miércoles, 15 de febrero de 2023

POEMAS DE ANA ILCE GÓMEZ ORTEGA


Ser o no ser

 

Vivir.

Ser o no ser no es el problema

sino planchar la ropa

atizar el fogón

escribir unos tiernos y antiguos poemas

mirarse en el espejo el otro rostro del rostro

descubrirse lobo triste por las noches

por las mañanas mujer cuerda.

 

Ser ejemplar y sobria y verbigracia

Mantener todo en orden más te vale

Disponer todo a tiempo Dios te asista

Ser o no ser no es el problema

sino tener el alma lista

para amargos si acaso o si hubieras.

 

Y una vez más enfrentarse al mande usté

como usté guste

pulir el piso espejo

lavar la ropa nieve

secar la loza estirpe

disimulando mugres y maneras.

 

Pero a pesar de todo

amar la telaraña vida

la hambruna vida tuya y de los otros

insultarla si quieres

abrazarla si quieres o si puedes.

 

Ser o no ser no es el problema

sino ese perdón barato que te entregan.

 

Y al final de la tarde

has ensayado todo te reprimen

has cumplido el deber no eres tan buena

tu cabeza da vueltas tiovivo

resaca de la piel, costra de olvido.

Esgrime tus cuchillos argumento

empuña tus espadas yo no quiero

atrévete de una vez sueña tu sueño

entra en la escena mundo

como quien entra a la sala de partos

de la vida por primera y alegrísima vez.

Plántate y rebelándote, revélate.

 

Ser o no ser no es el problema.

 

 

La muerte no es una mujer

 

La muerte no es una mujer

con el cráneo pelado y una corva guadaña

entre las manos.

La muerte es un hombre que galopa

entre las noches que columpia el insomnio.

Es un varón disfrazado de oscura damisela.

Tiene unas rosas en las manos

y un cordel para colmar el cuello.

Alguien un día dibujó a la muerte

con rostro de doncella. Pero ella es él,

pálido, abyecto,

que en la noche se llega hasta mi sueño

y como un perro fiel

me hace aspirar su aliento de témpano

y misterio

y con fría insistencia se me acerca

y me lame los pies.

 

 

Furiosos pájaros

 

Estos son los furiosos pájaros

del deseo.

Ellos son negros.

Ellos se mueven sin hacerles

una señal determinada.

Un día los vi venir con sigilo, con sorna, con prisa en sus oscuras patas. Ahora los veo pasar

–¡Negros y eternos pájaros!– reconociéndome y saludándome.

Tomado de:

http://laantiguabiblos.blogspot.com/2018/12/ana-ilce-gomez-ortega-poeta.html

 

 

A UNA MESA

 

Esta mesa fue de mi abuelo.

Sobre ella más de una vez reclinó su cabeza

y durmió largas siestas

donde se mezclaban vía crucis tormentas

toques de queda

y mujeres furtivas que se marchaban a la nada.

 

Esta mesa fue de mi padre.

Sobre ella pintaba pájaros y vírgenes

y naturalezas vivas

y mi madre aplanchaba sobre ella

con la plancha de carbón.

 

¿Quién era más triste:

la plancha, el carbón o mi madre?

 

Mía también fue esta mesa

y sobre ella escribí un día estos versos

que nadie se atrevería a publicar.

 

Cada generación tiene su historia.

Cada sueño su raíz. Cada mesa es como

la palma de una mano. Sus líneas

nos pueden revelar en el momento preciso

de dónde proviene

la madera de los sueños

la nostalgia de las manos

o el lenguaje cifrado

del corazón.

 

De Las ceremonias del silencio (1989).

Tomado de:

http://mayora.blogspot.com/2018/07/la-poesia-de-ana-ilce-gomez.html

 

 

EL OTRO DÍA ESTÁ AQUÍ

 

Nadie diría que hemos envejecido. Nadie sabe

cuánto tiempo ha pasado.

Él todavía tiene cabellos oscuros

en las sienes, aquellos cabellos largos café negro

que como cortinas le caían en la frente.

Es joven. No parece un hombre de 50 años,

ni yo una mujer de 45. Ayer

por la calle alguien me preguntó

por nuestros hijos. No los tenemos.

Sólo tuvimos un precioso jardín con la estatua

del Dalai-Lama en el centro

y una fuente en la que él y yo nos

asomábamos, con el agua clara formando pequeños

remolinos que giraban

hasta hacernos perder la cabeza. Por allí

pasaba el verano y el invierno. El polvo que

venía del norte diciendo cosas tristes

y luego los charcos que se secaban, recordándome

sus años y los míos.

 

Hoy quizá un trofeo de caza vale más para él

que un beso mío. Yo me he retirado de aquel

dulce paisaje de la vida. He olvidado la

suave cortina de sus cabellos cayéndole en la frente

y por el antiguo jardín miro pasar las densas

polvaredas –es el oro me digo–.

Y luego los charcos que se secan –es la edad–.

 

¡Ah! pero yo fui una chica de 20 años que

plácidamente soportaba el amor y el tiempo.

 

 

_________________

"No hay abrazos que paren los cañones

Ni cañones que maten la esperanza."

                                                             Walter Faila.

 

 

[i]Qué triste es acabarse sin mancharse de barro. [/i]

 

 

ESTELA DE LA SERPIENTE

 

Una serpiente pasó frente a mis ojos

Su larga madeja recordaba

las hojas ondulantes y lustrosas

de los largos trigales.

Atenta me miró y yo a ella

pero no debí parecerle un apreciable

                                              bocado

Y siguió su camino

zigzagueante entre la hierba

como una oscura flecha por el tiempo

apremiada.

 

La tarde se moría y la visión

de la serpiente entre las crestas de hierba

permanecía ahí

como una estela que la apurada eternidad

dejó olvidada

en mi pedazo de tierra

y sin mediar ninguna explicación.

Tomado de:

https://www.airesdelibertad.com/t38198p270-poesia-social-iv-en-la-primera-pagina-de-poesia-social-i-hay-un-indice-de-autores

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