A GLORIA MARÍA MADRAZO
Cuando
puedas leer lo que hoy te escribo,
Ya
yo estaré muy lejos
Por
remotos caminos,
En
el último viaje sin regreso...
Para
entonces te digo:
—Toma a tu hermosa madre de modelo;
Ella
es aire y es luz y es melodía,
Y
es levedad, ternura y sentimiento.
De
su mano, ligera cual la nube,
Alada
como el céfiro,
Irás
por claros mundos de armonía,
Azules
mundos de quimera y sueño.
Y
toma de tu padre
Su
gran bondad de corazón abierto,
Su
generoso espíritu de lucha
Que
infunde un goce límpido al esfuerzo.
Flanqueada
así, ya puedes
Desafiar
los abrojos del sendero,
Pues
tu padre y tu madre están contigo,
Y
la fe y el amor están con ellos.
FIEBRE
Hay
un fuerte magnetismo en las estrellas...
Cuando
pegan su blancura en el zafir,
un
vigor insoportable fluye de ellas
y
nos dice, “¡Qué ridículo es vivir!”
al
decirnos, “Tú eres pobre prisionero,
que
no sabes ni pensar, ni oír, ni ver;
muere
y vuela a nuestro inmenso alfiletero
y
serás un metafísico alfiler”.
Es
entonces cuando el alma punza y vela;
es
entonces cuando el alma se rebela
contra
el burdo calabozo material,
y
sentimos, brutalmente soberana,
repugnancia
a nuestra sucia carne humana
¡y una aguda comezón espiritual!
MATICES
Para
un suave poeta:
a
Nicolás Blanco
I
Una
risotada
en
todas las cosas…
sobre
la enramada
de
las pomarrosas;
en
el océano
que
tiembla de gozo,
bajo
el beso sano,
tibio
y amoroso
de
la luna llena,
que
se muestra plena
de
anhelos febriles,
cuando
los celajes
pasan,
cual mirajes
de
cosas sutiles.
II
Anhelo
de agua
cristalina
y pura,
bajo
de la fragua
que
da calentura
del
sol irritante
que
en el cenit brilla
como
centelleante,
pupila
amarilla.
Un
hálito de horno
agranda
el bochorno
que
en todo se siembra,
y
brilla el desmayo
al
canto de un gallo
llamando
a su hembra.
III
Las
hojas muriendo
pálidas
y mustias
van
al alma hiriendo
como
haces de angustias,
y
la brisa queda
en
sus blandos giros
un
tropel remeda
de
amantes suspiros.
Mariposa
blonda
silenciosa
ronda
el
jardín exiguo,
mientras
la memoria
recorre
la historia
de
un recuerdo antiguo.
IV
Desprovistos
de hojas
los
árboles viejos
dan
al viento dejos
de
ocultas congojas.
Lentos
los salterios
vierten
su tristeza
entre
la pereza
de
los monasterios…
Bajo
la nevada
parece
que nada
de
vida palpita,
y
fulge la luna
como
el alma de una
nostalgia
infinita.
MEDIA NOCHE
Este
silencio lleno de morfina
goza
un mareo de profundidades,
donde
el alma poética se inclina
atisbando
soñadas claridades;
y
se pierde en la sed, de una divina
procesión
de simbólicas beldades:
novia
blanca, y azul, y cristalina,
novia
llena de espiritualidades.
Las
doce de la Noche. Muy aprisa
pasa
el arco invisible de la brisa
sobre
el cordaje rudo de la fronda;
y
el soñador bohemio, bajo una
borrachera,
vacua ante la luna
que
le clava su hostia pura y honda.
ENSOÑACIÓN
Por
el cuadrado de una ventana de nuestra escuela
que
de soslayo me ríe toda su claridad,
miro
el paisaje chillón y viva, de un azul hondo
y
una sencilla calma de infante diafanidad.
El
cielo limpio, de vez en cuando, se mancha en una
de
esas blancuras puras y llenas de santidad,
con
que el celaje tiñendo el dombo del firmamento
risueña
el éxtasis con su ternura de castidad.
Mientras
discurre par la pizarra la geometría
le
nacen alas de ibis al ave del alma mía,
y
de la escuela me voy muy lejos, a una regióny
donde
es más fresca la gran mejilla de la mañana,
y
sollozando sobre las notas de la fontana,
me
aguarda inquieta la dulce novia del corazón.
PUEBLO
¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
donde
mi pobre gente se morirá de nada!
Aquel
viejo notario que se pasa los días
en
su mínima y lenta preocupación de rata;
este
alcalde adiposo de grande abdomen vacuo
chapoteando
en su vida tal como en una salsa;
aquel
comercio lento, igual, de hace diez siglos;
estas
cabras que triscan el resol de la plaza;
algún
mendigo, algún caballo que atraviesa
tiñoso,
gris y flaco, por estas calles anchas;
la
fría y atrofiante modorra del domingo
jugando
en los casinos con billar y barajas;
todo,
todo el rebaño tedioso de estas vidas
en
este pueblo viejo donde no ocurre nada,
todo
esto se muere, se cae, se desmorona,
a
fuerza de ser cómodo y de estar a sus anchas.
¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo!
Sobre
estas almas simples, desata algún canalla
que
contra el agua muerta de sus vidas arroje
la
piedra redentora de una insólita hazaña...
Algún
ladrón que asalte ese banco en la noche,
algún
Don Juan que viole esa doncella casta,
algún
tahúr de oficio que se meta en el pueblo
y
revuelva estas gentes honorables y mansas.
¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
donde
mi pobre gente se morirá de nada!
SIC EGO
Yo
soy un amplio personaje:
albino
lienzo de un paisaje
que
el Todo unta en mi interior,
y
cuya suavidad de raso,
chupa
en la llaga del ocaso
el
vino rancio del dolor.
Rabí
Jeschona (mi maestro)
me
dijo el santo “Padre Nuestro”,
pero
también de él aprendí,
tocado
de un amor profundo,
llorar
a veces para el mundo
y
reír siempre para mí.
Yo
vivo una filosofía
toda
contraste, anomalía,
pero
que es muy original...
Yo
fui beato mosaísta;
me
consagré maniqueísta;
y
caté el virus racional.
Bostezo
frío escepticismo,
y
tengo orgullo de mí mismo
porque
me siento universal;
y
encuentro que este vano orgullo,
empieza
en chispa de cocuyo,
y
acaba en lumbre de fanal.
Oculto
cien remotas vidas
en
mis cien lenguas, escondidas,
cual
las de mítico dragón,
y
cuando mueven su teclado,
yo
permanezco ensimismado
sufriendo
tanta confusión.
Entonces
me imagino enorme...
Mas
¡ay! la falta de armonía
me
empuja, unánime, a creer,
que
es una enormidad deforme
la
escandalosa algarabía
que
canta dentro de mi ser.
Rijo
la sonda de mi Ojo,
mezcla
egoísmo, fiebre, antojo,
en
mi honda personalidad,
y
de mí mismo al extraerla,
sale
borracha de una perla
de
enbeodante claridad.
Perla
divina, perla fina:
zarco
suspiro de neblina,
lleno
de Psiquis y ebria de
esencia
vagamente antigua:
sándalo
y ámbar... Gota ambigua
de
caridad, ensueño y fe.
Entraño
muchas cosas raras:
borrosamente,
surgen caras
en
mi simbólico Telar...
Dejo
la magia de la Aguja,
y
mi Ego, fosco, se arrebuja
en
su vesania singular:
ora
un entierro que negrea
por
la calleja de una aldea,
bajo
silencio de ataúd,
donde
despliega la levita
una
tiniebla de bendita
y
filosófica actitud.
Ora
un convento solitario,
dulce
de miel de evangeliario
y
tístico de soledad,
donde
una pálida novicia,
suda
el labio al caricia
de
su ambagiosa enfermedad.
Un
petimetre vulgarote...
ora
un sublime don QUIJOTE,
niño
en su estupidez pueril;
ora
un don SANCHO, gordo y viejo,
en
cuya panza arde el reflejo
de
oro clásico y sutil.
Un
sacerdote grave, austero;
que
(ultra-humano pebetero)
gotea
fragancias de perdón:
“De los pecados yo te libro”...
y
entreabre, como un libro,
la
inmensidad del corazón.
Un
caballero muy galante,
dice
bien y lleva un guante,
y
luce flor en el ojal...
Tenorio
audaz de mil amores,
que
en la promesa de las flores
apaga
el brillo del puñal.
Vergeles
rubios y tranquilos,
enmelenados
por los hilos
del
jeroglífico estelar,
en
donde cunde la apoteosis
láctea
en insomnio y en coloris,
de
anemia crónica y lunar.
Pasa
el desfile de visiones,
ceremoniado
de emociones
que
erupta, opíparo, mi “yo”...
Se
desconotorna la emotiva
virginidad
de perspectiva...
y,
el HOmbre en mí, resucitó...
Y
otra vez hombre, rudo y feo
pira
voraz en su deseo
de
reventar contra el nivel
estoico
y fijo de la vida...
La
viad que es una bebida
de
agua de azúcar y de hiel.
Yo
anhelo el choque formidable
de
lo invisible y lo palpable,
en
el cannubio sepulcral:
quiero
estrellar mi pobre nao,
y
dinfundirme, como un vaho
dentro
del Alma Universal.
Yo
soy un amplio personaje:
albino
lienzo de un paisaje
que
el Todo unta en mi interior,
y
cuya suavidad de raso,
chupa
en la llaga del ocaso
el
vino rancio del dolor.
Bostezo
frío escepticismo,
y
tengo orgullo de mí mismo
porque
me siento universal;
y
encuentro que este vano orgullo,
empieza
en chispa de cocuyo,
y
acaba en lumbre de fanal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario