martes, 3 de diciembre de 2019

POEMAS DEL “INDIO NABORÍ” (JESÚS ORTA RUÍZ)


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El alud

Décima
Llegaste, viejo turista,
todo empolvado de olvido
y te ha rejuvenecido
tu verde y azul conquista.
Ebria se quedó tu vista
de ceibas y palmas reales;
y entre los cañaverales
para siempre has enterrado
tu recuerdo constelado
de balcones medievales.

La clave de lo eterno

Tiene forma de cráneo el firmamento
y todo está ordenado tan simétricamente,
tan familiar, que hay relaciones
entre la luna y la pleamar,
entre un grano de arena y un planeta lejano.
Las nebulosas
son el semen de Dios,
de donde nacen mundos;
y, de igual sustancia,
nacen la planta, el animal y el hombre.

Todo cohabita en tierra y cielo,
todo vence a la muerte
haciéndose el amor.

Décima

Llovizna, está gris el cielo,
En el aire, qué humedad,
Como si en la inmensidad
Alguien cepillara hielo.
Hilo elástico de vuelo
Recoge la tarde fría
En la gris melancolía
De un parque viejo y tristón
Donde los pájaros son
Racimos de melodía.

Has vendido tu ilusión
sin ver que el amor castiga
al viviente que no siga
la ruta del corazón.
Pobre quien de su pasión
la corriente no desata,
y fríamente, y barata
vende su luz a las nieblas.
Ya te verás en tinieblas
bajo lámparas de plata.
Un día, el más triste día
de la más plomiza calma,
cuando te busques el alma
te la encontrarás vacía.
Ya verás cómo te hastía
tu mentira de oropeles:
hallarás entre tus mieles
acíbar de pena muda
y te sentirás desnuda
envuelta en lujosas pieles.

A través de un olor

Décima
Donde en caballo de millo
jineteaba la ilusión.
En una Y griega del monte
y una piedra del camino
anda la muerte de un trino
registrando el horizonte.
¡Cómo me ha desalojado
la guardia rural del cielo!
¡En qué pozo tan profundo
se le cayó la sonrisa!

Madrigal de la neblina

No hay iris. Se difumina
el color de las violetas
y convivo con siluetas
en un mundo de neblina.
Una mujer me encamina
y de guijarros y abrojos
va librando mis pies flojos…

¡Ay, quién me diría que
los ojos que ayer canté
hoy fueran mis propios ojos!
Tomado de:


Desalojo íntimo
Décima

Compay, ¡qué triste está el río!
¡Cómo solloza la palma!
Para siempre murió el alma
del guateque en el bohío!
Aquella que en el bajío
endulzó mi amarga suerte,
un día se quedó inerte,
¡y yo no sé en qué carreta
se me fue por la secreta
guardarraya de la muerte!
Tomado de:


17 de abril


Felices carboneros de Zapata
que han hallado un tesoro en cada leño,
duermen, y el mar les acaricia el sueño
como una lira de zafiro y plata.

Brigadistas que alumbran como soles
los manglares oscuros de la mente
dormitan cual palomas, suavemente
al pie de sus cartillas y faroles.

Todo está en paz. El corazón espera
el claro amanecer de primavera,
rico en luz, en cantares y en fragancia,

cuando estallan su pólvora homicida
sembradores del hambre y la ignorancia,
enemigos del canto y de la vida.

El arte de las masas


Arte ¿donde tú estabas escondido?
Vivías como ahogado
en pequeños salones exclusivos,
en torres y palacios,
o más bien empolvado en un rincón,
hambriento, tiritando.
La danza, atada por los pies
en la sala del amo.
Cogida por los pelos, con traje de doméstica,
la musa del Teatro.
La Poesía, esquiva, penetrándose,
del horror humano,
o perseguida, huérfana, descalza
por los humildes barrios.
La Pintura moviendo sus pinceles
sólo en murales íntimos, cerrados,
o comiendo, infeliz, en la acuarela
por la falta de un plato.
Los coros, apagados, en silencio,
por los solistas de egoísmos bárbaros.
El pueblo en la prisión de la tristeza,
y en la prisión del oro, siempre el Canto.
Pero un día... ¡se rompen las cadenas!
y tú corres feliz hacia los brazos
de tu padre:
el Trabajo.
La Danza sin grilletes va risueña
por laboriosos escenarios.
La Poesía va fusil al hombro
con pantalones milicianos.
La Pintura se extiende por las fábricas,
por los talleres, por los campos.
Los coros se despiertan
con millones de timbres proletarios.
La musa del Teatro toca obreros
y le saltan actores de las manos.
¡Cómo has crecido, Arte,
cómo te asomas en los sindicatos,
cómo puedes hallar entre poleas
lo que no hallaste entre los nardos!
Yo sé que eres dichoso como nunca
porque desde que diste un hondo abrazo
al pueblo, has descubierto un Gran Artista
de asombroso tamaño.

Nochebuena sin puercos


(Sonetillo)

En noche libre, un congrí
basta para nochebuena.
¡Siempre será mejor cena
que la cena del mambí!

Sin embargo, para mí
habrá más en la alacena.
Menos el puerco. No hay pena:
la patria lo quiere así.

Lo triste no es, compañero,
que falte el manjar porcino:
lo triste es ser un cochino

con el yanqui de porquero,
hozando el fango mezquino
En el corral extranjero.
Tomado de:



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