martes, 7 de marzo de 2023

POEMAS DE JAIME JARAMILLO PANESSO


Recomendaciones 

 

 

Cuida tu boíso y el celular,

 

cuida tu cadena de oro

 

y el dije de la Virgen del Kilo.

 

Cuida mejor todavía

 

la puntería y el pulso

 

de tu mano derecha.

 

Cuida el motor y el acelerador,

 

las gafas oscuras,

 

la chapa con el nombre nuevo.

 

Cuida el chaleco protector.

 

Y no olvides nunca,

 

pero nunca

 

llevar municiones de repuesto

 

y una bala lista

 

en el cargador.

 

 

El herido 

 

 

En la policlínica

 

yo soy el que ordeno, señor.

 

Dijo el médico residente.

 

En el barrio mando yo,

 

dijo el hombre que acompaña

 

al herido moribundo.

 

Y como yo traje a este man

 

que se le va la maldita vida,

 

usted, señor doctor,

 

se pone las pilas o se muere.

 

 

 

Dígale a sus enfermeras

 

que consigan una pieza

 

y le pongan los cuidados,

 

el oxígeno, los vendajes

 

y la inyección que necesite.

 

Muévase doctor.

 

Así señaló

 

 

 

con la punta de una pistola,

 

mientras el hombre moría

 

por tantas balas en el cuerpo

 

recibidas, alojadas.

 

 

 

E! médico de urgencia

 

llevó al herido en una camilla

 

hasta el quirófano

 

seguido por una pistola

 

y un malevo que la portaba.

 

Pero ni la pistola

 

ni los médicos lo pudieron salvar.

Tomado de:

http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/colombia/jaime_jaramillo_panesso.html

 

 

La novia del malevo maldadoso

tiene pinta distinguida:

usa ropa de marca con marquilla

en el orillo de la falda,

en la suela del zapato plataforma,

en el borde del corpiño,

en el filo del pintalabios

y en el fondo de un frasquito

aterciopelado donde duermen

las gotas de un perfume

traído de Miami o Panamá.

La novia del malevo

sabe que no puede cambiar

de reloj, porque pierde

la hora del compromiso,

el minuto del arranque,

el segundo, el instante que ordena

la llegada o la salida a dar una vuelta

por la otra ciudad.

La novia del malevo

también es maldadosa.

Y si muere por bacana,

no es por ser mujer,

sino por cambiar de cama.

Y de canana

 

 

tanguito para malevo

Malevo tira al blanco

como ninguno,

y en cada tiro pone

su corazón.

Al cabo de algún tiempo

su voz se agrieta,

cuando se pone triste

sin un amor.

Tal vez allá en la infancia

siempre dormía

como una hormiga sola

en un rincón.

Malevo canta un tango

sin conocerlo.

Malevo tiene pena

y chupa sacol

 

 

indagatoria a un malevo

A mí me llaman La Pulga,

señor juez,

pero mi nombre de pila,

el nombre verdadero lo sabe mi mamá,

porque ella tiene el papel

de la notaría cuando nací.

Eso hace muchos años,

como veinte.

Estudié la primaria

en la escuela del barrio,

pero no terminé

porque tuve que trabajar

para mis hermanitos menores.

Entonces aprendí a lavar buses

en la terminal de Castilla.

Ahí conocí a ese muchacho Rober,

el que capturaron conmigo.

Nada malo hicimos,

señor Juez.

Nosotros estábamos tomando una frescola

en el café La Bola Roja

cuando llegaron unos tipos

a preguntar por un tal Memín.

Cuando salimos

el muerto estaba ahí.

Yo sí lo vi,

pero no lo conocía.

Después llegó la policía

Rober y yo nos fuimos a dormir

y en el camino

nos alcanzaron dos amigos

que trabajan en el lavadero.

Les guardamos un fierro que traían.

Ellos iban para una rumba

donde una madrina

que cumplía años en el Pedregal.

Al entrar a la casa

nos cayó la policía,

nos decomisaron la pistola

y nos trajeron al calabozo

de la Sijin.

Y ahora nos dicen

que ese fierro es de nosotros,

y el muerto también.

Yo soy lavador de carros,

señor juez,

y nunca aprendí a disparar.

Pregúntele a mi mamá

Tomado de:

https://public-digitaliapublishing-com.ezproxy.biblored.gov.co/viewepub/?id=49768

 

 

Guayaquil 

 

 

Si vos estás en una esquina

 

y ves pasar gente con andar

 

rápido al amanecer

 

que se detiene por un jugo de naranja

 

con huevo crudo para sorber

 

si vos estás en la acera

 

y el silencio camina bullicioso

 

con los tacones de las obreras

 

que pasan con paquetes desayunos

 

envueltos en plásticos de retal

 

si vos ves toda esa película

 

que se va disolviendo

 

en la mitad de la mañana

 

no hay duda

 

andás por los lados de

 

San Antonio y Guayaquil

 

luego llegarán carritos de madera

 

zorreros con bocachicos al detal

 

y otros con avena caleña

 

Y las frituras para quienes

 

sólo una vez al día pueden comer

 

saldrán las mujeres con arrugadas batas

 

en fresca minifalda de satín

 

a tomar el sol gratuito aún

 

de la mañana municipal

 

si vos estás en otra esquina

 

parado a lo bacán

 

alguien por disimular

 

te pedirá un pielroja

 

por señas y vos caramba

 

te habrás dado cuenta

 

que estás en el corazón de la ciudad

 

Jaime Jaramillo Panesso, Medellín 1938

Tomado de:

https://poesiainnecesaria.wordpress.com/tag/jaime-jaramillo-panesso/

 

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