miércoles, 4 de diciembre de 2019

POEMAS DE JOMI GARCÍA ASCOT


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(24 de marzo de 1927, Túnez, Túnez - 14 de agosto de 1986, Ciudad de México, México)



Un poema

Un poema es distancia
años, días, un tiempo indefinido
en el que fuimos algo, o dejamos de serlo.
Un brevísimo espejo, de repente,
como el abrir de una ventana
en cuyo vidrio desfila todo el cielo.
Una tarde imprecisa
como convalecer de otras infancias.
El ruido de los trenes, una estación lejana,
el frescor del armario en el verano,
un sabor de café bajo unas palmas.

Un poema es tocar con la garganta
el peso de las cosas, su palabra,
decir su sombra
un silencio de parque por el agua
un galope de velas por el alma.

Un poema es estar
volver a estar,
leve de instante,
donde el tiempo duraba
y no sabíamos.


POEMA DEL EXILIO

Hemos venido aquí, desde muy niños,
a esperar, y a vivir.
Llevamos en las manos muchos años
y el otoño en lejanos comedores
vastos de sobremesa y de presagios.
Llevamos en las manos luces amarillentas,
deberes escolares,
gestos que conocimos
como iglesias de pueblo,
y en jardines que el invierno alargaba
los pequeños amigos desterrados.
Llevamos trenes, viajes, estaciones de noche,
el olor del hollín y vidrios empañados
y nuestros padres, que eran ya tan mayores
y murieron tan jóvenes aquí.
Hemos venido así, desde muy lejos,
desde las Navidades, las vísperas de todo,
y llevamos lo lejos en el sabor de lápiz
de la boca.
Hemos venido aquí y hemos visto en el cielo
cómo suben las cosas por la luz,
este mundo que crece, los océanos.
Hemos subido aquí, sobre esta costa
que se abre en el azul,
los vientos grandes, los caballos del tiempo
que cruzan la mañana.
El destierro es lo inmenso, la llanura
donde rebota el sol, esta distancia
entre el pecho y el aire.
Y hoy miramos de aquí nuestra casa perdida
nuestra Europa lejana. Miramos por encima
como el balcón, como la nube blanca.
Ya es ancha nuestra vida,
ya cabe en la mirada
con el parque lejano, las manzanas.

“Lejana España, España
donde yacen las olas de mis horas
donde termina el arco
de mi cielo
donde brota el pulsar que hoy cruza el aire
empañado de mentas
donde nació esta tarde que aquí muere,
pálida y alta, donde habita el dolor
y este mi pecho.”

UN MODO DE DECIR

Escribir poesía es hablar de huecos y presencias,
de cosas que suceden
y de cierto color que da la vida
al cuerpo de la mañana o la madera.

Escribir poesía es un modo de decir
como ha pasado el tiempo por nosotros
y cual su sedimento de rumores
en ese olvido oscuro que llevamos por dentro
y donde despertamos cada noche
y escuchamos los trenes que se alejan.



Escribir poesía es haber visto, desde la cima de la infancia,
la esperanza que nos amanecía
y haber sentido ese sordo dolor entre los huesos
de que el amor es cosa que se pierde.

Y es muchas cosas más, tejidas en el tiempo,
tardes de lluvia o sol a bofetadas,
salas de espera y dunas y amores y hospitales,
cuerpos del ser, memoria de los vientos.

Escribir poesía es silencio y palabras,
un modo de decir que estamos existiendo
y que esperamos a que empiece la vida,
y que se nos acaba.
Tomado de:

Despedidas


Todas las despedidas llevan dentro
este mismo silencio
como un banco de hielo a la deriva.

Rodeados de aeropuertos, de calles a las doce,
de máquinas de escribir o ruidos de cubiertos,
gritos de vendedores, altavoces o timbres, teléfonos y niños
la pareja se mira en el mismo silencio
con que mañana se irá virtiendo el alba
por la cortina entreabierta,
con que, más tarde, verán aquella foto
o encontrarán un peine o una llave,
con que, por fin, escucharán ya noche
aquel concierto o el zumbido del elevador.

Todas las despedidas llevan dentro
el silencio absoluto de la muerte,
el eterno momento suspendido
en que, en cámara lenta,
vemos caer, infinitamente desgarrados,
una gota
o el saltador de garrocha
que
no
pasó
la
barra.


Los instantes del amor


Qué difícil pensar que esto es la vida,
estos instantes precarios
como un delgado hilo de humo
borrado por el viento,
esta breve, tan breve felicidad
que nos pasa rozando,
esta torpeza de no saber estar
con los seres que uno quiere
y no saber decir
y no saber callar
y perder nuestro tiempo
que es lo único que nos transcurre
y que al transcurrir también nos mata.
Qué difícil pensar que esto es todo
y que nada nos quedará
y que aquellos instantes del amor
tan sólo fueron eso: los instantes
en que creímos que el tiempo se paraba.

(Y se paraba,
en aquellos instantes
se paraba.)
Tomado de:

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