miércoles, 22 de febrero de 2023

POEMAS DE MATTHEW SWEENEY


La lechuza blanca

 

Por sobre las cabezas del pelotón de fusilamiento

voló una lechuza blanca, que ululó dos veces

antes de que tiraran del gatillo

y cuando la mujer se desplomó en las cuerdas,

y su vestido blanco se salpicó de sangre,

la lechuza aterrizó en su hombro,

ululó otra vez y recorrió con su mirada

de enormes ojos a los uniformados,

uno de los cuales le iba a apuntar pero el capitán

le desvió el rifle de un manotazo

mientras la lechuza picoteó la sangre

del pecho de la mujer, ensuciando

las plumas de su propio pecho, y luego

fijó su vista en los pasmados hombres

antes de despegar de súbito apenas salvando

la cabeza de uno y obligándolos a todos

a voltear y verla alejarse planeando, y recibir

el eco de un último ululido desde el cielo.

 

 

Música nocturna

 

 

Se plantó sobre el techo con un saxofón

tocando hasta el otro lado de la calle. Estaba oscuro

y nadie lo podía ver. Los coches que pasaban,

(escasos a estas horas) lo ahogaban

así que se lanzó más fuerte para oírse

enviando arcos espigados de sonido hasta

los pisos del edificio de enfrente.

Una mujer sacó la cabeza de su ventana y gritó.

Un hombre cogió unas papas como misiles

y ninguna atinó. Él siguió tocando, a veces suave

como el arco iris, a veces firme como un promontorio.

Un gato blanco alzó la vista maullando.

Sobre una litera yacía un niño sonriendo.

Tocó para los búhos que surcaban veloces.

Tocó para el cosmonauta en la Luna.

Jamás había tocado tan dulcemente y nadie

lo grababa. Intentó una alta y luminosa

rayuela de estrella a estrella,

sosteniendo las notas como haciendo el amor. Una luz

se encendió en el piso más alto, a la izquierda.

Una mujer se recargó adormilada en el balcón.

Lanzó unas revoloteantes notas hacia ella

justo cuando el primer rojo del sol

tocaba en el cielo. Entonces él despegó, elevándose

hasta Marte y de vuelta, hundiéndose al fondo

del Atlántico, mientras el rojo se ahondaba, y el sol

trepaba por encima de los techos, palideciendo hasta un blanco

que lo cegó, lo detuvo, lo hizo empacar

su saxo, hacer una reverencia, dirigirse

a su escalera de cuerda, descender, desaparecer en el día.

 

 

 

Matthew Sweeney, Ireland 1952

Versiones de Carlos López Beltrán y Pedro Serrano

Tomado de:

http://oghamirlanda.blogspot.com/2016/09/matthew-sweeney-dos-poemas.html

 

 

EL IGLÚ

 

Esperó afuera del iglú

para una invitación a entrar.

No había aldaba o timbre.

Tosió, no hubo respuesta.

 

Se agachó y miró adentro.

Sintió el aire cálido de un fuego

acariciar sus mejillas y alborotar su cabello.

Hola dijo en voz baja y lo repitió.

 

La escarcha en los dedos de sus pies lo instó a entrar,

también lo hizo el dolor en su estómago. Sus rodillas

una por una le dieron la bienvenida a la nieve

y lo llevaron al calor.

 

Se puso de pie y respiró profundamente.

Sostuvo un pie en las llamas

luego lo cambió por el otro pie.

Se acostó en la alfombra de oso polar

 

pero un olor lo levantó de nuevo

y lo condujo a un tocador de hueso

donde había un cuenco con una tapa.

Lo levantó para revelar carne seca.

 

Agarró un trozo y lo mordisqueo.

con sus dientes. Era reno.

Devoró todo lo que había en el cuenco

y fue a buscar más.

 

No encontró nada pero había una botella.

de aguardiente que bebió.

Volvió a beber y la dejó.

Se tumbó en la piel de oso y se durmió.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2022/01/una-modesta-reunion-15-poetas-irlandeses-contemporaneos/

 

 

La casa-sombra

Mientras su hija lo mira desde la puerta

ella no puede darse cuenta exactamente

si lo entiende bien – cómo cada vez

que él carga su mochila hasta el ómnibus

acabará el día en otra casa

donde otra hija lo espera.

Y otra esposa lo va a abrazar,

como su madre lo hizo ahora,

y los tres entrarán a la casa.

Lo que no sabe, su hija, es dónde –

en algún rincón de Connecticut,

en alguna isla atlántica – no hay guías,

y ella no preguntará nunca.

¿Y su hermana-sombra se le parece?

¿Es rubia, es su madre rubia,

hablan inglés, acaso su padre

ha ocultado un idioma durante años?

¿Y lleva a su otra hija

 a largos paseos por los bosques

y le cuenta de sus viajes,

de la gente con la que se ha encontrado, de sí mismo?

Hay tanto sobre su padre

que ella ignora y tan poco tiempo

entre sus ausencias, como para aprenderlo.

¿Sabe su hermana-sombra algo de ella

o está empezando a sospechar?

¿Cuál de las dos es la casa-sombra?

Tomado de:

https://epo2daepoca.blogspot.com/2018/10/matthew-sweeney_15.html

 

 

EL ARTISTA DEL HAMBRE EN SU HOGAR

 

 

Al modo de Kafka                                                 

                                       

 

En los días que siguen a mis ayunos

me siento en mi jaula vacía, la puerta abierta,

oyendo de nuevo las burlas de la multitud

que me tocan, me acusan de esconder comida,

me insultan cuando no respondo.

¿qué saben  esos imbéciles?

Con alegría, me gustaría duplicar mis cuarenta días

si ellos me lo permitieran. Entonces podría

acercarme al estado de hueso cubierto de piel

al que aspiro, ver en la noche –

convertirme en una criatura tan liviana como las cosas

con las que me rodeo; la calabaza,

el huevo  vacío del avestruz, el cráneo del cuervo.

Ellos no pueden imaginar esto, de tontos que son.

Yo mordisqueo mis mendrugos de sabor horrible,

estiro la mano para hacer girar

el globo de la luna, cierro los ojos

para imaginar un esqueleto caminando lentamente

a través de la superficie de la luna, luego trepando

a un cráter para yacer allí y estar quieto.

Tomado de:

https://epo2daepoca.blogspot.com/2018/08/matthew-sweeney_16.html?m=0

 

 

El frío

 

Tras la interminable borrachera,

y la insulsa acrimonia,

se lanzó a pie hacia el mar,

una milla al menos bajo el viento,

entre hileras de coches estacionados

en zig zag y el sonsonete de la disco, dejando

atrás farolas, aunque de requerir luz

las estrellas le habrían bastado:

bajó a la playa bamboleándose,

una lata de cerveza en cada bolsillo,

y se sentó sobre una roca a beber,

y pensar en su matrimonio,

y cuando ambas latas estuvieron vacías

se quitó los zapatos para meterse

tambaleándose en el mar

y coger rumbo a Islandia,

pero el Atlántico lo mandó de vuelta a casa,

no un cadáver, ni un fantasma,

a despertar a su esposa

y quejarse del frío.

Tomado de:

http://elblogdeenriqueortiz.blogspot.com/2009/10/el-frio-un-poema-de-matthew-sweeney.html?m=0

 

 

Cactos

Matthew Sweeney

Traducción: Agustín Fest

 

Después que ella se fue compró otro cacto

como aquél que ella le había comprado

en el aeropuerto de Marrakech. Lo buscó

en todo Londres, y después, en Camden,

en medio de hordas de parejitas

que inundaban el mercado, lo encontró,

lo compró, y lo llevó a casa junto al de ella.

La siguiente semana regresó por otro,

y por otro más. Le convencieron en comprar

otros tipos, unos muy brillantes y rojos —

como la sonrisa de la vendedora,

la cual no había notado. Se compró una alfombra,

color arena, para la sala,

y pasó una semana pintando

las paredes de beige, el techo de azúl pálido.

Hizo que su vieja sala negra, la retapizaran

de ocre, y se recostaba en el sillón

cubierto de una chelaba café, con los cactos alrededor,

y la música Árabe prendida. Si ella regresara,

pensó, se sentiría en casa.

Tomado de:

https://agustinfest.com/2005/01/cactos-por-matthew-sweeney/

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