martes, 23 de julio de 2019

POEMAS DE MICHAEL DRANSFIELD


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(12 de septiembre de 1948, Sídney, Australia - 20 de abril de 1973, Sídney, Australia)

Carta a la gente sobre pelícanos

Me desperté temprano
preocupado de algún
asunto oscuro
decidí
fundar una nueva escuela de poesía
algo que tuviera que ver con la temperatura
pero me acordé del
pelícano americano
viven en
la isla anacapa
a cincuenta millas de california
me parecían lo suficientemente seguros
ahora la contaminación
los alcanzó
ponen
huevos raros
sólo cuatro huevos de
seiscientos
no se abrieron cuando los pusieron
y los peces son envenenados por el mar
así es que las focas y los pelícanos que
comen los peces
también se envenenan
pensando acerca de mis
poemas diferentes seguros
que no ayudan a nadie
decidí
intentar y ayudar a los animales
los estáis matando
vuestros hogares
arrojan la muerte al mar
tiene que ver más con
el comercio y los gobiernos
de modo que no comenzaré
mi revolución poética
en cambio quiero una
escuela de química restauradora
enseñar a los pelícanos a
volar hacia moskba y washington
que vuelen alto
y arrojen huevos explosivos

Retrato del Artista como Hombre Viejo

En la casa de mi padre hay muchas telarañas.
Prefiero no vivir allí... los fantasmas
me perturban. Duermo en una buhardilla
sobre el garage, y todas las mañanas cruzo
a través de un seto trasero para vagar por la casa.
Parece que se hubiera alzado del suelo
entre sus robles y pinos, bajo el gran
arco de higueras de Moreton Bay.
Mi estudio es el cuarto más grande en el piso superior;
allí, en días lluviosos, escribo
poemas arcaicos en una mesa de cedro.
Sólo retratos y arañas habitan la sala
de Courland Penders... sin embargo,
reviso el lugar todos los días en busca de nuevas llegadas.
Una vez, en la glorieta, encontré un par
de gorriones anidando en un sofá
entre raquetas torcidas y cosas abandonadas.
Nadie visita Courland Penders; el pueblo
está a millas río abajo, y pocos me conocen allí.
Una vez hubo casas cerca. Se han ido
dondequiera que se van las casas cuando
se caen o se queman o se las llevan en camiones.
Es muy apacible. Los cantos de los pájaros suenan en los árboles
buscándome entre recuerdos y relojes.
Cuando la noche o el invierno viene, enciendo fuego
y miro las llamas
elevarse y caer como olas. No me arrepiento de nada.

El día una vez

         Para el artista de los medioambientes el tiempo también
                   debe ser flexible.



La gran ciudad tiene cien millones de cuartos de modo que cualquier combinación
         es posible
en un minuto el cielo es sangre y en el siguiente es gris
algo sucede un edificio cae     uno se alza hay
         guerras
nadie gana  las acciones suben         sueldos       precios       políticos visitan
suiza el clima es saludable allí y convierte
         todo en oro


leonardo cabalga con los borgia       esperando libros   esto será
         contra él
cabalga un caballo blanco      no toma parte en la matanza
         a veces
diseña una máquina de sitio   lamenta las ciudades en ruinas        le
         darán un castillo
necesidad histórica: para entender una persona hay que llegar a ser esa
         persona
                            en el océano
                            en el centro del cielo
                            nada se mueve
                            pureza total
                            el ojo del huracán


                            y en el desierto
                            un hombre quemado por el viento
                            camina en la noche hacia rigel

el planeta gira      es un molino        nada se detiene    nada
         debe ser enfrentado
en un lado las fábricas hacen corazones sangrantes     en el otro
         estrellas rojas
estos son sus totems      el masoquista adorado las
         chispas del fuego del fusil


después que comienza la destrucción, todo, incluso la regeneración
         es movimiento
hacia la muerte             los pobres construyen sus barriadas sobre la tierra y
los ricos van a cazar
nada debe vivir             incluso cazan los insectos       un pájaro hecho
         por el hombre se eleva hacia lo alto
para esparcir muerte en los campos


el escritor de literatura está en su cuarto y ha cerrado la
         ventana
la música de un parlante ahoga los gritos y el fuego de artillería          escribe
         con mucho afán
no se oye la puerta detrás de él que se abre         ni la estrella roja
         que sigue

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