Los caminos del Sur
No olvides decir
los nombres de Dios
si vas por los caminos del Sur.
En las llanuras de Tiris
el polvo está de fiesta
después de las bendiciones.
Un brindis rompe la nostálgica canción
desde el Valle de la Tristeza
hasta el Corazón de los Escorpiones.
Cuando la luna se abre
la anciana noche se asila
en la silueta de una hoguera.
Una nave de ardiente ceniza
embriagada de ansiedad
toma tierra en la bahía.
Entre los pasajeros
está ella desnuda,
con su pelo negro, liso,
que al muslo le llega.
Anda esposada de vendas y henna
entre las piedras sin edad
y las regiones sin lagos.
Entre besos y tempestades,
entre abrazos y promesas,
hay olor a contrabando.
No olvides decir
los nombres de Dios
si vas por los caminos del Sur.
Ramas de sed
Bajo la sombra de una acacia espinosa
dos cuerpos juntos tartamudean
ante su desnudez,
mientras medio desierto
los separa de ma al-ayún.
En la Bahía de Santiago
alguien tocó un tambor
y gritó mágicas palabras primitivas
en hasanía o amárico
en mandinga o castellano.
Desde la fuente de Canaletas
llegó una misiva en catalán,
con mapa y todo,
anunciando que ese camello perdido
sin letra ni fuego
puede ser un tonel de agua.
Tomado de:
https://www.asymptotejournal.com/poetry/limam-boicha-los-versos-de-la-madera/spanish/
Exilio
Este exilio
es una larga estación de adobe.
Se derrama por el camino
y se abrasa.
Se arruga
entre los colmillos
de piedra bajo piedra,
sin salida aparente.
El pan que antes se disputaba,
ahora se entrega a las cabras
como húmeda recompensa.
Es difícil que esta calurosa
agua contaminada
alcance toda la hilera
de garrafas y mariposas.
Mañana volverá
la cisterna,
con su reserva de iras
y antiguo catarro.
Un hombre formalizará
otra concesión
amasada de adobe
en el viejo molino de Rabuni.
Mientras, esperamos
las migajas
de una paz en desuso.
Ramos de tempestad
El niño ofrece
con sus ojos,
con el triste brillo
de su rostro,
lo único que tiene.
El niño no tiene nada,
y en medio de la nada
hay un árbol de duna,
el Dios del viento estornuda
y el niño ofrece
a su amigo
de otra cultura
un ramo de tempestad,
lo único que tiene
en esta vida dura.
Tomado de:
https://franciscocenamor.blogspot.com/2013/09/sahara-occidental.html
MITOLOGÍA
Mi padre me dijo:
“yo nací el año
de los dientes verdes
de los dromedarios”.
Ahora yo me pregunto:
¿qué hemos hecho de nuestros años,
tan lejanos y estrechos?
¿Cayeron malbaratados
entre el olvido de la tradición
y la sed de las dunas?
¿Se esfumaron en el aire
como haces de leña?
Buscad los años en la poesía,
huesos de la memoria
como nuestros antepasados.
Nuestros años son versos,
como una lluvia de estrellas,
como la hermosa yerba
o el parto de las abejas.
Estos son nuestros años
abandonados,
esqueletos trágicos
como grandes tormentas,
como una lluvia roja
o un vendaval de langostas.
Y no estos otros
incipientes y artificiales
que ahora colgamos
del almanaque
de nuestros sueños.
UN BESO
¡Qué enigma entre las aguas!
El apellido. Nicolás Guillén.
Un beso,
solamente un beso,
separa
la boca de África
de los labios de Europa.
YO BEBÍ LOS VERSOS DE LA MADERA
En mi infancia yo bebí
los versos de la madera.
Un almurabit me enseñó
a fundirlos en el alma.
En su mano colocó
una lisa madera
castaña de rostro bello.
Con tinta de carbón
empapaba su fina pluma.
Escribía versos
en la memoria de la madera.
Después de las lecciones
vertía agua en la poesía.
Un caudal de versos descendía.
“Tómatelo todo – dijo –
para que fecunde tu mente”.
En mi infancia yo bebí
los versos de la madera.
Un almurabit me enseñó
a fundirlos en el alma.
LA HOJA VERDE
Hay un silencio
que quiebra la palabra.
Y la palabra quiebra
el silencio transparente
en la inmensidad del Sahara.
En las mañanas despiertas
entre las estrofas de un poema
se filtra
el amargo vaso de la vida.
Desde el fondo de una tetera
suavemente galopa,
respira el sonido
al ritmo de un tabal de agua.
Cuando las hojas se abren,
lo artificial se rompe
y se ahogan los vasos
en el jugoso manantial
del dulce amor.
Cuando brota la espuma
el alma dialoga.
Los vasos con su dialecto
aportan el sensual suspiro
entre dos distintas manos
para derretirse en un mensaje explosivo.
La muerte de un vaso
es un instinto de la vida.
La luz verde se entrega
al ritmo del misterio encantador.
al dulce sueño de las noches dormidas,
a las deseadas citas
en la callada esquina.
La hoja
es por fin libre y ardiente
cuando rompe la sed
en tus labios de esmeralda.
LA POSTURA DEL CAIMÁN
Cuando el corazón se antorcha
y la memoria se viste de osadía
el tiempo puede ser el niño
al que sorprendió
la arquitectura del mar.
Cuando el amor se antorcha,
el corazón se vuelve
una isla de paces,
fruta de todos los colores,
y de tu sabor, siempre mío.
Hay un humor que salva
lagunas de hambre,
cultura que hierve la sangre,
batallas diarias
como ráfagas y timbales
y sexo bajo la sombra
de proclamas revolucionarias.
Cuando la nostalgia se antorcha
frente a la página del viejo diario
¡qué lejos está el mar y el verde monte!
POLIGAMIA
No quiero hacer
arrugadas aclaraciones,
ni leer un prospecto sagrado;
tampoco quiero
hurgar en la historia de la herida.
Pero cuando veo
algunos rostros hirsutos,
más bien pienso
en otra cosa,
y digo:
esta vez hablaré claro,
rotando.
Yo soy un hombre
que practica la poligamia,
y cuento con una ventaja:
mi religión me lo permite.
Tengo tres…
tres amantes…
y a las tres
las quiero por igual.
Eso es todo,
y lo confieso en alta voz,
al amigo y al desconocido,
al vecino,
con su expresión devota,
y a Ella, mi querida aurora.
Tengo tres…
tres amantes:
Sáhara, Cuba y Canarias;
y a las tres
las quiero por igual.
ÁFRICA
Hermoso nombre
de mujer,
pobre y violada.
Torpe semilla
que esconde tesoro
y expone hambre.
Bellos ojos oscuros
con alma arrugada.
África,
otra vez se han roto
tus sueños
y reliquias de retorno.
Vuelve, África,
con tu orgullo,
con tus senos libres,
verdes o secos,
pero vuelve.
Vuelve, África,
con tu soberbia voz
o sin ella,
pero vuelve.
Y reúne
a todos,
a todos tus tambores.
JAIMA
Al vislumbrar en la imponente
profundidad de la llanura,
un débil resplandor de mar o de niebla,
y si en el cielo veo un ondular
blanco y refulgente,
o quizás rojo y fosco,
mi alma se imanta.
Siguiendo su estela
advierto una cresta ingrávida en el aire,
azul, ligera, alada,
y se vuelve ola,
y aparece y desaparece,
y me impaciento.
Una vibración telúrica recorre
mis huesos y aviva mi sangre.
En medio de la grandeza de la planicie
contengo el paso del aire y cavilo.
¿Era un relámpago de ensueño?
Pero la ola o la cresta se eleva
y rompe sobre una acacia.
Y de nuevo un golpe sonoro,
vestigio de memoria,
o latido de lluvia,
me revela nítida una jaima
¡cuánta dulzura!
Y más allá otra y otra.
Frente al espacioso habitáculo, una llama brota,
y la leña imperceptible y seca restalla,
el humo azulado orilla la vista
de unos hermosos ojos,
y se eleva en un suspiro y se desvanece.
La sempiterna arena acaricia los pies,
a la vista las huellas
inconfundibles de la majada,
y en los contornos de la duna
corretean niños desbordando alegría.
El antiquísimo torrente de la vida
palpita en la raíz de una jaima,
y solo entonces,
el universo está en orden.
LA BODA
Sobre su piel
las palabras
como disparos de fusil,
como piedras
las murmuraciones
por los abrazos clandestinos,
por el beso,
y por lo que alumbró.
El estigma,
como una marca de fuego,
los rumores
como violenta brasa,
como un duro látigo
sobre su piel.
Pero sobre mi piel, el amor.
Tomado de:
https://www.trasdemar.com/home/poesia/jaima-poemas-de-limam-boisha/
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