domingo, 26 de enero de 2025

POEMAS DE JOSÉ EMILIO PACHECO RECORDAMOS SU PARTIDA


DISERTACION SOBRE LA CONSONANCIA

Aunque a veces parezca por la sonoridad del castellano

que todavía los versos andan de acuerdo con la métrica;

aunque parta de ella y la atesore y la saquee,

lo mejor que se ha escrito en el medio siglo último

poco tiene en común con La Poesía llamada así

por académicos y preceptistas de otro tiempo.

Entonces debe plantearse a la asamblea

una redefinición que amplíe los límites

(si aún existen límites);

algún vocablo menos frecuentado por el invencible desafío

 de los clásicos.

Un nombre, cualquier término (se aceptan sugerencias)

que evite las sorpresas y cóleras de quienes

-tan razonablemente- leen un poema y dicen:

"Esto ya no es poesía."

 

 No me preguntes como pasa el tiempo

 

 

AUTOANALISIS

He cometido un error fatal

-y lo peor de todo

es que no sé cuál.

No me preguntes cómo pasa el tiempo

 

 

NOMBRES

El planeta debió llamarse Mar

Es más agua que Tierra

Desde entonces

 

 

TRADICION

Aquí yacen tus pasos:

en el anonimato de las huellas

Desde entonces

 

 

LOST GENERATION

Otros dejaron a la "posteridad"

grandes hazañas o equivocaciones

 Nosotros

Nada dejamos

Ni siquiera espuma

Desde entonces

Tomado de:

https://www.ingenieria.unam.mx/dcsyhfi/material_didactico/Literatura_Hispanoamericana_Contemporanea/Autores_P/PACHECO/Poemas.pdf

 

 

A quien pueda interesar

 

Que otros hagan aún

    el gran poema

los libros unitarios

    las rotundas

obras que sean espejo

    de armonía

 

A mí sólo me importa

    el testimonio

del momento que pasa

    las palabras

que dicta en su fluir

    el tiempo en vuelo

 

La poesía que busco

    es como un diario

en donde no hay proyecto ni medida

 

 

Aceleración de la historia

 

Escribo unas palabras

                                        y al mismo

ya dicen otra cosa

                                 significan

una intención distinta

                                       son ya dóciles

al Carbono 14

                         Criptogramas

de un pueblo remotísimo

                                            que busca

la escritura en tinieblas.

 

 

Alta traición

 

No amo mi patria.

Su fulgor abstracto

     es inasible.

Pero (aunque suene mal)

     daría la vida

por diez lugares suyos,

     cierta gente,

puertos, bosques de pinos,

     fortalezas,

una ciudad deshecha,

     gris, monstruosa,

varias figuras de su historia,

     montañas

-y tres o cuatro ríos.

 

 

Caverna

 

Es verdad que los muertos tampoco duran

Ni siquiera la muerte permanece

Todo vuelve a ser polvo

 

Pero la cueva preservó su entierro

 

Aquí están alineados

cada uno con su ofrenda

los huesos dueños de una historia secreta

 

Aquí sabemos a qué sabe la muerte

Aquí sabemos lo que sabe la muerte

La piedra le dio vida a esta muerte

La piedra se hizo lava de muerte

 

Todo está muerto

En esta cueva ni siquiera vive la muerte

 

De "Islas a la deriva, 1973-1975"

 

 

Copos de nieve sobre Wivenhoe

 

Entrecruzados

caen,

se aglomeran

y un segundo después

se han dispersado.

Caen y dejan caer

a la caída.

Inmateriales

astros

intangibles;

infinitos,

planetas en desplome.

 

 

Contraelegía

 

Mi único tema es lo que ya no está

Y mi obsesión se llama lo perdido

Mi punzante estribillo es nunca más

Y sin embargo amo este cambio perpetuo

este variar segundo tras segundo

porque sin él lo que llamamos vida

           sería de piedra.

 

 

El mar sigue adelante

 

Entre tanto guijarro de la orilla

  no sabe el mar

     en dónde deshacerse

 

¿Cuándo terminará su infernidad

   que lo ciñe

      a la tierra enemiga

        como instrumento de tortura

          y no lo deja agonizar

            no le otorga un minuto de reposo?

 

Tigre entre la olarasca

  de su absoluta impermanencia

    Las vueltas

      jamás serán iguales

        La prisión

          es siempre idéntica a sí misma

 

Y cada ola quisiera ser la última

  quedarse congelada

     en la boca de sal y arena

         que mudamente

           le está diciendo siempre:

              Adelante

 

 

El pulpo

 

Oscuro dios de las profundidades,

helecho, hongo, jacinto,

entre rocas que nadie ha visto, allí, en el abismo,

donde al amanecer, contra la lumbre del sol,

baja la noche al fondo del mar y el pulpo le sorbe

con las ventosas de sus tentáculos tinta sombría.

Qué belleza nocturna su esplendor si navega

en lo más penumbrosamente salobre del agua madre,

para él cristalina y dulce.

Pero en la playa que infestó la basura plástica

esa joya carnal del viscoso vértigo

parece un monstruo; y están matando

/ a garrotazos / al indefenso encallado.

Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte

por la segunda asfixia que constituye su herida.

De sus labios no mana sangre: brota la noche

y enluta el mar y desvanece la tierra,

muy lentamente, mientras el pulpo se muere.

 

 

Indeseable

 

No me deja pasar el guardia.

He traspasado el límite de edad.

Provengo de un país que ya no existe.

Mis papeles no están en orden.

Me falta un sello.

Necesito otra firma.

No hablo el idioma.

No tengo cuenta en el banco.

Reprobé el examen de admisión.

Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.

Me desemplearon hoy y para siempre.

Carezco por completo de influencias.

Llevo aquí en este mundo largo tiempo.

Y nuestros amos dicen que ya es hora

de callarme y hundirme en la basura.

 

 

La diosa blanca

 

Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en

              su ausencia,

la nieve vino a despedirme.

Pintó de Brueghel los árboles.

Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.

 

Imposible dar gusto a todos.

La nieve que para mí es la diosa, la novia,

Astarté, Diana, la eterna muchacha,

para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.

Estorba sus labores y sus ganancias.

La odian por verla tanto y haber crecido con ella.

La relacionan con el sudario y la muerte.

 

A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca

que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.

Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.

Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.

 

 

La flecha

 

         No importa que la flecha no alcance el blanco

Mejor así

         No capturar ninguna presa

         No hacerle daño a nadie

pues lo importante

es el vuelo         la trayectoria          el impulso

         el tramo de aire recorrido en su ascenso

         la oscuridad que desaloja al clavarse

vibrante

         en la extensión de la nada

 

 

La gota

 

La gota es un modelo de concisión:

todo el universo

encerrado en un punto de agua.

 

La gota representa el diluvio y la sed.

Es el vasto Amazonas y el gran Océano.

 

La gota estuvo allí en el principio del mundo.

Es el espejo, el abismo,

la casa de la vida y la fluidez de la muerte.

 

Para abreviar, la gota está poblada de seres

que se combaten, se exterminan, se acoplan.

No pueden salir de ella,

gritan en vano.

 

Preguntan como todos:

¿de qué se trata,

hasta cuándo,

qué mal hicimos

para estar prisioneros de nuestra gota?

 

Y nadie escucha.

Sombra y silencio en torno de la gota,

brizna de luz entre la noche cósmica

en donde no hay respuesta.

 

 

Las flores del mar

 

                                                           A la memoria de Jaime García Terrés

 

Danza sobre las olas, vuelo flotante,

ductilidad, perfección, acorde absoluto

con el ritmo de las mareas,

la insondable música

que nace allá en el fondo y es retenida

en el santuario de las caracolas.

 

La medusa no oculta nada,

más bien despliega

su dicha de estar viva por un instante.

Parece la disponible, la acogedora

que sólo busca la fecundación,

no el placer ni el famoso amor,

para sentir: ­Ya cumplí,

ya ha pasado todo.

Puedo morir tranquila en la arena

donde me arrojarán las olas que no perdonan.

 

Medusa, flor del mar. La comparan

con la que petrifica a quien se atreve a mirarla.

Medusa blanca como la X'Tabay de los mayas

y la Desconocida que sale al paso y acecha

desde el Eclesiastés al pobre deseo.

 

Flores del mar y el mal las Medusas.

Cuando eres niño te advierten:

Limítate a contemplarlas.

Si las tocas, las espectrales

te dejarán su quemadura,

la marca a fuego, el estigma

de quien codicia lo prohibido.

 

Quizá dijiste en silencio:

­Pretendo asir la marea,

acariciar lo imposible.

 

Nunca lo harás: las medusas

no son de nadie celestial o terrestre.

Son de la mar que no es ni mujer ni prójimo.

 

Son peces de la nada, plantas del viento,

quizá espejismos,

gasas de espuma ponzoñosa

 

En Veracruz las llaman aguas malas.

 

 

El reposo del fuego

 

                                      (Don de Heráclito)

 

Pero el agua recorre los cristales

musgosarnente:

ignora que se altera,

lejos del sueño, todo lo existente.

 

Y el reposo del fuego es tomar forma

con su pleno poder de transformarse.

fuego del aire y soledad del fuego.

al incendiar el aire que es de fuego.

Fuego es el mundo que se extingue y prende

para durar (fue siempre) eternamente.

 

Las cosas hoy dispersas se reúnen

y las que están más próximas se alejan:

 

Soy y no soy aquel que te ha esperado

en el parque desierto una mañana

junto al río irrepetible en donde entraba

(y no lo hará jamás, nunca dos veces)

la luz de octubre rota en la espesura.

 

Y fue el olor del mar: una paloma,

como un arco de sal,

ardió en el aire.

 

No estabas, no estarás

pero el oleaje

de una espuma remota confluía

sobre mis actos y entre mis palabras

(únicas nunca ajenas, nunca mías):

El mar que es agua pura ante los peces

jamás ha de saciar la sed humana.

 

 

Éxodo

 

En lo alto del día

eres aquel que vuelve

a borrar de la arena la oquedad de su paso;

el miserable héroe que escapó del combate

y apoyado en su escudo mira arder la derrota;

el náufrago sin nombre que se aferra a otro cuerpo

para que el mar no arroje su cadáver a solas;

el perpetuo exiliado que en el desierto mira

crecer hondas ciudades que en el sol retroceden;

el que clavó sus armas en la piel de un dios muerto

el que escucha en el alba cantar un gallo y otro

porque las profecías se están cumpliendo: atónito

y sin embargo cierto de haber negado todo;

el que abre la mano

                                      y recibe la noche.

Tomado de:

http://amediavoz.com/pacheco.htm

 

 

Pompeya 

 

La tempestad de fuego nos sorprendió en el acto

 

de la fornicación.

 

No fuimos muertos por el río de lava.

 

Nos ahogaron los gases. La ceniza

 

se convirtió en sudario. Nuestros cuerpos

 

continuaron unidos en la piedra:

 

petrificado espasmo interminable.

 

 

Homenaje a la cursilería

 

Amiga que te vas:

 

quizá no te vea más.

 

Ramón López Velarde

 

 

 

Dóciles formas de entretenerte, olvido:

 

recoger piedrecillas de un río sagrado

 

y guardar las violetas en los libros

 

para que amarilleen ilegibles.

 

 

 

Besarla muchas veces y en secreto

 

en el último día,

 

antes de la terrible separación;

 

a la orilla

 

del adiós tan romántico

 

y sabiendo

 

(aunque nadie se atreva a confesarlo)

 

que nunca volverán las golondrinas.

 

 

 

(No me preguntes cómo pasa el tiempo)

 

 

Otro homenaje a la cursilería

 

 

 

Dear, dear!

 

Life’s exactly what it looks,

 

Love may triumph in the books,

 

not here.

 

W.H. Auden

 

 

 

 

 

Me preguntas por qué de aquellas tardes

 

en que inventamos el amor no queda

 

un solo testimonio, un triste verso.

 

(Fue en otro mundo: allí la primavera

 

lo devoraba todo con su lumbre.)

 

Y la única respuesta es que no quiero

 

profanar el amor invulnerable

 

con oblicuas palabras, con ceniza

 

de aquella plenitud, de aquella lumbre.

 

 

Introducción al psicoanálisis 

 

Don Segismundo Freud,

 

tras arduo estudio,

 

descubrió lo que al otro le costó un verso:

 

el delito es haber nacido.

 

 

 

(Irás y no volverás)

 

 

Carnada

 

 

 

Pasamos la vida llevando a cuestas un desconocido: nuestro cuerpo. Tomamos la parte por el todo y de él sólo conocemos la superficie, el revestimiento.

 

     El verdadero cuerpo está por dentro, invisible. No adquirimos conciencia de su estar hasta que la enfermedad nos obliga a percibirlo. Antes nadie se imagina el corazón, el cerebro, los pulmones, el páncreas… secretas maquinarias que lo sostienen en vida y de cuyo arbitrio depende tanto como del azar exterior. Toda esa ordenación sin reposo será al final carne de la nada, carnada de la muerte.

 

 

 

(Desde entonces)

 

 

A la orilla del ganges

 

 

 

A la orilla del Ganges aguardé,

 

por espacio de cuatro siglos,

 

el cadáver de mi enemigo.

 

 

 

Vi pasar en el agua restos de imperios,

 

pero no los despojos de mi enemigo.

 

 

 

En el proceso me volví piedra, planta, raíz

 

y luego un poco de basura flotante

 

que se llevó entre sus ondas el Ganges.

 

 

 

Qué decepción: jamás me vi pasar,

 

nunca supe que yo era mi enemigo.

 

 

 

(Miro la tierra)

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2014/01/poemas-de-jose-emilio-pacheco/

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