(10 de enero de 1930, Santa Fe, Argentina - 17 de junio de 1976, Mendoza, Argentina)
El ocaso de los dioses
No hay nadie en la calle, en los ruidos húmedos,
en el vuelo de las hojas y mis pasos quieren
reiniciar las maderas de la adolescencia.
Pero todo está abandonado, no hay nada que
pueda favorecernos; ningún aire de
inconsciencia, ningún reino de libertad. Sólo
hábitos tolerantes haciendo crujir nuestra
memoria. "Ha estado bien", decimos.
Dueños del incendio, de la bondad del
crepúsculo, de nuestro hacer, de nuestra
música, del único amor incoherente; soberanos
de esa calle donde los tactos y la impresión
hicieron su universo.
Las sombras acarician aún sus veredas, tu mismo
nombre y tu gesto son una forma nocturna que
en esa constelación crece y sabe enrostrar
nuestra culpa.
Y todo termina con una esperanza, con una
dilación —"ha estado bien"—, o en un bostezo,
o en otro lugar donde es menester el coraje.
Ojos grandes, serenos
Andando, el barro nos llega a las caderas.
Calmando algunas inquietudes, han nacido
otras. Rodamos sobre nuevos remansos.
Nadie vuelve; es ahora el momento del amor. El
deseo es una ola suave; aquí en la orilla, con la
mano firme, detrás de los juncos, frente al sol.
Volarán los pájaros silvestres, las islas vencerán
a las palabras: el silencio sagrado sobre el mundo.
Iremos a la hoguera con los grandes herejes.
(de Historia Antigua, 1950-1957)
B.A. Argentine
a Clara Fernández Moreno
tiemblan en silencio
retumba y crece el desafío
de un dolor común y distinto sumado en el tiempo
los hombres significan y conforman
los enigmas del tiempo
y se deslumbran y desisten
de los resplandores que esos misterios establecen
altos vuelos
pequeños gemidos de la ciudad que cruje y cede
ante tantas cosas que vienen
a golpear sus flancos prematuramente envejecidos
cosas inútiles difíciles de nombrar
es el antiguo sol
es la soltura del río
es el agua abatida en su ancha extensión
es el riesgo que incita a decidirse
la certidumbre que asusta y demora
el desenlace que hace posibles otros riesgos
o descalifica para siempre
es alguna palabra sobre el amor
que se pone en movimiento
y complica con el mundo
es el lenguaje la relación
es la vida que el amor modifica
Una mujer ha cambiado
el mundo parece derrumbarse
sólo quedan las marcas de la
desolación
corazón débil
ves con tristeza el ritmo y la
turgencia de ese cuerpo
que se dibuja en el tiempo para
sumarse a otro dolor
para reforzar aquel viejo desafío
aquella atmósfera densa y
provisoria
donde nada parece crecer
donde todo se aleja o se
arrincona
en la penumbra de la boite algo
se oculta
y no se oye ruido que no sea el
roce de los cuerpos
el latigazo de los encendedores
el cigarrillo peligrosamente
oportuno
la fragancia de un humo de
abandono y de fiebre
su memorable elegancia dispuesta
a la huida más inmediata
sus canciones a las rondas
y a las tinieblas
sus maneras
para empuñar copetines de bellos
colores
y evaporarse también con el humo
alucinado que apresura
la partida
que las pone tristes
o las hace reír
delicadeza airada o aparente
que se abandona
o no se entrega al rumor del
nombre amado
y no se deja olvidar
suave desdicha que vendrá o que
se pierde
una dureza imprevista le hace
clavar la mirada
cierta melancolía
subir los peldaños del bar la
escalerita
salir sometida de tucumán
buscando el norte
para el lado de retiro
y trepar por los vapores de la
cortada tres sargentos
y bajar a los grill de losHOTELES de raza
o sumergirse en 25 de
mayo
como los peces en la soltura
abatida del agua
y andar con un aire un desgano
con los ojos crispados por el
mismo humo
haciendo señas hospitalarias o
procaces
persiguiendo la estela de un
espléndido sueño
ha cambiado la que murió joven
dejando criaturas pequeñas
la buena madre y la siniestra
y la generosa y la dueña del amor
del amor que muere y parte el
alma vulnerable
abismos cansados en la memoria
el amor áspero y encantador
el amor furiosamente trazado
el que repugna y renueva el deseo
y el temor de no sentir más sus
aullidos
ni divisar su rastro
ni imaginar siquiera cuál será su
nueva forma
su nueva alegría y su nuevo
fracaso
sus técnicas desconocidas
sus sombras
los aspectos ignorados del amor
que vendrá
porque había un tiempo
en que creímos que aquerenciado
se acercaría
para siempre
que había un tiempo de esperanza
como hubo otro tiempo de
protección
y como existe este nervioso
tiempo de desamparo
ella ha cambiado
y tenía el lustre de la lujuria
ya no hay amor
es otra
son otras marcas del tiempo
distintos signos del lenguaje
distintas lágrimas distinto odio
distinta manera de rebelarse
o soportar
llegan rostros desconocidos
el destino yace en la piel
asediada de tu mano
tu-delicada-mano-de-mujer
tu mano culpable y temerosa y
surcada por los hechos
sin forma
planetas enemigos
dioses propicios
la sota con sus armas hacia abajo
o hacia la suerte
y el tiempo que arrima los
pálpitos
alerta en todas partes
en todo asfalto de toda ciudad
el tránsito está prevenido y teme
en la madrugada del sacrificio y
el miedo
la gente no quiere morir
no quiere sufrir
quiere seguir
quiere defenderse
su coraje y su miedo
es una misma vibración
un resentimiento acumulado
una venganza creciendo
pacientemente
un odio subrepticio y agorero
la madrugada áspera de barracas
y la aceitosa de valentín
alsina
la madrugada de la insurrección
posible
philips humea feliz como un trasatlántico
la chimenea lanza un grito de
gozo
y los pasajeros se inquietan
entonces la borda se aleja
suavemente
la proa enfila hacia las gordas
naranjas
hacia las redondas mujeres
paraguayas
suena el canto de las sirenas
el trasatlántico se pierde
en las brumas que también se
alejan a mediodía
los hombres forman una dolorosa
columna
es la hora del valor y de la
subordinación
—un hombre joven ha salido
barbudo del calabozo
el calabozo era estrecho
húmedo
son las tardes forzadas
asediadas por las aves que
merodean el sustento
que rinden honores a la
enarbolada
a
la-gloriosa-bandera-de-la-patria
es la fiebre de los niños en la
madrugada
una fatiga
quebrantando las intenciones más
perfectas
es el amor ahogado en el
cansancio
la ternura derrotada para siempre
la espera sin ilusiones
la desdicha
son los dioses exilados
adán arrojado del paraíso
la salvación que no llega
el incienso que nos abandona
es la revolución que huye por las
ramas
apenas se distingue su forma
su aroma ha cedido lugar
al penetrante jazmín de
lluvia
hace un momento
que se ha desencadenado el trajín
en el mercado de liniers
un viejo se toma de la cintura
otro afloja un arnés
una mujer levantó un cajón de
doradas frutas
correntinas
y bostezó
un colectivo trepa y huye por
la avenida general
paz
hace un momento en liniers llovía
suavemente
los jazmines gozaron del agua
y acrecentaron-su-belleza
ella estaba a tu lado tomándote
de la mano
y esa tibieza de aquella mano
es un insoportable dolor
que crece junto a nuevas
desdichas
que otra mujer
otra mano sin duda podrá
desencadenar
has andado por un lejano arrabal
estás en el mundo
la gente camina a tu lado
en la calle los hombres no se
conocen
es el lugar del desencuentro
no pueden conversar
caminan a veces por corrientes
allí iniciaban otro amor al
amanecer
y la fatalidad cubría a la mujer
del tango
nada podía evitarlo
estaría descalza
sin el raso efímero
que ajusta ahora su pie experto
de bailarina
su melena armada por los aires
del mundo
y su humillación
“el motivo”
los ornamentos que disfrazan su
amor
que postergan su venganza o su
realidad
ese aparente amor sin país y sin
alternativas
esa tonada que la hace de otra
tierra
de distinto signo
de un abuso de la fatalidad
del designio del pueblo o del
barrio
la exageración del tango
su certeza
caminan como antaño
por esas calles arrasadas
no quieren hablar
ninguno recuerda o reconoce ya la
orfandad del amor
que en la calle
corrientes permanece algo cambiado
y suele estallar en la gran
vía del norte
y desfallece al tercer día
en la madrugada de palermo
chico
una heladera se abre
y una mano vuelve a laSALITA en penumbras
un brazo agita el último cocktail
un opel se
detiene
dos rostros se acercan
dos cuerpos descorren los siete
velos de nylon
y se ocupan de hacer algo muy
viejo
además de tomar el último trago
además de consolidar la madrugada
en la cual se desconfía
como se puede dudar de todo
de los ideales
del sabor
de las ganas también se duda
hasta tocar la madrugada
en la que alguien parte o regresa
para siempre
un chorro de vapor trepida en el
amanecer
la grappa humea junto al café
la locomotora humea como un potro
el tren está empañado y quieto
san
martín se arropa y mira
tristemente
los maderos que flotan
y la brisa encrespa su capa de
bronce
el héroe parte solo hacia
la pampa
hacia el viento
hacia el alcohol de losHOTELES desconocidos
es general pico o catriló
realicó o general villegas
es bernasconi
es villa iris y
el hotel irreal del cognac
y las mucamas ariscas y
cortesanas
es santa rosa de la pampa
es cora que
reabre el amor y entorna el silencio
es el mar de bahía
y el duro “bon voyage” a los
barcos que se alejan
es el “corazón oprimido”
la sucia melancolía
los barcos han partido vacíos de
culpa
los trenes también se alejan
y su rápida y prolongada figura
alumbra nuevos o corrompidos
horizontes
los relámpagos desvisten la noche
impúdica
caen entre los cerros apartados
la luz corta la noche puntana que
se deshace
y se transforma
el sol y el vino dan un lustre
dorado
a la ficción y a las grietas de
las tierras de cuyo
la tierra se niega
se abre
la tierra engaña
la tierra tiembla como tus manos
ella encendía un cigarrillo a tu
lado
y te miraba desde el fondo del
agua más serena
los animales gritaban y
enloquecían
y era la tierra culpable del
desorden
las habitaciones crujían
el mundo se movía demasiado
y en la confusión
pudo no obstante
sin mezquindad
dar fuego a tu cigarrillo y a tu
vida
pudo ofrecerse
y esconder su riqueza
como a veces
con naturalidad
paseaba a tu lado por el sólido
parque
y te amaba y se interesaba por tu
salud
y por el destino que nos tocaría
en suerte
y no habíamos cambiado mucho
con esa tierra inquieta
con esos terremotos
ellos pudieron ahuyentarla
demasiado pronto
o con toda facilidad cambiarla
para siempre
o consolidar la imprevisible
ternura
que la luz de chacras de
coria en ella desencadenaba
allí veía con temor el tibet silencioso
y los monjes irreales la miraban
ella estaba a tu lado en la
madrugada de rodeo del medio
todavía era la misma yJUGABA con la nieve
tomaba aguardiente en la hostería
del cerro
rodeada de sombras que la amaban
desde un mundo sin forma
eran los que han muerto hace
mucho
aquellos a quienes no atribuimos
ninguna desgracia
los abuelos sonrientes
que miran más allá del cansancio
del lugar de su dicha aparente y
antigua
la desdicha cambia con el tiempo
y toma los aires de la felicidad
y nos toca
y suspiramos por el tiempo pasado
por los momentos ajenos
por todo aquello que no podrá
pertenecernos nunca
que no podremos imaginar
o que se impondrá
en nuestra saturada memoria
su piel era tersa
sin quejidos
tocada por el silencio y el fuego
bordeada por antiguos temores
aquellas sombras daban miedo con
su amor injusto
o la dejaban insegura
o un poco sola
y se cruzaba de brazos para
esperar
sus brazos eran sólidos
como el agua impaciente de guaymallén
el agua que miraba sin rabia
no era el miedo ni la esperanza
era un relámpago de vino
que se derramaba sobre pie
de palo
un grito que brilla y se olvida
en el contorno de las
sierras chepes
en el filo de los
penitentes
era el suyo como el brazo seguro
de puente del inca
era el aconcagua erguido
como el amor
era la nieve más helada de
los andes
la ternura más tibia
la materia más blanca y
silenciosa del universo
era el calor de tucumán
y los helechos
y los hongos que ella acariciaba
era el sudor y el andar de
algunas mujeres
sus sienes brillaban
sus ojos buscaron el calor de la
tierra
un cuerpo rodó por esa ladera
y su fragancia fue creciendo
mientras el cuerpo y el sudor
maduraban
era el fuego
era villa quinteros y
sus borrachos
y la presencia de su extensa
bondad
pero también el mundo que se
oculta y se olvida
era el azúcar
y la madrugada negra de los
ingenios
era el sudor
corrompido por una riqueza que
faltaba
que no quisieron distribuir
era el clavel del aire
flotando en la quebrada y en el
olvido
era belén sin
redentores y arrasada por nadie
era el polvo y la sal de santiago
nuestro triste y apartado mundo
aquí se deshojan las tierras
demoradas
los hombres olvidados
los amores perdidos
aquí se lucha contra la
autocompasión
es el agua abandonada de las
siete corrientes
es la madera ajena del chaco
es el blanco algodón de los otros
y la roja palmera de los
amores
es la soledad del tartagal
la angustia del tanino que se
pierde
es la blanca
la impura madrugada del arroz
es la blanca madrugada
y la roja
y la negra
la terrible madrugada del que
espera y acecha
se coloca al margen de esta vida
en el centro de sus
sueños-dorados
por un abrurrimiento que nada
soporta
por una rabia que no aguanta y se
disimula
el tiempo se va
la vida escapa
y los proyectos han quedado
intactos
es la rebelión traicionada o
estéril
el itinerario hermético de los
celulares
empezamos diciendo que no
y hemos terminado asintiendo
queríamos ir para allí
y nos hemos dejado llevar en un
sentido totalmente opuesto
nos han tenido de aquí para allá
algunos prefieren quedarse al
margen
y otros admiten la abyección
y todos
los volubles y los mártires
caen
sufren
miran sin remedio ese orden ajeno
este tiempo raro
sus vuelcos
sus caprichos
la hora ordenada
el derrumbe de los ídolos
que su propio resplandor pudo
imponer
sufren desalentados o convencidos
el signo de nuestra américa de
abajo
cobijan el amor o el odio
son aguerridos
blandos
pierden la pista
reencuentran un viejo gemido
crujen con la ciudad
soportan los enigmas de su tiempo
se desbarrancan con algunas ideas
sin desenlace
la solidaridad grita y se
defiende
entre las piernas ágiles de los
alazanes
el fervor los sostiene
caminan toda la noche
y llegan al confín del puente
donde ellos esperan
los sables brillan sobre sus
cabezas
era como el resplandor de una
estrella
la que conducía al lugar preciso
donde nuestro-señor-jesucristo
había nacido
una muchacha fue pisoteada por un
caballo
tuvo poca suerte
su piel nueva y tirante no fue
tocada por la bondad de
el redentor
—sonia lejana
lugar incesante y quieto
en el rincón más secreto de la
memoria
casi líquida
ausente
como ofelia en
los últimos gestos—
fue enarbolado entre dos caballos
apuntan con una portátil
están cansados de caminar
y defenderse siempre en
desventaja
un guardia pelirrojo galopa hacia
el desaliento
un hombre abatido trata de huir
sin convicción
y salta por los aires
como una inobjetable bailarina
como una cachiporra decidida y
alegre
un winchester se escurre por la
ventana
el delgado brazo de dulcinea
ha llamado a su amante
su boca suelta un escueto disparo
nadie puede insultar
y vuelven las miradas furtivas
de tu primera seducción
no te quedes allí
se agolpan demasiadas memorias
ceden los flancos prematuramente
envejecidos
la ciudad cruje
gime en el tiempo un dolor común
y diverso
el aire es irrespirable
la gente grita
los hombres tienen miedo y se
demoran
el trapecista salta
y el gloster meteor cae
en picada
a morir entre los escombros
como-un-delicado-pétalo
han bombardeado sin orden
sin método aparente
han destruido con torpeza
dejaron lo mejor intacto
nadie pensó que algo pudiera
salvarse
en el aire se ha extraviado el
velo de la favorita
no quedan misterios
el desatino y el amor se han
perdido
irremediablemente
los gritos de libertad se
confunden con el desaliento
alguien saluda
las proclamas de las aparentes
revoluciones
entusiasman y espantan
bandadas alegres de avestruces
trotan para esconderse
en la tierra temblorosa y
caliente
suena la voz inexperta de los
nuevos mandatarios
los receptores levantan la cabeza
es la voz de los jefes
el clarín de las soluciones
entre aplausos llega el
último arturo de la dinastía
flamean los blasones de downing street
vibran las trompetas de rockefeller
center
huye en la llanura
cuando esas sombras aparecen
cuando toman el aspecto carnívoro
de los grandes pájaros
tiembla ante el petróleo
ante la tierra arrebatada
temblorosa como una doncella
han raptado a las sabinas
lentamente irán creciendo
los gritos de venganza
el clamor subirá con un nuevo
temblor
una fragancia nueva calmará sus
cabellos
una nueva sonrisa abrirá su
rostro
iluminará su cuerpo
acariciará sus manos postergadas
tiembla ante el signo
de esta triste parte de américa
de este penoso sector de la
desesperanza
huye de la quietud y la
misericordia
del amor de nuestra santa
madre
que así nos ama
de macarthy el romano
construyendo las estrofas más
bellas
a la luz del incendio
el sol ha dejado de brillar
no hay calor
no hay energías en esta
temblorosa tierra
hay gemidos en la ciudad
tiembla un dolor mudo y
expectante
una tierna vacilación
una certidumbre que demora
un riesgo que incita y escapa
aquel titubeante desafío
otro lenguaje otro amor
otro enigma
otro tiempo
merecías estar lejos de este
destino y esta tristeza
de esta autocompasión
de los estragos del alcohol
quisieras otra tibieza sin
errores
una mano sin contradicciones
abiertas
palabras sin dolor
sin culpa de otras memorias
una tregua
una irremediable venganza
perdón por los que nacen
por los que caen para siempre sin
probar una
ternura breve o
amarga
por la urgencia
por el amor que no supimos
ejercitar
por las ideas que no pudimos
imponer
por las mujeres que no entendimos
por el fracaso
por los éxitos de esta vida
perdón por hacer el amor
con los resplandores de este mal
tiempo
con este signo impropicio y viejo
por gustar de la mujer
especialmente en la espesura de
la siesta
y tocarla buscando el vigor
amplio y sin nombre
que estalla en su forma
perdón por no aguardarla
por la resonancia que esperabas
de su carne
por olvidarla fácilmente
y confundirla
por una torpeza inútil o por
pereza o por falta de
volundad
o cansancio
o por designio o fatalidad o
capricho de este
mundo
donde no hay un momento para
ganar
ni nada bueno que perder
ni tiempo de darse cuenta de los
vientos que soplan
esperábamos otra cosa de los
aires del mundo
que un milagro impusiera un nuevo
destino
un destino que no ganamos que no
pudo
correspondernos
toda la noche pasó sobre nosotros
sin que ella llegara
desfalleció el champagne
evaporándose con las notas de la
última balalaika
sobre la calle brilló una luz
imprecisa
con el estallido del póstumo
souvenir
su ausencia era leve
un departamento dejaba filtrar
un pálido resplandor
y toda suposición fue posible
y el mundo se rehizo sin lamentos
de sus propios despojos
se inventaron los-sueños-dorados
entre las perfumadas basuras
de la calle donde estuvimos
esperando
voló por los aires
un camisón perfectamente frágil y
rosado
voló como un hada protectora
a la hora triste y perfecta de la
tarde
es éste un país en el cual se
fornica a toda hora
en la hora de la serenidad y en
la del peligro
se fornica con esposas propias y
ajenas
con parientes
en grupos de toda edad
hombres entre sí mujeres entre
ellas
fornican como pueden en este país
en este país se fornica sin
alegría
no se ama como uno quisiera
en este país estamos muy tristes
nos ha ocurrido una desgracia
y ahora no hay sosiego en el
corazón desorientado
y se tiene miedo
y todos quisieran abandonarse
y claman por una tregua
y no pueden amar como soñaron
ni reconocer que otros vendrán
sin nuestro señorío sin nuestra
incapacidad
un camisón puro y eterno
se nos escapa siempre de las
manos
se nos vuela
y ahora sentimos el luto de las
mujeres
ocultas para sufrir su dolor
inexcusable
una lengua rosada
se introduce en un rosado
orificio
y se conmueve una pálida noche
sin horizontes
De Nombres (1956-1959)
Del otro lado de la reja está la realidad,
de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o
de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente
el presente, pero pertenecen a la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso
cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha
hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse,
a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.
Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973
Es buena, cuando duerme;
el calor de su cuerpo es un puñal de vidrio
que remonta los sueños.
Cuando calla, es buena
y su voz una premonición olvidada y peligrosa
que arruina el silencio.
Cuando grita o llora
o se lamenta o se divierte o se cansa,
nada puede contener
este dolor alegre que envenena
mis sueños y mi soledad.
Por eso es difícil pensar
en ella, en su cara bondadosa;
abandonarse; por eso
es una cobardía retenerla
y dejarla ir, una pavorosa crueldad.
A veces, cuando lo pienso,
no sé qué hacer con ella,
con este destino luminoso.
Oigo tu paso que se acerca o se
despide; revolcar la sangre, el odio; conocer,
reconocernos. Saber para qué sirven
los fracasos, las victorias del amor. Dejar
que a tu rincón se siente quien no debe sentarse.
Sin poder iluminarte; embarazada, sepultada,
mejor que valga la pena, que todo salga bien. Perdón
y desconfianza: tu pesado calor
es una muela de reproches
y agradecimientos y ternuras y miedos.
Rastro luminoso y cálido, perdido
para encontrarme. Rastro de la verdad que alcanzo
a tocar, rescatado por mi flagrancia vacilante, hirviendo
de terror. Rostro que levantamos para destrozar.
De una punta a la otra de la verdad,
voy a levantar tu nombre, como si fuera mi brazo derecho.
Cuando estuvimos desesperados, alguien
contó la historia.
No se la puede escuchar serenamente, tiemblan
las manos, el corazón se encoge de dolor;
da un poco de miedo mirar a la gente, detenerse.
Ocurre lo de siempre.
Estábamos perdidos y la historia era confusa. Nada
tenía que ver con la certeza, ni
con el muslo de la bataclana. No
intervinieron traiciones; no es
una vulgar historia de fervores o de mantenidas.
Tu mano es necesaria para sobrellevarla. También
aquella vez (siempre aquella vez) apagaron
las luces y fue necesaria la presencia de tu mano.
Nos apretamos las manos en la sala impenetrable, temblamos
ante la cólera que aún no se había manifestado, que nunca
llegaría a marcarnos como sospechábamos, sino
de otra manera. Nuestras manos
procuraban ordenar el temblor, dominar el doloroso pánico;
y todo porque Humphrey Bogart había resucitado.
Estábamos perdidos en aquel
cine y él no era como el redentor; su cruz
no era un mandato, era
la inteligencia del hombre, era la resurrección
de la ciencia y de nuestros queridos finados.
Hace mucho que nos pasó esto; la mano
fría del cadáver impenitente
rozaba los sueños,
acariciaba nuestros tiernos rostros despavoridos.
Desde aquella vez no sabemos qué hacer con las historias,
con los muertos que no aceptan su desdichada condición, no
sabemos qué hacer con el miedo; no sabemos
encontrar nuestras manos, nuestra
tristeza. El mundo inconsistente.
Hubo muchas anécdotas como ésta ¿Quién
no tiene cosas horribles que contar? ¿Quién no tiene
su historia? Pero nadie supo qué decir, nadie supo
qué hacer, cuando alguien contó la historia.
Seguramente al escucharla buscarás una mano; será
como antes, pero enseguida
intentará olvidar que estuvimos tristes o asustados.
Tampoco sabrás qué decir cuando se haga tarde; lo de siempre:
tendrás ganas de llorar, y nada más.
Nadie esperaba una historia como ésta, tan lamentable ¿Por qué
no llorar entonces? ¿Por qué no perderse en la
espesura de la sala?
Se derramará sobre tu memoria,
como el alcohol que se vuelca entre los nervios y la madrugada;
la historia sobrevolará tu linda cabecita,
será un cuervo que sacudirá tus entrañas corrompidas,
que despeinará cariñosamente tu pelo.
Sin excepción, casi por naturaleza o desatino,
todos los días, a la mañana, temprano,
ando por este camino. Llego tarde al trabajo y con
alegría, cuando
es necesario llegar más temprano
y con indignación o repugnancia o sed
de venganza o rabia. Todo esto
no me martiriza ni me apena, aunque parezca
lo contrario y tenga olor a traición; sé muy bien,
con toda impaciencia, que el ocio
llegará algún día con la revolución. Y que ni una cosa
ni la otra vienen de la tristeza o de la impotencia.
Voy cansado, es cierto, harto como todo el mundo que se precie,
o con desaliento; pero nunca falta
alguna cosa, un olor,
una risa que me devuelva,
para valer la pena; recién entonces empiezo a convencerme;
calles sucias y bocinas y el tráfico
alucinado y dormido todavía; viejos conocidos,
como el destino
o la bruma de la ciudad. Y
el mal semblante; la desconfianza
en los ojos, en los grandes ojos de la gente
hechos para volar. Manos enrarecidas
que rodean
la calle sitiando su respiración. Dominados
del mundo; empleadas
tersas y vulgares bajando
de coches lujosos de los dueños
de otras empleadas, y así sucesivamente.
Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.
Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:
siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.
Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor
y miedo y apremio.
Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.
Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,
un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.
Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin
darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a
cualquiera o aburrir de golpe.
Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi
memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.
El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos
me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
y también vayan muriendo.
No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.
La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.
Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:
sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.
Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
sirve y se corrompe.
Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.
Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida
Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.
Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme
Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o
de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente
el presente, pero pertenecen a la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso
cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha
hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse,
a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.
Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973
Es buena, cuando duerme;
el calor de su cuerpo es un puñal de vidrio
que remonta los sueños.
Cuando calla, es buena
y su voz una premonición olvidada y peligrosa
que arruina el silencio.
Cuando grita o llora
o se lamenta o se divierte o se cansa,
nada puede contener
este dolor alegre que envenena
mis sueños y mi soledad.
Por eso es difícil pensar
en ella, en su cara bondadosa;
abandonarse; por eso
es una cobardía retenerla
y dejarla ir, una pavorosa crueldad.
A veces, cuando lo pienso,
no sé qué hacer con ella,
con este destino luminoso.
Oigo tu paso que se acerca o se
despide; revolcar la sangre, el odio; conocer,
reconocernos. Saber para qué sirven
los fracasos, las victorias del amor. Dejar
que a tu rincón se siente quien no debe sentarse.
Sin poder iluminarte; embarazada, sepultada,
mejor que valga la pena, que todo salga bien. Perdón
y desconfianza: tu pesado calor
es una muela de reproches
y agradecimientos y ternuras y miedos.
Rastro luminoso y cálido, perdido
para encontrarme. Rastro de la verdad que alcanzo
a tocar, rescatado por mi flagrancia vacilante, hirviendo
de terror. Rostro que levantamos para destrozar.
De una punta a la otra de la verdad,
voy a levantar tu nombre, como si fuera mi brazo derecho.
Cuando estuvimos desesperados, alguien
contó la historia.
No se la puede escuchar serenamente, tiemblan
las manos, el corazón se encoge de dolor;
da un poco de miedo mirar a la gente, detenerse.
Ocurre lo de siempre.
Estábamos perdidos y la historia era confusa. Nada
tenía que ver con la certeza, ni
con el muslo de la bataclana. No
intervinieron traiciones; no es
una vulgar historia de fervores o de mantenidas.
Tu mano es necesaria para sobrellevarla. También
aquella vez (siempre aquella vez) apagaron
las luces y fue necesaria la presencia de tu mano.
Nos apretamos las manos en la sala impenetrable, temblamos
ante la cólera que aún no se había manifestado, que nunca
llegaría a marcarnos como sospechábamos, sino
de otra manera. Nuestras manos
procuraban ordenar el temblor, dominar el doloroso pánico;
y todo porque Humphrey Bogart había resucitado.
Estábamos perdidos en aquel
cine y él no era como el redentor; su cruz
no era un mandato, era
la inteligencia del hombre, era la resurrección
de la ciencia y de nuestros queridos finados.
Hace mucho que nos pasó esto; la mano
fría del cadáver impenitente
rozaba los sueños,
acariciaba nuestros tiernos rostros despavoridos.
Desde aquella vez no sabemos qué hacer con las historias,
con los muertos que no aceptan su desdichada condición, no
sabemos qué hacer con el miedo; no sabemos
encontrar nuestras manos, nuestra
tristeza. El mundo inconsistente.
Hubo muchas anécdotas como ésta ¿Quién
no tiene cosas horribles que contar? ¿Quién no tiene
su historia? Pero nadie supo qué decir, nadie supo
qué hacer, cuando alguien contó la historia.
Seguramente al escucharla buscarás una mano; será
como antes, pero enseguida
intentará olvidar que estuvimos tristes o asustados.
Tampoco sabrás qué decir cuando se haga tarde; lo de siempre:
tendrás ganas de llorar, y nada más.
Nadie esperaba una historia como ésta, tan lamentable ¿Por qué
no llorar entonces? ¿Por qué no perderse en la
espesura de la sala?
Se derramará sobre tu memoria,
como el alcohol que se vuelca entre los nervios y la madrugada;
la historia sobrevolará tu linda cabecita,
será un cuervo que sacudirá tus entrañas corrompidas,
que despeinará cariñosamente tu pelo.
Sin excepción, casi por naturaleza o desatino,
todos los días, a la mañana, temprano,
ando por este camino. Llego tarde al trabajo y con
alegría, cuando
es necesario llegar más temprano
y con indignación o repugnancia o sed
de venganza o rabia. Todo esto
no me martiriza ni me apena, aunque parezca
lo contrario y tenga olor a traición; sé muy bien,
con toda impaciencia, que el ocio
llegará algún día con la revolución. Y que ni una cosa
ni la otra vienen de la tristeza o de la impotencia.
Voy cansado, es cierto, harto como todo el mundo que se precie,
o con desaliento; pero nunca falta
alguna cosa, un olor,
una risa que me devuelva,
para valer la pena; recién entonces empiezo a convencerme;
calles sucias y bocinas y el tráfico
alucinado y dormido todavía; viejos conocidos,
como el destino
o la bruma de la ciudad. Y
el mal semblante; la desconfianza
en los ojos, en los grandes ojos de la gente
hechos para volar. Manos enrarecidas
que rodean
la calle sitiando su respiración. Dominados
del mundo; empleadas
tersas y vulgares bajando
de coches lujosos de los dueños
de otras empleadas, y así sucesivamente.
Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.
Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:
siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.
Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor
y miedo y apremio.
Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.
Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,
un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.
Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin
darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a
cualquiera o aburrir de golpe.
Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi
memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.
El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos
me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
y también vayan muriendo.
No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.
La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.
Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:
sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.
Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
sirve y se corrompe.
Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.
Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida
Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.
Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme
Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.
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