jueves, 9 de octubre de 2025

POEMAS DE JOÃO CABRAL DE MELO NETO -DESDE BRASIL- RECORDAMOS SU PARTIDA CON POESÍA


LA MESA

 

El diario doblado

sobre la mesa simple;

el mantel limpio

la loza blanca

 

y fresca como el pan.

 

La naranja verde:

tu paisaje siempre,

tu aire libre, sol

de tus playas; clara

 

y fresca como el pan.

 

El cuchillo que afiló

tu lápiz gastado;

tu primer libro

de cubierta blanca

 

y fresca como el pan.

 

 

Y el verso nacido

de tu mañana viva,

de tu sueño extinto,

todavía leve, caliente

 

y fresco como el pan.

 

Traducción: Márgara Russotto.

 

 

***

La mujer sentada

Mujer. Mujer y palomas.

Mujer entre sueños.

¿Nubes en sus ojos?

Nubes sobre sus cabellos.

 

(La visita espera en la sala;

la noticia, en el teléfono;

la muerte crece en la hora;

la primavera, más allá de la ventana).

 

Mujer sentada. Tranquila

en la sala, como si volara.

 

Traducción: Márgara Russotto.

 

 

 

del libro La educación por la piedra (1966).

 

 

TEJIENDO LA MAÑANA

 

Un gallo solo no teje una mañana:

siempre necesitará de otros gallos.

De uno que reciba ese grito

y lo lance a otro; de otro gallo

que reciba el grito del anterior

y lo lance a otro; y de otros gallos

que con muchos otros crucen

los hilos de sol de sus gritos,

para que la mañana, desde una tela tenue,

se vaya tejiendo entre todos los gallos.

 

 

Traducción: Ángel Crespo.

 

 

 

del libro Museo de todo (1975).

 

 

LA LECCIÓN DE PINTURA

 

Ningún cuadro se termina,

dice cierto pintor;

se puede sin fin continuarlo,

primero, además de otro cuadro

 

que, creado a partir de tal forma,

tiene en la tela, oculta,

una puerta, que da a un corredor

que da a otra, a muchas otras.

 

Traducción: Francisco Serrano.

 

 

 

LA LECCIÓN DE POESÍA

 

Toda la mañana consumida

como un sol inmóvil

ante la hoja en blanco:

principio del mundo, luna nueva. Ya no podías dibujar

siquiera una línea:

un nombre, ni siquiera una flor

se desabotonaba en el verano de la mesa:

ni en el mediodía iluminado,

cada día comprado,

del papel, que puede aceptar,

no obstante, cualquier mundo.

La noche entera el poeta

en su mesa, intentando

salvar de la muerte los monstruos

germinados de su tintero. Monstruos, animales, fantasmas

de palabras, circulando,

orinando sobre el papel,

ensuciándolo con su carbón.

Carbón de lápiz, carbón

de la idea fija, carbón

de la emoción extinta, carbón

consumido en los sueños.

 

La lucha blanca sobre el papel

que el poeta evita,

lucha blanca donde corre la sangre

de sus venas de agua salada. La física del miedo percibida

entre los gestos diarios;

miedo de las cosas jamás asentadas

no obstante inmóviles – naturalezas vivas.

Y las veinte palabras recogidas

en las aguas saladas del poeta

y de las que se servirá el poeta

en su máquina útil.

 

Veinte palabras siempre las mismas

de las que conoce el funcionamiento,

la evaporación, densidad

más leve que el aire.

 

 

 EL INGENIERO

 

La luz, el sol, el aire libre

envuelven el sueño del ingeniero.

El ingeniero sueña cosas claras:

superficies, tenis, un vaso de agua.

 

El lápiz, la escuadra, el papel;

el dibujo, el proyecto, el número:

el ingeniero piensa el mundo justo,

mundo que ningún velo encubre.

 

(En ciertas tardes nosotros subíamos

al edificio. La ciudad cotidiana,

como un diario que todos leían,

lograba un pulmón de cemento y vidrio).

 

El agua, el viento, la claridad,

a un lado el río, en lo alto las nubes,

situaban en la naturaleza el edificio

creciendo de sus fuerzas simples.

 

 

 

poemas joao cabral de melo neto

João Cabral de Melo Neto.

 

 

EL PERRO SIN PLUMAS

(1949- 1950)

 

A Joaquín Cardozo

poeta del Capibaribe

 

I           (Paisaje del Capibaribe)

 

La ciudad es cruzada por el río

como una calle

es cruzada por un cachorro;

una fruta

por una espada.

El río ya recordaba

la lengua mansa de un perro,

ya el vientre triste de un perro,

ya el otro río

de acuoso paño sucio

de los ojos de un perro.

Aquel río

era como un perro sin plumas.

Nada sabía de lluvia azul,

de la fuente rosada,

del agua del vaso de agua,

del agua de cántaro,

de los peces de agua,

de la brisa en el agua.

Sabía de los cangrejos

de lodo y herrumbre.

Sabía del lodo

como de una mucosa.

Debía saber de los pulpos.

Sabía seguramente

de la mujer febril que habita las ostras.

Aquel río

jamás se abre a los peces,

al brillo,

a la inquietud de cuchillo

que hay en los peces.

Jamás se abre en peces.

Abrece en flores

pobres y negras

como negros.

Abrece en una flora

sucia y más mendiga

como son los mendigos negros.

Abrece en mangles

de hojas duras y crespas

como un negro.

Liso como el vientre

de una perra fecunda,

el río crece

sin nunca, estallar.

Tiene, el río,

un parto fluido e invertebrado

como el de una perra.

Y jamás lo vi hervir

(como hierve

el pan que fermenta).

En silencio,

el río carga su fecundidad pobre,

grávido de tierra negra.

En silencio se da:

en capas de tierra negra,

en botines o guantes de tierra negra

para el pie o la mano

que se zambulle.

Como a veces

pasa con los perros,

el río parecía estancarse.

Sus aguas fluían entonces

más densas y tibias;

fluían con las olas

densas y tibias

de una culebra.

Él tenía algo, entonces,

del estancamiento de un loco.

Algo del estancamiento

del hospital, de la cárcel, de los asilos,

de la vida sucia y sofocada

(de ropa sucia y sofocada)

por donde se vino arrastrando.

Algo del estancamiento

de los palacios cariados,

comidos

de moho y muérdago.

Algo del estancamiento

de los árboles obesos

salpicando los mil azúcares

de los comedores pernambucanos,

por donde se vino arrastrando.

(Es en ellos,

pero de espaldas al río,

que «las grandes familias espirituales» de la ciudad

incuban los huevos gordos

de su prosa.

En la paz redonda de las cocinas,

helas allí revolviendo viciosamente

sus calderas

de pereza viscosa).

¿Sería el agua de aquel río

fruta de algún árbol?

¿Por qué parecía aquella

un agua madura?

¿Por qué sobre ella, siempre

como a punto de posarse las moscas?

Aquel río

¿saltó alegre en alguna parte?

¿Fue canción o fuente

en alguna parte?

¿Por qué entonces sus ojos

venían pintados de azul

en los mapas?

 

II              (Paisaje del Capibaribe)

 

Entre el paisaje

el río fluía

como una espada de líquido espeso.

Como un perro

humilde y espeso.

Entre el paisaje

(fluía)

de hombres plantados en el lodo,

de casas de lodo

plantadas en islas

coaguladas en el lodo;

paisaje de anfibios

de lodo y lodo.

Como el río

aquellos hombres

son como perros sin plumas

(un perro sin plumas

es más

que un perro saqueado

es más

que un perro asesinado.

Un perro sin plumas

es cuando un árbol sin voz.

Es cuando de un pájaro

sus raíces en el aire.

Es cuando a alguna cosa

le roe tan hondo

hasta lo que no tiene).

El río sabía

de aquellos hombres sin plumas.

Sabía de sus barbas expuestas,

de su doloroso cabello

de camarón y estopa

Sabía también

de los grandes galpones al borde de los muelles

(donde todo

es una inmensa puerta

sin puertas)

abiertos de par en par

a los horizontes que huelen a gasolina.

Y sabía

de la magra ciudad de corcho,

donde hombres huesudos,

donde puentes, solares huesudos,

(van todos

vestidos de dril)

se secan

hasta su más honda caliza.

Pero conocía mejor

a los hombres sin plumas.

Estos

se secan

aún más allá

de su caliza extrema;

aún más allá

de su paja;

más allá

de la paja de su sombrero;

más allá

hasta

de la camisa que no tienen;

mucho más allá del nombre

mismo escrito en la hoja

del papel más seco.

Porque es en el agua del río

que ellos se pierden

(lentamente

y sin diente).

Allí se pierden

(como una aguja no se pierde).

Allí se pierden

(como un reloj no se rompe).

Allí se pierden

como un espejo no se quiebra.

Allí se pierden

cómo se pierde el agua derramada

sin el diente seco

con que de repente

en un hombre se rompe

el hilo de hombre.

En el agua del río,

lentamente,

se van perdiendo

en lodo; en un lodo

que poco a poco

también no puede hablar:

que poco a poco

gana los gestos difuntos

del lodo;

la sangre de goma,

el ojo paralítico

del lodo.

En el paisaje del río

difícil es saber

dónde comienza el río;

dónde el lodo

comienza del río;

dónde la tierra

comienza del lodo;

dónde el hombre,

dónde la piel

comienza del lodo;

dónde comienza el hombre

en aquel hombre.

Difícil es saber

si aquel hombre

ya no está

más acá del hombre;

más acá del hombre

al menos capaz de roer

los huesos del oficio;

capaz de sangrar

en la plaza;

capaz de gritar

si la molienda le mastica el brazo;

capaz

de tener la vida masticada

y apenas no

(disuelta en aquella agua suave

que ablanda sus huesos

como ablandó las piedras).

 

III           (Fábula del Capibaribe)

 

La ciudad es fecundada

por aquella espada

que se derrama,

por aquella

húmeda encía de espada.

En el extremo del río

el mar se extendía

como camisa o sábana

sobre sus esqueletos

de arena lavada.

(Como el río era un cachorro,

el mar podía ser una bandera

azul y blanca

desdoblada

en el extremo del curso

—o del mástil— del río.

Una bandera

con sus dientes y su jabón

royendo sus playas.

Una bandera

que tuviese dientes:

como un poeta puro

puliendo esqueletos,

que tuviese dientes:

que el mar está siempre

como un roedor puro,

un policía puro

elaborando esqueletos,

el mar

con afán,

está siempre otra vez lavando

su puro esqueleto de arena.

El mar y su incienso,

el mar y sus ácidos,

el mar y la boca de sus ácidos,

el mar y su estómago

que come y se come,

el mar y su carne

vidriada, de estatua,

como un cachorro

teme una puerta entretanto abierta,

su silencio alcanzando

a costa de siempre decir

la misma cosa,

el mar y su tan puro

profesor de geometría).

El río teme aquel mar

como un mendigo,

la iglesia aparentemente abierta.

Primero,

el mar devuelve el río.

Cierra el mar al río

sus blancas sábanas.

El mar se cierra

a todo lo que en el río

son flores de tierra,

imagen de perro o mendigo.

Después,

el mar invade el río.

Quiere

el mar

destruir en el río

sus flores de tierra hinchada,

todo lo que en esa tierra

puede crecer y estallar,

como una isla,

una fruta.

Pero antes de ir al mar

el río se detiene

en mangles de agua inmóvil.

Júntase el río

a otros ríos

en una laguna, en pantanos

donde, fría, la vida hierve.

Júntase el río

a otros ríos.

Juntos

todos los ríos

preparan su lucha

de agua inmóvil,

su lucha

de fruta inmóvil.

(Como el río era un cachorro,

como el mar era una bandera

aquellos mangles

son una enorme fruta:

La misma máquina

paciente y útil

de una fruta;

la misma fuerza

invencible y anónima

de una fruta

—trabajando aún su azúcar

después de cortada—.

Como gota a gota

hasta el azúcar

gota a gota

hasta las coronas de tierra;

como gota a gota

hasta una nueva planta,

gota a gota

hasta las islas súbitas

aflorando alegres).

 

IV          (Discurso del Capibaribe

 

Aquel río

está en la memoria

como un perro vivo

dentro de una sala.

Como un perro vivo

dentro de un bolsillo.

Como un perro vivo

debajo de las sábanas,

debajo de la camisa,

de la piel.

Un perro, porque vive,

es agudo.

Lo que vive

no entorpece.

Lo que vive hiere.

El hombre

porque vive,

choca con lo que vive.

Vivir

es ir entre lo que vive

Lo que vive

molesta de vida

el silencio, el sueño, el cuerpo

que soñó cortarse

ropas de nubes.

Lo que vive choca,

tiene dientes, aristas, es espeso.

Lo que vive es espeso

como un perro, un hombre,

como aquel río.

Como todo lo real

es espeso.

Aquel río

es espeso y real.

Como una manzana

es espesa.

Como un cachorro

es más espeso que una manzana.

Como es más espesa

la sangre del cachorro

que el propio cachorro.

Como es más espeso

un hombre

que la sangre de un cachorro.

Como es mucho más espesa

la sangre de un hombre

que el sueño de un hombre.

Espeso

como una manzana es espesa.

Como una manzana

es mucho más espesa

si un hombre la come

que si un hombre la ve.

Como es aún más espesa

si el hambre la come.

Como es aún mucho más espesa

si no la puede comer

el hambre que la ve.

Aquel río

es espeso

como lo real más espeso.

Espeso

por su paisaje espeso,

donde el hambre

extienda sus batallones de secretas

e íntimas hormigas.

Y espeso

por su fábula espesa;

por el fluir

de sus jaleas de tierra;

al parir

sus islas negras de tierra.

Porque es mucho más espesa

la vida que se desdobla

en más vida,

como una fruta

es más espesa

que su flor;

como el árbol

es más espeso

que su simiente,

como la flor

es más espesa que su árbol,

etc., etc.

Espeso,

porque es más espesa

la vida que se lucha

cada día,

el día que se alcanza

cada día

(como un ave

que va cada segundo

conquistando su vuelo).

 

João Cabral de Melo Neto.

Poemas del libro Antología poética (FUNDARTE- 1979).

Traducción: Márgara Russotto.

 

 

Tomado de:

https://vomiteunconejito.wordpress.com/2020/06/26/poemas-de-joao-cabral-de-melo-neto/

 

 

A CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE

 

No hay un paraguas

Contra el poema

Que sube de regiones donde todo es sorpresa

Como una flor en un arriate.

 

No hay un paraguas

Contra el amor

Que mastica y escupe como cualquier boca

Que tritura como un siniestro.

 

No hay un paraguas

Contra el tedio,

El tedio de las cuatro paredes, de las cuatro

Estaciones, de los cuatro puntos cardinales.

 

 

ANFIÓN Y LA FLAUTA

 

“Una flauta: cómo

domarla, caballo

suelto que está loco?

 

 

¿Cómo anticipar

el árbol de son

de simiente tal,

 

del grano de viento

cogido en la acequia

flauta caña aún?

 

Una flauta: ¿cómo prever

sus modulaciones,

pelo suelto y loco?

 

¿Cómo trazar sus ondas

simplemente, como hace,

en el tiempo, el mar?

 

-La flauta, la arrojé

A los peces sordo-

Mudos de la mar.”

 

 

DOS FIESTAS DE LA MUERTE

 

Recepciones de cumplido que da la muerte:

el muerto, vestido para un acto inaugural;

y ambiguamente: con la ropa del orador

y la de la estatua que se va a inaugurar.

En el ataúd, medio ataúd medio pedestal,

el muerto se inaugura más que muere;

y doblemente: ora su propia estatua,

ora su propio vivo, en día de exponerse.

 

*

 

Excursiones infantiles que hace la muerte:

los entierros de niños en el Nordeste;

reservados para mayores de trece años,

inconvenientes para adultos (no vienen).

Fiesta medio excursión medio jolgorio;

al aire libre, buena para no estudiar;

en ella, las niñas juegan a las muñecas

y con una muñeca de verdad.

 

 

LA EDUCACIÓN POR LA PIEDRA

 

Una educación por la piedra: en lecciones;

para aprender de la piedra, tratarla;

captar a su voz no enfática, impersonal

(por la de dicción comienzan sus enseñanzas).

La lección de moral, su resistencia fría

a lo que fluye y a fluir, a set maleada;

la de poética, su carnadura concreta;

la de economía, su adensarse compacta:

lecciones de la piedra (de fuera a dentro,

cartilla muda), para quien sabe deletrearla.

 

*

Otra educación por la piedra: en el Sertón

(de fuera a dentro, y predidáctica).

En el Sertón la piedra no sabe darse clases

y si las diese, no enseñaría nada;

allí no se aprende la piedra: allí la piedra,

una piedra de nacimiento, entraña el alma.

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/joao-cabral-de-melo-neto-2/

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