lunes, 9 de abril de 2018

POEMAS DE EFRAIN JARA IDROVO IN MEMORIAM


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(Cuenca, 26 de febrero 1926 - 8 de abril de 2018)

INVOCACIÓN A LA VIDA


¡Ven a mí, agitación universal,
inmunda Vida amada!
¡Envuélveme en la velocidad de tus llameantes torbellinos,
quebrántame con terrores y relámpagos,
mis huesos pon a sonar
con el sonido demente del festín de las moscas,
ábreme en llaga y abandóname en un pozo de sal!

¡Amor, que los buitres perciban mi poderosa hedentina!
¡Que el perro muerto ola flor pisoteada
me pongan a llorar!
¡Qué en los barrancos calcinados de mis ojos se frustre
la frescura insidiosa de las semillas de las apariencias!
¡Que se agriete mi corazón
igual que los labios del sediento
y mi sexo despierte con un alarido,
como si un enorme cangrejo lo aprisionara entre sus pinzas!

Hiende los muros, ¡Amor,
puta Vida adorada!
Arrásalos con tu cola de planetas enloquecidos;
piedra a piedra demuele
las construcciones del conocimiento.
Dame la sabiduría del puñal,
que sólo cree en la sangre;
la seguridad de la serpiente,
que únicamente fía del veneno;
la libertad del viento que se persigue a sí mismo,
como el alucinado.

Rompe los candados de la locura
y entrégame sus cofres de mariposas aturdidas;
redímeme las gotas corrosivas del antes y el después,
de las esperas
y sus vientres ahítos de relojes congelados;
permite que las relaciones
entre la muerte y yo, sean, apenas,
las del hombre solitario que acaricia su gato.

Y, sobretodo, concédeme que nada me sea indiferente,
que cuanto se desnude en mi ojo
remonte al mundo con nitidez de lámpara o espada;
que todo deje un reguero de vísceras en la conciencia:
la agonía del escorpión dentro del círculo de fuego,
el paladar del prójimo
azotado por las espinas del hambre,
el pequeño fragmento de madera roído por el océano…
Porque si nada de esto
me tritura los testículos, Amor,
es porque hay sitios de mi alma que no conozco todavía…


SEXO

Esta salpicadora de relâmpago
o estertor de mucosas de la lava.
Esta sal que modela los corales
y se ensaña en los cascos de las naves.
Este siglo de pantera o niebla,
alertando las ascuas de la sangre.
Este cerco animal con pies de sombra,
pisoteando los astros y los pétalos.
Esta amapola en llamas, asomándose
entre las tristes grietas de la carne.
Este insidioso rastro de frescura,
tras el cual van las corzas al abismo.
Esta razón del júbilo; y, de pronto,
gravitación de la melancolia...
Esta respiración de tigre, enardeciendo
la marea de soles del instinto.
Este olor visceral: cera de abeja
o cardumen abrasándose en la playa.
Este otoño en las venas. Este párpado
feroz y tiernamente vigilante.
Este fuego tenaz que nos sostiene,
aunque seamos ya polvo esparcido.
                                      (1947)

AMARGA CONDICIÓN

El mar está ahí.
El agua de por sí es evidente:
elástica y compacta,
se deja estar, indiferente, en su volumen.
El caballo está ahí.
¡Indeleble presencia!
Tiembla el bosque en sus ojos,
cuando huele a la yegua...
¿Qué sucede contigo?
Sólo menguas en vez de acrecentarte,
como un río,
cuyo caudal exiguo,
lo hará languidescer en las arenas.
Crees fijar la espléndica
diadema de los astros
y ya es otro quien se obstina en la imagen:
el que, sí es, no es el mismo,
el que al brillar se extingue
para recomenzarse.
                            (1965)
        

         EPITAFIO

        
         sumido en
                            la tierra

                                                          su seno
                                         la tierra
         sumado con
                                                            su sino
         aqui luis veja boga en su luz vaga
         consumido
                            consumado
                                               con su /nido
                                               con su nada
        

         OPOSICIONES FONOLÓGICAS
         posa
                     pesa
                               pisa
                                         pasa
         ¡qué poco te exige la vida!

Sollozo por  Pedro Jara

(Estructuras para una elegía)

I

1.1
el radiograma decía
“tu hijo nació. Cómo hemos de llamarlo”
yo andaba entonces por las islas
dispersa procesión del basalto
coágulos del estupor
secos ganglios de la eternidad
eslabones de piedra en la palma del océano
rostros esculpidos por el fuego sin edad
soledad
terquedad relampagueante de la duración
enconado olor seminal de los esteros
andaba
anduve
 y dije
mientras vociferaban la sangre y las gaviotas
 se llamará pedro
pedrohuesosdepedernal
pedrorrisadepiedra
piedra inflamada por la lumbre de meteoros de la vida



1.2
el radiograma decía
“tu hijo nació, envía su nombre”
yo andaba entonces por el archipiélago
renegrida osamenta del basalto
sílabas del silencio
sillares de la eternidad
guirnalda de piedra en el pecho del océano
coloquio de cíclopes sin edad
soledad
orfandad deslumbrante del espacio
desgarramiento de túnicas del viento
andaba
anduve
y dije
en tanto aullaban el sexo y las focas
te llamarás pedro
 pedrovenasderroca
 pedrollamadepiedra
piedra enardecida por el aliento de leones de la vida



1.3
el radiograma decía
“tu hijo nació. Cómo lo llamaremos”
yo andaba entonces por las galápagos
cetrinas encías del basalto
 alvéolos del desamparo
dentadura de la eternidad
diadema de piedra en la testa del océano
mantos de lava sin edad
soledad
oquedad fulgurante del tiempo
hervor continuo de astros al pie de los acantilados
andaba
 anduve
y dije
entre el bramido de los sueños y las olas
 te llamaré pedro
pedroespinazodepeña
pedropiedrasinedad
piedra tenaz e incandescente que ha de sobrevivirme



II


2.1
¡hijo mío!
mordido implacablemente por los nitratos de los días
parecías tallado en diamante
hechoparaempiedradurar
hechoparaperdurar
entre las proliferaciones de herrumbre del tiempo
pero todo cuanto arde en la sangre o la inteligencia
suena a caída de hojas y aniquilamiento
ay cinceles de piedra para hendir la roca
ay impacto sordo de fruto del golpe de las masas
ay facciones abrasadas por la lengua de la caducidad
rostros de piedra
rastros de piedra
semblantes de piedra rapa-nui
pómulos curtidos por la soledad del mundo
friso del desamparo
cuencas imperturbables donde se agazaja el tiempo
como un pequeño animal despavorido
sienes de piedra
mandíbulas de piedra
pedrobasalto o pedroisladepascua
 piedras contaminadas por la pasión del hombre
piedras corroídas por las sales del exterminio
piedras que han ido aligerando el volumen
en el polvo sollozante de los adioses



2.2
¡hijo mío!
azotado salvajemente por la desesperación de las olas
Parecía cincelado en granito
hechoparaempiedraendurar
hechoparaperdurar
entre la frenética agitación de las aguas
pero todo cuanto se enciende en el corazón o el tacto
se infecta de perecimiento
ay puntas de obsidiana de las armas de mis abuelos
ay graznido de halcón de las hachas arrojadizas
ay lajas de las calzadas imperiales
rótulas de piedra
vértebras de piedra
escalines de piedra de macho-picchu
cresta en la que afilan su alfanje las centellas
balcón arisco del cóndor
goterón de silencio donde anida el tiempo
como flor entre los costillares triturados del trueno
fémures de piedra
párpados de piedra
pedroasperón o pedromachu-picchu
piedras dejadas de la mano del hombre
piedras caldeadas por los tizones de la agonía
piedras que han ido desvaneciendo el afuera
en el polvo de las despedidas



2.3
¡hijo mío!
desgarrado despiadadamente por las uñas de la sombra
parecías labrado en pedernal
hechoparaempiedramadurar
hechoparaperdurar
entre la silenciosa violencia de las cenizas
pero todo cuanto toca la mano o el amor
empieza a vacilar y desmenuzarse
 ay guijarros vueltos silbo de dardo por la honda
ay hornacinas de donde el cierzo expulsó al guerrero
ay volúmenes arrancados al sueño de la geología
muros de piedra
hombros de piedra
dinteles de piedra de inga-pirca
proa despedazada en los arrecifes de lo perecedero
encordadura del aguacero
gran ábside donde golpea el viento
como un muñón de cólera
torso de piedra
cejas de piedra
pedropórfido o pedroinga-pirca
piedras contagiadas por el desvelo del hombre
piedras carcomidas por los líquenes del exterminio
piedras que han ido consumiendo su presencia
devoradas por la supuración de la muerte



III


3.1
desesperado revoloteo del instante
nosotros
los insensatos
los alimentadores de desmesuras y de tumbas
los que nos desvelamos
por saber qué hacemos aquí
anhelamos la inmensidad del océano
y sólo nos pertenece la indecisión de la lágrima
pedropiélago te quise
te tuve pedrogota
pedromar te ansié
te perdí pedroespuma
como a la playa la marea debías sobrepasarme
pero tu muerte crecía más rápido que mi amor
delicada espina de erizo
sombrilla errante de la medusa
agonía de terciopelos del deslizamiento del pez
chillido de la gaviota entre el fragor dula rompiente
todo se ahonda
se hunde
se difunde
parecías forjado con la tenacidad del arrecife
farallón olvidado del tiempo
 indeclinable jabalina del albatros
¡pero fuiste aleteo de golondrina en el vendaval!
imaginé disparándose tus huesos
con la gracia tenaz de las columnas
con la agresiva terquedad de las madréporas
¡pero fuiste apenas resplandeciente estertor
del róbalo aventado en las arenas!
ay pedroesteladealgas
ay pedrosalpicaduradeola
en el rutilante acantilado de la vida



3.2
fulminante incandescencia de lo efímero
nosotros
los desatinados
los alimentados con desvaríos y frustraciones
los que nos obstinamos
por justificar el júbilo de estar aquí
codiciamos la vastedad del bosque
y sólo nos pertenece la vacilación de la hoja
pedroselva te quise
te retuve pedropecíolo
pedrofronda te ansié
te perdí pedrohojarasca
como al girasol la semilla debían sobrevivirme
pero tu sangre corría más rápido que mi desvelo
quebradiza aguja de pino
titubeante pupila de la resina
frenesí de mariposas de la lámpara del polen
trino de ruiseñor entre el estruendo de la catarata
 todo se ahonda
se hunde
se refunde
parecías erguido con la reciedumbre del olivo
encina olvidada del tiempo
orla inabarcable del vuelo del gavilán¡pero fuiste colibrí en el embudo del huracán!
concebí perfilándose tu frente
con la dulce pertinacia de las cortezas
con el agria avidez de las raíces¡pero fuiste apenas crujido de ala de ángel
de la espiga pisoteada por el casco!
ay pedrohuelladegarza
ay pedrorrasguñodeviento
en el resplandeciente promontorio de la vida



3.3
incesante remolino del ahora
nosotros
los obcecados
los urdidores de discordias y silogismos
los que nos desesperamos
por descifrar los signos de la incertidumbre
ambicionamos la imperturbabilidad de la montaña
y solo nos pertenece la postración del polvo
 pedromegalito te quise
te tuve pedroguija
 pedrorroca te ansié
te perdí pedroarena
como a la colina la luna debías desbordarme
pero tu angustia cundía más rápido que mi dolor
trizada lámina de lapislázuli
deslumbradora llaga del diamante
relampagueante éxtasis de la vena aurífera
 arrullo de paloma entre la vociferación del alud
todo se hunde
se funde
se confunde
parecían implantado con la serenidad del nevado
filón olvidado del tiempo
majestuosa rúbrica del vuelo del gerifalte¡pero fuiste empeño de mariposa en la tempestad!
 pretendí recortándose tus hombros
con la poderosa simplicidad de las cumbres
con la perseverancia de las murallas¡pero fuiste apenas súbito centelleo
del guijarro machacado en el torrente!
ay pedrocráterextinguído
ay pedrodesmoronamiento-de arena
en el desfiladero insondable de la vida



IV

4.1
en verdad¿fue verdad?,
¿eras tú el que pendía de la cadena del higiénico
como seco mechón de sauce sobre el río?
ser ido
ser herido
sal diluida
 suicida
ah surco de paloma del pensamiento
borrado por el sonido atronador del desdén
ah soberbia del astro que manda al diablo su órbita
ah pertinaz repudiador de lo establecido
pedrogorralrevés
pedromuertealospájaros
pedrorrompelosvidrios
el eterno brazo entablillado
pedro fermentación de vísceras de la vida
¡sólo que ya no estás!
sólo que al cerrarte los párpados
para velar el relámpago congelado en tus ojos
ya no te reconocía
¿eras tú en verdad?
¿eso de helada indolencia de témpano?
¿eso de pavesas que la desesperación insta a soplar?
¿eso que se desmorona en las tinieblas para
siempre?



4.2
en verdad
¿fue verdad?
¿eras tú quien colgaba de la cadena del higiénico
como polea inútil de una construcción abandonada?
ser ido
ser sido
sol de huida
suicida
ah recinto de espejos del pensamiento
empañado por el vaho de amapolas de la pasión
ah fascinación siniestra por el ojo de remolino del vacío
ah sempiterno impugnador de los acatamientos
pedrocalzoncillos al revés
pedrocabezarrasurada
pedroceroengramática
y los faldones de la camisa afuera
pedro ofuscación de enredaderas de la vida
 ¡sólo que ya no estás!
sólo que al ponerte las manos sobre el pecho
para devolverte a la inocencia delirante de la materia
ya no te reconocía
¿eras tú en verdad?
¿eso de vana crispación de mano de náufrago?
¿eso de cenizas que el viento no tardará en dispersar?
¿eso que devoró su reserva de lumbre en una sola fulguración?


DESNUDEZ MAS PRIMOR SUMAN PUREZA


Lo mismo que la antorcha, estás desnuda:
perfección de la llama es tu belleza.
Desnudez, perfección, abastractas, hablan
no a los sentidos, a la inteligencia.

Desnudez más primor suman belleza:
auroral inocencia de las formas,
serenidad de las constelaciones,
glacial incandescencia del diamante...

En la alfombra, sentada, estás desnuda;
pliegas las piernas contra el pecho: entregas
al ojo tu esplendor, sin ofrendarte.

Ausente, me sonríes, como en sueños.
Desnuda eres irreal, de tan perfecta,
¡no veo el cuerpo, miro tu hermosura!

TRÍPTICO


III

Y de este ardiente amor, rabioso y triste,
como el ojo del tigre que agoniza,
¿qué quedará? ¿Qué logrará salvarse
del desapego y de la desmemoria?

Amor no niega al tiempo: los amantes
truecan en apariecia su transcurso;
arrobados, lo abrevian o dilatan.
¡Sus instantes demoran lo que siglos!

Fingen la eternidad, pero los días
ni a los amantes ni al amor perdonan:
sueños del polvo, han de rendirse al polvo.

De ti, de mí, ni quedará el gusano.
Mas este amor, que no confió en palabras,
airoso, en canto ha de sobrevivirnos...



TRES DESIGNIOS

EN INTENSIDADES AGUDAS
su pasión
su posición
(¿suposición?) 
mi posesión
su pasión
su presión
su precisión
mi supresión
su pasión
su misión
sin remisión
mi sumisión

CIRCULO FATAL

del fuerte es la suerte
la suerte del fuerte
la muerte es la suerte
la muerte del fuerte
la muerte muerde
muerde la muerte
muerde la suerte
la suerte muerde
fuerte muerde la muerte
la muerte muerde la suerte
la muerte muerde fuerte
suerte es la muerte del fuerte
la suerte de la muerte del fuerte
la muerte es la suerte del fuerte
la muerte de la suerte del fuerte
la muerte muerde la suerte del fuerte
la muerte del fuerte muerde la suerte
suerte de la muerte
muerte de la suerte
¡coño!
y no hay etcétera
no hay etcétera
Libro: LOS ROSTROS DE EROS
Autor: EFRAIN JARA IDROVO
TRIPTICO, poema I, pág. 51
¡Nada presuma duración, si empieza!
La luz abre a la flor y la convoca
a desplegar su antorcha de fragancia,
para luego estrujar su gallardía.
En el aire, igual que una bisagra,
se abren las alas de la mariposa;
vuela de rosa en rosa, pero un día
yace en tierra abatido su velamen.
Todo en el hombre es doblemente aciago:
hecho para morir, contagia muerte
a cuanto tocan manos y la mente.
¡El tiempo no transige! Flor instable,
lazo en trenza del aire, mariposa,
y el hombre han de finar, porque comienzan.
Libro: el mundo de las evidencias
Autor: EFRAIN JARA IDROVO
Poema: FUNERAL DE LA GOLONDRINA
pág. 39
La fragata del viento llegó con la noticia
y las ranas doblaron su campanario de agua.
¡Murió la golondrina, a las seis de la tarde!,
a la hora en que solía posarse en los alambres,
rendida, con su oscura librea de ceniza.
La encontraron tendida sobre el húmedo trébol:
la flor del infinito anidaba en sus venas.
A las seis de la tarde, tocó con su violeta
la muerte en su albo pecho con nitidez de nieve.
A la hora de los grillos, se rompió su tijera
en el tejido abstracto de la eternidad.
Ya eran las seis cuando sollozó la neblina
al ver que no escoltaba su lenta caravana.
A la luz de un lucero, hallaron detenido
su corazón pequeño, como un grano de trigo.
¡Nunca volvió a medirla el reloj del rocío! . . .
Encendía el crepúsculo suntuosos candelabros
y el alhelí tenía miedo de los fantasmas,
cuando sintió, de pronto, la frágil golondrina,
una pesada niebla enredarse a las alas,
una música espesa invadir sus arterias
y, por primera vez, el peso azul del cielo.
Sintió endurarse el aire, cuajarse en amapola
su sangre, más que sangre, desvelo de la brisa.
Miró la lejanía dilatando sus círculos
y la sintió cercana, como anillo al dedo,
porque iba disolviéndose en veloz transparencia.
¡Murió la golondrina!, comentaban las dalias
en su callada lengua de polen y perfume.
Murió súbitamente, mientras condecoraba
el pecho de la tarde con la primera estrella.
¡Murió la golondrina! Supieron las luciérnagas
y encendieron sus cirios de esmeralda y topacio.
Se evaporó la abeja que animaba su vida:
sólo quedó en la tierra la cápsula de plumas.
¡Murió la golondrina!, le contaron al viento,
y el viento desmayóse en brazos de una niña.
¡Sí, debe haber un cielo para las golondrinas!
Pero no precisaron bajar los serafines
para llevar su espíritu a la fronda celeste:
fue tan puro y liviano, que ascendió por sí mismo,
como suspiro, aroma, o el sueño de una virgen . . .
Libro: el mundo de las evidencias
Autor: EFRAIN JARA IDROVO
Poema: ULISES Y LAS SIRENAS
pág. 87
¿Hacia dónde navega,
Ulises, tu tirreme
con sus remos de sangre y velas de delirio?
¿Vas al centro de tu alma?
¿Buscas amor? ¿Certeza?
El viento de ti nace y hacia ti te conduce.
Navegando, viviendo,
el puerto que te espera
es tu rostro perdido el día en que zarpaste.
Fuera de ti no hay puerto.
Tu viaje es un retorno.
La espuma de la orilla sólo en ti se prosterna.
Tú no miras, Ulises.
Cuando miras, sorprendes
tu soledad volviendo a su propia constancia.
Formas vanas, reflejos:
olas, rocas, gaviotas.
Mundo es lo que te sobra y escapa por tus ojos.
¡Pon cera en tus oídos!
Las sirenas te llaman.
Fuera de ti no hay muelles, ni arena, ni evidencia.
Fanales insidiosos
-- materia, sexo, tiempo---
apresuran tu nave contra las escolleras.
Mar adentro, alma adentro,
la gran fosforescencia
de tu conciencia engendra la luz del universo.
Cuando al mirar las nubes
veas que no son nubes,
sino tu alma que escapa, Ulises, ¡suelta el ancla! . . .
Libro: el mundo de las evidencias
Autor: EFRAIN JARA IDROVO
Poema: DESTELLOS DE UNA INFANCIA SOLITARIA
pág. 93
¿Dónde guardas el rostro, que nunca he conocido,
y del que sólo quedan sus círculos de música?
Veo a mi madre erguida al borde de mi alma,
como álamo, temblando. Unas monjas recuerdo:
como amapolas secas, surgen entre la niebla . . .
El sol brilla en los sauces. Columbro una carreta
cargada de hojarasca. Al peso del arado,
crujían las oscuras costillas de la tierra . . .
Era un cuando sin cuando. Era un espejo, en donde
nunca inscribió el relámpago su helecho fulminante.
Días, años, en la ascua del espacio infinito,
viendo volver el mismo colibrí a los rosales.
El mismo río, idéntico fragor de terciopelos
del viento enardeciendo tejados y arboledas.
Un niño de ojos tristes eleva una cometa.
Y siempre son los mismos: cometa, niño y cielo.
¿En dónde confundiste, infancia, mis facciones,
el ser que nunca he sido y me remuerde siempre?
Empapada de sueño y de melancolía.
mi imagen se adelanta y no la reconozco.
Con un muñón de estrella golpeo en el pasado.
Me responde un camino de flores amarillas,
un zumbido de moscas, un aroma de bueyes.
Hay una casa lóbrega y un hombre solitario.
"¡No tengas miedo, Hipólito! Dicen que ama los niños."
Pero mi rostro, infancia; el que labró mi sangre,
cuando el tiempo medía tan sólo por distancias;
aquel que vacilaba al fondo de las charcas,
camino de la escuela, antes de que un cuchillo
de soledad separe mi corazón del mundo,
¿en qué insondable pliegue de la sangre me llora?
Mi abuela fuma y teje sentada en la terraza.
Alguien riega la tinta y mancha los cuadernos.
Toman mi desamparo como signo de culpa . . .
La soledad, ahora, me hace dos efraínes.
Su hostilidad comprendo. ¡Sólo uno es verdadero!
El otro sustituye al que jamás he sido.
¡Ay diamante extraviado al iniciar el tránsito,
tus destellos persisten en torno a mi cadáver.
Un callejón recuerdo, con sombra y madreselvas.
Apoyado en el puente, miro las golondrinas.
El agua, entre las piedras, daba traspiés de espuma.
Nubes y gavilanes duermen tras las colinas . . .
Entonces no existían la mirada ni el pájaro:
la paloma era el ojo que al alma regresaba.
¿Cuándo advertí que el mundo estaba al otro lado?
¿Cuándo noté que el árbol no me necesitaba?
¿Cuándo supe que mi ansia no hace brotar la hierba?
Mamá lloraba mucho si es que llegaba tarde.
La rueda del molino se ha cubierto de musgo.
Hago memoria. Caigo al fondo del olvido.
¿Soy yo quien allí sueña que he de soñar todo esto?
Identidad perdida, laberinto de espejos
donde mi faz su lámpara, sin cesar, repetía.
Igual que para el pez, absorto tras el vidrio
frío de la redoma, no había dentro o fuera.
Hoy en la duración contienden sangre y mundo.
Ahora instala el rayo su imperio fugitivo.
Todo se va y no vuelve. Nada es ya, todo fluye;
como flecha transcurre y se hunde en el crepúsculo . . .
Infancia, vieja amiga, devuélveme los ojos
que inventaron los pájaros y las constelaciones.
Devuélveme los nombres con que fundé el espacio,
las huellas de los pasos sin residuo de tiempo.
Devuélveme el canario y su jaula de alambre,
los bolsillos colmados de vidrios de colores.
¡Restitúyeme el rostro del ser que nunca he sido! . .

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