Jugadores
Dos apuestas hizo mi padre el día en que murió.
Encontramos el resguardo doblado en su cartera.
Ambos caballos perdieron. Esa es mi herencia.
No es por nada, no, excepto este absurdo resquemor
De querer dejar sin blanca a la jodida casa de
apuestas
Tan solo una vez antes de morir. Solo una, por
favor, Dios.
No es por el dinero, aunque estaría bien,
Es en venganza de tantos años de pronósticos
adversos.
La rata
Vi una rata en la carretera, muerta,
Y pasé a su lado echando un rápido vistazo a
La criatura que yacía boca arriba
Bañada en su propia sangre
Con las garras extendidas para capturar o
conservar
Este día tan soleado en el que encontró su final.
No había intentado huir
Sino luchado contra su fatal destino.
Ahí yacía, en su túnica de sangre, una reina.
No me gustan las ratas
Pero aquella muerte de rata le sentaba tan bien
Que me paré un momento en el camino
A llorar de pena por ella.
***
Velas
Vemos dos velas juntas derretirse
En su última hora, preguntándonos si
Cera y mecha se retuercen
De odio, codicia o incluso amor.
Un fuego así ilumina el pensamiento
Mas un sabor a sebo deja.
Grasiento y ahumado el corazón insaciable
Mantiene aún su brillo intacto;
Un cristal duplicando cada llama brillante
Procura más luz mas no exacta
A esta cuyo aroma sostiene
En las velas nuestra incandescencia.
***
Oyentes
Escucha el silencio en el cristal
Contra la atenta lluvia.
Todo duerme en la casa silenciosa.
Despiertos la lluvia y el cristal
Esperando toda la noche un ruido
Que nadie producirá.
Todo duerme en la casa silenciosa.
Despiertos la lluvia y el cristal
Escuchan el silencio en el cristal
Contra la lluvia atenta
Toda la noche esperan un ruido
Cuyo silencio no romperán.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-robert-nye/
Casi un danzante
Una vez, en una colina en Gales, un día de verano
Casi dancé al creer descubrir la alegría.
Más de una hora pasé tumbado
Contemplando las nubes, soñando.
Mientras allí yacía escuché el canto de una
alondra.
Era una canción tan dulce que tocaba el filo del
dolor.
Soñé que mi pelo era uno con las hojas
Y que mis piernas se enraizaban en la tierra.
Riendo despierto, allí tumbado al sol
Supe que no había más que saber.
No es de extrañar que al incorporarme
Me apeteciera danzar. Casi dancé,
Casi dancé de alegría, casi lo hice.
Pero algunos no danzan, y ya está.
Una noche sin duda yaceré para siempre
Y cuando lo haga quizá finalmente dance.
Mientras tanto guardo el recuerdo de aquel día
En el que casi dancé, una vez, en Gales.
Tomado de:
https://eldesvelo.es/casi-un-danzante-un-poema-de-robert-nye/
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