jueves, 2 de mayo de 2024

POEMAS DE RICARDO DOMENECK


X + Y: una oda

 

An refert, ubi et in qua arrigas?

Suetonio

De haber nacido

mujer, ya habría dado

a luz siete

hijos de nueve

hombres distintos.

Ahora, vivo entretenido

con las teorías

que explican mi gusto

por olores específicos,

cierta distribución de pelos

en las piernas ajenas,

el cabello en la nuca

y en el pecho

sin senos, aunque aprecie

ciertas glándulas mamarias

de muchachos y chicos

con aquella dosis

saludabilísima

a mis ojos de hipertrofia.

Medito sobre las conjeturas

de terapeutas,

los relatos de una Persona

partida, Edipo desnutrido,

sin modelo

en la infancia de un legendario

Layo

ejemplar, lanzándome

a una supuesta

búsqueda, entre amantes,

de mí mismo.

Intenté, sin el menor

éxito,

durante días inducirme la erección

delante del espejo.

Concluí que mi ego

no era tan eréctil.

Oí con atención

la fórmula

del padre ausente y la madre

dominante generando reinas

de bastos, espadas y copas

laxas y locas,

pero, a pesar de mi historia

de progenitora histérica

y procreador estoico,

mis hermanos

con sus prepucios tan precipitados

delante de los clítoris

echan a perder la estadística.

Leí todos los reportajes

sobre la posible queerness

en la boutique del código

genético, esa kermesse

de las afinidades seducidas,

y me reí con el amigo

que cierta vez, en broma,

me llamó dispositivo

biológico

de una Naturaleza estresada,

medicando el hipercrecimiento

de la población. No mentiré diciendo

que no temo y tiemblo

con el peligro del infierno.

Llegué, sin embargo, a la conclusión

de que mi pasaje

solo de ida

al Hades

no se da

por la inclinación

algo obcecada

de mis genitales

por el carácter heterogéneo

de vuestros gametos.

De haber

nacido hembra,

ya hubiera dado a luz once

cachorros de trece

machos diferentes,

y, como puta,

asegura

el Vaticano (y también Hollywood)

no se conoce ascensión,

tan solo caída.

Por lo tanto, poeta, pederasta y puta,

sigo con mis ojos por la calle

a cada portador

de esta combinación gloriosa

de cromosomas

X e Y,

llámense Chris o Absalón,

con sus proporciones espaciadas

entre los agujeros

del cráneo, la línea que se forma

entre orejas y hombros,

las alas de sus omóplatos

y la cofia de los rotadores,

las simetrías volubilísimas

entre las extremidades

excitantes y excitables

como nariz, pene y dedos,

el número de pelos

entre el ombligo

y el nido púbico,

el formato de los dientes

y sus reflejos

en diámetro

en los pies y sus uñas.

Si andan como comen,

si bostezan como ríen,

si beben como tosen,

si follan como bailan.

La absoluta falta de misterio

en algunos de ellos, incapaces

del famoso disimulo

de ciertos personajes

literarios femeninos

del siglo XIX.

En ellos, es oblicua

solamente la ocasional

erección inconveniente.

Me constriñen

estas confesiones,

pero cedería ciertos derechos políticos

por algunas de esas crestas ilíacas

ya presenciadas en playas, al sol,

y cambiaría una ida a las urnas

este invierno por esta u otra nuca.

Y mira cómo el planeta

insiste en la demostración empírica

de esa abundancia de músculos

y sus reflejos

cremastéricos:

en este exacto momento,

mientras escribo este textículo,

entra en el café, en pleno Berlimbo,

uno de esos ejemplares de chico

torpe y zurdo,

la gorra cubriéndole medio rostro,

prototipo de barba

y bigote, pantalones

que me catapultan a fantasías

con skateboards como props,

cejas cual caterpillars

sitiando los ojos con promesas

de delicias y desfachatez épicas.

Sus bambas son beige;

al quitarse el jersey, se ve

su escala de Tanner.

Su Calvin Klein.

Beige quedo yo, adivinando qué piel

cubre sus rodillas, sus talones.

Sueño el sexo biónico y homérico,

algo entre Aquiles y Patroclo,

interpretados en nuestro mundo

por Brad Pitt y Garrett Hedlund,

potros salvajes como búfalos

o bárbaros.

Y este mundo está llenísimo

de esas distracciones casi sádicas

para mi masoquismo

voluntarioso en vicio,

que impiden que componga

mi Divina Comedia,

mi Paradise Lost.

Perdone, Sr. Canon,

esta mi tosca y parca

contribución lírica a la cosecha

de sus contemporáneos,

pero no me catalogue

entre las farsas, sátiras.

Pues no es, resumo, culpa

de las masificaciones capitalistas

esta mi attention span

poco renacentista,

sino de esta explosión de cántaros

plenos de testosterona púber

que van y vienen por los espacios públicos.

Cuando pasan, bocados deliciosos,

finger food en arrogancia

cocky y garbosa, murmuro

en la cavidad hueca

de la boca:

“Deberían estar prohibidas

sus exageraciones de belleza”.

Mi fin será en estos baretos

de Berlimbo,

colmándome de café negro

y esperando sus ocasiones

para escribir poemas

que os celebren, actores

principales de este largo film porno

en que me vi concebido, creado

y expelido, coadyuvante

contento y doblado.

Os agradezco la oportunidad

de hacer del adverbio sí

una interjección obscena.

A los otros, juro que no se trata

de encomio, jactancia o loa.

Si yo quisiera hacer apología,

a lo mejor diría

que hay más elegancia

en “Sé mi erómeno

y yo seré tu erastés”

que en, al pescuezo,

“Mí Tarzán, tú Jane”.

No busco nuevos adeptos

que me hagan competencia.

Boys will be boys,

hay quien diga, y, claro,

no voy a decir que espero

de todo chico

que sea de Chirico

o Beuys.

Habrá momentos de caza

y rendición felices, las pocas

veces de suerte

en que seremos camareros

de algún chico pasolínico,

con quien se podrá, al final,

hacer el cama-supra, sesenta-y-nueve

y entonces discutir en el postcoito

otros conceptos entre guiones

al son de Cocteau Twins,

enumerar las guitarras de 1969,

nuestro horror a Riefenstahl,

la obsesión por Fassbinder,

y ojalá sentir en medio de tal

loa una nueva erección

perforando

las telas entre los pliegues

del edredón

mientras leemos poemas de Catulo,

Cavafis.

Cuando lleguen los bárbaros,

me encontrarán en la cama;

que vengan, sin embargo, armados,

pues he de estar acompañado,

y en ristre nuestras lanzas.

 

 

Larga vida a la poesía pura

 

                               a Ezequiel Zaidenwerg

 

 

Escucha bien, nosotros, poetas aguados,

caminamos hoy

entre plantas de nombres

muy bien catalogados,

pero que desconocemos,

y así muchas veces confundimos

nomeolvides y lágrimas de amor

llamamos miosotis a la russelia

y tomamos con frecuencia

por milamores a la gloriosa.

Yo, por mí, preferiría

saber distinguir entre la menta

y la melisa, ésta y la manzanilla

para salvarme de resacas quizá

llegando de antros y fosas malsanas

donde chicos esbeltos, longilíneos

como anguilas, sostienen los limones

nada luminosos

de una ex-caipiriña o tequila.

He aquí mi acción

de gracias,

poetas laureados, queridos

antepasados cosmopolitas

del último siglo,

vuestra pureza de lenguaje

nos ha salvado

de esos incómodos detalles,

llegamos por fin al universal,

y zorzal, gavilán o mirlo,

cantamos ahora

apenas ave

abstracta en la rama

de un árbol

que no sabemos nombrar.

 

 

La Cochinísima

 

                             a Luis Felipe Fabre

 

 

 

A algunas las llaman Agrado

a otras más desdichadas e infelices

sus mamás muy católicas

les ponen Martírios o Remédios

a otras más les ponen nombres

anglosajones latinizados

y ridículos como Ricardo

yo soy La Cochinísima

la que come camarones

comenzando por las cabezas

la que bautiza sus entrañas

todas las mañanas

con un clamato ardiente y picante

para que se queme por dentro

por respeto al infierno que trae

en sí misma

no me digan querida cariño o señora

yo soy La Cochinísima

la que camina por el Zócalo

toda de negro desde la cabeza

hasta la punta de la cola

por respeto al luto de sus abandonos

a la que le dicen pollo y oye polla

a la que le dicen hoja y oye polla

a la que le dicen Chapultepec y oye polla

si la invitan a cenar a sus casas

sin duda encontrará a quién comerse

en el sótano

un colchón cualquiera le sirve

a La Cochinísima

para hacer sus amores eternos

de cinco minutos

no le mires los ojos mucho tiempo

no porque sea una Medusa cualquiera

sino porque mientras miras su carota

La Cochinísima mide tu nariz

para adivinar otras simetrías anatómicas

no la envíes a un claustro

como a sor Juana Inés de la Cruz

porque sin duda convertirá a las monjas

en putas delincuentes

yo soy sor Cochina Penes de la Luz

una santa de matadero y carnicero

o mejor La Cochinísima

la que conoce la hidrografía del cuerpo

en todos sus fluidos

sus géiseres manantiales y cascadas

la que recorre el mundo

cantando sus cancioncitas

idiotas y cochinas

y catalogando los fenotipos del XY

la que vino para educarse a sí misma

y entretener a las masas

¿o será al contrario?

ya no lo sé

aquí estoy a tu servicio

me llaman La Cochinísima

porque toda mi vida

solo quise ensuciarte a ti

con lo que produzco en mí

que otros machos tontos lleven vírgenes

a los vergeles

a mí me sirven los mataderos

donde mis hermanas sagradas

berrean y chillan a la hora

de su muerte

y entonces mueren

muy dulces y mansas

para que vosotros os proteinicéis

yo soy la Prometéica

la que ha prometido

dar calor a los hombres

¿será por eso que me duele el hígado

todas las mañanas?

 

20 de octubre de 2014

Ciudad de México, en una cafetería de Isabel la Católica

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/la-cochinisima/

 

 

Solo en caso de emergencia

 

*

 

para el caso

de un trasplante

yo te donaría

un pulmón un riñón

medio hígado fallido

y si estás en la cárcel

sin plata para la fianza

cobraría los gastos

o robaría un banco

en gran estilo-bonnie

desde que tú

me desclydificaste

& te hiciste rehén

del pentágono

de al-qaeda

de los aliens

de la yakuza

yo voy al rescate

con derecho a

un caballo un estandarte

y mil trompetas

pero no

no tengo tiempo

para el cine

no no

tengo tiempo

para un café

no no tengo

tiempo

cómo estai

estoy bien

 

~

 

Industria cultural

 

*

 

Las distracciones

para las familias del campo

exigen recursos humanos

propios.

 

Aquí

no se ve actuar

a grandes actores

aquí

no se ve leer

a los grandes poetas

aquí

no se ve cantar

a los grandes cantantes

aquí

no se dignan

a las interpretaciones

ni a la inteligencia

 

Aquí

las iglesias evangélicas

y las academias de gimnasia

fomentan la implementación

del Mens sana in corpore sano

 

Las visitas a la heladería

que antes fue una pizzería

y antes, una cafetería

solo cambian las paredes

que no traen

ni una foto ni una pintura

de tradiciones centenarias.

 

El espacio público

-ni Ágora ni Ecclesia-

pide variaciones

-ahora los susurros-

de viejos resentimientos

de pequeñas irritaciones

que se acumulan

y palpitan como pústulas-

 

Las frustraciones del padre

las frustraciones de la madre

y así, en una escalera

las frustraciones que nacen

de todos los que vienen, en pérdidas

crecientes.

 

En la mesa

reina nuestra misma

falta de tema al cenar

o el tema repetido

hasta el cansancio. Las deudas

con Dios y con el César.

 

Y sí, el silencio

sobre los únicos temas

que quizás nos salven.

Si solo, en un instante

de lucidez repentina

ahora regaríamos

los helados, las pizzas, las comidas

con lágrimas, goteando juntos

en la cuneta. Pero, ¿qué dirían

los vecinos?

 

En las capitales

lloran los intelectuales

- ¡el pueblo! ¡el pueblo! -

mientras el moho y el musgo

cubren de a poco

nuestra no-boca, nuestra no-alma.

 

Tomado de:

https://lacomparecenciainfinita.blogspot.com/2021/07/ricardo-domeneck-dos-poemas.html

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