Nació en Soacha (Cundinamarca) el 6 de abril de 1985. Hijo de Freddy Fernando Delgado Rojas y Blanca Cecilia Micán Huertas
LUGAR DE ORIGEN
El eucalipto
se cuelga de los amaneceres
a donde van
los pájaros.
El campesino
desanda los caminos,
silba entre
la cebada una canción para sus hijos.
Su mujer se
acomoda los cabellos
con esas
manos de pan
que llevan
consigo la esperanza.
La vaca lame al
ternero.
Él mama la
leche con los ojos cerrados.
Una tropa de
gallinas escarba la tierra,
mueve sus
alas como intentando un vuelo.
La plaza
tiene el olor del jengibre.
Las abuelas
desgranan arvejas, mazorcas y habas,
sonríen en el
rostro la evidencia de los años,
algo ya
cansadas.
Un río de
mariposas oscuras
como un río
de cenizas
espera ese
perfume de las flores mojadas,
estallar en
los parpados de la brisa,
esa que es
mensajera de las albas.
Es aquí mi
lugar de origen,
en estos arbustos
parieron mis raíces.
Las piernas
de mi madre se abrieron
al compás de
la luz de mis ojos.
Nacieron mis
sueños en los labios de mi abuela
recitando
universos de palabras.
Luego la
arena cubrió los pinos,
el barro
penetró las aguas.
La herida es ahora
una llaga,
sangra en el
rostro de las máscaras.
Mi lugar de
origen se ha marchado,
sus huellas
las atrapó el asfalto.
Yo recojo las
semillas de los años,
con las manos
moribundas,
ásperas y
rasgadas.
LABRANZAGRANDE
I
La cordillera
ha sido testigo fiel de las llamas y los truenos.
El río abrazó
a los muertos que el demonio fue dejando a su paso.
Los pájaros
gimieron todos los días con sus noches
cada roble
caído en el arado.
La plaza
llena de
miedo vestía de luto
en un paisaje
de colores,
y los hombres
les pagaban promesas a las bestias.
Arriba el
potro ya no era libre,
le subieron
la cerca a balazos,
con mano templada
y cobarde lo ensillaron.
El tiempo
calló uno a uno los testimonios
que solo le
rezaban a Cristo.
Dios intentó
proteger lo que quedaba del pueblo,
como probando
el amor de sus oraciones.
La fuente lavó
las heridas del fruto carmesí,
él contuvo la
última lagrima
hasta que lo
destajaron.
Hoy
todo es
distinto,
del fuego
quedaron cenizas.
Hoy todos
caminan tranquilos
de pánico
invadidos.
Este lugar
enfermo de pecadores,
blasfemando
justos discursos,
aprendió que
la vida sigue
aunque la
hoguera no pueda apagarla el llanto.
NOCTURNO 9
En cada uno de estos
lugares algo me ocurrió, en cada uno de estos lugares dejé un cuerpo muerto con
los brazos extendidos. No era yo sino a mí mismo al que estaba dejando atrás.
Henry Miller
Las hebras de
tu pelo
se deslizaron
por el silencioso roble
dejando la
madera al descubierto.
Humedecí
entonces dulcemente
el lugar
exacto donde
tallaría tus
alas y albergaría
mi corazón de
celofán.
Los jadeos
cubrieron la desnudez
de la desaparecida
naturaleza del leño.
El aserrín
fue dibujando el follaje
por donde
caminarían tus pies vírgenes
y el
horizonte se abriría a tus brazos
como la
montaña pariendo el sol en el inicio del día.
La línea que
se dibuja en tus ojos
afinó la
mirada
haciéndose
distancia.
Eras preciosa,
parte del
mundo que tenías por caminar.
Este viejo
taller ya no era tu casa.
LAS TRES VERSIONES DE VENUS
I
Tus ojos cargan la violencia del blues que te suena de cerca. Tu piel
habita los costados del ruido y tu danza se precipita como un asesinato y
giras, giras, ¡giras! Te retrasan los semáforos, el humo de los cigarrillos,
los carros en una línea de angustias, bailas Shocking Blue y eres un río, una cadena de gemidos, una coraza.
Crujen tus dientes como si buscaras liberarte en la ausente guitarra que gime
sola, te estalla la boca y blasfemas besos hirvientes en los labios de nadie,
con tus pasos dibujando cartografías del mundo. Tus caderas trazando músicas,
deseos, violencias, la carne y la desolación. En eso tu sombra se va, se larga a
la calle y a los días, a hacerse un eco con las sirenas de las ambulancias, con
la sangre caliente y el alcohol, los sentidos en desorden y una fiesta de ti
misma en la cabeza, saboreando lo que queda de las nubes en tu lengua. Tu piel
de hojas secas se levanta en la mañana, bebe un trago de cerveza y se va con el
alba.
II
Su voz se descuelga
de un tendido de notas pasajeras
para intentarse historia
en los tejados del México y el rock.
El viento se le anida en los labios un instante,
le crecen moskas
en el vientre.
III
La música
desgaja las fronteras.
Hay un sabor de que en la tierra
los dioses siguen siendo los mismos.
USASÁ
Tengo en el
vientre
vestidos de
musgo,
raíces que
apuntan al cielo.
Tengo en las
manos
el viento
silbando a las bestias,
una geografía
borracha de barsalero.
Tengo en un
rincón del infinito
imágenes
repletas de mariposas
en tus manos.
Tengo en el
negro color de la tierra
la
respiración contenida
de todas las
cosas que me trepan el alma.
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