sábado, 25 de octubre de 2025

POEMAS DE ALFONSINA STORNI RECORDAMOS SU MUERTE -


Voy a dormir

 

Dientes de flores, cofia de rocío,

manos de hierbas, tú, nodriza fina,

tenme prestas las sábanas terrosas

y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, aéstame.

Ponme una lámpara a la cabecera;

una constelación; la que te guste;

todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...

 

te acuna un pie celeste desde arriba

y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:

si él llama nuevamente por teléfono

le dices que no insista, que he salido...

 


Humildad

 

Yo he sido aquella que paseó orgullosa

El oro falso de unas cuantas rimas

Sobre su espalda, y se creyó gloriosa,

De cosechas opimas.

Ten paciencia, mujer que eres oscura:

Algún día, la Forma Destructora

Que todo lo devora,

Borrará mi figura.

Se bajará a mis libros, ya amarillos,

Y alzándola en sus dedos, los carrillos

Ligeramente inflados, con un modo

De gran señor a quien lo aburre todo,

De un cansado soplido

Me aventará al olvido.

Peso ancestral

Tú me dijiste: no lloró mi padre;

Tú me dijiste: no lloró mi abuelo;

No han llorado los hombres de mi raza,

Eran de acero.

Así diciendo te brotó una lágrima

Y me cayó en la boca... más veneno:

Yo no he bebido nunca en otro vaso

Así pequeño.

Débil mujer, pobre mujer que entiende,

Dolor de siglos conocí al beberlo:

Oh, el alma mía soportar no puede

Todo su peso.

 


Versos a la tristeza de Buenos Aires

 

Tristes calles derechas, agrisadas e iguales,

Por donde asoma, a veces, un pedazo de cielo,

Sus fachadas oscuras y el asfalto del suelo

Me apagaron los tibios sueños primaverales.

Cuánto vagué por ellas, distraída, empapada

En el vaho grisáceo, lento, que las decora.

De su monotonía mi alma padece ahora.

—¡Alfonsina! — No llames. Ya no respondo a nada.

Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero

Viendo en días de otoño tu ciclo prisionero

No me será sorpresa la lápida pesada.

Que entre tus calles rectas, untadas de su río

Apagado, brumoso, desolante y sombrío,

Cuando vagué por ellas, ya estaba yo enterrada.

 


¿Qué diría?

 

¿Qué diría la gente, recortada y vacía,

Si en un día fortuito, por ultrafantasía,

Me tiñera el cabello de plateado y violeta,

Usara peplo griego, cambiara la peineta

Por cintillo de flores: miosotis o jazmines,

Cantara por las calles al compás de violines,

O dijera mis versos recorriendo las plazas,

Libertado mi gusto de vulgares mordazas?

¿Irían a mirarme cubriendo las aceras?

¿Me quemarían como quemaron hechiceras?

¿Campanas tocarían para llamar a misa?

En verdad que pensarlo me da un poco de risa.

 


Hombre pequeñito

 

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,

Suelta a tu canario que quiere volar...

Yo soy el canario, hombre pequeñito,

Déjame saltar.

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,

Hombre pequeñito que jaula me das.

Digo pequeñito porque no me entiendes,

Ni me entenderás.

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto

Ábreme la jaula que quiero escapar;

Hombre pequeñito, te amé media hora,

No me pidas más.



Bien pudiera ser

Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido

No fuera más que aquello que nunca pudo ser,

No fuera más que algo vedado y reprimido

De familia en familia, de mujer en mujer.

Dicen que en los solares de mi gente, medido

Estaba todo aquello que se debía hacer...

Dicen que silenciosas las mujeres han sido

De mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...

A veces a mi madre apuntaron antojos

De liberarse, pero se le subió a los ojos

Una honda amargura, y en la sombra lloró.

Y todo eso mordiente, vencido, mutilado

Todo eso que se hallaba en su alma encerrado,

Pienso que sin quererlo lo he libertado yo.

Tomado de:

https://www.cultura.gob.ar/9-poemas-imprescindibles-de-alfonsina-storni-8463/

 

 

CUADRADOS Y ÁNGULOS

 

Casas enfiladas, casas enfiladas,

casas enfiladas.

Cuadrados, cuadrados, cuadrados.

Casas enfiladas.

Las gentes ya tienen el alma cuadrada,

ideas en fila

y ángulo en la espalda.

Yo misma he vertido ayer una lágrima,

Dios mío, cuadrada.

 

 

AGRIO ESTÁ EL MUNDO

 

Agrio está el mundo,

inmaduro,

detenido;

sus bosques

florecen puntas de acero;

suben las viejas tumbas

a la superficie;

el agua de los mares

acuna

casas de espanto.

 

Agrio está el sol

sobre el mundo,

ahogado en los vahos

que de él ascienden,

inmaduro,

detenido.

 

Agria está la luna

sobre el mundo;

verde,

desteñida;

caza fantasmas

con sus patines

húmedos.

 

Agrio está el viento

sobre el mundo;

alza nubes de insectos muertos,

se ata, roto,

a las torres,

se anuda a los crespones

de llanto;

pesa sobre los techos.

 

Agrio está el hombre

sobre el mundo,

balanceándose

sobre sus piernas:

 

A sus espaldas,

todo,

desierto de piedras;

a su frente,

todo,

desierto de soles,

ciego…

 

 

A EROS

 

He aquí que te cacé por el pescuezo

a la orilla del mar, mientras movías

las flechas de tu aljaba para herirme

y vi en el suelo tu floreal corona.

 

Como a un muñeco destripé tu vientre

y examiné sus ruedas engañosas

y muy envuelta en sus poleas de oro

hallé una trampa que decía: sexo.

 

Sobre la playa, ya un guiñapo triste,

te mostré al sol, buscón de tus hazañas,

ante un corro asustado de sirenas.

 

Iba subiendo por la cuesta albina

tu madrina de engaños, Doña Luna,

y te arrojé a la boca de las olas.

 

 

ANIMAL CANSADO

 

Quiero un amor feroz de garra ardiente y diente

que me asalte a traición en pleno día

y que sofoque esta soberbia mía,

este orgullo de ser todo pudiente.

 

Quiero un amor feroz de garra y diente

que en carne viva inicie mi sangría,

a ver si acaba esta melancolía

que me corrompe el alma lentamente.

 

Quiero un amor que sea una tormenta

que todo rompe y lo renueva todo

porque vigor profundo lo alimenta.

 

Que pueda reanimarse allí mi lodo,

mi pobre lodo de animal cansado

por viejas sendas de rodar hastiado.

 

 

SOÑAR

 

Las mujeres solteras sueñan de varios modos.

Unas sueñan con joyas, otras sueñan con flores,

otras sueñan con vagos y tímidos amores.

¡Son mis ardientes sueños tan distintos de todos!

 

Porque son mis deseos rebeldes a la brida

—como potros— yo sueño con músculos de atleta

repujados en bronce; con la fecunda veta

de una vena que arrastra, en tumulto, la Vida;

 

con caricias audaces; y con el beso acre,

mordaz y calcinante de una boca de lacre.

Transfigúrome entonces y, en pasional derroche,

 

soy lingote de plomo. Me enciendo al rojosombra.

Me fundo en el aliento de aquel que no se nombra.

Renazco entre sus brazos. ¡Y así toda la noche!

Tomado de:

https://www.elcopoylarueca.com/alfonsina-storni-poemas/

 

 

Dolor

 

 

Quisiera esta tarde divina de octubre

pasear por la orilla lejana del mar;

que la arena de oro, y las aguas verdes,

y los cielos puros me vieran pasar.

 

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,

como una romana, para concordar

con las grandes olas, y las rocas muertas

y las anchas playas que ciñen el mar.

 

Con el paso lento, y los ojos frí­os

y la boca muda, dejarme llevar;

ver cómo se rompen las olas azules

contra los granitos y no parpadear;

ver cómo las aves rapaces se comen

los peces pequeños y no despertar;

 

pensar que pudieran las frágiles barcas

hundirse en las aguas y no suspirar;

ver que se adelanta, la garganta al aire,

el hombre más bello, no desear amar…

 

Perder la mirada, distraí­damente,

perderla y que nunca la vuelva a encontrar:

y, figura erguida, entre cielo y playa,

sentirme el olvido perenne del mar.

 

 

La caricia perdida

 

Se me va de los dedos la caricia sin causa,

se me va de los dedos… En el viento, al pasar,

la caricia que vaga sin destino ni objeto,

la caricia perdida ¿quién la recogerá?

 

Pude amar esta noche con piedad infinita,

pude amar al primero que acertara a llegar.

Nadie llega. Están solos los floridos senderos.

La caricia perdida, rodará… rodará…

 

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,

si estremece las ramas un dulce suspirar,

si te oprime los dedos una mano pequeña

que te toma y te deja, que te logra y se va.

 

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,

si es el aire quien teje la ilusión de besar,

oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,

en el viento fundida, ¿me reconocerás?

 

 

 

¿Qué dirí­a?

 

 

 

¿Qué dirí­a la gente, recortada y vací­a,

si un dí­a fortuito, por ultra fantasí­a,

me tiñera el cabello de plateado y violeta,

usara pelo griego, cambiara la peineta

por cintillo de flores: miosotis o jazmines,

cantara por las calles al compás de violines,

o dijera mi verso recorriendo las plazas

libertado mi gusto de mortales mordazas?

 

 

¿Irí­an a mirarme temblando en las aceras?

¿Me quemarí­an como quemaron hechiceras?

¿Rogarí­an en coro, escuchando la misa?

En verdad que pensarlo me da un poco de risa.

 

 

Yo en el fondo del mar

 

En el fondo del mar

hay una casa

de cristal.

 

A una avenida

de madréporas

da.

 

Un gran pez de oro,

a las cinco,

me viene a saludar.

 

Me trae

un rojo ramo

de flores de coral.

 

Duermo en una cama

un poco más azul

que el mar.

 

Un pulpo

me hace guiños

a través del cristal.

 

En el bosque verde

que me circunda

–din don… din dan–

se balancean y cantan

las sirenas

de nácar verdemar.

 

Y sobre mi cabeza

arden, en el crepúsculo,

las erizadas puntas del mar.

Tomado de:

https://www.otroparamo.com/web/articulo.php?ed=49&ar=132

 

 

Y la cabeza comenzó a arder

 

Sobre la pared

negra

se abría

un cuadrado

que daba

al más allá.

 

Y rodó la luna

hasta la ventana;

se paró

y me dijo:

‘De aquí no me muevo;

te miro.

No quiero crecer

ni adelgazarme.

Soy la flor

infinita

que se abre

en el agujero

de tu casa.

 

No quiero ya

rodar

detrás de

las tierras

que no conoces,

mariposa,

libadora

de sombras.

 

Ni alzar fantasmas

sobre las cúpulas

lejanas

que me beben.

Me fijo.

Te miro’.

Y yo no contestaba.

Una cabeza

dormía bajo

mis manos.

Blanca

como tú,

luna.

 

Los pozos de sus ojos

fluían un agua

parda

estriada

de víboras luminosas.

 

Y de pronto

la cabeza

comenzó arder

como las estrellas

en el crespúsculo.

 

Y mis manos

se tiñieron

de una substancia

fosforescente.

E incendió

con ella

las casas

de los hombres,

los bosques

de las bestias.

 

 

Fiesta

 

Junto a la playa, núbiles criaturas,

Dulces y bellas, danzan, las cinturas

Abandonadas en el brazo amigo.

Y las estrellas sirven de testigo.

 

Visten de azul, de blanco, plata, verde...

Y la mano pequeña, que se pierde

Entre la grande, espera. Y la fingida,

Vaga frase amorosa, ya es creída.

 

Hay quien dice feliz: -La vida es bella.

Hay quien tiende su mano hacia una estrella

Y la espera con dulce arrobamiento.

 

Yo me vuelvo de espaldas. Desde un quiosco

Contemplo el mar lejano, negro y fosco,

Irónica la boca. Ruge el viento.

 

 

Calle

 

Un callejón abierto

entre altos paredones grises.

A cada momento

la boca oscura de las puertas,

los tubos de los zaguanes,

trampas conductoras

a las catacumbas humanas.

¿No hay un calosfrío

en los zaguanes?

¿Un poco de terror

en la blancura ascendente

de una escalera?

Paso con premura.

Todo ojo que me mira

me multiplica y dispersa.

Un bosque de piernas,

un torbellino de círculos

rodantes,

una nube de gritos y ruidos,

me separan la cabeza del tronco,

las manos de los brazos,

el corazón del pecho,

los pies del cuerpo,

la voluntad de su engarce.

Arriba;

el cielo azul

aquieta su agua transparente;

Ciudades de oro

lo navegan.

Tomado de:

https://eternacadencia.com.ar/blog/tres-poemas-de-alfonsina-storni?srsltid=AfmBOopU-orbLb7C0EMr0lPSQMzwvXvqPCxr7W3-MI7wRCBIkoAcpx_C

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