sábado, 21 de abril de 2018

POEMAS DE LOUISE GLUCK


Resultado de imagen para LOUISE GLUCK
(22 de abril de 1943, Nueva York, Nueva York, Estados Unidos)

El espino


Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?

De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos


El iris salvaje


Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo.

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.

Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.

Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:

del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos


Escila

No yo, tonta, no yo sino nosotras, nosotras: olas
azules y celestes como
una crítica al cielo: ¿por qué
atesoras tu voz
si ser algo es lo que sigue
a no ser nada?
¿por qué alzas los ojos?, ¿para oír
algo así como un eco de la voz
de dios? Sois todos iguales:
solitarios, de pie sobre nosotras, planificando
vuestras vidas absurdas; vais
donde se os manda, como todas las cosas,
donde el viento os plante, unos y otros
mirando siempre
hacia abajo, viendo alguna imagen
del agua y escuchando qué: olas,
y sobre las olas, pájaros cantando.
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos


Lamium


Así se vive cuando tienes un corazón helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.

El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.

No todos necesitan de la luz
en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.

Pero esto ya lo sabes.
Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.

De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos



Maitines

Perdóname si digo que te amo: a los poderosos
se les engaña siempre, los débiles
son siempre manejados por el miedo. No puedo amar
lo que no puedo concebir, y tú no revelas
virtualmente nada: ¿acaso te asemejas al espino,
siempre la misma cosa en el mismo lugar,
o a la dedalera inconsistente, que brota primero
como espiga rosada en la ladera, junto a las margaritas,
y al año siguiente es púrpura en el rosedal? Ya ves
lo inútil que es este silencio que promueve en nosotros la creencia
en que tú puedes ser todas las cosas, la dedalera y el espino, la vulnerable
rosa, la terca margarita; nada nos queda sino pensar
que no podrías existir. ¿Es eso lo que quieres
que pensemos? , ¿lo que explica el silencio esta mañana,
los grillos cuyas alas no se frotan, los gatos
que en el patio no pelean?
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos


Maitines 2

Ocurre contigo que eres como los abedules:
no debo hablarte
de modo personal. Muchas
cosas han pasado entre nosotros. ¿O
sólo me ocurrieron a mí? Me
siento culpable, culpable, te pedí
humanidad; no soy más menesterosa
que los otros. Pero la ausencia
de todo sentimiento, de la menor
preocupación por mí... También podría
dirigirme a los abedules
como en mi vida anterior: dejemos
que lo hagan del peor modo, déjales
que me entierren con los románticos,
que sus hojas amarillas y afiladas
caigan sobre mí
y me cubran.
De "Iris salvaje"
Versión de EduardoChirinos


Maitines 4


¿Qué es mi corazón para ti
si debes romperlo una y otra vez
como el sembrador que pone a prueba
sus nuevas especies? Experimenta
algo más: cómo puedo vivir
en las colonias, como a ti te gusta, si me impones
una cuarentena de dolor, apartándome
de los miembros saludables de
mi propia tribu: eso no se hace
en un jardín, apartar
la rosa enferma; permítele ondear sus sociables
e infectadas hojas
de cara a las demás, que los minúsculos áfidos
brinquen de planta en planta, probando de nuevo
que soy la más inane de tus criaturas, la que sigue
al floreciente áfido y al rosal trepador. Padre,
como agente de mi soledad, alivia
al menos mi culpa, levanta
el estigma del aislamiento; a menos
que sea tu designio fortalecerme
otra vez, como fui
fuerte y plena en mi infancia equivocada,
bajo la leve luz
del corazón de mi madre,
o en el sueño,
el primer ser que nunca moriría.

De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos

  
 

Malahierba


Algo
llega al mundo sin ser bienvenido
y llama al desorden, al desorden.

Si tanto me odias
no te molestes en buscar
un nombre para mí: ¿necesitas
acaso un desdoro más
en tu lenguaje, otra
manera de culpar
a la tribu por todo?

Ambos lo sabemos,
si adoras a un dios, necesitas
sólo un enemigo.

Yo no soy el enemigo.
Sólo soy una treta para ignorar
lo que ves que sucede
aquí mismo en esta cama,
un pequeño paradigma
del fracaso. Una de tus preciosas flores
muere aquí casi a diario
y no podrás descansar
hasta enfrentarte a la causa, es decir,
a todo lo que queda,
a todo aquello que es más fuerte
que tu pasión personal.

No estaba escrito
permanecer para siempre en este mundo.
Pero por qué admitirlo, si puedes seguir
haciendo lo de siempre,
lamentándote y culpando,
las dos cosas a la vez.

No necesito que me alabes
para sobrevivir. Llegué aquí primero,
antes que tú, antes
de que sembraras un jardín.
y estaré aquí cuando el sol y la luna
se hayan ido, y el mar, y el campo extenso.

Y yo conformaré el campo.

De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos



Nieve de primavera


Mira el cielo nocturno:
en mí poseo dos personas, dos clases de poder.

Estoy aquí contigo, en la ventana,
observando tu reacción. Ayer
la luna se alzó sobre la tierra mojada del jardín.
Hoy la tierra brilla igual que la luna,
como materia muerta, encostrada de luz.

Ahora puedes ya cerrar los ojos.
He escuchado tus llantos, también
los llantos anteriores a los tuyos,
y he sido sensible a sus demandas.
Te mostré lo que querías:
no la convicción sino el sometimiento
a la autoridad, que descansa en la violencia.

De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos

Paisaje aborigen


Estás interviniendo a tu padre, mi madre dijo:
y de hecho estaba parado exactamente en el centro
de un lecho de hierba, cortado tan bien que podría haber sido
la tumba de mi padre, aunque no había ninguna piedra que lo dijera.

Estás pisando a tu padre, ella repitió,
más fuerte esta vez, que comenzó a ser extraño para mí,
ya que ella misma estaba muerta; incluso el doctor lo había admitido.

Me moví ligeramente hacia un lado, hacia donde
mi padre terminó y mi madre comenzó.

El cementerio estaba en silencio. El viento soplaba entre los árboles;
Pude oír, muy débilmente, sonidos de llanto a varias filas de distancia,
y más allá de eso, un perro llorando. 

Por fin, estos sonidos disminuyeron. Se me pasó por la cabeza
No tenía memoria de haber sido conducido aquí,
a lo que ahora parecía un cementerio, aunque podría haber sido
un cementerio solo en mi mente; tal vez era un parque, o si no un parque,
un jardín o enramada, perfumado, ahora me di cuenta, con el aroma de las rosas  - 
douceur de vivre llenando el aire, la dulzura de la vida,
como dice el dicho. En algún momento,

se me ocurrió que estaba solo.
Donde se habían ido los otros,
mis primos y mi hermana, Caitlin y Abigail?

Por ahora la luz se estaba desvaneciendo. Dónde estaba el auto
esperando para llevarnos a casa?

Luego comencé a buscar alguna alternativa. me sentí
una impaciencia creciendo en mí, acercándome, diría yo, a la ansiedad.
Finalmente, en la distancia, distinguí un pequeño tren,
se detuvo, al parecer, detrás de un follaje, el conductor
deteniéndose contra el marco de una puerta, fumando un cigarrillo.

No me olvides, lloré, corriendo ahora
sobre muchas parcelas, muchas madres y padres  -

No me olvides, lloré, cuando por fin lo alcancé.
Señora, dijo, señalando las pistas,
seguramente te das cuenta de que este es el final, las pistas no van más allá.
Sus palabras fueron duras, y sin embargo, sus ojos eran amables;
esto me animó a presionar mi caso más duro.
Pero vuelven, dije, y comenté
su robustez, como si tuvieran muchos de esos retornos por delante de ellos.

Ya sabes, dijo, nuestro trabajo es difícil: nos enfrentamos
mucha tristeza y desilusión
Él me miró con creciente franqueza.
Una vez fui como tú, agregó, enamorado de la turbulencia.

Ahora hablé como a un viejo amigo:
¿Y tú? Dije, ya que era libre de irse,
no deseas ir a casa,
para ver la ciudad de nuevo?

Este es mi hogar, dijo.
La ciudad  -  la ciudad es donde desaparezco.


Un mito de la devoción

Cuando Hades decidió que amaba a esta chica
, construyó para ella un duplicado de tierra,
todo igual, hasta el prado,
pero con una cama añadida.

Todo igual, incluida la luz del sol,
porque a una joven le resultaría difícil
ir tan rápido de la luz brillante a la oscuridad absoluta.

Gradualmente, pensó, presentaría la noche,
primero como sombras de hojas que revoloteaban.
Entonces la luna, luego las estrellas. Entonces no hay luna, no hay estrellas.
Permita que Persephone se acostumbre lentamente.
Al final, pensó, lo encontraría reconfortante.

Una réplica de la tierra,
excepto que había amor aquí.
¿No todos quieren amor?

Esperó muchos años,
construyendo un mundo, mirando
Perséfone en el prado.
Perséfone, un fundidor, un catador.
Si tienes un apetito, pensó, los
tienes a todos.

¿No todos quieren sentir en la noche
el amado cuerpo, la brújula, la estrella polar,
para escuchar la respiración tranquila que dice
que estoy vivo, eso significa también
que estás vivo, porque me escuchas,
estás aquí conmigo? Y cuando uno se da vuelta,
el otro se da vuelta ...

Eso es lo que siente, el señor de la oscuridad,
mirando el mundo que ha
construido para Perséfone. Nunca se le pasó por la cabeza
que aquí no oliera más, que
ciertamente ya no comiera.

¿Culpa? ¿Terror? El miedo al amor?
Estas cosas que él no podría imaginar;
ningún amante los imagina.

Él sueña, se pregunta cómo llamar a este lugar.
Primero piensa: El Nuevo Infierno. Entonces: el jardín.
Al final, él decide
llamarla Girlhood de Persephone.

Una suave luz que se eleva sobre el nivel del prado,
detrás de la cama. Él la toma en sus brazos.
Él quiere decir que te amo, nada puede hacerte daño,

pero él piensa que
esto es una mentira, por lo que dice que al final
estás muerto, nada puede herirte, lo
que le parece
un comienzo más prometedor, más cierto. 

Un jardín de verano

Hace varias semanas, descubrí una fotografía de mi madre
sentada al sol, con la cara sonrojada como si hubiera sido un logro o un triunfo.
El sol brillaba. Los perros
dormían a sus pies donde el tiempo también dormía,
tranquilo e inmóvil como en todas las fotografías.

Limpié el polvo de la cara de mi madre.
De hecho, el polvo cubría todo; me pareció la persistente
bruma de la nostalgia que protege todas las reliquias de la infancia.
En el fondo, una variedad de muebles de parques, árboles y arbustos.

El sol se movió más bajo en el cielo, las sombras se alargaron y se oscurecieron.
Cuanto más polvo eliminé, más crecieron estas sombras.
El verano llegó. Los niños
se inclinó sobre el borde rosa, sus sombras se
fusionaron con las sombras de las rosas.

Una palabra vino a mi cabeza, refiriéndome
a estos cambios y cambios, estos borrones
que ahora eran obvios

, aparecieron y desaparecieron rápidamente.
¿Fue la ceguera o la oscuridad, el peligro, la confusión?

Llegó el verano, luego el otoño. Las hojas girando,
los niños puntos brillantes en un puré de bronce y siena.


2

Cuando me recuperé un poco de estos eventos,
reemplacé la fotografía como la había encontrado
entre las páginas de un libro en rústica antiguo,
muchas partes de las cuales habían sido
anotadas en los márgenes, a veces en palabras pero con mayor frecuencia
en preguntas espirituales y exclamaciones que
significan "Acepto" o "No estoy seguro, desconcertado-"

La tinta se desvaneció. Aquí y allá no podía decir
qué pensamientos le ocurrían al lector,
pero a través de las manchas de hematoma podía percibir la
urgencia, como si las lágrimas hubieran caído.

Yo sostuve el libro por un rato.
Era Death in Venice (en traducción):
había anotado la página en el caso, como Freud creía,
nada es un accidente.

Por lo tanto, la pequeña fotografía
fue enterrada nuevamente, ya que el pasado está enterrado en el futuro.
En el margen había dos palabras,
unidas por una flecha: "esterilidad" y, al final de la página, "olvido" -

"y le parecía el pálido y hermoso
el invocador le sonrió y le hizo señas ... "


3

Qué silencioso es el jardín,
ninguna brisa agita la cereza de cornalina.
Ha llegado el verano.

Qué tranquila es
ahora que la vida ha triunfado. Los ásperos

pilares de los sicómoros
sostienen los
estantes inmóviles. del follaje,

el césped bajo
exuberante, iridiscente ...

Y en el medio del cielo,
el dios inmodesto.

Las cosas son, dice él. Lo son, no cambian, la
respuesta no cambia, lo

silencioso que es, el escenario
como así como la audiencia, parece que
respirar es una intrusión.

Debe estar muy cerca,
la hierba no tiene sombras

Qué tranquilo es, qué silencioso,
como una tarde en Pompeya.


4

Beatrice llevó a los niños al parque en Cedarhurst.
El sol brillaba. Los aviones
pasaban de un lado a otro por encima de la cabeza, pacíficos porque la guerra había terminado.

Era el mundo de su imaginación: lo
verdadero y lo falso no tenían importancia.

Recién pulido y brillante,
ese era el mundo. El polvo
aún no había estallado en la superficie de las cosas.

Los aviones pasaban de ida y vuelta, rumbo
a Roma y París: no podrías llegar allí a
menos que volaras sobre el parque. Todo
debe pasar, nada puede detener-

Los niños se tomaron de las manos, inclinándose
para oler las rosas.
Eran cinco y siete.

Infinito, infinito, esa
era su percepción del tiempo.

Ella se sentó en un banco, algo escondida por los robles.
Muy lejos, el miedo se acercaba y se marchaba;
desde la estación de tren llegó el sonido que hizo.

El cielo era rosado y naranja, más viejo porque el día había terminado.

No había viento. El día de verano
proyecta sombras de roble en la hierba verde. 


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