(20 de octubre de 1914, Castello, Venecia, Italia - 28 de febrero de 2005, Florencia, Italia)
La noche lava la mente
Somos aquí más
tarde, bien lo sabes,
hilera de almas, sobre la cornisa,
quién presto al salto, quién casi encadenado.
hilera de almas, sobre la cornisa,
quién presto al salto, quién casi encadenado.
Alguien sobre la
página del mar
traza un signo de vida, fija un punto.
Rara vez aparece una gaviota.
traza un signo de vida, fija un punto.
Rara vez aparece una gaviota.
Mario Luzi
De: “Honor
de la verdad” – 1957
Traducción de Francisco Deco
Ed. Linteo – Poesía – Edición bilingüe – 2012©
ISBN: 978-84-96067-80-6
Traducción de Francisco Deco
Ed. Linteo – Poesía – Edición bilingüe – 2012©
ISBN: 978-84-96067-80-6
De Un ramo de rosas
Eccola la tempesta,
è già nell’aranceto
tra i suoi pomi, le sue rame.
Furente il gelsomino,
a sprazzi in quella raffica
acuisce il suo profumo,
esacerba il suo richiamo.
È tutto in agonia il giardino
che lui dal padiglione
sfiora appena
con i suoi occhi sultani
adusati alle stagioni,
ai loro inganni, consci
dei molti rimescolamenti
dell’unico principio. Ibi ipse est.
He aquí la
tormenta,
ya está en el naranjal
entre sus frutos, sus ramas.
Furioso el jazmín,
a intervalos en aquella ráfaga
aguza su perfume,
exacerba su llamada.
Del todo agoniza el jardín
que, él, desde la glorieta,
roza apenas
con sus ojos de sultán
acostumbrados a las estaciones,
a sus engaños, conscientes
de las muchas turbaciones
del único principio. Ibi ipse est.
Avviene, si trasforma
in avvenire l’avvenuto tempo.
È vero, si sentiva
talora il testimone
scambiato in corsa
tra possenti atleti
sulla pista di quel campo –
ma che n’era
ora
dei suoi neri patemi,
dei suoi lampi di letizia?
disciolti in aria, finiti
in nullità – o li cifrava
in conto di giustizia
un libro, una imperscrutata matematica
protesa all’equità…
Acaece, se transforma
en porvenir el acaecido tiempo.
Es cierto, se percibía
a veces el testigo
relevado en la carrera
entre atletas poderosos
en la pista de aquel campo‒
pero, ahora
¿qué era
de sus negros pesares,
de sus destellos de alegría?
disueltos en aire, acabados
en nulidad‒ o los descifraba
a título de justicia
un libro, una inescrutada matemática
encaminada a la equidad…
Da postero – così li vede, ora,
i suoi equali, i suoi consorti.
Eccoli, li ha di fronte
in quella castità
bambina del dipinto.
Non erano emissari,
costoro,
o ambasciatori
di nessuno al mondo,
erano lì, sospesi,
tra grazia e desiderio,
astanti del perpetuo evento:
o meglio… erano re
ipsius quisque sui, ciascuno
entro di sé,
perché non revocabile mai più
dal vivo della scena,
perché era stato.
Perché era.
Desde el porvenir ‒así los ve, ahora,
a sus iguales, a sus consortes.
Helos aquí, los tiene enfrente
en aquella castidad
niña de la pintura.
No eran emisarios,
ésos,
o embajadores
de nadie en el mundo,
estaban allí, suspensos,
entre gracia y deseo,
presentes en el perpetuo evento:
mejor dicho… eran reyes
ipsius quisque sui, cada uno
dentro de sí,
porque ya nunca revocable
de lo vivo de la escena,
porque había sido.
Porque era.
Dove va il moto?
Dove sta la quiete
universa delle cose?
Ne spande,
messaggero, un chiaroscuro
di regola superna
e di mistero.
Alla sua ora
esce dal controluce
dalla parte del mare
e della foce, in volo
a pelo d’acqua –
così risale il fiume
con la forza
tranquilla delle ali
e delle anche,
così infila
le arcate dei suoi ponti
verso oriente,
la povertà,
la sorgente.
È il senso, quello, o un passo della perpetua danza?
¿Adónde va el movimiento?
¿Dónde está la quietud
universa de las cosas?
Expande,
mensajero, un claroscuro
de regla superna
y de misterio.
En su hora
sale del contraluz
de la parte del mar
y de la desembocadura, en vuelo
a flor de agua‒
así remonta el río
con la fuerza
tranquila de las alas
y de las ancas,
y de las ancas,
así enfila
las arcadas de sus puentes
hacia oriente,
hacia oriente,
la pobreza,
la fuente.
¿Es el sentido, aquél, o un paso de la perpetua danza?
Siesta sotto il masso.
È estate. È lei,
sente, lo è,
erta, perdutamente. Le fonde,
dentro, nell’imo
il proprio istante.
Puro tutto cuoce,
carbonizza, flagra.
Ombra a picco, avara,
nuda terra crettata.
Si sgretola, si polverizza.
Vampa, bocca di fornace,
non per annientare,
per rigenerare
vita dalla cenere.
E noi dentro quel fuoco
resine stillanti, oh
liberazione dalle scorze.
Siesta bajo la piedra.
Es el verano. Es él,
siente, lo es,
empinado, perdidamente. Lo funde,
dentro, en lo hondo
su propio instante.
Puro todo arde,
Se carboniza, flagra.
Sombra a plomo, avara,
desnuda tierra hendida.
Se desmorona, se pulveriza.
Llama, boca de horno,
no para aniquilar,
para regenerar
vida desde las cenizas.
Y nosotros dentro de aquel fuego
resinas destilando, oh
liberación de las cortezas.
Spogliò, sera incupita,
quasi procellosa sera,
d’ogni lume
d’azzurro
l’atmosfera
d’ora in ora
troppo nera…
asportò da quel miscuglio
di atre oscurità
nell’aria
il turchino ed il viola,
fu nero, nero nerore
però con occhi acquamarina
il monstre che chiuse la giornata:
ma non come minaccia,
novissimo preludio
a quale nostra
immemorabile avventura.
Despojó, tarde obscurecida,
casi procelosa tarde,
de toda lumbre
de azul
la atmósfera
de hora en hora
demasiado negra…
sustrajo de aquella mezcla
de lóbregas oscuridades
en el aire
el azul turquí y el violeta,
fue negro, negro negror
pero con ojos de aguamarina
el monstruo que clausuró la jornada:
mas no como amenaza,
novísimo preludio
a cuál de nuestras
inmemorables aventuras.
È tardi.
La fine della giornata incombe,
già si abbuia
l’aperta foltoerbata ripa
lasciata dai rientranti,
annotta
il semideserto lungofiume.
È pigro
l’acqua, il taglio
d’un estremo obliquo lume
da ponente
ne straluna
ancora il fuso piombo.
Addio, dove vai giorno,
dove ti accompagna il fiume?
Li unisce, li appariglia
una sola immutabile andatura
il giorno e il fiume
verso l’annullamento
e verso il gran ritorno
alla testa del mattino
che tutto riconquista e tutto alluma.
Es tarde.
El final del día se aproxima,
Ya se oscurece
la abierta orilla densa de hierba
dejada por los que regresan,
anochece
el semidesierto paseo del río.
Es perezoso
el agua, el corte
e una extrema oblicua lumbre
desde poniente
trastorna
aún su fundido plomo.
Adiós, ¿adónde vas, día?,
¿adónde te acompaña el río?
Los une, los empareja
una sola inmutable andadura
al día y al río
hacia la anulación
y hacia el gran regreso
a la cabeza de la mañana
que todo lo reconquista y todo lo alumbra.
versión de Emilio Coco
tomados de la revista Círculo de Poesía.
Las ánimas
Por todas partes fuego, fuego suave de
arbustos, fuego
por los muros donde se mece sombra tenue,
sin fuerza de estamparse, fuego
aún más allá que en hebras sube y baja
el monte por su red de ceniza,
fuego en copos desde ramas y pérgolas.
por los muros donde se mece sombra tenue,
sin fuerza de estamparse, fuego
aún más allá que en hebras sube y baja
el monte por su red de ceniza,
fuego en copos desde ramas y pérgolas.
Aquí, ni antes ni después, en el momento
justo,
ahora, cuando el valle alrededor
festivo y triste pierde vida, pierde
fuego, me vuelvo, cuento mis muertos
y el cortejo parece más largo, tiembla
de hoja en hoja hasta la raíz primera.
ahora, cuando el valle alrededor
festivo y triste pierde vida, pierde
fuego, me vuelvo, cuento mis muertos
y el cortejo parece más largo, tiembla
de hoja en hoja hasta la raíz primera.
Dales paz, paz eterna, ponlos
a salvo, al margen de este torbellino
de ceniza y de llamas que se agolpa
ahogado en las gargantas, se dispersa
en los senderos, vuela incierto,
desaparece.
Haz que la muerte sea sólo muerte,
no otra cosa, sin lucha, sin vida.
Dales paz, paz eterna, aplácalos.
a salvo, al margen de este torbellino
de ceniza y de llamas que se agolpa
ahogado en las gargantas, se dispersa
en los senderos, vuela incierto,
desaparece.
Haz que la muerte sea sólo muerte,
no otra cosa, sin lucha, sin vida.
Dales paz, paz eterna, aplácalos.
Allí donde mayor es el estrago
están arando, llevan tinas a las fuentes,
se charla en la quietud del cambio,
de hora en hora. El cachorro se tiende
en una esquina de la huerta, se adormece.
están arando, llevan tinas a las fuentes,
se charla en la quietud del cambio,
de hora en hora. El cachorro se tiende
en una esquina de la huerta, se adormece.
Un fuego tan suave apenas basta,
si basta, a iluminar hasta que dure
esta vida escondida. Otro,
sólo otro podría hacer el resto
y lo máximo: consumir estos despojos,
convertirlos en clara luz incorruptible.
si basta, a iluminar hasta que dure
esta vida escondida. Otro,
sólo otro podría hacer el resto
y lo máximo: consumir estos despojos,
convertirlos en clara luz incorruptible.
Descanso de los muertos para los vivos,
de vivos y de muertos en la llama: avívala,
la noche está llegando, la noche se propaga,
entre los cerros tiende su telaraña trémula,
pronto la vista ya no sirve y queda
sólo el saber por entusiasmo o lo oscuro.
de vivos y de muertos en la llama: avívala,
la noche está llegando, la noche se propaga,
entre los cerros tiende su telaraña trémula,
pronto la vista ya no sirve y queda
sólo el saber por entusiasmo o lo oscuro.
en versión de
Francisco Deco
VIA CRUCIS (*)
PADRE mío, me he
aficionado a la tierra
más de lo que hubiera creído.
Es bella y terrible la tierra.
Nací casi escondido,
he crecido y madurado
en un lugar tranquilo
entre gente pobre, amable y execrable.
Me acostumbré a sus calles,
me encariñé con sus lugares, sus olivares,
las viñas, hasta el desierto.
La tierra es sólo una estación para Tu hijo,
pero ahora me duele dejarla,
y hasta estos hombres y sus ocupaciones,
sus casas y sus refugios,
me da pena tener que abandonarlos.
El corazón humano está lleno de contradicciones
pero ni por un instante me he alejado de ti.
Te llevé incluso hasta donde parecía que no estabas
o habías olvidado estar.
La vida en la tierra es dolorosa,
pero también dichosa: recuerdo
los niños, los árboles y los animales.
Falta poco para ese lugar que llaman Calvario.
Despedirme me angustia más de lo debido.
¿He estado mucho entre los hombres o demasiado poco?
¿Hice muy mío lo terreno o lo he evitado?
La nostalgia de ti ha sido continua y fuerte,
pronto nos reuniremos en la sede eterna.
Padre no juzgues
este hablar mío humano, casi delirante,
tómalo como un deseo de amor,
no repares en su insensatez.
Vine a la tierra para hacer tu voluntad
aunque alguna vez haya vacilado.
Sé indulgente con mi debilidad, te lo ruego.
Cuando nos reunamos en el Cielo
se habrá consumado una gran prueba
que no se pierde en la memoria de la eternidad.
Pero ahora, en este estado humano de flaqueza,
voy hacia ti, compréndeme, en mi debilidad.
Me toman, me alzan en la cruz plantada sobre la colina,
ahí Padre, me clavan las manos y los pies.
Aquí termina verdaderamente el camino.
La deuda de la iniquidad ha pagado a la iniquidad.
Pero tú conoces este misterio. Tú solo.
(*)
Mario Luzi compone este VIA CRUCIS invitado por el Papa Juan Pablo II a
escribir un texto para la ceremonia del Viernes Santo de la Pascua (2003)
Versión
de Amalia M. Abaria y Jorge Albertella
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