domingo, 5 de octubre de 2025

POEMAS DE ANA LUISA AMARAL - DESDE PORTUGAL -


COSAS DE PARTIR

 

Trato de sacarte del poema

para no estropear tu emoción:

ojos medio cerrados, precauciones a tiempo

soñando con ello de lejos, todo libre sin ti.

 

De eso ausento tus ojos, sonrisa, boca, mirada:

todas las cosas sobre ti, pero cosas de dejar…

Y nace mi alarma: y si murieras allí,

en medio del terreno sin texto que te sea ausente?

 

 

¿Y si ya no respiras? Si ya no te veo

por querer empujarte, lírica con emoción?

Y mi pánico crece: ¿si no estás?

¿Y si no estás donde está el poema?

 

Yo respiro eróticamente contigo:

primero un adverbio, luego un adjetivo,

luego un verso todo es emoción y juramento.

Y termino contigo encima del poema

presente indicativo, artículos en la oscuridad.

 

 

MÚSICA

 

Pido disculpas a los demás por el sueño de mi hija.

Y me acuesto al lado de

su cabeza compartiendo una almohada.

Los otros sonidos afuera en sinfonía

son violines agudos y bien tocados.

Me deshago de otros sonidos

y trabajo nuestros sonidos.

Bartók en relación con el resto.

Mi hija dormida.

De repente sueño con ella no en desacuerdo como yo

de cosas y sonidos, orgulloso

y dolorido Bartók.

Nunca como ellos

bien tocada

por violines ciertos

 

 

GALILEO, SU TORRE Y OTRAS ROTACIONES

 

Andamento 3

 

la pared color fuego

al lado de esta torre:

cargado de átomos muertos,

el polvo de otras

estrellas.

¿Dónde el lugar

para hablar de la península repentina

donde se nace junto a medias paredes

con la muerte?

¿Todo inútil?

El destello, el sentimiento

manchas solares?

un argumento nómada

¿lo será?

allí juntos

a la tierra, el terremoto,

eppur si muove

este, mi tiempo,

deambula de repente

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/ana-luisa-amaral-2/

 

 

Oración en el Mediterráneo

En vez de peces, Señor,

danos paz,

un mar que sea de olas inocentes,

y una vez en la arena

gente que mire con el corazón abierto,

voces que nos acepten

El viaje es tan difícil

que hasta la espuma hiere y hierve,

y es tan alta que ciega

durante la entera travesía

Haz, Señor, que no haya

muertos esta vez,

deja las rocas lejos,

que el viento amaine

y que tu paz por fin

se multiplique

Que después de la balsa

la guerra, la fatiga,

tras los brazos abiertos y sonoros,

haya, Señor,

un poco de pan tierno

y un pescado, tal vez,

del mar

que es también nuestro

 

 

El exceso más perfecto

Quisiera un poema de respiración tensa

y sin pudor.

Con la elegancia redonda de las mujeres barrocas

y el reverso todo del arbusto fino.

Un poema que Rubens envidiaría, al ver,

desde el fondo de tres siglos,

su cuerpo magnífico echado sobre un diván,

y reclinados los brazos desnudos,

sólo con pulseras tan (pero tan) preciosas,

y un angelito encima,

en su pequeño nicho hecho nube,

resguardándolo, dulce.

Un poema así quisiera.

 

Mucho más todo que las dignidades griegas

de equilibrio.

Un poema hecho de excesos y dorados,

y todavía muy bello en su pujanza oscura y mística.

Ah, como quisiera yo un poema diferente

de la pureza del granito, y de la pureza del blanco,

y de la transparencia de las cosas transparentes.

Un poema exultando en la angustia,

un largo rododendro color de sangre.

Una alameda entera de rododendros por donde el viento,

al pasar, se detuviera deslumbrado

y en desvelo. Y allí se quedara, aprisionado en el cántico

de sus pulseras tan (pero tan)

preciosas.

 

Desnudo, de redondas formas, tal poema quisiera.

Una contrarreforma del silencio.

 

Música, música, música llenándole el cuerpo

y el cabello trenzado con flores y serpientes,

y una fuente de espanto polifónico

escurriéndosele por los dedos.

Reclinado en diván forrado de terciopelo,

su desnudez redonda y plena

haría a grifos y sirenas empalidecer.

Y a los pobres templos, de líneas tan contenidas y tan puras,

temblar de miedo solamente de la fulguración

de su mirar. Dorado.

 

Música, música, música y la explosión del color.

Espiando desde el fondo de tres siglos,

un Murillo callado, al ver que simples eran sus ángeles

junto a los ángeles desnudos de este poema,

cantando en conjunción con otros

astros de oro

salmodias de amor y de perfecto exceso.

 

Góngora empalidece, como los grifos,

ahora que lo contempla.

Esta contrarreforma del silencio.

Su mano alzada rumbo al cielo, cargada

de nada -

 

                             What’s in a Name, trad. Paola Abramo, México, Madrid, Sexto Piso, 2018

 

 

Sólo un poco de Goya: carta a mi hija

 

Te acuerdas que decías la vida es una fila?

Eras pequeña y el cabello más claro,

pero iguales los ojos. En la metáfora dada

por la infancia, preguntabas del espanto

de la muerte y del nacer, y a quién se seguía,

y por qué se seguía, o de la total ausencia

de razón en esa cadena en sueño de ovillo.

 

Hoy, en esta noche caliente que estalla

en junio, tu cabello claro más oscuro,

quería contarte que la vida también es eso:

una fila en el espacio, una fila en el tiempo,

y que tu tiempo al mío seguirá.

En un estilo que me agrada, ese de un hombre

que un día habló de Goya en una carta a sus

hijos, quería decirte que la vida es también

esto: un arma a veces cargada

(como decía una mujer sola, grande

como un jardín). Darte dulce de leche, dejarte

testamentos, hablarte de tazones - es siempre

mirarte amor. Pero es también enajenarte a la

vida, atrincherarnos en fila discontinua

de mentiras, en cariño de verso.

 

Y yo quería hablarte de los nexos de la vida,

de quién la habita más allá del aire.

Y que el respeto entero e infinito

no precisa venir después del amor.

Ni antes. Que las filas son sólo útiles

como formas de mirar, maneras de ordenar

nuestro espanto, pero que son posibles puntos

paralelos, espejos y no ventanas.

 

Y que todo está bien y es bueno: fila

u ovillo, dos cabezas en un mismo cuerpo,

o un dragón sin fuego, o unicornio

amenazando con llamas muy vivas.

Como el cabello claro que tenías en ese tiempo

se volvió castaño, pero aún claro,

y la metáfora hecha por la infancia

se reveló tan cierta en el poema. Se revela

tan útil para hablar de la vida, esa que,

sin tazones, intactos o partidos, sigue

siendo buena, aunque en disonancia de ovillo.

 

No sé qué te dirán en un futuro más cercano,

si quién así habita los espacios de las vidas

tiene ojos do gigante o cuernos asombrosos.

Porque to amo, deseaba un antídoto

igual a un elixir que te hiciese grande

do repente, volando, como hada, sobre la fila.

Pero al amarte, no puedo hacerte eso,

y en esta noche cálida rasgando junio,

quiero hablarte de la fila y del ovillo

y de todas las formas diversas de amar,

pero hechas de pequeños sonidos de espanto,

si lo justo y lo humano se abrazan allí.

 

La vida, hija mía, puede ser hecha

de metáfora otra: una lengua de fuego;

una camisa blanca color de pesadilla.

Pero también ese bulbo quo me has dado,

y que ha florecido ahora, pasado un año.

Porque hubo tierra, algún agua leve,

y un balcón liberándole los pasos.

 

                     Traducción inédita Diana Bellessi

 

 

Matar es fácil

Asesiné (tan fácil) con la uña

un pequeño mosquito

que aterrizó sin permiso y sin licencia

en la hoja de papel

Era tan insustancial,

de alas imperceptibles a la vista,

que dejó, muerto en la hoja, un rastro

igual a casi nada

Pero era un rastro

con un resto de magia, un pretexto

de poema, y ​​con su linfa ardiendo

por un tiempo más breve

que mi vida

no dejaba de ser

un tiempo vivo

Abatido sin lanza ni puñal,

sin sustancia mortal

(digno cianuro o estricnina),

murió, víctima de una uña,

y volvió al polvo:

una efímera harina triturada

Mas ha de contener,

igual que sus parientes,

una cosa concreta,

que de aquí a unos cien años,

será la misma sustancia

la que alimenta la tibia de un poeta,

el rostro que se amó,

el pedazo de papel en el que escribo,

el más pequeño punto imperturbable

en la cola de un cometa

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/Antologia/amaral.html

 

 

Músicas

 

*

 

Me disculpo de los otros con el sueño de mi hija.

Y me acuesto a su lado,

la cabeza compartiendo almohada.

Los sonidos de los otros ahí fueran en sinfonía

son violines agudos bien tocados.

Soy yo la que me deshago de sus sonidos

y me trabajo en otros sonidos.

Bartók en relación al resto.

Mi hija dormida.

Súbitamente la sueño no en desencuentro como yo

De las cosas y de los sonidos, orgulloso

y dolorido Bartók.

Pero nunca como ellos,

bien tocada

por violines ciertos

 

 

En Creta, con el dinosaurio

 

*

 

 

Nunca he estado allí,

Pero me gustaría.

 

También sentarme a la mesa de café

relajada (mesa y yo)

y tener frente a mí

al dinosaurio.

 

Pata trazada sobre la roca,

aquella donde Teseo

no descubriera entrada de caverna.

Conversaríamos los dos, yo

en la silla, él

altamente herbívoro y escamoso,

ojo suave y muy social.

 

            Después, ¡el hilo!

 

Que Ariadne había traído, poco solemne

y debajo del brazo.

Un hilo de seda o plomada o acero.

Y el dinosaurio,

de poco habituado (aun así)

a un tiempo tan nuestro,

preguntaría para qué era aquello.

 

"Para guiar a Teseo", era

la respuesta de Ariadne. Y después,

guiñando el ojo, todavía más suave

que el del monstruo escamado,

"O para confundirlo"

 

            Convendrá referir en este momento

            que Teseo: entretenido en el palacio

            estudiando laberintos con el rey,

            ignorante de todo.

 

En la roca, llena de algas suaves

de terciopelo,

abriría el dinosaurio en gesto amplio

las patas delanteras, aprobando

la idea.

 

Estábamos bien, los tres,

beborroteando tranquilos el café

servido por meteco

- perfumado.

Mientras en el palacio, el laberinto se hinchaba

y Teseo, ansioso por agradar al Rey,

quemaba, de frenético, nobles pestañas

griegas.

 

En el aire minoico, exhalaba

el perfume a naranjas,

y, entre varios cafés y tragos de resina,

el dinosaurio masticaba tranquilo

cuatro quilos (a la vez) de

ciruelas secas y dulces

mandarinas,

narrando la noble paz

que había sucedido al caos:

no sabía si estrellas en cósmico viaje

de lluvia de brillantes,

o si glaciar pavoroso

reconcertando el ritmo de la Tierra,

o si sólo su tamaño – inmenso

y deshumano -

dando lugar al mito.

 

En laberinto

de muchos millones de años,

había llegado allí. Sin saber cómo.

"Y como el hilo que yo traigo

aquí, para Teseo", Ariadne

diría, "El de acero, seda, o plomada,

que conduce o confunde, conforme

la ocasión."

 

    – ¡La traición!

 

Derivaría Ariadne, entonces,

hablando de Teseo: de la traición que,

creía ella,

le llevaría a abandonar

-allí en Naxos

y del compás incierto de lo que fuera

anterior a la traición.

 

Poseidón por las aguas relucía,

el destino de Minos y de Cnosos

todavía por marcar;

sólo el monstruo sabía como dioses y hombres:

comunes en odiar.

 

Sabía, pero callaba. Que silencio:

la virtud mayor

de saurio que se precie.

Y la conversación seria tan tranquila, tan amena,

que olvidaba Ariadne derivaciones

de mito,

juntándose a la retsina.

 

"Un brindis", propondría el dinosaurio,

en gesto social.

"Un brindis", repetiríamos nosotros (princesa

y yo).

 

Y el hilo de encaje fino volaría

cual pájaro prehistórico,

hasta el mar Egeo.

 

Pata tapando la boca de franjas

inocentes,

se limpiaría entonces el Dinosaurio los dientes...

 

            (Y del palacio ya salió Teseo.

            Mapa y espada en la mano.

            Pero sin el hilo.)

 

 

Mal pienso, luego existo

 

*

 

Pienso que sí, que el verso

deseado es el que más resiste

al vendaval de la letra, que

el dolor más contiguo a todo

al que se insiste y vive

en el bolsillo del poeta.

 

Pienso que sí, que al meter

la mano en el bolsillo, sacando de él

el dolor en vez de caramelo,

canica de mil colores

o minúsculo

fósforo quebrado,

 

ese dirá también: Pienso que sí.

Que las cosas se repiten

infinitas en círculo de luna,

que mi dolor, no siendo

igual al tuyo, está contiguo

al bolsillo igual.

 

Así existo. Porque pienso

mal, ya que pensar que sí

en negación

es forma de negar

inevitable cuenta de hospital

tras enfermedad larga en habitación

a flores.

 

[Y aun así, a veces,

Bien en el fondo

del bolsillo:

cristalizado mundo.

Minúscula canica

de colores.]

 

***

Ana Luísa Amaral (Lisboa, 1956-Oporto, 2022)

Versiones de Raquel Madrigal Martínez

Tomado de:

https://lacomparecenciainfinita.blogspot.com/2022/11/ana-luisa-amaral-cuatro-poemas.html

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