Posibilidades
Hemos resuelto no existir. Mejor dicho
se ha resuelto que no existiéramos.
Así quedamos quietos, en el fondo,
sin hacer nada.
Como niños demasiado buenos
que han renunciado al juego por no hacer ruido
y ni hablar de leer, porque hay crujidos
al dar vuelta las hojas.
Adelgazados, sí, casi sin peso,
sin movernos, ya dije.
Sólo queda mirar a quien no mira,
no nos ve casi nunca.
¡Pero a veces!
A veces existimos todavía
en forma de punzadas silenciosas.
Un pensamiento-aguja, voz-astilla
da el inaudible grito: "¡Todavía!"
Posesión
Ha visto las palmeras de su plaza
casi al amanecer o cuando cae
la sombra y ha cruzado
-y siempre en diagonal- al mediodía.
Esas palmeras, esas anchas calles
por donde el paso anuda
sus rápidas puntadas
¿no son acaso suyas?
Más bien es al revés: él es de ellas
y ahora lo descubre.
Ellas: él mismo en ellas
caminante y camino.
Tomado de:
https://campodemaniobras.blogspot.com/2014/11/circe-maia-dos-poemas.html
Terca paloma
-El aire me pesa...
(La paloma se cansa luchando contra el viento)
-Sácame el peso
quítame el aire
líbrame el ala
El aire te sostiene
ave estúpida, calla
(Pero sueña el vacío
la paloma kantiana)
Raíces
Hoy de mañana
tuvimos que arrancar unas hierbas
que crecían por todas las ranuras.
Se arrancaron las hierbas
y quedaron al sol temblando las raíces
como sorprendidísimas... y esto?
De lo oscuro a lo claro en un instante?
Muerte invertida, rara:
de la tierra cerrada y ciega
al ojo azul, que todo lo traspasa.
Abrirse a todo aire: perderse
Soltarse a toda luz: también perderse
dicen las raíces
temblando.
Lluvia de octubre
Que las gotas toquen con tanta suavidad las baldosas
hace que no parezca muy real esta lluvia,
ningún ruido.
Sólo se ve prenderse y apagarse los pequeños círculos
dando golpes al agua, blandamente.
Se encienden y se apagan, como pequeños signos
-cambiantes, rapidísimos-
de un código secreto.
Juntos
Todo lo eterno resultó un insulto
para la pobre planta pisoteada
también para los ojos que la miran.
Mírala.
Más vale ir juntos
-no te separes-
con la corteza que el viento arranca
salir volando.
Si se quiebra, quebrarse
quemarse, si se quema.
Ir desapareciendo
sin soltarle la mano.
Prisionero
la ciudad te ha de seguir
Kavafis
Así que no hay manera de librarse:
bastará darse vuelta para verla.
Allá viene, siguiéndote
moviéndose -en apariencia lentamente-
y en realidad muy rápido.
Y si huyes, por un momento sientes
muy lejano el ruido de las calles
discusiones, motores y ruidos y bocinas
son un sordo rumor.
Y de tan
lejos
apenas brillan ahora las ventanas más altas
tal vez un campanario.
Pero cuando por fin llegas a otro
lugar, a otra ciudad desconocida
tu ciudad te ha alcanzado bruscamente:
ya no es cuestión de darse vuelta. Adentro
muy adentro de ella te paseas
y a la otra le ruegas que te espere
que no se vaya lejos...
La otra no se mueve, pero se decolora
pierde tibieza, sus sonidos bajan
sus olores apenas se perciben
y el viejo aroma de la que te envuelve
no te suelta.
La espiga sola
(De Metrodoro de Quíos)
Inimaginable:
en la inmensa llanura
la espiga sola.
También inconcebible:
en mundos infinitos
la vida, sola
brotando en un planeta
de una estrella remota.
Canción de la contingencia
Podría no haber nacido
podría no estar aquí
lo que hice, no haber hecho
lo que dije, no decir.
El punto desde el que miro
¿quién lo habría de ocupar?
¿Otros ojos mirarían?
¿No habría ningún mirar?
Tal vez hubiera una planta
en donde pisa mi pie
o tal vez fuera una piedra
que ahora no está, no lo sé.
A veces crece la planta
sin tener donde crecer
y cae y cae la piedra
y no deja de caer.
Y miran con gran reproche
porque hay otro en su lugar
¿Y quién va a explicarles
nada si no hay nada que explicar?
La mirada detrás de las palabras
Hay un dibujo
-nítido, negro, bien delineado-
sobre el muro: es la sombra
de aquellas altas ramas.
Nuestros ojos recorren de manera distinta
cada vez: doblan aquí o allá; se detienen, a veces
para tratar de verlo todo junto
los caminos cruzados de las finas sombras
sobre el muro blanco.
Y hay urgencia en guardarlo en la memoria
pues le han salido a las ramas unos brotes
y también varios gajos
del futuro follaje.
Como charla aturdida
se moverán las hojas
se moverán los finos caminos de las sombras
en la masa total de sombra informe.
Las ramas estarán, sin embargo, presentes
como mirada intensa
detrás de las palabras.
Estos poemas forman parte del libro de poemas de lo visible,
publicado por Feria Nacional de Libros y Grabados. Asociación de Impresores del
Uruguay, en 1998.
Tomado de:
https://www.revistaelgolem.com/2022/01/23/de-lo-visible-poemas-de-circe-maia/
Sobre textos de Franz Kafka
I
(Apariencias)
porque somos como troncos
tendidos en la nieve:
Un empujón, parece,
haría que rodaran.
Pero no es así. Están
muy afirmados
en la nieve.
_Cuidado, porque esa impresión
también es aparente.
II
(Odradek)
No es una flor ni un pájaro.
No es ningún animal, ninguna planta.
Existe como un pequeño ovillo con hilos enredados
y algunas maderitas, sobre las que se para.
Puedes hablarle. No
siempre te contesta.
Está en algún rincón de la casa: un peldaño
de la escalera, apenas visible.
Como es tan pequeño
te diriges a él como a un niño y preguntas:
- ¿Cómo te llamas?
-Odradek, te contesta.
- ¿Y dónde vives?
-Domicilio desconocido, dice, y luego ríe.
Esta risa es muy rara porque Odradek no tiene
pulmones, de modo que su risa
suena más bien como el rumor del viento
sobre las hojas secas.
III
(Cazador grachus)
- ¿Siempre es el mismo barco?
-Desde hace siglos, siempre en la misma barca.
- ¿No has podido morir?
-No del todo. Me
despeñé cazando una gamuza
allá, en la amada Selva Negra.
Pero ya ves, el barquero que debía llevarme
al otro lado equivocó su rumbo,
Tal vez una pequeña distracción,
y ya quedé viajando para siempre.
-¿Te quedarás algún tiempo aquí?
-No, muy poco. Debo
irme,
Recorrer otros mares. A
veces me parece
que hemos recuperado el rumbo
verdadero, el de todos,
pero es un sueño. Me
despierto en la costa
de algún nuevo lugar, aquí, en la tierra.
-Veo moverse tu embarcación.
No hay viento.
¿Qué la impulsa?
-La impulsa un viento invisible, el que sopla
En las regiones inferiores de la muerte.
IV
(Junto a la puerta)
Junto a la puerta hay un guardián.
Le has pedido permiso.
“No es posible pasar”-te dice-.
Pero si te dejaras, encontrarías a otros, más terribles,
que no te dejarán avanzar.”
Te sientas junto a la puerta.
Esperas.
En muchísimo tiempo nada cambia. Envejeces.
Sientes llegar el fin.
Pero antes, miras
cómo el guardián cierra la puerta.
“¿Por qué la cierras?”, dices.
Y él te contesta:
“Esa puerta te estaba destinada.
Ya no estarás aquí.
Voy a cerrarla.”
Raíces
Hoy de mañana
tuvimos que arrancar unas hierbas
que creían por todas las ranuras.
Se arrancaron las hierbas
y quedaron al sol temblando las raíces
como sorprendidísimas… ¿y esto?
¿De lo oscuro a lo claro en un instante?
Muerte invertida, rara:
de la tierra cerrada y ciega
al ojo azul, que todo lo traspasa.
Abrirse a todo aire: perderse.
Soltarse a toda luz: también perderse
dicen las raíces
temblando.
Donde había barrancas
Otra vez se levanta de la memoria el golpe
del remo contra el agua. Brilla el arroyo y tiemblan
las hojas en la sombra.
Miran ojos risueños, pelo mojado. Arriba
azul y sol y azul… Mira los troncos negros
y rotos, oye el agua.
Tibia madera siento todavía en la mano
y a cada golpe sordo que da ahora mi sangre
se vuelve a hundir el remo en verde frío y algas.
Un tallo firme y verde venía enero alzando.
Y venían del viento, del amor, y venían
de la vida,
alas rojas y en vuelo, los días del verano. Rema, remero,
y no escuches el golpe
negro, del remo.
El golpe corta trozos cortos de tiempo,
trozos iguales, casi relojería
y se piensa que adonde se van cayendo
un golpe y otro golpe junto al vuelo del día.
Mira que se ennegrecen las blancas horas
y de querer pararlas ya casi duelen,
Caen al alma fríos y de ceniza
los golpes que en el agua dieron los remos.
Y atrás se ve la cara tersa del río
el rostro del verano, azul y liso.
Mito amazónico
Escucha la historia de la Muerte.
Ella estaba sobre la tierra, escondida.
Ella no estaba abajo.
Un agua subterránea, pura
era bebida de los inmortales
debajo de la tierra.
¿Quién fue culpable?
El que salió y quebró y saltó hacia afuera
por haber escuchado un canto de pájaro.
No hubiera escuchado.
No debía salir.
El dejó el lugar protegido.
El juntó frutas, plantas
y llevó adentro, abajo.
Y en cada fruto estaba semilla de la muerte.
Cayeron las semillas. Germinaron.
El ruido del mar
Hay un tejido, una red luminosa
que tiembla en la arena, por abajo del agua.
Se ve a través del verde transparente
como una temblorosa trama.
Cuando la ola rompe su espuma
quedan burbujas sueltas, chiquitas
sobre la piel del agua:
brillan intensa, nítidamente
en seguida se apagan.
Por la suave curva de las olas
sobre su lento avance
sobre su amplio movimiento seguro
la luz resbala.
Se deslizan los resplandores
por los movedizos toboganes del agua.
Ruido del mar, qué golpe derramado
qué entreverada voz y qué sonido
tan confuso y oscuro
cuando todo en derredor está tan claro.
Todos los límites
firmes y recortados
todo con su color tan decidido
los colores tocándose
uno al lado del otro, sin mezclarse.
Y parece que cada uno: limpio
y liso azul, rojo tejado
verdor brillante
diera un sonido puro e inaudible
y todos un acorde fuerte y claro.
Pero el ruido del mar no se comprende,
se desploma continuamente, insiste
una y otra vez, con un cansancio
con una voz borrosa y desgranada…
Y no se sabe
qué es qué quiere o qué pide
el turbio ruido oscuro
cuando todo en derredor está tan claro.
POEMAS JUVENILES
(INÉDITOS)
De noche
El que camina solo, por la noche
en las calles sin nadie, y va sintiendo
sus propios pasos en la calle sola.
Siente su vida irse por las calles
atravesar la noche como un agua
que empapa las veredas silenciosas
Y quiere con la misma noche andar
al mismo paso ir, al mismo tiempo.
Diluirse en un agua que se aclare.
Volverse transparente, azul, liviano
amanecer con los amaneceres
y sentirlos adentro levantarse.
Enero
Dentro de la noche abierta
y el aire azul del verano
qué bueno el echarse a andar
con el corazón callado.
Apenas se mueve el aire
como de un ir palpitando
Tibieza al rozar la cara
y los brazos.
Y una luz honda y azul
moja los labios cansados.
Se dobla el agua del mar
en un sordo rumor blando.
Se sumerge la mirada
en el cielo puro y alto
Y se bebe como un vino
el verano.
Brillo del agua del mar
Anduve como una ciega
que de pronto a ver, llegara:
Brillo del agua del mar
los ojos me traspasaba
Quería palpar el aire.
Le dije que se bajara
y el aire se me caía
temblor de luz- en la cara-
Ciudad transparente
la luz en las calles del viento
y el mar en la frente.
-Estos poemas inéditos pertenecen a Voces del Agua a
publicarse por Rebeca Linke Editoras en este 2020.
Tomado de:
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