COSAS DE PARTIR
Trato de sacarte del poema
para no estropear tu emoción:
ojos medio cerrados, precauciones a tiempo
soñando con ello de lejos, todo libre sin ti.
De eso ausento tus ojos, sonrisa, boca, mirada:
todas las cosas sobre ti, pero cosas de dejar…
Y nace mi alarma: y si murieras allí,
en medio del terreno sin texto que te sea ausente?
¿Y si ya no respiras? Si ya no te veo
por querer empujarte, lírica con emoción?
Y mi pánico crece: ¿si no estás?
¿Y si no estás donde está el poema?
Yo respiro eróticamente contigo:
primero un adverbio, luego un adjetivo,
luego un verso todo es emoción y juramento.
Y termino contigo encima del poema
presente indicativo, artículos en la oscuridad.
MÚSICA
Pido disculpas a los demás por el sueño de mi hija.
Y me acuesto al lado de
su cabeza compartiendo una almohada.
Los otros sonidos afuera en sinfonía
son violines agudos y bien tocados.
Me deshago de otros sonidos
y trabajo nuestros sonidos.
Bartók en relación con el resto.
Mi hija dormida.
De repente sueño con ella no en desacuerdo como yo
de cosas y sonidos, orgulloso
y dolorido Bartók.
Nunca como ellos
bien tocada
por violines ciertos
GALILEO, SU TORRE Y OTRAS ROTACIONES
Andamento 3
la pared color fuego
al lado de esta torre:
cargado de átomos muertos,
el polvo de otras
estrellas.
¿Dónde el lugar
para hablar de la península repentina
donde se nace junto a medias paredes
con la muerte?
¿Todo inútil?
El destello, el sentimiento
manchas solares?
un argumento nómada
¿lo será?
allí juntos
a la tierra, el terremoto,
eppur si muove
este, mi tiempo,
deambula de repente
Tomado de:
https://www.revistaaltazor.cl/ana-luisa-amaral-2/
Oración en el Mediterráneo
En vez de peces, Señor,
danos paz,
un mar que sea de olas inocentes,
y una vez en la arena
gente que mire con el corazón abierto,
voces que nos acepten
El viaje es tan difícil
que hasta la espuma hiere y hierve,
y es tan alta que ciega
durante la entera travesía
Haz, Señor, que no haya
muertos esta vez,
deja las rocas lejos,
que el viento amaine
y que tu paz por fin
se multiplique
Que después de la balsa
la guerra, la fatiga,
tras los brazos abiertos y sonoros,
haya, Señor,
un poco de pan tierno
y un pescado, tal vez,
del mar
que es también nuestro
El exceso más perfecto
Quisiera un poema de respiración tensa
y sin pudor.
Con la elegancia redonda de las mujeres barrocas
y el reverso todo del arbusto fino.
Un poema que Rubens envidiaría, al ver,
desde el fondo de tres siglos,
su cuerpo magnífico echado sobre un diván,
y reclinados los brazos desnudos,
sólo con pulseras tan (pero tan) preciosas,
y un angelito encima,
en su pequeño nicho hecho nube,
resguardándolo, dulce.
Un poema así quisiera.
Mucho más todo que las dignidades griegas
de equilibrio.
Un poema hecho de excesos y dorados,
y todavía muy bello en su pujanza oscura y mística.
Ah, como quisiera yo un poema diferente
de la pureza del granito, y de la pureza del blanco,
y de la transparencia de las cosas transparentes.
Un poema exultando en la angustia,
un largo rododendro color de sangre.
Una alameda entera de rododendros por donde el viento,
al pasar, se detuviera deslumbrado
y en desvelo. Y allí se quedara, aprisionado en el
cántico
de sus pulseras tan (pero tan)
preciosas.
Desnudo, de redondas formas, tal poema quisiera.
Una contrarreforma del silencio.
Música, música, música llenándole el cuerpo
y el cabello trenzado con flores y serpientes,
y una fuente de espanto polifónico
escurriéndosele por los dedos.
Reclinado en diván forrado de terciopelo,
su desnudez redonda y plena
haría a grifos y sirenas empalidecer.
Y a los pobres templos, de líneas tan contenidas y tan
puras,
temblar de miedo solamente de la fulguración
de su mirar. Dorado.
Música, música, música y la explosión del color.
Espiando desde el fondo de tres siglos,
un Murillo callado, al ver que simples eran sus ángeles
junto a los ángeles desnudos de este poema,
cantando en conjunción con otros
astros de oro
salmodias de amor y de perfecto exceso.
Góngora empalidece, como los grifos,
ahora que lo contempla.
Esta contrarreforma del silencio.
Su mano alzada rumbo al cielo, cargada
de nada -
What’s in a Name, trad. Paola Abramo, México,
Madrid, Sexto Piso, 2018
Sólo un poco de Goya: carta a mi hija
Te acuerdas que decías la vida es una fila?
Eras pequeña y el cabello más claro,
pero iguales los ojos. En la metáfora dada
por la infancia, preguntabas del espanto
de la muerte y del nacer, y a quién se seguía,
y por qué se seguía, o de la total ausencia
de razón en esa cadena en sueño de ovillo.
Hoy, en esta noche caliente que estalla
en junio, tu cabello claro más oscuro,
quería contarte que la vida también es eso:
una fila en el espacio, una fila en el tiempo,
y que tu tiempo al mío seguirá.
En un estilo que me agrada, ese de un hombre
que un día habló de Goya en una carta a sus
hijos, quería decirte que la vida es también
esto: un arma a veces cargada
(como decía una mujer sola, grande
como un jardín). Darte dulce de leche, dejarte
testamentos, hablarte de tazones - es siempre
mirarte amor. Pero es también enajenarte a la
vida, atrincherarnos en fila discontinua
de mentiras, en cariño de verso.
Y yo quería hablarte de los nexos de la vida,
de quién la habita más allá del aire.
Y que el respeto entero e infinito
no precisa venir después del amor.
Ni antes. Que las filas son sólo útiles
como formas de mirar, maneras de ordenar
nuestro espanto, pero que son posibles puntos
paralelos, espejos y no ventanas.
Y que todo está bien y es bueno: fila
u ovillo, dos cabezas en un mismo cuerpo,
o un dragón sin fuego, o unicornio
amenazando con llamas muy vivas.
Como el cabello claro que tenías en ese tiempo
se volvió castaño, pero aún claro,
y la metáfora hecha por la infancia
se reveló tan cierta en el poema. Se revela
tan útil para hablar de la vida, esa que,
sin tazones, intactos o partidos, sigue
siendo buena, aunque en disonancia de ovillo.
No sé qué te dirán en un futuro más cercano,
si quién así habita los espacios de las vidas
tiene ojos do gigante o cuernos asombrosos.
Porque to amo, deseaba un antídoto
igual a un elixir que te hiciese grande
do repente, volando, como hada, sobre la fila.
Pero al amarte, no puedo hacerte eso,
y en esta noche cálida rasgando junio,
quiero hablarte de la fila y del ovillo
y de todas las formas diversas de amar,
pero hechas de pequeños sonidos de espanto,
si lo justo y lo humano se abrazan allí.
La vida, hija mía, puede ser hecha
de metáfora otra: una lengua de fuego;
una camisa blanca color de pesadilla.
Pero también ese bulbo quo me has dado,
y que ha florecido ahora, pasado un año.
Porque hubo tierra, algún agua leve,
y un balcón liberándole los pasos.
Traducción inédita Diana Bellessi
Matar es fácil
Asesiné (tan fácil) con la uña
un pequeño mosquito
que aterrizó sin permiso y sin licencia
en la hoja de papel
Era tan insustancial,
de alas imperceptibles a la vista,
que dejó, muerto en la hoja, un rastro
igual a casi nada
Pero era un rastro
con un resto de magia, un pretexto
de poema, y con
su linfa ardiendo
por un tiempo más breve
que mi vida
no dejaba de ser
un tiempo vivo
Abatido sin lanza ni puñal,
sin sustancia mortal
(digno cianuro o estricnina),
murió, víctima de una uña,
y volvió al polvo:
una efímera harina triturada
Mas ha de contener,
igual que sus parientes,
una cosa concreta,
que de aquí a unos cien años,
será la misma sustancia
la que alimenta la tibia de un poeta,
el rostro que se amó,
el pedazo de papel en el que escribo,
el más pequeño punto imperturbable
en la cola de un cometa
Tomado de:
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/Antologia/amaral.html
Músicas
*
Me disculpo de los otros con el sueño de mi hija.
Y me acuesto a su lado,
la cabeza compartiendo almohada.
Los sonidos de los otros ahí fueran en sinfonía
son violines agudos bien tocados.
Soy yo la que me deshago de sus sonidos
y me trabajo en otros sonidos.
Bartók en relación al resto.
Mi hija dormida.
Súbitamente la sueño no en desencuentro como yo
De las cosas y de los sonidos, orgulloso
y dolorido Bartók.
Pero nunca como ellos,
bien tocada
por violines ciertos
En Creta, con el dinosaurio
*
Nunca he estado allí,
Pero me gustaría.
También sentarme a la mesa de café
relajada (mesa y yo)
y tener frente a mí
al dinosaurio.
Pata trazada sobre la roca,
aquella donde Teseo
no descubriera entrada de caverna.
Conversaríamos los dos, yo
en la silla, él
altamente herbívoro y escamoso,
ojo suave y muy social.
Después, ¡el hilo!
Que Ariadne había traído, poco solemne
y debajo del brazo.
Un hilo de seda o plomada o acero.
Y el dinosaurio,
de poco habituado (aun así)
a un tiempo tan nuestro,
preguntaría para qué era aquello.
"Para guiar a Teseo", era
la respuesta de Ariadne. Y después,
guiñando el ojo, todavía más suave
que el del monstruo escamado,
"O para confundirlo"
Convendrá referir en este momento
que
Teseo: entretenido en el palacio
estudiando laberintos con el rey,
ignorante de todo.
En la roca, llena de algas suaves
de terciopelo,
abriría el dinosaurio en gesto amplio
las patas delanteras, aprobando
la idea.
Estábamos bien, los tres,
beborroteando tranquilos el café
servido por meteco
- perfumado.
Mientras en el palacio, el laberinto se hinchaba
y Teseo, ansioso por agradar al Rey,
quemaba, de frenético, nobles pestañas
griegas.
En el aire minoico, exhalaba
el perfume a naranjas,
y, entre varios cafés y tragos de resina,
el dinosaurio masticaba tranquilo
cuatro quilos (a la vez) de
ciruelas secas y dulces
mandarinas,
narrando la noble paz
que había sucedido al caos:
no sabía si estrellas en cósmico viaje
de lluvia de brillantes,
o si glaciar pavoroso
reconcertando el ritmo de la Tierra,
o si sólo su tamaño – inmenso
y deshumano -
dando lugar al mito.
En laberinto
de muchos millones de años,
había llegado allí. Sin saber cómo.
"Y como el hilo que yo traigo
aquí, para Teseo", Ariadne
diría, "El de acero, seda, o plomada,
que conduce o confunde, conforme
la ocasión."
– ¡La
traición!
Derivaría Ariadne, entonces,
hablando de Teseo: de la traición que,
creía ella,
le llevaría a abandonar
-allí en Naxos
y del compás incierto de lo que fuera
anterior a la traición.
Poseidón por las aguas relucía,
el destino de Minos y de Cnosos
todavía por marcar;
sólo el monstruo sabía como dioses y hombres:
comunes en odiar.
Sabía, pero callaba. Que silencio:
la virtud mayor
de saurio que se precie.
Y la conversación seria tan tranquila, tan amena,
que olvidaba Ariadne derivaciones
de mito,
juntándose a la retsina.
"Un brindis", propondría el dinosaurio,
en gesto social.
"Un brindis", repetiríamos nosotros (princesa
y yo).
Y el hilo de encaje fino volaría
cual pájaro prehistórico,
hasta el mar Egeo.
Pata tapando la boca de franjas
inocentes,
se limpiaría entonces el Dinosaurio los dientes...
(Y
del palacio ya salió Teseo.
Mapa
y espada en la mano.
Pero
sin el hilo.)
Mal pienso, luego existo
*
Pienso que sí, que el verso
deseado es el que más resiste
al vendaval de la letra, que
el dolor más contiguo a todo
al que se insiste y vive
en el bolsillo del poeta.
Pienso que sí, que al meter
la mano en el bolsillo, sacando de él
el dolor en vez de caramelo,
canica de mil colores
o minúsculo
fósforo quebrado,
ese dirá también: Pienso que sí.
Que las cosas se repiten
infinitas en círculo de luna,
que mi dolor, no siendo
igual al tuyo, está contiguo
al bolsillo igual.
Así existo. Porque pienso
mal, ya que pensar que sí
en negación
es forma de negar
inevitable cuenta de hospital
tras enfermedad larga en habitación
a flores.
[Y aun así, a veces,
Bien en el fondo
del bolsillo:
cristalizado mundo.
Minúscula canica
de colores.]
***
Ana Luísa Amaral (Lisboa, 1956-Oporto, 2022)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez
Tomado de:
https://lacomparecenciainfinita.blogspot.com/2022/11/ana-luisa-amaral-cuatro-poemas.html

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