sábado, 11 de febrero de 2023

POEMAS DE EUGEN JEBELEANU


Metamorfosis

 

Pude haber sido un árbol, bajo el cual

tú te habrías recostado cuando yo no te conocía,

habría hecho oscilar dulcemente una de mis ramas, casi al azar,

para besar tus ojos.

 

Habría sido quizás una hoja blanca,

sobre la cual te hubieses inclinado pensando en silencio

y yo habría besado, mientras tú dibujabas,

el mármol

de tu mano desnuda.

 

Hubiese podido ser un muro,

un muro

a la sombra del cual

estaría con otro, no conmigo…

Y yo con gran dolor

me hubiera derrumbado

ante tus ojos pálidos de espanto.

 

Versión de Pablo Neruda

 

Una voz

 

¡Dejadme llorar, que ha muerto la Esperanza…

asesinada en pleno día, ahora…!

¡Traedme de las sombras el vestido más triste

y cubrid mi semblante con un inmenso velo de humo!

 

Quiso arropar a los pequeños. ¡Vedla: desnuda, silenciosa,

asesinada ante nosotros bajo yertas ruinas…!

¡Traedme un mar hirviente de cicuta!

que apure y calme el asco de mi boca sombría!

 

¡Oh, mar! ¡Préstame tu armadura

para avanzar con ella hacia los asesinos, relumbrante,

y con millares de infernales olas escupirlos,

y - ¡cobardes! - arrodillados ante la Esperanza muerta.

 

Silencio. Calla el mar El horizonte calla. Desierto.

Los asesinos, en secreto, como gordos gusanos se retuercen,

la levantan de prisa, al ataúd la arrojan.

 

¡Pero ha volado ya desde sus manos el corazón de la Esperanza!

 

Traducción de Manuel Serrano Pérez

 

La voz de una mujer

 

Devolvedme mi niño

-nada quiero saber-

aunque tenga

la cara

de un monstruo,

no importa cómo sea,

devolvedme mi niño

no importa cómo,

y si no puede ser para toda la vida

(para esta vida miserable

y tan breve, aún si tuviera un siglo)

al menos por un día.,

un día sólo,

hasta el preciso instante

en que venga hacia mí,

como él venía,

ciegamente, los brazos extendidos,

con los pétalos pálidos de sus dedos.

 

Devolvedme mi niño

aunque tenga

la cara de monstruo:

iré a su encuentro

y me sonreirá…

él me sonreirá…

aunque tenga la cara de monstruo,

me sonreirá,

y yo le abriré la puerta,

aunque tenga la cara

no importa cómo…

 

Devolvedme mi niño,

devolvedme mi niño no importa cómo,

pero no ceniza,

devolvedme mi niño no importa cómo,

pero nunca arena…

 

Sé muy bien que sería posible

que mudaran su rostro,

pero cuando llore

lo reconocería,

y para que no llore más

apagaré la luna

(un rostro entre lo oscuro no se ve),

y si él sonríe,

a la menor sonrisa,

entonces,

mudaré todas mis lágrimas

en cielo estrellado…

Mas no me devolváis el cielo sin él,

el cielo azul de acero sin piedad,

no, no me lo devolváis…

 

Devolvedme mi niño …

Privadas de él, las estrellas son arena,

privadas de él, las estrellas son cenizas:

un manojo engañador que se escurre

absurdamente

al correr de los tiempos

de la alforja deshilachada de la noche…

 

Devolvedme mi niño,

devolvedme mi niño no importa cómo,

devolvedme mi niño,

aunque sea cualquiera su cara…

 

También en el armario

sus ropitas esperan…

 

y ya muy pronto le serán pequeñas…

 

Traducción de Manuel Serrano Pérez

 

Las voces de los pájaros de Hiroshima

 

- ¿Dónde, ¿dónde están?

- ¿Quiénes?

- ¿Dónde, ¿dónde están?

- ¿Quiénes? ¿Quiénes?

- ¿Dónde están?

- ¿Quiénes? ¿Quiénes?

-Los hombres…

-No sé. Mira, copos de ceniza…

Han volado todos…

- ¿Adónde, adónde?

-No sé. Construyamos el nido.

- ¿Dónde,

dónde,

dónde,

dónde,

dónde?…

 

Versión de Manuel Serrano Pérez

Editorial Stilograf, 1965

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-eugen-jebeleanu/

 

 

Encuentro con Hiroshima

 

a Kaoru Yasui

 

 

Tierra, tierra muda.

Muda,

con la piel quemada, con el cuerpo desnudo,

perdón, Hiroshima …

Perdón por cada paso

que golpea una herida, abre una cicatriz…

Perdón por cada mirada,

que -aun acariciando- duele…

Perdón por cada palabra

que enturbia el aire donde buscas

a los niños,

los pueblos de criaturas perdidos para siempre.

Tumba

inexistente… Viento… viento… viento… viento…

Y sus voces, apenas resonando ahora,

más extinguidas día a día,

únicamente en el recuerdo…

¡Oh, cementerios

inexistentes… inexistentes…!

¡De quererlos llorar no se les puede estrechar en los brazos,

al menos una urna, una tumba tan sólo…!

 

 

¿Dónde están tus pequeños, Hiroshima? Quizás

en el océano

de plata impasible …

Quizás en la infinita bóveda

del cielo…

O, acaso, en esta misma tierra.

que yo piso…

 

 

Cada paso que doy lo doy con miedo…

Cada palmo de tierra

esconde un catafalco…

Es como si la tierra que yo piso

hubiera dado un grito: - ¡Madre…!

 

 

¡Oh, concédeme alas, aire de esmalte,

para ser leve como tú, ganar altura,

y no hollar Con mi paso alguna herida,

rasgar, angelical, el cielo con mi ala…!

 

 

…Mas, desde sus mil llagas, centelleando,

se me acerca Hiroshima,

se acerca, se curva dulcemente

y me hace señas:

 

 

-Te ruego, ven, amigo,

y mira lo que fue,

y lo que es,

y cuenta…

 

 

Versión de Manuel Serrano Pérez

 

 

Los sueños de la ciudad

 

Sueña en este instante la ciudad

sueños

nacidos del Dolor o

de la Alegría,

pues uno y

otras sueñan…

 

 

Serena,

la Alegría quisiera engendrar criaturas

que se le parezcan,

en tanto que el Dolor,

desfigurado por tantos suplicios,

quiere que nazcan

criaturas más bellas que su amargo rostro…

 

 

El sueño del poeta

 

A la memoria del poeta Sankitshi Togue

víctima del bombardeo de Hiroshima.

 

 

(Abarcando con la mirada las montañas de Japón,

el poeta habla consigo mismo.)

 

 

Estas montañas son de sílex,

sus frentes desafían

por millones de años, terremotos,

áspera tiara indiferente

que despedaza las nubes.

Nadie puede

dar otro rostro

al sílex, a las rocas, al granito,

transformarlos.

La montaña permanece montaña

(el terremoto puede cambiar sólo la base)

encerrada en sus fronteras,

con una fuerza igual, por siempre,

inacabada.

Mira y llama, si no crees en todo esto,

si no crees en la constancia

de la Montaña,

llama de una vez,

con la voz más grande,

del más extenso de los valles,

con la trompeta más profunda de los valles…

si no crees lo que te digo,

grita de una vez, (a ver, intenta),

grita de una vez, con todos los pulmones de los ecos,

llama de una vez cuán fuerte puedas

desde todos los clarines de las sombras

de los precipicios,

grita de una vez, ¡ay!, llama,

a ver si puedes despertar

al menos por un segundo

al Cíclope,

al cíclope de piedra

de la montaña…

procura

¡ruge…!

 

 

-Silencio, que grito:

¡Eh, Fujiyama…!

 

 

(Ecos… ecos…

las rocas me devuelven,

indiferentes,

los anillos de la voz…)

 

 

Sin novio,

en la luz.

la montaña continúa impasible,

idéntica a sí misma,

eternamente igual, anciana

y sin embargo eternamente joven

con crines de cascadas,

con crines de nieves desbordantes

sobre las espaldas…

¡Salud, impavidez de piedra!

Así te quedarás por siempre

con la misma confianza en la vida del hombre.

Puedes tú derrumbarte, Fujiyama.,

pero no cambiar…

La piedra permanece piedra.

 

 

Versión de Manuel Serrano Pérez

Tomado de:

https://blogpoemas.com/encuentro-con-hiroshima/

 

 

El sueño de un viejo pescador

 

"Oh, los huesos... las piernas... y las manos

y los ojos...

y el sueño mismo...

dolores, nada más que dolores.

     Engañador... te conozco.

dame peces nunca atrapados...

     También soy un niño,

una criatura,

acunado tan sólo

por las olas,

por las olas burlonas...

 

 

     Una barca soy,

de huesos...

resbalan junto a mí los peces

y me tocan

y resueno

con todas mis flautas blancas ­

una canción,

una canción de dolor y de vida.

 

     ¿Sin mi tristeza

cómo podrían existir

tantos hombres felices?

 

     Engañador,

dame peces

nunca atrapados...

Una barca soy,

de huesos...

de miles y miles de años

permanecí

en las olas,

segado siempre por sus hoces azules.

Una barca soy, arrasada por la tempestad

y sacudida como un hombre

que está por vomitar

de hambre...

Esponjas son mis piernas

de hielo...

 

     ¡Qué pesado es el mar...!

¡Cómo me oprime el pecho...!

¡Qué pesado resulta

para un pescador

con las redes rotas

y las plantas de los pies

como la piel enrojecida en la roca que gime!

¡Cómo me oprime el pecho

la titubeante fiera verde...!

 

     ¡Fiera, oh, fiera, fiera, fiera!

Dame un poco de peces

nunca atrapados,

dame mi juventud. amarga

como tu beso.

 

pero entera. inconmovible.

dame mi juventud

envuelta en una sola

red enorme,

pero entera...

dame la armadura

de soga

de mis fatigas...

 

 

     ¿Mas qué escucho?

Con todas sus trompetas se me anuncia

y lanza el mar peces, sin fin,

a mi cabaña...

Con los peces

tintinea mi cabaña como repleta de monedas...

Y, ved, ahora,

ved...

también la sombra de mi juventud.

¡Acércate, ven,

siempre decías tener hambre...!

Bien venida...

toma cuantos peces quieras, cuantos puedas llevar...

Me dan asco, no puedo verlos...

Son muchos,

muchos, demasiados...

Mirad, la enorme red también

huye para no verlos,

se oculta donde puede. Es un diluvio

de peces...

 

 

     ¡Oh, no deseo tantos,

no, no he deseado tantos...!

     Engañador,

dame tan sólo los peces que preciso

para poder vivir,

y un pez de arroz con ellos

y dos altas botas hasta la cintura

y una estrella de mar que me ilumine

las profundidades verdes, donde

me hundo más y más...!

     Y para el corazón

la sonrisa de los niños que duermen satisfechos. "

Tomado de:

https://www.epdlp.com/texto.php?id2=3933

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