CANTO A MÍ MISMO
Yo era el poeta de mi tierra
y de toda la tierra.
Adentro de mí llovía y relampagueaba
y sentía siempre unas inmensas ganas
de llorar.
Yo me reía de las frutas que caen en los
tinglados y asustan el silencio
y hablaba con los muertos y con los animales
que pasan por la miseria vestidos de capitanes
largos.
Yo era un gran poeta de los muertos
como jamás hubo otro en la comarca
y me asustaba de ver subir las flores
hacia la cal ambigua de las tumbas.
Soñaba
cantaba por las noches una desgarrada melodía
y volvía a soñar entre muros y ciudades perdidas
persiguiendo sombras halladas entre el porfiado
frenesí de ausentes y de borrachos insondables.
Yo era un poeta
y me enamoraba de mí y de ti y de todas las miradas
que vienen desde lejanos pueblos a la imaginada mesa
del ecuador
a buscar estrellas y panes de cobre para maldecir
hombres
en el centro del mundo.
Comía sobras
robaba
leía el amanecer
bebía y fumaba hasta sentir un agradable
golpe en los pulmones.
Creía en la muerte y me aprestaba
a tomar el poder de mi país.
Confiaba en un grupo de poetas locos
que fueron apareciendo de puntos cardinales
distantes
incapaces de apagar sus deseos detrás de una
música rota por el olor de las botellas
y del encanto miserable.
Yo me cantaba y me celebraba a mí mismo
ganaba la vida sin hacer
buscaba que mi razón perdiera
y salía conmigo y contigo a buscar campos y ciudades
para soñar y matar a los padres de mis padres
quemar el mundo
y pagar algún día con mi cuerpo en la hoguera
el desenfreno de mi vaga ilusión.
Caía sobre mí mismo
y amaba mis fracasos.
Sentía el placer de ser otro
que escribe un poema sin principio ni fin
alerta por si viene la muerte y revienta
mi pobre y útil reino del cuerpo.
«Fuera de orden», en Culpas de juglar, 1996.
LÚDICO
Me cuesta bajar el poema del aire
allí donde me hundo con el plumaje vertical
de las palabras.
Rozando el infierno y el invierno
el poema es un dios de pies ligeros
apaleado por las estrellas.
«Vagancia City», en Elegías y olvidos, 2006.
Tomado de:
http://triunfo-arciniegas.blogspot.com/2015/05/jose-barroeta-ocho-poemas.html
COMPLICIDAD
Es mejor destruir el pasado
que no quede imagen
que no haya siluetas
y seamos tú o yo fuera de todo círculo.
Que exista solo una maniobra
una razón que nos parta
una multitud que nos reproche
sin sabernos los escogidos.
Que la pasión se borre girando
y no sepa de su derrota.
Que no exista una queja
o una bóveda acallando tu cuerpo.
***
TODOS HAN MUERTO
Todos han muerto.
La última vez que visité el pueblo
Eglé me consolaba
y estaba segura, como yo,
de que habían muerto todos.
Me acostumbré a la idea de saberlos callados
bajo la tierra.
Al comienzo me pareció duro entender
que mi abuela no trae canastos de higo
y se aburre debajo del mármol.
En el invierno
me tocaba visitar con los demás muchachos
el bosque ruinoso,
sacar pequeños peces del río
y tomar, escuchando, un buen trago.
No recuerdo con exactitud
cuándo empezaron a morir.
Asistía a las ceremonias y me gustaba
colocar flores en la tierra recién removida.
Todos han muerto.
La última vez que visité el pueblo
Eglé me esperaba
dijo que tenía ojeras de abandonado
y le sonreí con la beatitud de quien asiste
a un pueblo donde la muerte va llevándose todo.
Hace ya mucho tiempo que no voy al poblado.
No sé si Eglé siguió la tradición de morir
o aún espera.
***
ELEGÍA
Mientras haya muerte viviré cantando,
errando en una onda de música desesperada. En los inviernos,
en cualquier estación, son muchos los que han muerto por mí.
Siempre deseo dejar la vida sin amargura,
dejarla como yo la he visto. La esperanza que me da la noche,
quizá la obsesión de estar muerto, han impedido que me
sepulte,
que vuele sobre el hilo de mi alma solar.
Me gustaría vestirme con el color de la muerte,
llevar en mí la rigurosa fantasía. Querer a una mujer pálida
que tenga
las alas como nunca.
Mi deseo no es huir de la vida sino fijarla en lo que
arrebata. Esta luz de hoy nada cubre y sólo el sueño del
cadáver invita a viajar.
Yo vivo sigiloso
esperando que se abra la tierra para cubrirla con mi
melancolía
Mi melancolía debe ser mi cuerpo muerto con sus ojos verdes
cerrados.
Mi melancolía es culpa de los muertos
y de sus grandes magias. Padres míos, magos que vinieron y
se
esfumaron. Que vagan como relámpagos de polvo debajo
de la tierra.
***
De Cartas a la extraña (1972)
De Cartas a la extraña (1972)
VI
Escucha, recuerda la profecía: Mira tu país, quémalo, arrásalo
como sólo tú sabes hacerlo. Pon tus ojos a la disposición de la muerte; no
olvides que la herida es lo único real. No olvides mis palabras que por ti se
marchan del mundo de los desmesurados, del territorio de los grandes hacedores
del fuego y que retornarán envanecidas y desgastadas por la molicie. Escucha
siempre el ruido que dejó mi locura sobre las calles; atiende a esos silbos que
brotaban de un hombre cuyo espíritu había crecido a punto de volcán.
Vive de forma que los muertos de infancia te sobrecojan. Vive,
pero mira tu país, quémalo, arrásalo con los ojos.
***
De Arte de anochecer (1975)
ARTE DE ANOCHECER
Hay un arte de anochecer.
De la entrada del cuerpo al alma,
de la niebla a la redondez
y del círculo al cielo;
hay un arte de luz,
un campo donde anochecer
es mirar la vida
con el cuerpo cerrado.
Hay un arte de anochecer,
un descenso en la entrada del día
a la completa oscuridad.
Un intermedio donde es necesario
recibir y saber todo sin estremecimiento.
Hay un arte,
un paisaje a veces amable,
a veces torvo,
donde ascenso y descenso son accesorios
de la materia limpia.
Hay un arte de anochecer.
Quien haya vivido o soñado con bosques,
luces y demonios,
lo sabe.
***
RITA VALDIVIA
Has debido quedarte en el aire.
A los veinte años tus formas eran las
del fin.
Nuestros calores
de poetas conocidos seis años atrás,
míseros y ebrios,
triunfantes solo porque nos eras viva
no podían salvar.
Era,
tú lo sabes desde la tierra muerta,
la época del gran miedo
donde todo fue alcohol de infancia.
Y huimos sin saber de ti ni de nosotros,
asombrados,
sin melancolía porque queríamos algo de la vida.
Tú sabías entonces cómo se debía hacer,
reñías el entusiasmo de mi oficio inútil,
el fasto de los otros,
las pobres ojeras de nuestra bohemia.
Tú sabías entonces cómo se debía hacer,
llorabas muy adentro de las rosas que Camilo
nos compraba en enero;
nos amabas demasiado vivos como para no haberte hallado
con la muerte.
Tú sí que estabas con los miserables, alpaca,
bebiendo agua de lluvia bajo cualquier monte
o en las ciudades, sentada, como solías para encantarnos,
arriba de todo lo que fuera basura.
***
De Fuerza del día (1985)
DE FLUIR Y DE UTOPÍA
Cómo volverá la palabra ignorada
al pecho de la noche.
Un día marcho con mis vestigios,
ato piedras en el amanecer.
Confiado en la utopía me harto como
relámpago,
me hago dueño de nervios incesantes
que no prometen quietud al porvenir.
Me convierto en vasallo de lo oscuro
de fluir que baña dos veces mi cielo
y que perturba la tarde en que te quiero
tanto.
***
De Culpas de juglar (1996)
Tomado de:
OSAMENTAS DE FÁBULA
Yo vuelvo a la tierra de antes
recojo cielos de maíz
atardecer de muertos.
Pregunto quién es el desterrado
quién el dueño de esta casa vacía
testigo y guía.
Recuerdo solo vida
pisadas plumajes
osamentas de fábula.
Yo no soy patria ni país
persigo sombras
escribo desesperados epitafios.
Mi fábula de encuentros
seca la tarde.
CANTIGA
Mi maldito orgullo
de nacer
de insultar
de tener hijos
Mi maldito orgullo
de andar errante
para que las cosas
se oculten
y mis culpas
parezcan colinas.
HUESOS DEL REINO
Agradezco el descenso.
Resucito una tarde entre maderas
al pie de una casa de cáncer
de muerte accidental de vejez
Me sirvo de clavos y vinagre.
Agradezco ofensas
incomprensión ajados balbuceos
de mi lengua.
Agradezco el día de ayer el de hoy
mi indefensión
mi tierra.
Agradezco mi depresión
la luz vacía mis pedazos en el
olvido.
Agradezco mi cara
mi muerte continua donde no falta nada
los huesos del reino
mi oro de la sequía.
CUERPO PRESENTE
A Manuel Caballero.
Que Dios y los hombres
celebren el trago de la
belleza.
Que Dios ame las cenizas
de
HANNI OSSOTT.
Que los pájaros aten y dispersen
y una gran tarde llueva.
Roguemos por el lugar antiguo
de sus hojas y de sus ojos
por las espigas
por las rosas góticas de Hanni
por el insomnio de sus poemas
por el vivo oráculo del ataúd.
LÚDICO
Me cuesta bajar el poema del aire
allí donde me hundo con el plumaje vertical
de las palabras.
Rozando el infierno y el invierno
el poema es un dios de pies ligeros
apaleado por las estrellas.
CASA DE TÍTERES
Hay un pedazo tuyo a cuestas
que nunca descubres
golpes y cicatrices que has dejado
en otros.
Vives ufano.
Habitas una desolada casa de títeres
jugando al azar
sin comprender que la vida
nunca gana
ni pierde.
SALTO AL VACÍO
Amo
a quienes jugaron la vida
en una soga
en un disparo
en un salto al vacío
en la profundidad de un oleaje
invencible.
Amo y me contradigo frente a esos dioses
de la nada.
Amo.
Corto mis ataduras.
GOLPE DE TRISTEZA
Transitamos un júbilo extraño
de festejo agónico
golpe de tristeza que invade los huesos
color rabioso de la noche
arreciando sobre el insomnio.
Palabras y sonrisas
padecen de un tumor de infancia
de hombres y casas abatidas.
El tiempo mi tiempo
parece llamarada lienzo de escombros
donde el pájaro esconde belleza
y el mundo gira
en la tos de mi madre.
VIAJE
No pierdas sol
ve solo.
Pon una mano
un ojo contra otro
vive de pedazos.
CERCANÍAS DE ITACA
En el patio muere Razón.
Nada queda de mi cuerpo orgulloso
de mi mano de leche
contra el universo.
Bebo el placer del cielo enfermo
atado a una migaja de amor
disuelta por el agua.
Sé que puedo llegar a Itaca
desde toda intemperie.
Me importa la lluvia
la razón sola de la lluvia.
Itaca queda en mis zapatos.
Odio el camino.
Sirenas y ocio flotan
sobre el poema.
CON EL POEMA
Es posible que el título del poema
nada tenga que ver con el poema.
Es posible que fracase
y me convierta
en agua
que el agua transformada
reviente el ojo de los cadáveres.
Es posible
que todo exista
que seamos una terca
breve vigilia.
RUIDOS
A veces oímos la voz
de un muerto.
A veces la palabra da vueltas
castiga.
A veces la voz somos nosotros
con sombrero
pateando un girasol.
POÉTICA DEL CAMINO
A Carlos Vitale.
Construir el poema
de mi casa a tu casa
cuesta pavor.
HUÉSPED DEL AZAR
Quien busca belleza encuentra belleza.
Nada tan parecido al ser
como un número.
Gira seca de abismo
defiende el infierno.
En los ríos del cuerpo
donde no existe devenir
junta sombras.
El alba suma y resta
como los sueños.
BÉCQUER
Sobre las tejas
con ganas de morir
una golondrina recorre el mundo.
Tomado de:
https://vomiteunconejito.wordpress.com/2020/03/19/poemas-de-jose-pepe-barroeta/
NÉSTOR
Si no me amas mato a mi padre.
Lo dejaré caer escaleras abajo y veré
cómo su cráneo añoso se descorre precipitado
entre pequeños hilos.
Miraré lo que siempre he deseado, su memoria. Los conductos
que llevaban a su cabeza la vida y hacían de él un títere,
una máscara. Máscara terrible que amaba y me sometía al yugo.
Su cuerpo ha de correr sin otro movimiento que no sea
el de mi impulso, mi fuerte impulso
que no ha de ser espiado por nadie.
Ese día, impecable, revestido de una sobriedad que no he usado
nunca,
observaré cuidadosamente los hábitos del hogar. Este mecanismo
borrará toda sospecha de mi ardid.
Mis hermanos dirán: «Se portó como nunca,
presentía
su muerte. Lo amaba, lo amaba mucho,
deben ser
terribles las horas en su corazón».
La desprendida cabeza de mi padre, diré, no debe ser enterrada,
debo regalarla a cualquier vagabundo para que sus ojos brillen
en las calles. Quizá yo mismo haga un viaje de mar y la
deposite,
obsesionado, en el radiante césped de Wembley.
Cumplida mi hazaña,
lloraré contigo en un soleado campo de otoño;
serás mía a través de mi padre.
Un poco antes de emprender mi fuga
cambiaré los trajes de mi padre muerto por ginebra.
En el bar de los húngaros quedarán sus abrigos, sus zapatos
y un flux que pretendió lucir, al cual mi hermana, por burla,
le fue rellenando las mangas con los bagazos de las manzanas.
Mi padre
asesinado
no podrá
espiar mis borracheras,
no podrá
ver
mi joven
cadáver de treinta y ocho años.
La noche
de mi muerte
nos
reuniremos apenas un minuto en el cielo;
yo pasaré
a la inmensidad
y habrá de
comenzar la desdicha.
Huiré a Orión.
Mi padre redescubre una historia donde pasan las sombras
de una noche mágica.
Su frenesí ha de radicar en que me he separado
de los hombres:
no más Carlos Noguera,
nada en las tinieblas tendrá que ver con Luis Cornejo,
no habrá tampoco flores para mi hermano en Pensilvania.
Olvidaré las rutas,
la fragancia de las cervezas en el bar del Gato,
la piel de Sary que aparece dichosamente en mis ojos.
No añoraré nada. Los campos del sur, pienso,
fueron el estímulo de esta ebriedad que no tiene nombre.
Oh, padre,
no más el agua rosada de su vientre,
nada de Marina, nada de mi juventud, nada padre
viajará contigo a la muerte.
Tu cabeza ha de vivir
y la recordaremos en el otoño. Yo, ausente, en tus ojos
miraré la crueldad que proclama el cielo.
Oh, padre,
mi juventud no vendrá de nuevo al hogar,
seremos infelices olvidando aquella música que derrotó
nuestros corazones.
La tierra será prudente como tu nombre.
UNA RUSA
A Luis Camilo Guevara
y Víctor Valera Mora
Tania Voroshilov
es la rusa a quien hablo soñando.
El oso de sus pies me seduce y vuélvese nieve
todo el amor.
Todo ha sido soñar y recorrer con ella
la estepa,
todo ha sido echarme en las flautas
de su cabeza.
Todo el cuerpo de Tania Voroshilov lo he conseguido
soñando.
Al apagar la luz de mi cuarto ya la tengo,
cerca de mí, en Leningrado. Y en las aceras de la ciudad
que lleva el nombre del gran jefe,
Tania Voroshilov baila desnuda. Me entrega su iluminado sexo
en forma de alcohol.
Tania Voroshilov es como el nombre de mis lecturas
de los quince años. Allá en la mesa de aldea que humedece
la lluvia,
la foto del camarada Lenin se confundió entre libros
y yo esquié sobre su helada y calva cabeza, siempre tomado
de la mano de Tania Voroshilov.
AMAPOLA
Cuando me encuentre con el sucio otoño y el paño
primaveral.
Cuando estés tú desnuda sobre los cráneos que amaron
y los fervientes estemos muertos,
y las hojas sean mías sobre esa colina. Oh, amapola.
Cuando mi alma atraviese la Estigia y mi memoria teja ruidos
en el vacío.
Cuando tú y yo amapola
conozcamos a Vivaldi y a Enrique Ibsen. Y yo duerma sobre ti
y tú sobre mí. Oh, amapola,
Oh dulce y bella flor mía.
[Ejercicios
para un libro de amor]
Tomado de:
https://www.auroraboreal.net/actualidad/domingos-de-poesia/3065-jose-barroeta-domingos-de-poesia
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