viernes, 24 de enero de 2025

POEMAS DE OMAR FONOLLOSA


Nieva en la cumbre

 

Para mi madre​​

 

No me deja caer.

Cuando tropiezo busca velozmente​​

mantas, cojines de seda, colchones​​

que amortiguan el golpe. ​​

 

¿Sus consejos? ​​

 Canciones. ​​

¿Su experiencia? ​​

 Relatos. ​​

 

Valiosas herramientas

que cincelan mis miedos de madera. ​​

 

En sus abrazos cabe un diccionario, ​​

un diente de león, una esmeralda, ​​

la copia de la llave de mi pecho. ​​

 

 

No sé cómo decirlo

 

 

​​ decir que no verte alimentando el fuego

 

es sentir que la nieve atraviesa el tejado,

 

que el canto de la alondra ha bajado dos tonos.

 

 

Ese silencio idéntico al estruendo

 

que provocan tus peces al nadar

 

me deja sin saber cómo nombrarte ahora.

 

 

​​ decir que el tranvía es una víbora

 

suelta por la ciudad desde que no lo tomas

 

y que las ambulancias aparecen en sueños.

 

 

​​ decir que tus manos han soltado la espada

 

y no regalan céntimos manchados a la sombra

 

que te desea suerte en el amor

 

a la salida del supermercado.

 

 

Sin respuestas 

 

Para Margarita Vitoria

 

Quién ríe cuando llora, quién ayuda,

 

quién se sabe el final cuando otros mueren,

 

quién salta cuando nieva, quién perdona,

 

quién trata de cuidar todo lo que ama,

 

quién baja a los infiernos por amor,

 

quién desaloja a ninfas de los bosques,

 

quién parte en dirección contraria al tiempo,

 

quién se atraganta con envidia y celos,

 

quién sopla cuando ve su casa arder,

 

quién le cede al segundo la victoria.

 

 

¿Quién pondrá dos monedas en mis ojos?

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2025/01/poesia-espanola-omar-fonollosa/

 

 

LOS NIÑOS NO VEN FÉRETROS

 

No tienen que decir:

 

Mi más sentido pésame.

 

Comparto tu dolor.

 

Siempre es triste perder a quien se quiere.

 

 

 

Los niños se divierten; quieren tener un perro;

 

ven a los Reyes Magos; no perdonan un postre.

 

 

 

Quien ha crecido

 

no entiende –pero acepta–

 

que todo es pasajero:

 

los ataúdes, nuevos dormitorios

 

que viajan al espacio,

 

a un cielo, a la nada.

 

 

 

Para ellos toda muerte

 

no es más que vida nueva que se ignora.

 

 

 

Los niños no ven féretros.

 

Seamos niños.

 

 

RAYUELA

 

No soy tan diferente a mi imagen pasada.

El Tiempo, ese incendio

que arrasa con violencia,

no ha podido conmigo:

 

solamente he cambiado la rayuela

del suelo por los libros de Cortázar.

 

 

NO SÉ CÓMO DECIRLO

 

Sé decir que no verte alimentando el fuego

es sentir que la nieve atraviesa el tejado,

que el canto de la alondra ha bajado dos tonos.

 

Ese silencio idéntico al estruendo

que provocan tus peces al nadar

me deja sin saber cómo nombrarte ahora.

 

Sé decir que el tranvía es una víbora

suelta por la ciudad desde que no lo tomas

y que las ambulancias aparecen en sueños.

 

Sé decir que tus manos han soltado la espada

y no regalan céntimos manchados a la sombra

que te desea suerte en el amor

a la salida del supermercado.

 

 

FECHA DE CADUCIDAD

 

Te has marchado hace apenas diez minutos

a un aeropuerto extraño para ti.

 

Has dejado colgadas mis palabras

en la liana caída de mis labios.

 

Desde la cama veo en el estante

un verano con marco

donde sonríes, quieta

como si el tiempo no dejara huella.

 

Un minuto se añade: las dos y diecisiete.

Te extraño digo en alto

 

pero nadie me escucha.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-omar-fonollosa/

 

 

Llevando la contraria a Neruda

Me gustas cuando hablas

porque te sientes libre

y la libertad te hace guerrera

como un pájaro herido

que surca horizontes

con un ala rota.

 

Me gustas cuando no te callas

y cierras de un portazo la boca

de quien te juzga

porque tu voz

tiene color y forma

y sabe que hace bien con existir.

 

Me gustas cuando rompes límites

y me miras para que los rompa contigo

porque te pareces a la palabra alegría,

mariposa de rizos azabaches.

 

Me gustas cuando hablas

porque te sientes viva

y haces comprender

a todo aquel que te escuche

el sentido

de seguir viviendo.

 

 

Promesas

Prometería no volver a defraudarme;

pero me defraudaría

rompiendo

mi promesa.

 

No dudo que las golondrinas

terminen con canas en el canto;

con menos ganas

de volar

que un piloto de avión.

 

Llámame egocéntrico si quieres

pero mi ombligo necesitaba una caricia.

 

Esto es lo único que me calma en noches de ansiedad;

soledad;

rabia

y desconsuelo.

 

Menos mal que los atardeceres son eternos;

el sol arropándose en la cama

mientras la Luna

gobierna la oscuridad,

a veces incluso

apoyada en mi balcón

con la cabeza en un corazón

que la parte por la mitad.

 

No discuto porque nunca tengo la razón,

y es que a golpe de canción

escribo el verso,

doy el beso

y me quito todo el peso

que unas alas fingidas pueden soportar.

 

Si te grito de viva voz

estando en silencio

nunca sabré si me dejas mudo.

 

Aunque tenga motivos para destrozarte el mundo que mata

y muere,

que roba y entrega,

que sale y espera,

sé saber estar

a pesar del frío,

de la ansiedad

y de los monstruos que llegan a caber en mi cabeza.

 

Me siento cobarde.

Tal vez porque lo haya sido en algún momento.

Tal vez porque lo sea siempre.

 

Me he engañado más veces de las que merecía,

necesitaba y

pretendía,

ahora es cuando no hay remedio.

 

Yendo a ninguna parte

termino llegando a donde menos me espero.

 

Llamo a cualquier rincón

palacio

si estás al otro lado de la mirilla.

 

Rompo filas,

columnas

y pilastras para que te quedes.

Aquí.

A mi izquierda,

derecha

o donde quieras,

pero cerca.

 

No suelo esperar mucho de nadie.

Ni de cualquiera,

ni siquiera de mí.

Echo de menos

como echan de menos los perros

a sus dueños.

Y aún así

tienden a morderme la trayectoria

del verbo “echar”.

Y lo siento.

No de disculpa;

sí de sentir.

 

Quiere convencerme de que me abre los ojos

la misma persona que me pone delante una pared.

 

Falta mucho por hacer.

Mucho por decir.

Mucho por demostrar.

Y lo siento.

No de disculpa.

 

 

Guerra

Para ganar la batalla,

debes sudar en el combate,

recoger cien veces la toalla,

no posar ante un escaparate.

 

Hacer frenar a los raíles,

rascar la tripa de las envidias,

olvidar el vientre de los fusiles,

no besar frutas prohibidas.

 

Para ganar la batalla,

debes perder cien veces la guerra,

aprender que quien no corre, vuela;

y quien no llora, estalla.

Tomado de:

https://revistaiman.es/omar-fonollosa/

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