(3 de agosto de 1936, Nykarleby, Finlandia)
Ludwig Wittgenstein
El pensamiento se vuelca siempre
hacia adentro y se destruye.
Él lo sabía, pero
usó su desesperación
como método. El caos debe ser ordenado,
aun a costa de
fracasar. ¡Todo,
incluso un fracaso,
puede ser algo más!
El filósofo pagó
el mismo precio que Rimbaud,
que escribió su último poema
primero, luego los otros,
línea tras línea.
RECORDAR
Recordar es
permitir que el futuro
intervenga en el suceso.
Todo se compondrá. Hasta
el caos ha de tener un nombre. Nadie
opone resistencia. El destino
devasta en vano.
DECLARACIÓN
Dijo un hombre: "Yo huí
hacia la soledad. Un día
comprendí que no
me gustaba la gente. Ese
día me hice libre
y regresé
a la gente".
FUERZA
Si tener fuerza es no
desplomarse nunca sino luchar
siempre, entonces la fuerza se vuelve
una carga que exige
gran fuerza.
CONSEJO
Cuando el silencio empieza a hacerse
agobiante,
la gente tiene que hablarse, de lo contrario
aquél se acaba.
A UN AMIGO
Viajar es
reducir Samarcanda
a la realidad. Al cabo
no queda nada
más. Aunque también
la decisión de quedarse
es una partida;
la mies se vuelve amarilla como el fuego
y el conocimiento un otoño
sin palabras. Al cabo
sólo queda Samarcanda.
LA GARGANTA
Hay poemas que son
tan grandes y profundos que nadie
logra escribirlos. La prueba
de que existen
es que no están
escritos. A tientas
vamos por las paredes
que los ocultan, pero sin hallar
abertura alguna en el papel en blanco.
Pasado nuestro intento de poesía,
las huellas digitales en las paredes
demuestran que sí existen.
EL AHORA
La memoria es nuestro escudo
contra el dolor. Cuando
aún sangran con histeria las heridas,
empezamos a recordarlas.
No, en realidad empezamos
a olvidarlas. No recordamos
nuestros recuerdos, sino
lo acontecido. Recordamos.
Pues no podemos olvidar
de otra manera. No oímos
el reloj; lo recordamos.
Y cuando cesa el tic-tac
y el silencio invade el cuarto,
el ahora ya ha pasado.
APUNTE FINAL DE UN DIARIO
El que no acepta
su derrota
habrá fracasado.
ISLA DE PASCUA
Inmóvil como un platillo volador
yérguese la Isla de Pascua en el infinito
mar. Los hombres buscaron refugio
tras altos rostros de piedra
que vueltos hacia afuera
miraban el cielo
y el mar, no para
escudriñar sino para enceguecerse
de nada. Pero el hombre
confinado no tiene protección
contra la conciencia, que es
una enfermedad, una fiebre sin respuesta.
Hubo una guerra en la isla. Luego
de haber suprimido a la eternidad
-inmensa derrota, cuya frescura
hace lo posible por vivir-,
empezaron los hombres a matarse entre sí.
De la verdad, de su polvo
subyugante, nadie se libra.
CARTA DEL NORTE DE EUROPA
Envuelto en la ardiente violencia
estival, resulta evidente que esta
máquina de vivir es sólo una parte
de sí misma. En el otoño
vemos a los reptiles endurecerse
como metal. Ahora son muertos
en vida.
En el invierno
nunca termina el invierno. Es
la blanca pantalla en que se proyectan
las películas en primavera,
verano y otoño.
En la primavera, indefensas
van las aves rumbo al norte
y allí encuentran su desplegado nido
de parvo heno, simple símbolo
del heno. Aquí
existir es evidente. Vivir
es como despedirse en el sur.
nunca termina el invierno. Es
la blanca pantalla en que se proyectan
las películas en primavera,
verano y otoño.
En la primavera, indefensas
van las aves rumbo al norte
y allí encuentran su desplegado nido
de parvo heno, simple símbolo
del heno. Aquí
existir es evidente. Vivir
es como despedirse en el sur.
LA BÚSQUEDA
El busca en su vida,
pero sólo encuentra
su vida. Todo lo que usa
se transforma en objeto, incluso
una vida. Sin amparo hojeando va
el libro no escrito.
En medio de la noche se despierta, sombríos
centinelas rodean la cama;
en vano despliega
sus alas. Usar la vida
es negarla. Enciende
la blanca sal de la vela, pero ve
con sus ojos cerrados, escucha
con sus manos abiertas. Los años
se oscurecen. Alguien se aproxima
en la penumbra; un ser
abandona su fuente. La hora
está aquí. La hora
siempre está aquí.
ABUELO PATERNO
De su fuerza queda aún
la calma. Se ha levantado;
de espaldas a su vida
contempla la llanura
de pensamientos sin palabras. No, él no es
sabio, sólo silencio, sólo
imagen. Sí, yo sé que la sabiduría
vibra con magnífico silencio,
pero en el retrato del abuelo el silencio
es la verdad, la lengua
que habla con queda voz.
ABUELA PATERNA
Muy pronto en su vida ella se volvió
una anciana, una fabuladora.
Engendraba hijos y velaba
moribundos tiernamente cedía
a la muerte. Para ella todo eso era
la misma cosa. Sabía
que nadie puede perdonar
esa violencia llamada nacimiento.
Con amor tocaba a los niños
por sus nombres. Les contaba
cuentos enigmáticos, protectores,
en la cabaña en penumbra, en el sótano
del castillo de la noche. De ese modo
les enseñó a reconciliarse
y ellos la abandonaron
desapareciendo entre la multitud
azulada del futuro,
por la senda con rumbo a sus recuerdos.
BISABUELA MATERNA
El retrato es auténtico
y con su fondo pintado que oculta
su vida. Está sentada
allí y, con holgado y sencillo traje,
espera convertirse en retrato.
Pero ella no se ve porque la foto
representa a la madre,
una figura de las viejas canciones
escritas para voces femeninas
y con un aire melancólico del ochocientos.
Vislumbra ya las ruinas
del novecientos. Es alto el precio
del futuro. Y esto es así
porque no llega nunca.
Madre, yo extraño el hogar,
esta casa en donde habito,
y este breve día de otoño
que ahora vivo.
TIO MATERNO
Su rostro se iluminó
en Penticton. Hasta las fotos
de Lippjärv lo oculta
su juventud. En Vancouver
lleva fatigosamente su pesada
reciedumbre. Pero al final
se coloca frente a la cámara
de la muerte. Con grandes y muy abiertos
ojos de vidrio me mira. Sí,
ahora, tiempo después, yo soy
la muerte misma. Ya no hay
nadie más que pueda
mirarlo. Su rostro
es el de un toro demacrado.
La paz lo hizo oscuro y enorme,
y ahora entra
en la soleada arena.
MADRE, UN DÍA DE OTOÑO
La tormenta enfurecida, confinada
en sus angostas horas. Roja como sangre
se yergue la mano sobre una floresta
de lanzas. Su muerte fue
demasiado grande. Lo que pasó,
sólo pasó. Era de día
o de noche. A tientas las aves
surcaban la superficie del cielo. Lo que es
muy grande no pasa; existe.
Ahora estoy sentado
junto a mi mano que escribe, inmóvil
por la nostalgia, pero sin tristeza.
Ella murió, simplemente murió.
Y la tormenta ha cesado;
es libre otra vez.
LAS VIEJAS
El ave negra de sus pañuelos
posaba sus protectoras alas
en las mejillas. Los vestidos eran
la única caricia que llega
a sus cuerpos. Ellos iban
por el pueblo, circulaban
en largos trajes, cual mujeres
altas y extrañas. Sí,
su apariencia era visible, mas
no sus vidas. Viajaban ya
por comarcas desprendidas de sus nombres,
errando entre las sombras en busca
de la noche. Cada pausa era un vacío,
cada palabra la última. Pero sin palabras
esto decían: si un enigma
no tiene solución, ésa es la respuesta.
LOS HOMBRES DEL OCHOCIENTOS
Morir es un triunfo que exige
una lucha prolongada. Los niños creían
que los viejos eran malvados.
No sabíamos que defendían
su muerte de la vida
que había en nosotros. Nuestra burlona risa
resplandecía de inocencia. No sabíamos
que se debe proteger a la muerte
como se protege a una flor
de las pisadas, al canto de los pasos
de un grito. Corrimos afuera. Nuestros
juegos trataban de la próxima guerra.
Ya nos habían herido. En
el silencio del cuarto el viejo
se había tendido para descansar. Ya
no abría puertas
con preguntas, y ya nadie las cerraba
con respuestas. Elevó la mirada
hacia las nubes de inmenso
templo. Lo invadió el sueño
y se quedó dormido.
CINCO KILÓMETROS
A los nueve años, para siempre,
corriendo voy a mi casa por el bosque. Allí
me aguardan sus altos y oscuros animales.
Treinta grados
bajo cero. En el rostro
de arriba las estrellas empiezan
a refulgir. Poco a poco mi cuerpo
se endurece, me circunda
como si fuera cosa más. Se rompe
un zapato. Voy por el fuego
del frío. Rezo para que pase
lo que tenga que pasar, pero todo
lo que tiembla se congela como hierro
al abrirse el pecho enorme
hacia la nada. Hasta que al fin regresé
a casa, pero ya era
demasiado tarde.
PARA UN ATORMENTADO DE 14 AÑOS
Quién grita, encerrado,
en el animal? Quién calla
dentro de un árbol
cuando éste cae? Aún recuerdo
mis preguntas, y ahora
respondo
EL PRINCIPIO
En la primera noche de invierno
como piedra se heló el conejo
en su jaula. Tras los barrotes
se ve la celda de las estrellas.
El frío penetra lentamente
en el cuerpo,cuya oscuridad
nada puede contra
esa luz. El gato lo mira
con sus dos relucientes
almas de metal y sigue
su camino. Muy acurrucado
en torno a su corazón el conejo muere.
La mañana era grande y vacía
como en un principio.
ESTRUCTURA
El cuerpo es el fuerte
guardián que a la postre
nos mata. El alma todo lo sabe
pero es libre; no dice
nada. Además
hay una habitación, una isla
en la ópera vociferante.
Hacia allá me conduce el ciego
en la penumbra. El mundo silencia
allí mi desenvuelta lengua que se agita
en declaraciones. El analfabeto
hace entonces de su callado animal
un poema tras otro.
AQUÍ
Aquí llegó ella, por el domingo
inmóvil de la vejez.
Con un pañuelo en la cabeza
y una larga falda llegó ella,
alto pájaro en atavíos. En la soleada
colina cobertora preguntóse
qué debía hacer
para poder morir. Debo
escribir al respecto. El hecho ocurre ya
en todos lados y no hay
preguntas que responder. Pero
preguntar es ya entender. Sólo
preguntas que nunca se preguntan
requieren de respuestas. Recuerdo
que sus manos ya no eran parte
de ella. En ocio
descansaban en su regazo. Con sus ojos
sólo veía oscuridad
y luz. Silencio. Y yo
pensé: el silencio se arrastra
por su cuerpo; pronto
le llegará al corazón. Pronto
estaré solo
aquí.
Martin Heidegger
Solo, como un jefe pagano
y oficiante, examinaba
cada palabra como se examina
un detalle en la penumbra bajo
la totalidad, pero las palabras seguían
siendo palabras. Ni en los discursos
del dictador escuchó el aullido del chacal.
La raza era un mensaje biológico
de algo desconocido que
lo cotidiano aún no había profanado;
la violencia de la historia una elevada
misión; el pueblo una torpe
danza bajo los solitarios amos
de las palabras. No dudaba
y por eso se hizo
profundo como un niño. Todo
era enorme como una saga
de camino a la conferencia, donde
solo quedaba el ser,
un corazón sin
límites ni rostro.
AÚN MANSA Y SIN NACER
Können wir uns keinen Gegenstand ausserhalb der Möglichkeit seiner Verbindung mit anderen denken. (No podemos pensar ningún objeto fuera de la posibilidad de su conexión con otros.)
Ludwig Wittgenstein
Siwinna
Siwinna es una sombra. Del sí
al no llega su pálida penumbra,
mientras la luz reposa
en su torre de marfil
entre el sol y la tierra.
Ella es una superficie, más fuerte
que pensar en las olas. Ni gritos
ni recuerdos
la quiebran. Se desliza,
no como un viaje sino
como existencia. El pasado otoño
lo desnudó todo,
mientras que ella, aún
mansa y sin nacer,
¡ya
existe!
Daaird
Con el cerebro atormentado por
unos pocos, simples pensamientos,
va él, un pesado
animal de palabras, sin comprender
que se está usando
demasiado. No llega
al inicio: “Así como
una guerra civil aún se sacude
luego de tres generaciones, así
como una gota de luz cae
por el oscuro pozo
arriba o abajo hacia el ya
de la superficie…” ¡No! Es posible
hablar; ¡no tienes
que empezar! El tiempo es solo
un pensamiento que avanza
por su mapa inmóvil,
mientras que el progreso es
nuestro intento de someter
al ser, aquí,
en el ojo
ciego
de la tormenta.
¿Silencio?
Existe un silencio que
grita más alto que la mudez
de la muñeca abandonada y
que el vacío inmensurable
de la historia. Es misericordia
bajo la forma de destino. No cura;
dice adiós. ¿Ves
cómo el árbol seco
y hecho escultura
de sí mismo se alza
frente al murmullo
de los otros? No está
callado. Está
listo.
O
El trabajo del escritor es
leer libros no escritos.
Inclinado como una señal
sobre la mesa, volcado
hacia adentro, consume la luz
y la sombra de su ser. Los días
discurren como imágenes
por una cámara sin
película, mientras abre
papel tras papel.
No escribe pensamientos;
va a tientas con las palabras.
Durante días sin horas
y por valles sin mapas
va buscando esos poemas
que los pensamientos
ocultan.
Las grullas
Solo podemos ver claramente
lo que se ha calmado, una montaña,
un recuerdo. Las grullas
se hunden en la niebla estival,
enormes como símbolos. Cada
otoño las aves jóvenes
intentan la fuga, aun de sus
alas permanentes,
pero las viejas, cargadas
de nubes y de otoño,
vuelven hacia el norte
en un desvío por el sur. Solo
el alto grito, que casi no toca
la garganta, llega
a algo más.
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