Respóndeme enseguida…
¿Vienes tú a mí o voy yo a tu lado?
mi corazón se inclina hacia lo que tú deseas;
mis labios son aguada dulce y transparente
y mis bucles ramas que dan sombra;
espero que estés sediento y ardiente
cuando llegue junto a mí la hora de la siesta.
Respóndeme enseguida…
Elogio aquellos labios
porque sé
lo que digo y conozco de lo que hablo,
y les hago justicia, no miento ante Dios;
en ellos he bebido una saliva
más deliciosa que el vino.
Un visitante
llega a tu casa:
su cuello es de gacela,
luna creciente sobre la noche;
su mirada tiene el embrujo de Babilonia
y la saliva de su boca es mejor
que la de las hijas de la parra;
sus mejillas afrentan a las rosas
y sus dientes confunden a las perlas,
¿puede pasar, con tu permiso,
o ha de irse, por alguna circunstancia?
A Abu Yafar
Tú, que presumes de arder
en más encendido afecto,
sabe que me desagradan
tu billete y tus lamentos.
Jamás fue tan quejumbroso
el amor que es verdadero,
porque confía y desecha
los apocados recelos.
Contigo está la victoria:
no imagines vencimientos.
Siempre las nubes esconden
fecunda lluvia en el seno.
Y siempre ofrece la Palma
fresca sombra y blando lecho.
No te quejes; que harto sabes
la causa de mi silencio.
Dama de la hermosura
y la nobleza, cierra los párpados,
benévola, ante las líneas que trazó mi cálamo, y míralas
con ojos de cariño, sin prestar atención a los defectos
del contenido y de la letra.
Envío un saludo, que los cálices de las flores abre
y hace zurear a las palomas en las ramas,
a quien ausente está, pero mora en mis entrañas
aunque mis ojos no puedan verlo.
Siento celos de mis ojos y de mí misma,
de ti, de tu tiempo;
aunque te encerrase en mis ojos hasta el día del juicio,
no estaría satisfecha.
Una mujer de mi rango
no puede llorar
un amor de felonía.
Mis plañideras a sueldo
te llorarán por mí en el ocaso.
No me delatará mi garganta ya muerta,
ni podrá pronunciar nunca más tu nombre.
Las cantoras desmayarán las casidas
que bajo falso nombre te he escrito.
Enmohecidos rabeles se pudrirán de abandono
tras las celosía de los patios.
El ruiseñor de nuestras encuentros
será atravesado por sagita de mi ballesta.
Sólo la almohada de azahares
conocerá el amortiguado llanto
y la expiación de mi orgullo.
Quien te cantó entre los granados
es hoy mujer de zarza y ortiga,
por sus pezones rezuma
leche cuajada de adormidera.
¡Ay, qué muerte tan cuitada me diste!
¿Qué será de mí en las auroras
sin la brasa de tu piel
en el sepulcro frío mi lecho?
Por vestirme de luto me amenazan
por un amado que me han muerto con la espada.
¡Qué Dios tenga clemencia con quien sea
liberal con sus lágrimas,
o con quien llore por aquél que mataron sus rivales,
y que las nubes de la tarde,
con generosidad como la suya,
rieguen las tierras donde quiera que se vaya!
[* Versiones realizadas a partir de comparar traducciones
de distintas antologías]
Tomado de:
SIENTO CELOS
(A Abu Yafar Ibn Said)
Siento celos de mis ojos y de mí misma,
de ti, de tu tiempo;
aunque te encerrase en mis ojos hasta el día del juicio,
no estaría satisfecha.
Poema 3
Oh, noble hijo del califa,
del imām
escogido,
te felicita una fiesta
cuya venida trae lo que deseas.
Viene ante ti quien amas,
uniendo la visita oficial con el contento,
para recuperar
los placeres pasados y perdidos.
Poema 5
Tú que reclamas ser el primero en el amor
y en la pasión de las mujeres,
tu poema ha llegado
mas no me satisfacen tus palabras.
Desesperar de conseguir al amado
¿romperá las riendas de quien reclama amor?
Completamente te equivocas,
y no te vale tu nobleza;
desde que estás en la carrera
te ha acompañado el éxito
hasta que has tropezado
y te avergüenza descubrir tu cansancio.
Por Dios, en todo tiempo muestran
las nubes su llovizna y los azahares
abren a cada instante sus corolas (kimāna).
Si conocieras mis razones
apartarías de mí la espada del reproche.
Poema 10
Envío mi
saludo,
que los cálices abre de las flores,
y que hace hablar a las palomas en las ramas,
a un amigo distante que vive en mis entrañas
aunque mis ojos de verlo están privados.
No penséis que la ausencia me hace olvidaros,
eso, por Dios, no ocurrirá jamás.
Poema 16
Te guardaré
celosamente de la mirada del espía,
y de ti mismo, de tu tiempo y del lugar que habitas,
y aunque te esconda en mis pupilas hasta el día del juicio,
no quedaré contenta.
(Metro kāmil,
rima ḍā)
——
*Traducción de Teresa Garulo.
Tomado de: Teresa Garulo, Dīwān de las poetisas
Tomado
de:
https://poesiayfilosofiarabe.wordpress.com/category/teresa-garulo/
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