Sirena
¿Cómo será perderse en un tiempo hecho de agua?
Jugar a ser sirena vieja,
tan profunda como
un abismo que se ahoga
y sólo el tiempo...
entonces sólo agua:
el paisaje más vacío
hecho de nada
l l e n o d e a g u a
andando como algún tiempo más lento
afectando algas
imaginarias
que se conciben a sí mismas como
cabellos humanos
ondeándose
al viento,
al tiempo y al blanco
rozando ya caído
ese pezón duro
y
ennegrecido
formando en contraste los años suyos
los de ella,
claro...
su gesto de adiós avanza con ese
tiempoagua
ella con el cuerpo de viento inmenso
que sale
de su boca
para soplar su cabello:
algas blancas y
largas.
ACUARELA
Imagino mi muerte
(un cuerpo que parece ser el mío entre los
Ecos del tiempo
Sobre esta caja
/encerrado/
tan llena del aire que son recuerdos
y me envuelven
enfriando las pequeñas paredes de madera,
dándoles el viejo sonido
de la nostalgia
que me hace compañía como
un cuerpo capaz de hacer el amor)
estamos él y yo
(mi cuerpo, mi cuerpo y yo)
La piel es suave
Y pronto estos senos blancos estarán cubiertos
CUERPO DESPIERTO
hoy emergen los ojos
como cuerpos ajenos
desnudos
de la música
que los hizo dormir.
lo hacen
temiendo a la magia,
frases,
luces opacas,
inviernos
y ahogos maravillosos.
Han despertado
para ver
un cuerpo muerto y dulce
partido por la mitad
que ya no dice nada más
que alguna nostalgia
lanzada al aire helado.
la Voz de la Manada
Yuo
eterno y feroz animal del tiempo
insomne se arrastra hoy sobre la sal de su ciudad
morador del papel y padre de reos culpables
escribe desde su tétrica morada
para poder devorarlos
los arrebata de otro animal del tiempo
hermano suyo menos salvaje
que retrocede negligente
a estos hombres antes del yerro
a otros los arranca con plena justicia de la misma muerte.
estos reos antes de ser devorados
ofrendan sus propias ciudades inútiles a Yuo.
no servirán para extraviar en ellas
las culpas de la memoria
o aplacar el hambre del temible animal
que suicida su cuerpo comiendo la sal en la que vive
como guardián atrapado de la ciudad de los reos.
CORONACIÓN
Tengo la costumbre de tragar a mis hombres
cuando quedan dormidos sobre el polvo
también de convertirlos en nausea
junto al viejo escenario que regresa a mi cabeza:
los reinos
inservibles
de lata y de
cartón
que me delatan
como un rey innecesario
que muere inventado
las excusas y hombres que me entierren
y vuelvan a buscarme.
entonces reconozco las latas abiertas y vacías
el cartón que me abriga
y algún animal que a cambio de una caricia
me quiso orinar encima.
No,
no soy un rey,
Sino solamente un juego que se detuvo distraído en la
neblina,
el ruido
y el polvo.
Olvidé la coronación.
Respiré la neblina y me quedé dormido.
Perdí una mujer fea de grandes senos
que sonreía para mí y
se desnudaba para que pudiera esconderme del frío
dentro de su cuerpo grande
y de olor a metal oxidado.
Olvidé la coronación
respiré hondo dentro de las latas.
Sumergido,
preferí crear un reino de caparazón,
que se extienda
en cualquier mundo que haya dejado de serlo
para convertirse en algo menos que miseria.
LA PRIMERA ANUNCIACIÓN
Yo quiero que ese niño nazca muerto, María
Poco me importa ser el padre de un salvador
O el santo que acompañe tu vientre
Tocado por las manos ásperas
De un dios egoísta.
Él
Pondrá sobre tu hijo una corona de espinas
Y lo llevará hacia la cruz de los traidores;
Lo llamarán:
El Rey de los judíos
Pero antes será arrastrado por Jerusalén
Y envidiado por Juan, el hijo de tu prima Isabel,
A ser llamado El Bautista
Que tampoco nace aún en esta tierra
Y tiene ya un destino miserable.
El Tuyo se llamará Jesús
Y le pedirá a un hombre que lo lleve a la gloria
Rogará a un tal Judas que lo entregue a los fariseos,
ÉL venderá su deshonra
Por un lugar en la mesa de los apóstoles
Para la eternidad.
Y en la hora de su muerte
Tu hijo
Partirá hacia los brazos de su padre con dos ladrones,
Tendrá sed
Y morirá diciendo
Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
María,
¿Quién te perdonará a Ti en la vejez?
¿Quién te dará otro hijo sin una muerte o dolor
Que se anuncie en la boca de un ángel malvado?
¿Quién te dará otro hijo que no sea arrebatado
Para el perdón de nuestros sabios pecados?
Por eso, joven esposa, yo quiero que ese niño nazca muerto.
Gabriel,
Me ha dicho ayer en el taller
Que nunca serás mi mujer.
Gabriel, te visitará mañana y no podrás ver su cola de
Rata
O su perfil oscuro.
Te hará caer en la tentación de su dios en el exilio
Y serás la madre de aquel que lleve a su pueblo
A vivir en la culpa de haberlo matado.
Tú los arrastrarás
A vivir escondidos en el temor de desobedecer
A un falso dios,
Que ríe sabiendo ya, que engañó a los hombres
Y les quitó el fuego.
Serás tentada, María
Ascenderás a los cielos a descubrir una mentira
Y te arrepentirás de nunca haber sido mi mujer
De no haber aceptado hermosos vestidos
Ni bebido de mi saliva
Convertida en vino para tu garganta seca.
Serás tentada y yo te seguiré,
Pero escucha bien lo que te digo, niña de Nazareth,
Poco me importa ser el padre al que todos asuman como
El Salvador.
Poco me importa callar cualquier verdad o mentira,
O saber que los hombres serán engañados
Y adorarán a un demonio con piel de cordero.
Yo
Te seguiré en la tentación
Y cuando no mires
Tallaré un dios,
Un verdadero dios de madera para los idólatras.
Pensaré en el becerro de oro
Y reiré cuando los hombres adoren a tu hijo
Y cuando no mires,
Cuando no pongas tus ojos sobre mí
Me tocaré,
Soñando con dormir alguna vez sobre tus piernas
Y, así no lo quiera,
Seré convertido en el santo que acompañe
y adore a tu vientre.
Fragmentos de "La primera anunciación" (Ajos y
Zafiros, 2006)
© Cecilia Podestá
Tomado de:
https://ceciliapodestap4.blogia.com/
día 8
mi cuerpo tropieza con la muerte
y es rechazado como una mujer impura.
tengo ahora la sonrisa de un animal
que padece el veneno prolongado de sus captores.
mi cuerpo, que está tendido ahora, casi inmóvil,
ha sido tocado por las manos de las que nacerán los
huérfanos
y por las que cantan como gritos
las bocas de todos los hombres
de este encierro.
soy una carne destruida, de hábitos aturdidos, de
ruegos inútiles, vacía.
¿seré una carne sin alma cuando haya perdido la fe?
no llega a mí el final que se tiende oscuro sobre mis
párpados.
(somos cuerpos sentados en un trono miserable para
ser mutilados)
sólo viene el canto desesperado de cada hombre
vencido.
canto que va destruyendo mis días, mis recuerdos y
mi fe.
canto que destruye sus días, sus recuerdos y su fe.
día 13
las manos de mi madre y su tosca vejez...
su olor, su voz... cada uno de sus rezos
sus manos sosteniendo en un rosario toda la fe...
la escupieron y golpearon
porque inútilmente trató de detenerlos cuando me
llevaban y me acusaban.
ella me busca
y sabe que en algún lugar oscuro
cuando nadie se me acerca
me toco la cara y trato de sentir en mis manos, el olor
de su vejez.
no puedo ahora tocar su piel que guarda las línea^gm
atravesadas de todo un clan que comenzó en su
vientre y entre sus piernas cuando aún era una
muchachita asustada de complacer a un hombre.
no puedo siquiera tocar sus arrugas y calmarla con mi
voz.
no sé de mis hermanos
no sé si estarán presos como yo
o consolando la desesperación de mi madre que
puede escuchar el sonido de mis huesos
y oler el fuego que arrojan sobre mi carne.
día 20
mis pies reciben ahora la orina que se desliza por mis
piernas, estoy aterrada, veo a la mujer con la que
comparto esta celda caer con violencia sobre el suelo
para matar al hijo de cada uno del que nos tocó, el
hijo de una patria tan distinta a la nuestra... hijos o
pobres bastardos por los que pocas, sentirán amor.
ella no quiere escuchar su llanto como nuestro coro
miserable.
ha descubierto en el crimen, un acto de amor.
y yo siento que mi alma cae entre mis piernas y se
hace un charco de orín junto al de ella.
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/peru/cecilia_podesta.html
IV
Tres golpes agudos contra el
piso describen la caída de una cuchara. Un golpe seco contra el suelo al
alicate del torturador. Ahora yo escucho a mi padre. Camina por toda la casa
hasta que nos encuentra desnudos y observa nuestros pies apenas descubiertos
sobre la cama. Pero no es él. No le está
permitido entrar. Los muros crecen aquí tan alto como los árboles de tu hospital
Solo estamos tú y yo,
escondidos, desnudos y dormidos.
Cierro el ojo que quedaba
abierto y vuelvo a dormir sobreviviendo a mi apellido. Padre e hija se pudren
bajo el mismo nombre.
IX
Llueve sobre la pista de
aterrizaje. Llueve sobre mi ombligo. El agua desmorona el pabellón de tu padre
y nos expulsa. Tus patas han aterrizado en el último lugar: mi cuerpo dentro de
una gran bolsa negra. Las olas fueron más grandes que los muros y los árboles.
Lo cubrieron todo. Nos escondimos dentro del último de los aviones arrastrado
apenas por el agua y la fiebre. Nuestras cabezas hierven contra la frente del
otro. Te beso y abro mi cuerpo. Tu boca
es ahora el centro de mi cuerpo, de mis piernas y mis palabras. Terminamos
dentro de otro pabellón después de las plegarias mudas de dos chicos
recostados, destruidos, desnudos y dolorosos. Tu cabeza es mía y descansa su
vuelo sobre mi pecho. Hundo mis manos en tu pelo negro. Yo te amo.
5
Escribo y me arrastro a la
única fosa posible: la boca de mi amante joven y dudoso.
Ahí cabemos yo y mi escritura
expulsadas de todas las otras fosas en las que vivos y muertos sabrán siempre
quien soy yo: la hija del que explotó una granada en el cuerpo moribundo de
Santos, el periodista. La hija del que sodomizo a una chica antes de que uno de
los muchachitos hambrientos con uniforme militar la desvirgara teniendo pena de
ella pero dejándola al resto, ya saciado.
De El pabellón de
los aviones
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2018/10/poetas-peruanas-cecilia-podesta/
I
Compartimos el hedor de nuestras almas
y cuando hizo falta
un algodón bañado en aceite negro
porque quemaron nuestra piel.
Fuimos temeros del ruido
sospechamos de cada silencio,
de la luz del día
tan amarilla como la locura desteñida
que salía por nuestras bocas
despertando el castigo
y ratas amables
por las que supimos que la noche era un miserable rincón
que sólo las escondía a ellas.
Fui uno de ellos y el Señor lo sabe
Fui uno de los muchachos que creció
alumbrado entre los pasadizos
por las luces que se colaban desde la calle
y saltaban a nuestras caras a pesar de las ventanas y
falsos barrotes
del albergue de San Miguel,
-casa de menores-
II
Cuando tuve trece años me llamaron asesino.
Mi madre no lloró por mí.
Solo las más feas, las más usadas e infelices mujeres
lloraron por mi acto tan puro.
El que dicen que fue mi padre
se encerró dos días con una pistola vacía
a pegar la lengua en las paredes de una vaso roto.
Deseaba que una bala lo salve de la caricia de su niño
asesino
y acabe con su piel grasienta
y movimientos inútiles
sobre mujeres inútiles también.
Quedó a solas con la misma pistola
con la que penetraba a las putas que se hicieron hermanas
en el hambre.
Las amenazaba con disparar en el centro exacto de su cuerpo
el ángulo perfecto de su miseria
y quemar las entrañas
que recibieron hijos, clientes, pinzas e infecciones.
III
Mi madre era otra puta miserable
que llenó mi estómago con dedicación.
Dio el olor que dejaban bajo las colchas perfumadas a mi
infancia
e hizo de sus gemidos una nausea carraspeando
iguales a la del hombre que me maldice y penetra
acostumbrado a dejar su baba en mí.
y la breve luz de cuando la puerta entreabre.
Cuando termina
esconde los dientes
saciado
se limpia con descuido
sube sus pantalones
y se pierde entre los pasadizos
exhausto
aun con el temblor y el pálpito
con el goce
sin delito
IV
La llamaron Clara.
Era la segunda vez que se escuchaba el llanto de uno de los
hijos del burdel.
Todos los otros habían sido enterrados antes de nacer
pero la tierra que los poseía era corrupta
y el perfecto umbral al infierno
en el que Clara y yo debimos desaparecer
En cambio a eso fuimos abrigados por esas colchas
apenas humedecidas
Y donde las mujeres reunían agua para lavar sus piernas
Lloró Clara por última vez
Asintiendo mi corazón,
y aceptando el agua
como manos que la recibían.
Tomado de:
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