PARABOLA DE LA MUJER SEDIENTA
-Señor, estoy sedienta. Como la tierra
seca,
mi alma, ardiente espera la bendición del
riego;
soy ansia y fiebre toda, devoradora llama;
el pozo es hondo, y sola, junto al brocal,
sed tengo.
-Yo calmaré tus ansias, mitigaré tus
fiebres.
Mujer, soy agua viva de amor, ten fe, que
luego,
en tu alma, como un hondo milagro de
infinito,
haré brotar la linfa de un manantial
eterno.
Así, bajo los cielos de estrellas
florecidos,
hablóle el Cristo, y era, frente al azul
sereno,
frescura bienhechora de paz cada
parábola...
Un halo de luz alba rielaba en el sendero,
y el alma aquella, ansiosa de amor, su sed
calmaba
del agua que era el Verbo divino del
Maestro.
UN POETA HA PARTIDO
HACIA LAS FUENTES AMARILLAS
Era el más joven, y ya ha partido.
Mensajero del iris en la región de
atmósfera de barro en
donde desfallecen sin el vuelo las alas.
Las praderas de sombras, el país de los
blancos bambúes,
las Fuentes Amarillas,
para sus ojos nítidos ya no tienen misterios.
Hoy junto al kiosko la soledad mis pasos
acompaña.
Ya ni su risa, ni su canto infantil, ni su
palabra trémula
enflorecida de musicales ecos.
Ante el cercano invierno sólo el otoño
pálido, volando en
mi camino conchas amarillentas.
No era el trigal del viento, ni los
terrestres ríos, ni la
misma ciudad, ni las creencias,
lo que en el ancho océano armoniosos
trenzaban nuestras
almas hermanas.
Era la luz, la atmósfera impalpable, la
clara tierra astral de
un universo inexistente.
Apenas si en el breve segundo de la vida
pudieron
estrecharse nuestras manos;
pero él se ha ido, amarillo entre rosas, en
su brumosa barca
de alas insondables;
y hoy se abre ante mis ojos un mar de
sombras de tan
inmensa soledad,
que a su sola presencia mi corazón
naufraga.
Se alejó con su voz de aguas de estrellas,
de luz de música
y presencias irreales;
y la raíz de su voz, su espíritu, nacido en
los celajes que
alimentan los sueños.
Hoy toco su presencia en la noche infinita
de latidos que
entre mis dedos dejan amargura de ausencia.
La helada que comienza mi sendero a
emblanquecer ya no
es aquella que viera retornar las
primaveras.
Todo ha empezado a enmudecer para el blanco
silencio:
las flautas, las danzas, las manos, las
canciones; recogidas
en sus ecos, las caracolas líricas...
¡qué solo miro en torno amarillear los
últimos rosales!
Y uno ha partido, sobre mar espumosa de
misterios, uno ha
partido!
Ha partido ya aquél con quien en el
invierno, yo hubiera
querido calladamente dialogar, sin
pronunciar palabras.
Regino
PROMETEO
¡Pesa sobre mi vida, lejana, una tristeza
de no sé cuántos siglos! No sé qué ley
atávica,
igual que a Prometeo, vencido me encadena
a un dolor milenario como a la roca
trágica.
¿Refleja mi existencia pesares primitivos
que vienen de la oculta raigambre de mi
raza?
¿De qué oscuro y remoto pasado que yo
ignoro
llega a mi alma esta noche de angustia
hereditaria?
¿Algún mi antepasado robóle el fuego al
cielo?
¿De dónde mis tristezas e inquietudes
amargas?
Pienso que en mí se cumple de un dios fatal
castigo,
que aún saciará en mi sangre futura su
venganza...
y estoy sobre la vida como el héroe
titánico
en la roca, sintiendo deshechas mis
entrañas.
Y MI VOZ CANTARA SOBRE TU MUERTE
1
Aquí muriendo en agua corrompida,
desangrado, negado y perseguido,
venciendo al odio y tu puñal de olvido
mi voz se elevará sobre la vida.
En carne de verdad y angustia herida
sueño fui, dolor soy, amor he sido;
no vencerán mi ser estremecido
tu veneno, tu hiel, cárcel ni brida.
Por anchos cauces de un gran sueño humano
volará mi canción; seco ni preso
por tu noche he de ser; aún más profundo,
sobre mentira cruel y odio inhumano,
con luz de alma y con blancor de hueso
contra ti mismo salvaré mi mundo.
2
Ante el alba de amor que está cantando
canción de eternidad en la mañana,
remo en mi nave, y mi voz quemando
desnuda su emoción en luz se ufana.
Por mares de amargura voy sangrando,
y hacia una inmensidad ancha y lejana,
la llama de mi vida va soñando,
más alta en su dolor y más humana.
Podrás hacer de mí ceniza o roca;
en mármol de opresión sellar mi boca;
vencer mi carne y apagar mi aliento.
Con hondura infinita, sobrehumana,
el hombre vencedor del sufrimiento
clamará con mi voz desde el mañana.
3
Frente a una lobreguez de oscuros cielos,
en ansias de otro mundo alcé mi lanza;
y quien bogó por mares de esperanza
vio en turbias olas naufragar anhelos.
Vida y clamor, en noches de desvelos,
lloraron siglos de desesperanza;
y ante esta sombra que al futuro avanza
el alma sólo ve miseria y duelos.
Mas en playa de azul el hombre espera
- ¡árbol de luz, canción de primavera! -
libre en olas de sol, desnudo y fuerte.
Mientras tú pasarás hacia la nada,
con tu noche, tu crimen y tu espada,
entre aguas turbias y mudez de muerte.
¡Y mi voz cantará sobre tu muerte!
CANTO A MI MARTILLO
¿Cuándo te cansarás
de golpear inútilmente
sobre tu duro piano de hierro?
Harto de tu cantar,
un día te arrojaré a la fragua
para hacer un juguete.
Eres fiel a mi vida,
mi hermano y compañero desde niño:
tu golpear fue mi canción de cuna,
contigo, en la esperanza y la fatiga,
he forjado la dura cadena de mis días
con largos eslabones de miseria.
Camarada en heroicas batallas del trabajo
que sobre el yunque dócil golpeando,
golpeando,
golpeando,
doblegas el acero con recio canto entre las
llamas;
repujas, recalcas, remachas,
forjas la rueda, la palanca, el puñal;
pero, aunque eres útil y fuerte,
un día te arrojaré a la fragua
para hacer un juguete.
Estoy enamorado de ese mágico espejo,
alargado y cortante,
que usan los hombres en la boca de sus
fusiles,
y en donde se reflejan los astros, la
mañana, el universo,
en bárbaros crepúsculos de sangre.
Y como de niño nunca supe de juegos,
ahora quiero reír, cantar, clamar también
con un grito más hondo y humano,
frente a esos hombres recios que juegan a
la muerte:
¡Alto! ¡Alto! ¡Alto!
Y que mi grito quede
clavado en el inmenso corazón de la tierra.
Pero como tú eres dócil y humano,
laborioso y pacífico,
y tu canto de amor y justicia es inútil,
para hacerme ese duro cristal de acero que
todo
lo refleja,
un día te arrojaré a la fragua...
¡y te haré bayoneta!
Tomado de:
http://www.hispanista.org/poema/plibros/46/46lbp.pdf
MAÑANA
Como forjamos al hierro forjaremos días
nuevos.
Sudorosos y fuertes,
descenderemos a lo profundo
y arrancaremos a sus entrañas las nuevas
conquistas.
Ascenderemos a las montañas,
y el sol nos llenará su vida:
seremos pedazos de sol!
Forjaremos otra vida grandiosa y humana;
la eternizaremos con un potente esfuerzo
unánime.
Y bajo el ojo virgen de los amaneceres,
cantaremos a la fuerza creadora del músculo
y a la armonía fraterna de las almas.
Muchos,
y seremos solo uno.
Para el gran canto sólo tendremos una voz.
Cantaremos al hierro,
a la belleza fuerte y nueva de la máquina.
Los yunques, los tractores
que violan a la tierra en cópula mecánica;
la turbina, el dinamo;
la fuga infinita de los rieles
-
sistema venoso de acero por onde circula la vida.
Los canales de luz de los cables eléctricos
-
células cerebrales del mundo,
donde vibra la fuerza.
Cantaremos al hierro, porque el mundo es de
hierro,
y somos hijos del hierro.
Pero estaremos sobre la máquina.
Un sentimiento nuevo surgirá en nuestros
pechos,
y será tan inmenso,
que para amarlo se hará la tierra un
corazón.
¿Dónde estará entonces nuestra amargura?
¿Dónde estos días miserables y
inválidos?...
Como forjamos el hierro forjamos otros
siglos.
Enjoyados de júbilos,
los días nuevos nos verán,
musculosos y fuertes, desfilar frente al
sol.
Vendremos de los campos, de las ciudades,
de los talleres:
cada instrumento de trabajo será como un
arma;
- una sierra, una llave, un martillo, una
hoz -
y ocuparemos la tierra como un ejército en
marcha,
saludando a la vida con nuestro canto
unánime!
HERMANO NEGRO
Negro, hermano negro,
tú
estás en mí: ¡habla!
Negro, Hermano negro,
yo
estoy en ti: ¡canta!
Tu
voz está en mi voz,
tu
angustia está en mi voz,
tu
sangre está en mi voz...
¡También
yo soy tu raza!
Negro, hermano negro,
el
más fuerte, el más triste,
el
más lleno de cantos y lágrimas!
Tú
tienes el canto,
porque la selva te dio en sus noches
tus ritmos
bárbaros;
tú
tienes el llanto,
porque te dieron los grandes ríos raudal de
lágrimas.
Negro, hermano negro;
más
negro por dolor que por la raza!
Tú
fuiste libre sobre la tierra,
como
las bestias, como los árboles,
como
tus ríos, como tus soles...
Fué
carcajada bajo los cielos tu cara ancha.
Y luego, esclavo,
sentiste el látigo
encender tu carne de humana cólera,
cantabas.
¡Negro,
Hermano negro!
¡Tan
fuerte en el dolor que al llorar cantas!
Para sus goces
el rico hace de ti un juguete.
Y en París, y en New York, y en Madrid,
y en la Habana,
igual que bibelots,
se
fabrican negros de paja para la exportación;
hay
hombres que te pagan con hambre la risa:
trafican con tu sudor,
comercian con tu dolor,
y tú
ríes, te entregas y danzas.
¿Tú amaste alguna vez?
Ah,
si tú amas, tu carne es bárbara.
¿Gritaste alguna vez?
Ah, si tú gritas, tu voz es bárbara.
¿Viviste alguna vez?
Ah, si tú vives, tu raza es bárbara.
¿Y es sólo por tu piel? ¿es sólo por color?
No es solo por color, es porque eres,
bajo el prejuicio de la raza,
hombre explotado.
Negro, hermano negro,
silencia un poco tus maracas.
Y aprende aquí,
y mira allí,
y escucha allá en Scottsboro, en
Scottsboro,
entre un clamor de angustia esclava,
ansias de hombre,
iras de hombre,
dolor y anhelo humano de hombre sin raza.
Negro, hermano negro,
enluta un poco tu bongó.
¿No somos más que negro?
¿No somos más que jácara?
¿No somos más que rumba, lujurias negras
y comparsas ?
¿No somos más que mueca y color,
mueca e color?
Aprende aquí,
y escucha allí,
y mira allá en Scottsboro, en Scottsboro,
bajo vestido de piel negra,
hombres que sangran.
Negro, hermano negro,
más Hermano en el ansia que en la raza.
Negro en Haití, negro en Jamaica, negro en
New York, negro
en la Habana,
— dolor que en vitrinas negras vende la
explotación —
escucha allá en Scottsboro, en Scottsboro,
en Scottsboro...
Da
al mundo con tu angustia rebelde
tu
humana voz...
¡y
apaga un poco tus maracas!
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/cuba/regino_pedroso.html
La exquisita amiga
A una dama extranjera, cuya fragancia aún
flota en mis recuerdos como el aroma del té
que se evapora de mi taza.
¡Oh Maestro, tengo una amiga exquisita!
Su boca es dulce como los cerezos de Nao
Kao;
son sus pestañas suaves como el plumón, de
seda;
tiene su cuello el ritmo y la gracia del
cisne;
y al andar, fina y grácil, con ondulante
talle,
no sé si un ritual danza,
si es una rama en flor que mece el aire,
o si es una mariposa que vuela.
Cuando la ven mis ojos
es como si alcanzara la irrealidad de un
sueño.
Y cuando ríe, y su voz armoniosa,
como divino pájaro vuela de su garganta,
quisiera que esa diosa de frágil porcelana,
no fuera una extranjera
nacida bajo el cielo de Occidente
aunque de ilustre alcurnia se cuentan de
ella historias.
¡Ah, Maestro, qué cultura
la de esos mundos de Occidente!
En la terraza de las Mil Caricias
ayer, con labios húmedos,
el fénix del amor nos sorprendió en su
vuelo.
por único ropaje su divina figura
envuelta sólo estaba con la túnica de oro
con que la prestigiaba el pincel del
crepúsculo.
Toda la tarde el Kiosco de los Besos
resonó la armonía.
Los pájaros callaron para escuchar la
música.
Y yo esperé la noche, ¡que descendió sin
luna!
para abrir el más íntimo Cofre de los
Secretos.
Pues no hubiera querido, bajo luz
indiscreta,
que el astro nacarado hubiese sorprendido
cuán pequeñita era ante tanta cultura
mi desnuda ignorancia.
¡Ah, ¡Maestro, tengo una amiga exquisita!
Salutación fraterna al taller mecánico
Tensión violenta del esfuerzo
muscular. Lengua de acero, las mandarrias
ensayan en los yunques poemas
estridentistas
de literatura de vanguardia.
Metalurgia sinfónica
de instrumentales maquinarias;
ultraístas imágenes de transmisiones y
poleas;
exaltación soviética de fraguas.
¡Oh, taller, férreo ovario de producción!
Jadeas
como un gran tórax que se cansa.
Tema de moda del momento
para geométrico cubismo
e impresionismo de metáforas.
Pero tienes un alma colectiva
hecha de luchas societarias;
de inquietudes, de hambre, de lacería,
de pobres carnes destrozadas:
alma forjada al odio de injusticias
sociales
y anhelos sordos de venganza
Te agitas, sufres, eres
Más que un motivo de palabras.
Sé tu dolor perenne,
Sé tu ansiedad humana,
Sé cómo largos siglos de ergástula te han
hecho
Una conciencia acrática.
Me hablas de Marx, del Kuo Ming Tang, de
Lenin;
y en el deslumbramiento de Rusia libertada
vives un sueño ardiente de redención;
palpitas, anhelas sueñas; lo puedes todo y
sigues
tu oscura vida esclava.
Y me abrumas, me entristeces el alma,
me haces escéptico, aunque a veces
vibre al calor de tus proclamas,
y diga siempre a mis hermanos
de labores:
«Buenos días, compañero, camarada.»
Son tus hijos, los hijos
de cien generaciones proletarias,
que igual que hace mil años piden en grito
unánime
una justicia igualitaria.
Son tus hijos, los tristes,
que angustiados trabajan, trabajan,
trabajan
en un esfuerzo fértil de músculos y
nervios;
pero estéril al sueño de gestas libertarias.
Son tus hijos que sueñan,
mientras los eslabones de sus días se
enlazan,
que en los entristecidos cielos de sus
pupilas
surge un fulgor de nuevas albas.
Son tus hijos que a diario
te ofrendan las vendimias de sus vidas
lozanas
que gritan sus angustias al rechinar del
torno
mientras tú, apenas óyeles, como a cosas
mecánicas.
¡Oh, taller resonante de fiebre creadora!
¡Ubre que a la riqueza y la miseria
amamanta!
¡Fragua que miro a diario forjar propias
cadenas
sobre los yunques de tus ansias!
¡Esclavo del Progreso,
que en tu liturgia nueva y bárbara
elevas al futuro, con tus voces de hierro,
tu inmenso salmo de esperanza!
Ah, cómo voy sintiendo que también de mí un
poco
te nutres; yo que odiaba,
sin comprender, tu triste alma colectiva
y tu tecnología mecánica.
Yo que te odié por absorbente;
que odié tus engranajes y tus válvulas;
que odié tu ritmo inmenso porque ahogaba
mi ritmo interno en ronca trepidación de
máquinas.
¡Yo te saludo en grito de igual angustia
humana!
¿Fundirán tus crisoles los nuevos
postulados?
¿Eres sólo un vocablo de lo industrial: la
fábrica?
¿O también eres templo
de amor, de fe, de intensos anhelos
ideológicos
y comunión de razas?
Yo dudo a veces, y otras,
palpito, y tiemblo, y vibro con tu inmensa
esperanza;
y oigo en mi carne la honda VERDAD de tus
apóstoles:
¡que eres la entraña cósmica que incubas el
mañana!
Five o clock tea
Voy con las manos sucias de grasa.
Los hermosos vehículos no se detienen
cuando los llamo;
y marcho por las calles, pródigo de
saludos,
pero los hombres me ignoran, y pasan;
porque en la fiesta espléndida de la ciudad
lujosa
llevo las manos sucias de grasa.
Sólo el paisaje y el crepúsculo me abrazan
cordiales
y el viejo pavimento
que recuenta el cansado rosario de mis
pasos.
Pero las grandes vitrinas de lujo
me cierran sus puertas;
el ascensor de la opulencia no me conduce a
las terrazas
donde la vida canta y ríe;
porque en la hora ebria del té fragante de
oro,
de enriquecer al mundo,
llevo las manos sucias de grasa.
Tomado de:
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