Claudia en la Biblioteca
Para Rafael Espejo
Rebuscas en los libros
con un extraño afán de jardinera.
Delicada y ansiosa, de perfil me
pareces
distinta cuando curvas las
rodillas
y se tensan tus muslos
debajo del vaquero. Muerte lenta
contemplar, sin tocado,
el pequeño tatuaje en tu cintura.
Será mejor sufrir que describir
los pechos:
¿quién se atreve a cruzar los
toboganes
que unen la palabra con su tema?
Así que huyo
y finjo distracción.
Si volvieras la vista a quien te
escribe
desaparecerías, y es demasiado
pronto.
Sigue leyendo, Claudia.
Haces bien en amarte.
Iluminación
El alma existe.
Y huele
a sales y calor,
lleva un silbido impuro,
arde como la menta
y se pliega y se ciñe
a tu vientre.
Las orillas
Para Leopoldo Brizuela
Me es hermoso el desgarro porque
une las orillas,
nos concentra
en desdoblamos siempre para poder
ser uno.
(Es un número, el uno, que
traiciona
cuando finge ser punto de
partida).
Necesario el desgarro,
porque renuncia a hundirse
pero ama los pozos
y nos tiende sus manos como dos
hemisferios.
Con el pulso ambidiestro
navego celebrando los puntos
cardinales
que mudarán mi origen,
y sucede el naufragio porque debe
y la vida es el barco
y yo soy el ahogado y el mismo
que me salva.
Líneas aéreas
Igual que cada vez al tocar
tierra
confirmamos la vida
así, cuando te toco,
recomienza el amor.
Y así, tocando un lápiz, me son
nuevos
el amar, la existencia,
las líneas en el cielo de una
página,
el suave aterrizaje sobre un
nombre.
Casa fugaz
Somos iguales, tienes
la exacta fortaleza
que me hace en parte débil.
Sigue siendo difícil
en la casa terrena desnudarse.
¿Trascender? Eso intentan los solemnes,
como si dominasen el misterio
de habitar hasta el fondo este
lugar
sin cederle terreno a las
alturas.
Si te toco, artesana,
¿querrás estar aquí enteramente?
Durando en lo fugaz,
así transcurriría nuestra
entrega.
Desconociendo cómo,
así nos buscaríamos.
Iguales en la duda. Enamorados
de la fragilidad de estas
paredes.
Elogio del minuto
Aquí
por fin
descanso,
mi atención
no debe disiparse.
Un poco de distancia
tal vez
la estiraría,
pero si apreso el pasmo
y fuerzo demasiado las poleas
la emoción dejará de trasladar
estas pequeñas cajas con
visiones.
Miro el pájaro próximo a la casa:
tembloroso en la fuente
recomienda
beber con él sin vuelo.
Principio de la carne
Necesito la carne para amarte,
la carne enamorada, pero no
más allá de la tumba sino contra
la tumba.
Tendido entre nosotros el temor
ha vencido su insomnio y se
remansa.
¿Qué pensará la muerte ante la
fiesta?
¿Pierde la compostura, suspende
sus trabajos?
¡Antídoto, entusiasmo, derríbale
las leyes,
ofrécele estos pechos de artesana
que señalan el norte y piden
viaje!
Es lógico perderse, los guías se
equivocan.
A veces el destino es blando y
tibio y mueve
dos remos terrenales
que remontan la risa hasta el
principio,
hasta el punto final de los
comienzos.
Reloj de mar
Rotas horas, las olas.
Se anticipan,
se empujan,
se disgregan.
Recomienzan el cielo permanente.
En su justo engranaje nos emulan:
detrás alguien
siempre mira morir a alguien que
mira.
Vaivén de gracias
¡Estar aún aquí
tan pegado a este suelo y
respirando!
¿Cómo corresponder
la generosidad de los instantes?
Es posible que nunca alcance el
don
de habitados sin más,
ligeramente,
pero apenas el borde
¡qué dichoso me insiste, cómo,
inmenso!
No he sabido llorar cuanto debía
y así voy viendo este vaivén de
horas
sin saber dar las gracias,
siempre en vilo.
Ahora que no estoy...
Ahora que no estoy
me gusta más el viento cuando
late
y la savia transcurre por los
surcos,
me llega su apetito,
sus ondas abultadas
por cada objeto hermoso que
atraviesan,
esos tímidos cuerpos musicales.
Pero no es más que un eco,
el eco en los jardines
posteriores.
Hará falta alegrar esta canción,
por eso quiero fiesta en vuestro
lado.
Aquellos dedos tuyos...
Aquellos dedos tuyos,
dormidos como en lana,
urdían la caricia y sus efectos.
¡Tocar era tan fácil
y tanto me abrigaba
desnudar esos dedos
para tejer muñecos temporales!
Ahora tejo tu sombra,
que no es poco tejer cuando se ha
amado.
En la línea lejana del deseo...
En la línea lejana del deseo,
superficie de luces y corrientes,
se mantiene un velero a la
deriva.
De ti depende el viaje o la
zozobra,
su pesca o su destino,
la distancia que logre.
Izada, interrogándote, habrá
siempre
una vela aguardando a que la
mires.
Se parece a bucear, no tengas miedo...
Se parece a bucear, no tengas
miedo.
Al fondo de las olas
transparentes
hallarás más descanso que
dolores.
Vibrarás en la nota de las aguas
y, como el diapasón de tu minuto,
podrás enumerar cada concepto.
Verás lo que no has hecho y sí
deseaste
yeso perturbará la travesía.
Verás cuanto ofreciste o te
ofrecieron
y todo volverá a dormir despacio
como el mar que te invade y se
retira,
como el mar que se mueve y nunca
pasa.
Te pesan las costillas y la nuca...
Te pesan las costillas y la nuca
y te pesan las horas, el aire
trepa y cae por tu pecho,
se enreda en espirales, tu mano
imprime surcos en la piel arenosa.
¡No te estás extinguiendo! Estás
tan vivo
que has comprendido el hueco de
la pérdida.
Igual que un casco
volcado por el gesto repentino de
un soldado al que asombra
la música de sangre de su propia
metralla,
así pierdes el odio y queda a tus
espaldas entre el fango.
Tus costillas, antílope, esconden
un reloj:
te preguntas quién pudo darle cuerda.
Y que rápido vamos...
Y que rápido vamos,
ligera recompensa,
qué prisa iluminada.
El penúltimo paso es el más
dulce.
Ojalá todos fueran el penúltimo.
Haikus
De dos en dos
me rodean los faros.
Perplejidad.
*
Redonda, quieta
en el raíl del metro
una paloma.
*
En el cristal
del coche, gotas frágiles.
Nunca entrarán.
*
Abrazo inútil
busca la joven hiedra
en el cemento.
*
Hoja caída
sobre el cristal del coche.
Envejecer.
*
Abandonado
zapato de tacón.
Mañana fría.
*
Un móvil suena
y nadie en la avenida.
Un móvil suena.
*
Breve llovizna.
El pavimento nuevo
abre pulmones.
*
Luna rodando
entre las azoteas.
¡Una ranura!
*
Una rodilla
se agita, descubierta.
Invitación.
*
Persecución.
En el retrovisor
la luna llena.
*
Aquí y allá
luz de mañana azul.
Son varios mares.
Tomado de:
http://amediavoz.com/neuman.htm
De DÉCADA
Desnudos en la cama comemos uvas.
Tú me das una y yo cuento lunares
En el guante repleto de tus
caderas.
A ratos nos hablamos: sólo
murmullos,
Frases a medio labio lentas,
mojadas.
Todo tiene el sabor amargo y
fresco
Del instante que sabe de su
modestia.
(Los próximos minutos cuelgan,
pacientes,
como un collar lo haría de alguna
lámpara).
Me ofreces otra uva. Yo te respondo
Con un mordisco rápido. Tú
cuentas mis lunas
Y así va la noche madurando su
argumento.
De PATIO DE LOCOS
2
el sol viene a colmar las cuencas
de los locos
los pajaritos trinan
los árboles babean
también hay mariposas mareos
convulsiones
el patio huele a polen el baño
está ocupado
las náuseas se incrementan la
avispa se relame
el género bucólico es una
medicina
amable alivio lírico la aguja
busca el brazo
14
¡escarabajo! insiste
el loco que se arrastra por el
patio
pero nadie parece comprender
esa premonición
(¿el narrador sabrá?)
todos miran al cielo con el labio
colgando
otro loco se traga el sol y
eructa
el doctor nube pasa
se interesa
¿y por qué escarabajo?
al profeta le entra un ataque de
furia
hay cosas que se aplastan si se
explican
Tomado de:
https://airenuestro.com/2015/08/31/poemas-escogidos-andres-neuman/
(EL CORAZÓN)
Existe en matemáticas
una curva distinta a la que
algunos,
los que nunca han dudado,
llaman curva de Koch.
Los perplejos en cambio han
preferido
denominarla así: Copo de Nieve.
Se comporta esta curva fascinante
multiplicando siempre su tamaño
por cuatro tercios y hacia el
interior,
llegando, de tan densa, al
infinito
sin rebasar su área diminuta.
Artesana,
también así te creces muy
adentro:
habitándome lenta,
quedándote con todo, sin
forzarlo,
este pequeño corazón hermético.
Hay ojos que verán nuestra memoria.
El doctor Barraquer, viejo
oftalmólogo,
conoció la crueldad junto al milagro
y comprendió lo frágil del don de
la mirada:
al fallecer su padre, que lo
inició en la ciencia,
pudo guardar sus ojos
y devolver la vista a varios
hombres.
¿Retendrán los fulgores de ese
amor
más allá de la estrella de la
córnea
y del pozo sagaz de la pupila?
Explorando los fondos
deslumbrados,
las cavernas perplejas donde
habitan
las veloces imágenes, las formas,
los colores que aún no tienen
nombre
y los amaneceres de una vida,
el doctor Barraquer ha encontrado
un pasillo
que va desde la tierra a las
alturas,
de las tinieblas rotas a la
bendita luz.
Y al final de la tarde, cuando el
sol
se ciega entre las ascuas de este
mundo,
el doctor Barraquer recuerda
absorto
las palabras del último paciente
tras quitarle las vendas de la
cara.
Y el ojo de su padre, que es la
luna,
vuelve a abrirse y blanquea cada
sombra.
(LA ENERGÍA)
“Con el razonamiento puro nos
formamos
una imagen sublime de este
mundo”;
eso escribió Max Planck, genio
inocente.
¿Pero acaso hay razones sin
afecto,
pureza sin caprichos,
imagen sin temblores?
Lo curioso es que el físico en su
ensayo
la primera palabra que pronuncia
no es evidencia, ley ni hecho:
la primera palabra es entusiasmo.
(Cuando nombro tu cuerpo
no es la urdimbre de músculos
radiantes,
de sangre revoltosa y de nervios
veloces
lo que digo, artesana; aunque
también
la física intervenga en la manera
que tenemos de hablarnos al oído:
la energía del nombre se
transmite,
el tacto cobra fuerza y aumenta
lo probable.)
Y a ti, Max Planck, que amabas la
entropía,
¿qué misterioso impulso de poleas
te empujó a cruzar cartas con un
tal señor Sommerfeld
y a intercambiar poemitas como
aquel de la flor
que corona tu libro sobre
ciencia?
(EL TÚNEL)
Lo dicen los maestros de energía:
hay traviesas partículas capaces
de atravesar una barrera sólida,
¡la fuerza se disgrega como el
agua!
Los científicos clásicos lo
niegan.
Los presentes predican lo
increíble
y lo bautizan el Efecto Túnel.
El impulso del alma
no quiere respetar al señor
Newton,
se postula invadiendo las
fronteras.
Artesana, en el tránsito
urgente de tocarte
apoyaré este peso luminoso
y moveré mi asombro al otro lado
de la barrera tensa de tu piel,
en el punto pensante
que alumbra tras la boca de los
túneles.
(LA BOTÁNICA)
Paracelso llevaba una flor en
cada mano:
una, amarga y concreta, le enseñó
la mezcla de lo exacto que
embellece
la ciencia en los manuales.
Improbable, la otra
le tentaba la sien más distraída
dibujándole pozos sin final
allí donde las brújulas se
pierden.
Su sabor, imagino, era más dulce.
Botánica secreta,
igual que a Paracelso
permíteme espiarte las raíces,
que tu tallo al hervir se
transparente
aunque sea un instante y luego
sigas
creciendo por la tierra
alborotada,
impregnando la atmósfera
agridulce,
enloqueciendo cada microscopio.
Tomado de:
https://amezcua99.wordpress.com/2014/12/05/5-poemas-cientificos-andres-neuman/
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