LA MESA
El diario doblado
sobre la mesa simple;
el mantel limpio
la loza blanca
y fresca como el pan.
La naranja verde:
tu paisaje siempre,
tu aire libre, sol
de tus playas; clara
y fresca como el pan.
El cuchillo que afiló
tu lápiz gastado;
tu primer libro
de cubierta blanca
y fresca como el pan.
Y el verso nacido
de tu mañana viva,
de tu sueño extinto,
todavía leve, caliente
y fresco como el pan.
Traducción: Márgara
Russotto.
***
La mujer sentada
Mujer. Mujer y palomas.
Mujer entre sueños.
¿Nubes en sus ojos?
Nubes sobre sus cabellos.
(La visita espera en la sala;
la noticia, en el teléfono;
la muerte crece en la hora;
la primavera, más allá de la ventana).
Mujer sentada. Tranquila
en la sala, como si volara.
Traducción: Márgara Russotto.
del libro La
educación por la piedra (1966).
TEJIENDO LA MAÑANA
Un gallo solo no teje una mañana:
siempre necesitará de otros gallos.
De uno que reciba ese grito
y lo lance a otro; de otro gallo
que reciba el grito del anterior
y lo lance a otro; y de otros gallos
que con muchos otros crucen
los hilos de sol de sus gritos,
para que la mañana, desde una tela tenue,
se vaya tejiendo entre todos los gallos.
Traducción: Ángel
Crespo.
del libro Museo de
todo (1975).
LA LECCIÓN DE PINTURA
Ningún cuadro se termina,
dice cierto pintor;
se puede sin fin continuarlo,
primero, además de otro cuadro
que, creado a partir de tal forma,
tiene en la tela, oculta,
una puerta, que da a un corredor
que da a otra, a muchas otras.
Traducción:
Francisco Serrano.
LA LECCIÓN DE POESÍA
Toda la mañana consumida
como un sol inmóvil
ante la hoja en blanco:
principio del mundo, luna nueva. Ya no podías dibujar
siquiera una línea:
un nombre, ni siquiera una flor
se desabotonaba en el verano de la mesa:
ni en el mediodía iluminado,
cada día comprado,
del papel, que puede aceptar,
no obstante, cualquier mundo.
La noche entera el poeta
en su mesa, intentando
salvar de la muerte los monstruos
germinados de su tintero. Monstruos, animales,
fantasmas
de palabras, circulando,
orinando sobre el papel,
ensuciándolo con su carbón.
Carbón de lápiz, carbón
de la idea fija, carbón
de la emoción extinta, carbón
consumido en los sueños.
La lucha blanca sobre el papel
que el poeta evita,
lucha blanca donde corre la sangre
de sus venas de agua salada. La física del miedo
percibida
entre los gestos diarios;
miedo de las cosas jamás asentadas
no obstante inmóviles – naturalezas vivas.
Y las veinte palabras recogidas
en las aguas saladas del poeta
y de las que se servirá el poeta
en su máquina útil.
Veinte palabras siempre las mismas
de las que conoce el funcionamiento,
la evaporación, densidad
más leve que el aire.
EL INGENIERO
La luz, el sol, el aire libre
envuelven el sueño del ingeniero.
El ingeniero sueña cosas claras:
superficies, tenis, un vaso de agua.
El lápiz, la escuadra, el papel;
el dibujo, el proyecto, el número:
el ingeniero piensa el mundo justo,
mundo que ningún velo encubre.
(En ciertas tardes nosotros subíamos
al edificio. La ciudad cotidiana,
como un diario que todos leían,
lograba un pulmón de cemento y vidrio).
El agua, el viento, la claridad,
a un lado el río, en lo alto las nubes,
situaban en la naturaleza el edificio
creciendo de sus fuerzas simples.
poemas joao cabral
de melo neto
João Cabral de Melo
Neto.
EL PERRO SIN PLUMAS
(1949- 1950)
A Joaquín Cardozo
poeta del
Capibaribe
I (Paisaje del Capibaribe)
La ciudad es cruzada por el río
como una calle
es cruzada por un cachorro;
una fruta
por una espada.
El río ya recordaba
la lengua mansa de un perro,
ya el vientre triste de un perro,
ya el otro río
de acuoso paño sucio
de los ojos de un perro.
Aquel río
era como un perro sin plumas.
Nada sabía de lluvia azul,
de la fuente rosada,
del agua del vaso de agua,
del agua de cántaro,
de los peces de agua,
de la brisa en el agua.
Sabía de los cangrejos
de lodo y herrumbre.
Sabía del lodo
como de una mucosa.
Debía saber de los pulpos.
Sabía seguramente
de la mujer febril que habita las ostras.
Aquel río
jamás se abre a los peces,
al brillo,
a la inquietud de cuchillo
que hay en los peces.
Jamás se abre en peces.
Abrece en flores
pobres y negras
como negros.
Abrece en una flora
sucia y más mendiga
como son los mendigos negros.
Abrece en mangles
de hojas duras y crespas
como un negro.
Liso como el vientre
de una perra fecunda,
el río crece
sin nunca, estallar.
Tiene, el río,
un parto fluido e invertebrado
como el de una perra.
Y jamás lo vi hervir
(como hierve
el pan que fermenta).
En silencio,
el río carga su fecundidad pobre,
grávido de tierra negra.
En silencio se da:
en capas de tierra negra,
en botines o guantes de tierra negra
para el pie o la mano
que se zambulle.
Como a veces
pasa con los perros,
el río parecía estancarse.
Sus aguas fluían entonces
más densas y tibias;
fluían con las olas
densas y tibias
de una culebra.
Él tenía algo, entonces,
del estancamiento de un loco.
Algo del estancamiento
del hospital, de la cárcel, de los asilos,
de la vida sucia y sofocada
(de ropa sucia y sofocada)
por donde se vino arrastrando.
Algo del estancamiento
de los palacios cariados,
comidos
de moho y muérdago.
Algo del estancamiento
de los árboles obesos
salpicando los mil azúcares
de los comedores pernambucanos,
por donde se vino arrastrando.
(Es en ellos,
pero de espaldas al río,
que «las grandes familias espirituales» de la ciudad
incuban los huevos gordos
de su prosa.
En la paz redonda de las cocinas,
helas allí revolviendo viciosamente
sus calderas
de pereza viscosa).
¿Sería el agua de aquel río
fruta de algún árbol?
¿Por qué parecía aquella
un agua madura?
¿Por qué sobre ella, siempre
como a punto de posarse las moscas?
Aquel río
¿saltó alegre en alguna parte?
¿Fue canción o fuente
en alguna parte?
¿Por qué entonces sus ojos
venían pintados de azul
en los mapas?
II (Paisaje del Capibaribe)
Entre el paisaje
el río fluía
como una espada de líquido espeso.
Como un perro
humilde y espeso.
Entre el paisaje
(fluía)
de hombres plantados en el lodo,
de casas de lodo
plantadas en islas
coaguladas en el lodo;
paisaje de anfibios
de lodo y lodo.
Como el río
aquellos hombres
son como perros sin plumas
(un perro sin plumas
es más
que un perro saqueado
es más
que un perro asesinado.
Un perro sin plumas
es cuando un árbol sin voz.
Es cuando de un pájaro
sus raíces en el aire.
Es cuando a alguna cosa
le roe tan hondo
hasta lo que no tiene).
El río sabía
de aquellos hombres sin plumas.
Sabía de sus barbas expuestas,
de su doloroso cabello
de camarón y estopa
Sabía también
de los grandes galpones al borde de los muelles
(donde todo
es una inmensa puerta
sin puertas)
abiertos de par en par
a los horizontes que huelen a gasolina.
Y sabía
de la magra ciudad de corcho,
donde hombres huesudos,
donde puentes, solares huesudos,
(van todos
vestidos de dril)
se secan
hasta su más honda caliza.
Pero conocía mejor
a los hombres sin plumas.
Estos
se secan
aún más allá
de su caliza extrema;
aún más allá
de su paja;
más allá
de la paja de su sombrero;
más allá
hasta
de la camisa que no tienen;
mucho más allá del nombre
mismo escrito en la hoja
del papel más seco.
Porque es en el agua del río
que ellos se pierden
(lentamente
y sin diente).
Allí se pierden
(como una aguja no se pierde).
Allí se pierden
(como un reloj no se rompe).
Allí se pierden
como un espejo no se quiebra.
Allí se pierden
cómo se pierde el agua derramada
sin el diente seco
con que de repente
en un hombre se rompe
el hilo de hombre.
En el agua del río,
lentamente,
se van perdiendo
en lodo; en un lodo
que poco a poco
también no puede hablar:
que poco a poco
gana los gestos difuntos
del lodo;
la sangre de goma,
el ojo paralítico
del lodo.
En el paisaje del río
difícil es saber
dónde comienza el río;
dónde el lodo
comienza del río;
dónde la tierra
comienza del lodo;
dónde el hombre,
dónde la piel
comienza del lodo;
dónde comienza el hombre
en aquel hombre.
Difícil es saber
si aquel hombre
ya no está
más acá del hombre;
más acá del hombre
al menos capaz de roer
los huesos del oficio;
capaz de sangrar
en la plaza;
capaz de gritar
si la molienda le mastica el brazo;
capaz
de tener la vida masticada
y apenas no
(disuelta en aquella agua suave
que ablanda sus huesos
como ablandó las piedras).
III (Fábula del Capibaribe)
La ciudad es fecundada
por aquella espada
que se derrama,
por aquella
húmeda encía de espada.
En el extremo del río
el mar se extendía
como camisa o sábana
sobre sus esqueletos
de arena lavada.
(Como el río era un cachorro,
el mar podía ser una bandera
azul y blanca
desdoblada
en el extremo del curso
—o del mástil— del río.
Una bandera
con sus dientes y su jabón
royendo sus playas.
Una bandera
que tuviese dientes:
como un poeta puro
puliendo esqueletos,
que tuviese dientes:
que el mar está siempre
como un roedor puro,
un policía puro
elaborando esqueletos,
el mar
con afán,
está siempre otra vez lavando
su puro esqueleto de arena.
El mar y su incienso,
el mar y sus ácidos,
el mar y la boca de sus ácidos,
el mar y su estómago
que come y se come,
el mar y su carne
vidriada, de estatua,
como un cachorro
teme una puerta entretanto abierta,
su silencio alcanzando
a costa de siempre decir
la misma cosa,
el mar y su tan puro
profesor de geometría).
El río teme aquel mar
como un mendigo,
la iglesia aparentemente abierta.
Primero,
el mar devuelve el río.
Cierra el mar al río
sus blancas sábanas.
El mar se cierra
a todo lo que en el río
son flores de tierra,
imagen de perro o mendigo.
Después,
el mar invade el río.
Quiere
el mar
destruir en el río
sus flores de tierra hinchada,
todo lo que en esa tierra
puede crecer y estallar,
como una isla,
una fruta.
Pero antes de ir al mar
el río se detiene
en mangles de agua inmóvil.
Júntase el río
a otros ríos
en una laguna, en pantanos
donde, fría, la vida hierve.
Júntase el río
a otros ríos.
Juntos
todos los ríos
preparan su lucha
de agua inmóvil,
su lucha
de fruta inmóvil.
(Como el río era un cachorro,
como el mar era una bandera
aquellos mangles
son una enorme fruta:
La misma máquina
paciente y útil
de una fruta;
la misma fuerza
invencible y anónima
de una fruta
—trabajando aún su azúcar
después de cortada—.
Como gota a gota
hasta el azúcar
gota a gota
hasta las coronas de tierra;
como gota a gota
hasta una nueva planta,
gota a gota
hasta las islas súbitas
aflorando alegres).
IV (Discurso del Capibaribe
Aquel río
está en la memoria
como un perro vivo
dentro de una sala.
Como un perro vivo
dentro de un bolsillo.
Como un perro vivo
debajo de las sábanas,
debajo de la camisa,
de la piel.
Un perro, porque vive,
es agudo.
Lo que vive
no entorpece.
Lo que vive hiere.
El hombre
porque vive,
choca con lo que vive.
Vivir
es ir entre lo que vive
Lo que vive
molesta de vida
el silencio, el sueño, el cuerpo
que soñó cortarse
ropas de nubes.
Lo que vive choca,
tiene dientes, aristas, es espeso.
Lo que vive es espeso
como un perro, un hombre,
como aquel río.
Como todo lo real
es espeso.
Aquel río
es espeso y real.
Como una manzana
es espesa.
Como un cachorro
es más espeso que una manzana.
Como es más espesa
la sangre del cachorro
que el propio cachorro.
Como es más espeso
un hombre
que la sangre de un cachorro.
Como es mucho más espesa
la sangre de un hombre
que el sueño de un hombre.
Espeso
como una manzana es espesa.
Como una manzana
es mucho más espesa
si un hombre la come
que si un hombre la ve.
Como es aún más espesa
si el hambre la come.
Como es aún mucho más espesa
si no la puede comer
el hambre que la ve.
Aquel río
es espeso
como lo real más espeso.
Espeso
por su paisaje espeso,
donde el hambre
extienda sus batallones de secretas
e íntimas hormigas.
Y espeso
por su fábula espesa;
por el fluir
de sus jaleas de tierra;
al parir
sus islas negras de tierra.
Porque es mucho más espesa
la vida que se desdobla
en más vida,
como una fruta
es más espesa
que su flor;
como el árbol
es más espeso
que su simiente,
como la flor
es más espesa que su árbol,
etc., etc.
Espeso,
porque es más espesa
la vida que se lucha
cada día,
el día que se alcanza
cada día
(como un ave
que va cada segundo
conquistando su vuelo).
João Cabral de Melo
Neto.
Poemas del libro
Antología poética (FUNDARTE- 1979).
Traducción: Márgara
Russotto.
Tomado de:
https://vomiteunconejito.wordpress.com/2020/06/26/poemas-de-joao-cabral-de-melo-neto/
A CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE
No hay un paraguas
Contra el poema
Que sube de regiones donde todo es sorpresa
Como una flor en un arriate.
No hay un paraguas
Contra el amor
Que mastica y escupe como cualquier boca
Que tritura como un siniestro.
No hay un paraguas
Contra el tedio,
El tedio de las cuatro paredes, de las cuatro
Estaciones, de los cuatro puntos cardinales.
ANFIÓN Y LA FLAUTA
“Una flauta: cómo
domarla, caballo
suelto que está loco?
¿Cómo anticipar
el árbol de son
de simiente tal,
del grano de viento
cogido en la acequia
flauta caña aún?
Una flauta: ¿cómo prever
sus modulaciones,
pelo suelto y loco?
¿Cómo trazar sus ondas
simplemente, como hace,
en el tiempo, el mar?
-La flauta, la arrojé
A los peces sordo-
Mudos de la mar.”
DOS FIESTAS DE LA MUERTE
Recepciones de cumplido que da la muerte:
el muerto, vestido para un acto inaugural;
y ambiguamente: con la ropa del orador
y la de la estatua que se va a inaugurar.
En el ataúd, medio ataúd medio pedestal,
el muerto se inaugura más que muere;
y doblemente: ora su propia estatua,
ora su propio vivo, en día de exponerse.
*
Excursiones infantiles que hace la muerte:
los entierros de niños en el Nordeste;
reservados para mayores de trece años,
inconvenientes para adultos (no vienen).
Fiesta medio excursión medio jolgorio;
al aire libre, buena para no estudiar;
en ella, las niñas juegan a las muñecas
y con una muñeca de verdad.
LA EDUCACIÓN POR LA PIEDRA
Una educación por la piedra: en lecciones;
para aprender de la piedra, tratarla;
captar a su voz no enfática, impersonal
(por la de dicción comienzan sus enseñanzas).
La lección de moral, su resistencia fría
a lo que fluye y a fluir, a set maleada;
la de poética, su carnadura concreta;
la de economía, su adensarse compacta:
lecciones de la piedra (de fuera a dentro,
cartilla muda), para quien sabe deletrearla.
*
Otra educación por la piedra: en el Sertón
(de fuera a dentro, y predidáctica).
En el Sertón la piedra no sabe darse clases
y si las diese, no enseñaría nada;
allí no se aprende la piedra: allí la piedra,
una piedra de nacimiento, entraña el alma.
Tomado de:

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