielo y el puñal de la tierra.

 

No me dejes correr en tus canchas de flores,

que no pise tus hierbas fatales, Margarita,

en tus aguas ocultas que no derrame espumas,

en tus piedras azules que no levante chispas.

 

Desvíame de tus aguas –alcohol en racimo–

de las violentas aguas de tu amapola roja,

de la zarza envolvente y del surco en camino,

de la culebra de oro que en el árbol se enrosca.

 

Desvíame de la flecha de la curva y la línea,

y del alto y florido columpio de la hoja.

 

Eres árbol de leche, paraiso e higuera,

y estos fuegos alertas quieren quemar tu casa

explorar tus jardines y pisar en tus sedas,

Margarita levanta tu varilla de gracia

y defiéndeme del avance de la tenaz culebra.

 

 

CANTO AL AGUA

El agua azul y limpia y cristalina

nace desde las lindes de tu pelo

y baja, libre, hasta tus uñas finas.

 

Al agua canto y sobrellevo en vilo,

al agua azul que desvelada crece

desde tus plantas en delgado hilo.

 

Al agua, al agua limpia canto y digo:

desde mi oscuro abismo te presiento,

aguacopa, aguacielo y agualirio.

 

 

Bebe, María, bebe al agua fría,

pon tu boca en su boca, pon tu vida

sobre el deleite de esa resalía.

 

Desde tu pie dormido hasta tu pelo

súmate al agua en flor –lágrimas viva–

dilúyete en cristalino terciopelo.

 

Baja tu frente hasta tocar la piedra,

busca llorando la raíz del agua,

búscala de rodillas en la tierra.

 

 

DESTINO

Emoción sin raíz y sin espiga

que hincha el corazón de los botones

y desangra en aromas.

 

Pestañita de lumbre de mis antros

por donde va mi tosca melodía

y revienta en estrellas mi palabra.

 

Pecado que desgrana su lujuria…

¡con mis manos de barro lo recojo

y me parecen rosas sus espinas!

 

Polen de luz dormido sobre el alma,

¡Viene ebria la abeja de la vida

y aparecen los besos como estambres!

 

 

FAUNA LÍRICA

Hembra firme, sin macho, virgen bajo la selva,

y rítmicamente fina, voluptuosamente,

caminando lasciva con paso de culebra:

hecha del barro blanco con que se hacen los dientes,

con concurso de elásticos de apretadas almendras

y florido tamaño de árbol adolescente.

 

Hembra de azul guarida, faunesa de la selva

(Todos te ignoran, pero ¿yo necesito pruebas?

 

 

¿He de buscar el libro que no sabe de sueños?

¿He de poner en duda la palabra del trébol?

¿Han de importarme acaso las protestas de Octavio

si colgado en mis barbas me rezonga ¡mentira!

Y me busca querella por mis ochavos nuevos?)

 

Hembra de azul guarida, faunesa de la selva,

nadie te ha visto, pero aquí alumbran tus señas,

aquí queman y muerden como brasas tus huellas,

aquí está la hojarasca como revuelto lecho

y aquí está la ceniza donde ardieron tus piernas.

 

Ninfas que nadie ha visto, pero que sin embargo

(¿He de tener en cuenta las razones de Braulio

si me aturde la oreja porque lo que yo digo

no figura en los libros ni lo dicen los sabios?)

 

Ninfas que nadie ha visto, pero que sin embargo

en las lunas crecientes abren como corolas,

blanca la indefinible cucharada de sales

y dislocado el tenue talle como una soga.

 

 

LUZ UNITARIA

Quieta y firme en su fondo de dulce índice blanco

y vale decir de hueso puro o de metal sonoro,

o vale decir ruiseñor de piedra santa,

sal descubierta a golpes de herramienta

o campana cantando a golpe vivo.

Y vale decir de hermosa piedra congelada

o de dulce corazón y de lámpara.

 

Cincelada en celeste como una espada fría

y mas verde que el delgado corazón de alambre,

ni el agua limpia que pesa mas que un río

ni el sueño espeso que le sirve de alimento,

ni aun el esfuerzo de los elementos primarios

que establecen su cuerpo ideal en el aire,

ni la raíz, ni el hueso, ni la lámpara:

sólo su pura y dulce luz de adentro.

 

Su brasa inmóvil de duro y seco hielo

mas que una imperial estrella de hierro azul,

mas que un agua mineral de agrios filos;

toda encendida debajo de su pollera fría,

hecha hoguera y pan blanco, vuelta unísona leña,

toda retoñando por sus natales substancias,

labrando una sortija antigua con los dientes,

haciéndose una cavidad obscura con las uñas,

o un aire propicio para su naturaleza.

 

Crece su nuez adentro como un órgano nuevo,

crece como un sol solitario en un vientre,

como el diente del niño en la leche blanda;

crece el lento gusano transformándose en hueso,

crece el blanco carbón, crece hacia adentro.

 

Luminosa materia, en su gran consistencia

hay un gusto a pecado, existe un ciego beso,

una apretada lágrima de sal viva que quema;

hay un crimen violeta en este anillo espeso,

en este unido corazón que suena fuerte.

 

 

MARINA

Cuán triste te espera mi playa de arena.

Tu mar de belleza se acerca cantando,

me muerde y me deja su sabor de pena.

 

Cuando ya rendida te tengo a mi vera,

te yergues de nuevo, dejándome sólo

tu beso mordiente de angustia y salmuera.

 

Mi playa te espera doliente y serena,

pero en esa danza que cimbra tu vida

tú rompes mi pobre corazón de arena.

 

Mi playa te sigue tendida al ocaso…

Tu cuerpo de fruta, lejano y esquivo,

¡cómo lo tuviera ceñido a mis brazos!

 

 

ROBLE

¡Cómo le nacen hojas a mi roble,

cómo revientan flores en mis ganchos!

 

He sido, apenas, la raíz oscura

y hoy el amor me da su linfa grande.

 

¡Cómo me abrasa un hálito de surco,

y cómo tremolan mis anillos verdes!

 

La primavera me besó las manos

y entre los dedos me cuajó esmeraldas.

 

Gloria de un pobre gajo carcomido:

¡hoy también puedo perfumar el aire!

 

¡Decir que tengo suavidad de nido

y lengua de seda que se apaga y arde!

 

Aves del cielo cobijó mi copa

y se han vuelto cantos todas mis palabras.

 

¡Germinal de ensueños me besó la boca

y en hojas y flores reventó el milagro!

 

 

BOSQUE

¿Con qué llave de cábala han de abrirse tus arcas?

¿Con qué piedra de gracia he de golpearme el pecho

para que al fin se me abran como flores tus puertas?

¡Oh majestuoso duende de la barba florida!

 

Aquí estoy de aventuras, pero nada he resuelto.

Tantos signos me mienten. La centella, la aurora;

mis pasiones tan vivas, el diablo del Laberinto

y esta duda de afuera como piedra y esfinge.

 

Aquí estoy de aventuras, pero nada poseo.

Ni el caballo que tiene la herradura de vidrio,

ni la cota de mallas para cambiar de cara,

ni la espada que canta como un lirio en el aire.

 

¿Cuál será la medida de tu sésamo ábrete?

¿Cuál la cisterna húmeda, pura como una polca?

 

Ya, comadre cigueña, baje del campanario,

eche su cuello al viento, baraje como una mula.

Calzado con mis virtuosas espuelitas de cobre,

corta se nos haría la estación de la luna.

 

Y, linda princesa mía, cómo estarás llorando

porque tu estrella triste se tumbó a la deriva.

Mas yo seré el que conquiste tu castillo de naipes,

el que te signe el pecho con su rama de olivo.

 

Y pobre del dragón verde que está echado en el césped

gozándose en la doliente procesión de tus lágrimas.

Yo le haré que se oville como un perro de lana

hasta lamer el polvo de oro de tus sandalias.

 

Aquí estoy, de aventuras, y está todo resuelto.

Yo seguiré mi norte, camino de la leyenda,

hasta que un sabio golpe de mi hacha de viaje

me haga llegar a siete estados bajo la tierra.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/juvencio-valle/

 

 

ME MUERO IRREMEDIABLEMENTE

 

Me estoy muriendo en una Biblioteca

entre libros en fila,

testigos filósofos del hecho;

libros que desde lejos me contemplan,

mudos por fuera,

pero por dentro llenos de elocuencia,

y a quienes digo:

un momento Jorge Manrique,

San Juan de la Cruz, espérame,

perdóname, Quevedo.

 

Pidió mi muerte a plazos

el director del establecimiento,

la decretó el Ministro a ciegas,

y las paredes frías

quedaron silenciosas;

el techo de cemento

todavía no se viene abajo,

los mármoles del piso

parecen lápidas.

 

Oídlo por mi boca:

me muero día a día.

Que lo digan simultáneamente

mi compañero Alfonso Montenegro,

mi amigo Juan Cavada, la señora Emma,

las tres Marías de la Biblioteca

las dos Zulemas.

Y también los más jóvenes,

desde hoy sentenciados

a morir con el libro en la mano.

 

El alma se me cae en los tinteros,

nado en un mar de fichas y papeles,

archivadores, cartas,

máquinas de escribir, feroces máquinas

de sumar y multiplicar congojas,

timbres eléctricos,

gritos del emperador doméstico,

números, oficios:

me falta el aire azul,

me ahogo irremediablemente.

 

Soliciten una junta de médicos,

traigan sus instrumentales los doctores,

alargadme una rama,

llamad a los bomberos.

Aquí se necesitan

brujas en una escoba,

exorcismos violentos,

uñas de la gran bestia,

amuletos o cruces

para espantar el diablo en esta casa.

 

Píldoras para la libertad perdida,

cuerdas de salvataje,

una ventana abierta al sur,

un caballo ensillado,

una ráfaga.

 

Venid con yerbas frescas

para mi mal de adentro;

necesito con urgencia una botica,

yo todo me lo tragaré de golpe:

mis días están contados

pero aún pudiera ser tiempo.

 

Poned un radiograma a los poetas,

que los colegas sepan la noticia,

que nadie ignore cómo me encarnecen,

un cable que escuetamente diga:

«por disposición del jefe de Servicio

—un malo de la cabeza—

a esta hora se está muriendo,

irremediablemente,

Juvencio Valle

en la Biblioteca Nacional de Chile».

 

 

 BOTÁNICO

 

Parezco todo un sabio

—de larguísima barba—

cuando

alguna tarde suelo

—por ver y por saber o por capricho—

examinar a fondo el heliotropo,

y cojo la flor y la levanto

como a una mariposa

entre el pulgar y el índice.

 

A contraluz, atento, la contemplo,

desde abajo la miro,

y ya un pequeño vaivén, un soplo de aire,

me echa sobre la cara

algún pétalo suelto

o el polvillo dorado

de su escondida luna.

 

La llevo hasta mi mesa

y sobre un libro abierto

la deposito;

allí, mi mínima víctima,

se me queda dispuesta y silenciosa:

cabellera cortada,

puñado de perfume.

 

Fruncido el entrecejo,

amurallado entre gruesos tratados,

vidrios de aumentos, lupas,

estudio a mi prisionera;

pero ella, como única defensa

—oh, poder de la gracia—,

perfumándome los ojos

me invalida.

 

 

EL LIBRO PRIMERO DE MARGARITA

                VIII

 

Margarita no tiene oficio aparente; no tiene siquiera figura de flor o mariposa; se mueve con trancos de joven duquesa. Es lo extranjero en un país de repente descubierto y sin embargo todo ello tan a tono con la casa. Como quien recopila perfumes o palabras donosas, ella va levantando a medio cielo una larga red de luces que le pertenecen íntegramente. Son sus estrellas menores. Cada vez que se inclina caen al agua en mayor número y el agua interna se ilumina y se hace santa como agua de bautizo.

 

Y todo esto a través de cierta espesura, de cierto cristal continente que cuida de su porvenir. ¿Qué mayor abundancia si ella se desnuda y aparece a lo vivo con su sol de vergüenza? En su dormitorio la vida cobra aspecto de diluvio: rosas, golondrinas y corderos aparecen con el olivo en el pico. El agua rebulle y se ilumina a contraluz. Se mantiene en completo desasosiego, iniciando embestidas nuevas, tratando de subir con pie de vidrio al retablo de la niña. ¿Qué instantáneo sobresalto le comunica este apetito al agua? ¿Será que allí anda la luna navegando entre chinelas y bombachas chinas? ¿Será que el jazmín en polvo, el arroz y las violetas trémulas del pecho le electrizan la piel de holanda?

 

Es aquí ciertamente cuando nos damos cuenta de que el agua tiene una legua plural y unas inclinaciones de abierta impudicia . El agua lleva siempre una dirección voluntariosa, vive para sus instintos primarios: se relame la trompa incisiva y conspira por costumbre. Es libertina y sigilosa. Para su gobierno se requerirían las duras corrientes del mar, los broncos caballos marinos que le galoparan a base de huracanes la barriga constante. O bien el verbo espacioso, de largo acento abstracto, que le sacara de su ausencia para hacerla vivir en positivo.

 

--¡Basta de hacer espuma en el vacío; levantemos ahora chispa en el tenebroso! Con aspereza, porque los elementos van declinando en su travesía acompasada, van perdiendo relieve al extraviarse en obscuras inmersiones. Ceño, voluntad, relente, forman como una nube encima de los cuerpos moribundos. Los pozos se llenan de algas, las lagartijas pierden sus colas, los relojes se detienen y escuchan. Y andando más aún ¿nos olvidaremos de esos universos redondos cuyas montañas se han desvanecido al roce continuo de la oscuridad? ¿nos olvidaremos de las piedras del mar demolidas poco a poco por el agua uniforme? Animales y objetos van quedándose en la sombra, huesos y maderos van pudriéndose en la humedad. Las cosas adquieren forma de largas cañas, de pitos prolongados que al pasar sonando débilmente y al escabullirse por entre túneles y anillos son como elásticos alimentados con vinagre. Tamaño, color, forma, movimiento, caben en una misma débil canal, sin escalas, sin saltos, sin piedras preciosas. Parece como si una espesa masa gris caminara hacia una alta garganta; o como si la ceniza y el polvo de la muerte se treparan al pecho de las cosas vivas. La materia no tiene consonancia, manifestaciones libres, potencia interior. En su larga angostura carece de motor y de medida. Se vacía, se reúne y cobra aspecto de serpiente; pero no se eleva, no echa chispas, no ofrece frutos amarillos.

Tomado de:

https://www.poesi.as/Juvencio_Valle.htm

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