domingo, 19 de enero de 2025

POEMAS DE EDGAR ALLAN POE -recordamos su natalicio-


LA DURMIENTE

 

A medianoche, en el mes de junio,

permanezco de pie bajo la mística luna.

Un vapor de opio, como de rocío, tenue,

se desprende de su dorado halo,

y, lentamente manando, gota a gota,

sobre la cima de la tranquila montaña,

se desliza soñolienta y musicalmente

hasta el universal valle.

El romero cabecea sobre la tumba;

la lila se inclina sobre la ola;

abrazando la niebla en su pecho

las ruinas se van a dormir.

Parecido a Leteo, ¡mira!, el lago

parece que se entrega a un sueño consciente

y no despertaría por nada del mundo.

¡Toda la belleza duerme! Y ¡mira dónde reposa

Irene, con sus destinos!

 

¡Oh, ilustre señora!, ¿cómo puede estar bien

esta ventana abierta a la noche?

El aire travieso, desde la cima de los árboles,

pasa riendo a través de la reja.

Aires incorpóreos, revoltoso brujo,

entran y salen de tu aposento revoloteando,

y mueve el dosel de las cortinas

tan caprichosamente -tan temerariamente-

por encima de la cercana y orlada cobertura

bajo la cual tu alma adormecida reposa escondida,

que, sobre el suelo y por las paredes abajo,

¡como fantasmas las sombras suben y bajan!

¡Oh, querida señora!, ¿no tienes miedo?

¿Por qué y qué estás tú soñando aquí?

¡Seguro que vienes de allende lejanos mares,

atraída por este jardín!

¡Extraña es tu palidez! ¡Extraño tu vestido!

¡Extraña, sobre todo, la longitud de tu trenza,

todo ese silencio solemne!

 

¡La señora duerme! ¡Oh, que pueda su dormir

que permanece, ser tan profundo

que el cielo la tenga bajo su sagrada protección!

Este aposento se preparó para otra más santa,

esta cama para otra más melancólica.

¡Rezo a Dios para que repose

con los ojos cerrados para siempre,

mientras los pálidos amortajados fantasmas pasan!

 

¡El amor mío duerme! ¡Oh, que pueda ella dormir,

tan profundamente como largo sea tu sueño!

¡Que los gusanos se deslicen hacia ella suavemente!

En lo profundo del bosque, oscuro y viejo

puede aparecer algún alto cofre para ella,

algún cofre que se abra frecuentemente

su negra tapa como unas alas,

triunfantes, sobre los pináculos de los palios,

de los grandiosos funerales de su familia

-algún sepulcro, remoto, solitario,

contra cuya tapa ella ha tirado

muchas piedras distraídas en su niñez-.

Alguna tumba de cuya chirriante puerta

ella no pueda forzar nunca más un eco,

temblando al pensar, ¡pobre niña de pecado!,

que eran los muertos que gemían dentro.

 

 

ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS

I

 

Tu alma se encontrará sola a sí misma

en medio de oscuros pensamientos de las piedras de la tumba gris.

Nadie, entre toda la multitud, espía

en tu hora de secreto.

 

II

 

Sé silencioso en esa soledad,

que no es tristeza de estar solo, pues entonces

los espíritus de la muerte que estuvieron

en la vida antes que tú, están de nuevo

en la muerte a tu alrededor. Y su voluntad

habrá de subyugarte: no te muevas.

 

III

 

La noche, aunque clara, fruncirá el ceño,

y las estrellas no mirarán hacia abajo,

desde sus altos tronos en el cielo

con luz como esperanza dada a los mortales.

Pero sus rojos ojos, sin rayo

parecerán para tu cansancio

como una quemadura y una fiebre

que se adheriría a ti para siempre.

 

IV

 

Ahora hay pensamientos que tú no prohibirás.

Ahora hay visiones que no desterrarán.

No pasarán de tu espíritu

jamás, como gotas de rocío de la hierba.

 

V

 

La brisa, la respiración de Dios, está quieta,

y la niebla sobre la colina

tenebrosa, tenebrosa, todavía intacta,

es un símbolo y una señal

de cómo se sostiene sobre los árboles

un misterio de misterios.

 

 

SOLO

Desde el tiempo de mi niñez, no he sido

como otros eran, no he visto

como otros veían, no pude sacar

mis pasiones desde una común primavera.

De la misma fuente no he tomado

mi pena; no se despertaría

mi corazón a la alegría con el mismo tono;

y todo lo que quise, lo quise solo.

Entonces -en mi niñez- en el amanecer

de una muy tempestuosa vida, se sacó

desde cada profundidad de lo bueno y lo malo

el misterio que todavía me ata:

desde el torrente o la fuente,

desde el rojo peñasco de la montaña,

desde el sol que alrededor de mí giraba

en su otoño teñido de oro,

desde el rayo en el cielo

que pasaba junto a mí volando,

desde el trueno y la tormenta,

y la nube que tomó la forma

(cuando el resto del cielo era azul)

de un demonio ante mi vista.

Tomado de:

https://www.dim.uchile.cl/~anmoreir/escritos/poe.html

 

 

Un sueño dentro de otro sueño

Ten un beso en la frente,

y, al alejarme de ti ahora,

déjame confesar solo esto:

no estás equivocada si piensas

que mis días han sido un sueño;

mas si la esperanza ha volado

en una noche, o en un día,

en una visión, o en ninguna,

¿acaso se ha ido menos?

Cuanto parecemos y vemos

solo es un sueño dentro de otro sueño.

 

Estoy de pie, en medio del rugido

de una orilla herida por las olas,

y mi mano contiene

granos de la dorada arena.

¡Qué pocos! ¡Cómo se deslizan

entre mis dedos a lo hondo,

mientras yo lloro, mientras lloro!

¡Oh, Dios! ¿No puedo salvar

uno tan solo de la inclemente ola?

¿Es cuanto parecemos y vemos

tan solo un sueño dentro de otro sueño?

 

 

El lago

En mi tierna juventud fue mi sino

frecuentar un lugar

de todo el ancho mundo

que no pude por menos que querer,

tan encantadora era la soledad

de un lago agreste rodeado de rocas

negras, y de pinos dominándolo.

 

Mas cuando la noche tendía su velo

sobre ese lugar, igual que en todos,

y pasaba el místico viento

murmurando melodías,

entonces, oh, entonces despertaba

al terror del lago solitario.

 

Pero el terror no era miedo,

sino un trémulo goce, un sentimiento

que una mina de piedras preciosas

no me enseñaría o sobornaría

para definir. Ni el amor, aunque fuese el tuyo.

 

La muerte estaba en esas ponzoñosas

ondas, y en su seno una tumba en consonancia

para aquel que podía hallar solaz

allí para su sola fantasía,

cuya alma solitaria pudo hacer

un edén de aquel lago apagado.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/el-silencio-y-otros-poemas-de-edgar-allan-poe/

 

 

EL GUSANO VENCEDOR

¡Ved!; es noche de gala en estos últimos

años solitarios. Una multitud de ángeles alados,

adornados con velos y anegados en lágrimas,

se halla reunida en un teatro para contemplar

un drama de esperanzas y de temores mientras

la orquesta suspira por intervalos la música de

las esferas.

Actores creados a la imagen del Altísimo,

murmuran en voz baja y saltan de un lado al

otro; pobres fantoches que van y vienen a órdenes

de vastas creaturas informes que cambian

la decoración a su capricho, sacudiendo con sus

alas de cóndor a la invisible desgracia.

Este drama abigarrado—estad seguro que

no será olvidado, —con su fantasma perseguido

siempre por una muchedumbre que no puede

atraparlo, en un círculo que gira siempre sobre

sí mismo y vuelve sin cesar al mismo punto;

ese drama en el cual forman el alma de la intriga

mucha locura y todavía más pecado y horror!....

Pero ved, a través de la bulla de los actores

como una forma rampante hace su entrada!

Una cosa roja, color sanguinolento viene retorciéndose

de la parte solitaria de la escena.

¡Cómo se retuerce! Con mortales angustias

los actores constituyen su presa, y los ángeles

sollozan viendo esas mandíbulas de gusano

teñirse en sangre humana.

Todas las luces se apagan, todas, todas.

Sobre cada forma todavía tiritante, el telón,

como un paño mortuorio, desciende con un ruido

de tempestad. Y los ángeles, todos pálidos

y macilentos se levantan y cubriéndose afirman

que ese drama es una tragedia que se

llama «El Hombre» de la cual el héroe es el

¡Gusano Vencedor...!

 

 

A LA CIENCIA

¡Oh Ciencia! tu eres la verdadera hija del

viejo tiempo, tu, cuya mirada indiscreta transforma

todas las cosas! ¿Por qué haces tú presa

del corazón del poeta, oh buitre, cuyas alas son

las sombrías realidades? ¿Cómo podría él

amarte? Como te creería sabía si no has

querido dejarlo vagar en sus ensueños en busca

de tesoros en el seno de los cielos constelados,

por más de que hasta allí subiera con ala intrépida?

¿No has arrancado Diana a su carro,

y obligado a las hamadriadas de la selva a buscar

un asilo en alguna otra estrella más feliz?

¿No has sacado a la náyade de su ola, al elfo de

su pradera verde y a mí mismo no me has arrebatado

mi sueño estival bajo los tamarindos?

 

 

IMITACIÓN

Una ola insondable de invencible orgullo,

un misterio y un sueño, tal debió parecer mi

primera edad. Yo añado que ese sueño estaba

atravesado por un pensamiento huraño, siempre

despierto, de seres que han existido, y que mi

espíritu no hubiera apercibido jamás si los

hubiera dejado pasar cerca de mí, bajo mi ensoñadora

pupila. Que ningún otro, acá abajo,

herede esta visión de mi espíritu, de esos pensamientos

que a cada instante quisiera dominar

y que se extienden como un hechizo sobre mi

alma. Porque, al fin, esa brillante esperanza

y ese tiempo liviano se han ido, y mi reposo

terrestre, me ha dejado, él también, con un

suspiro, al pasar. Entre tanto, no me preocupo

de que él perezca con un pensamiento que

entonces amaba...!

 

 

ESTRELLAS FIJAS

(A Helen)

I

Te vi un punto;

era una noche de julio, noche tibia y perfumada,

noche diáfana,

de la Luna plena y límpida,

límpida como tu alma,

descendían

sobre el parque adormecido gráciles velos de plata;

ni una ráfaga

el infinito silencio

y la quietud perturbaban;

en el parque

evaporaban las rosas los perfumes de sus almas,

para que los recogieras

en aquella noche mágica;

para que tú lo aspiraras su último aliento exhalaban,

como en una muerte extática;

y era una selva encantada,

y era una noche de ensueños y claridades fantásticas!

II

¡Toda de blanco vestida,

toda blanca

sobre un banco de violetas

reclinada

te veía,

y a las rosas moribundas y a ti una luz tenue y diáfana

alumbraba

luz de perla diluida

en un éter de suspiros y de evaporadas lágrimas!

III

¿Qué hado extraño

(¿fué ventura, fué desgracia?)

me condujo

aquella noche hasta el parque de las rosas que exhalaban

los suspiros perfumados

de su alma?

Ni una hoja

susurraba;

no se oía

una pisada,

todo mudo,

todo en calma,

todo en sueño

menos tú y yo (¡cuál me agito al unir las dos palabras!)

menos tú y yo. De repente

todo cambia.

De la Luna la luz límpida, la luz de perla se apaga,

el perfume de las rosas muere en las dormidas auras,

los senderos se oscurecen

expiran las violas castas,

menos tú y yo, todo huye, todo muere, todo pasa...

¡Todo se apaga y se extingue menos tus hondas miradas,

tus dos ojos donde arde

tu alma!

Y sólo veo entre sombras aquellos ojos...

¡Oh, amada!

¡Qué tristezas extrahumanas,

qué irreales

leyendas de amor relatan!

¡Qué misteriosos dolores,

qué sublimes esperanzas,

qué mudas renunciaciones

expresan aquellos ojos que en las sombras fijan en mí sus

miradas

IV

¡Noche oscura,

ya Diana

entre turbios nubarrones hundió la faz plateada;

y tú sola

en medio de la avenida

funeraria,

te deslizas

ideal, mística y blanca,

te deslizas y te alejas incorpórea cual fantasma;

sólo flotan tus miradas,

sólo tus ojos perennes,

tus ojos de hondas miradas

fijos quedan!

A través de los espacios y los tiempos marcan, marcan

mi sendero, y no me dejan cual me dejó la esperanza.

¡Van siguiéndome,

siguiéndome

como dos estrellas cándidas,

cual fijas estrellas dobles en el Cielo apareadas!

En la noche

solitaria

purifican con sus rayos y mi corazón abrasan

y me prosterno ante ellos con adoración extática;

y en el día

no se ocultan cual se ocultó mi esperanza;

por todas partes me siguen mirándome fijamente

en mi espíritu clavadas...

Misteriosas y lejanas

me persiguen tus miradas

como dos estrellas fijas, como dos estrellas tristes,

como dos estrellas blancas!

Tomado de:

https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/6%20Annabel%20Lee.pdf

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