Silencio
Pero
debo callar y callar tanto…
Blas de
Otero
A
Sabina de la Cruz
A veces te bastaba con llegar a mi casa
con aquel ángel fieramente humano en las
pupilas.
Traías tu silencio y envuelto en él dejabas
que el tiempo transcurriera
igual que una corriente por los valles,
de la amistad que no precisa
de gestos, ni palabras, ni razones, ni
méritos.
Ni siquiera de versos.
El agua,
ejercitada en ser cristal o abeja,
pasaba entre nosotros. Se llevaba la tarde
como una sombra trémula,
navegada
por todo lo no dicho.
Después, dejando el sufrimiento de us
labios
al borde de una copa
o de una taza de café vacía,
nos tendías la mano,
(a mí solías besarme levemente),
y te ibas despacio hacia la puerta
donde mi madre,
salía también a despedirte.
Sólo quedaba, atestiguando tu presencia en
mi casa,
un periódico muy leído
y aquella intensidad que eran tus ojos
Tu memoria
«…Pero
nunca supiste cuánto duele
cada
ventana abierta a la ceniza
o en el
haz de la duda…»
AG
«Tu memoria»
Puntual, llegaba a diario la paloma
cruzando el mar, y con tu voz bajaba
a posarse en mis manos.
Me decías:
«Hay nieve en mis ventanas y me ahoga
la soledad. En mi memoria sólo
descansa unos momentos la tristeza
cuando eres tú, sin ti, quien la visita
como evasiva, transparente, sombra».
Prometías volver cuando el verano
desvelara su flor: «Hemos de vernos
y hablar de tantas cosas…
Aún podemos
regresar a Orihuela…»
Como quema
el cristal irisado del recuerdo…
Yo también estoy sola. En otra nieve.
Tomado de:
https://trianarts.com/angelina-gatell-meditacion-de-ceniza-en-los-labios/
Tu casa
El pedestal del frío alza la casa
que quiso ser la mía.
Me perturba
ver su fotografía entre las páginas,
tibio regazo, de este libro donde
yace el amor que me tuviste
Nada,
si te fijas, parece haber cambiado
en la casa del maestro ni en la fría
heredad de la nieve.
Sin embargo,
sólo en la residencia del recuerdo
su nitidez respira todavía.
Y en mi respiración,
De lo sufrido
poco pudo salvarse. Quizá el fuego
de unas palabras y entre sus rescoldos
vagos indicios de melancolía.
Errores
A Pepa
y Héctor Vázquez-Azpiri
Sucederá que un día
me habré ido incluso de mí misma
y extraviada preguntaré
por donde se regresa a ser quien fui.
Me asomaré al espejo sin que encuentre
sino un extraño jeroglífico
nunca resuelto.
Me buscaré en mis actos y llegaré a esa
roca
a la que sigo atada frente al mar.
Tú, desventurada Andrómeda,
sabedora de mí tal vez me reconozcas
en la manera
de soportar las ataduras
o de orientar el llanto,
Será sólo un momento. Me indagaré en los
sueños,
páramo sin huellas,
ni miguitas de pan o luz transfigurada
que me lleve
al punto de partida,
al justo instante del error
y puedas aún corregirlo.
Aunque sé bien que el mundo seguirá girando
y yo con él, ya incluida en otros seres
en los que irremisiblemente
volveré a equivocarme.
Decepciones
A
Arturo del Villar
El aire siente el roce de unas alas
que han alzado sus plumas y jadean
convulsas.
Abanico
sin apenas idioma.
Tan solo el estertor de sus varillas.
Siente también el fuego y la violencia
destruyendo a su paso, minuto tras minuto,
lo que fue inmutable o parecía serlo,
en el ámbito
de mi fe sin fisuras.
Ahora,
cercada por mí misma, sometida
a mi propio dominio,
me pregunto
qué va a ser de mí si alguien,
curioso, imprudente, embebido
en su crueldad, abre el cuaderno
en el que anoto, desde hace tantos años,
creencias, esperanzas, certidumbres…
y cae, volátil, corrompido,
un puñado de polvo.
Fosas
(Memoria histórica)
No deje que el silencio, como fría
argamasa,
apague la memoria de aquellos que quedaron
hundidos en la tierra, en el linde del
amanecer.
No deje que sus huesos, pulidos por el
barro
permanezcan secretos. Izadlos como
antorchas,
coronad con sus llamas el fuego que tuvimos
cuando todo era espanto, cuando todo era
sombra.
Ellos fueron su amparo, su razón, su
sentido.
Recúbralo. Traedores hasta nuestro
presente.
Dad al aire sobre números como ramas
crecidas
en la entraña secreta. Recordad que nos
dieron
claridad y conciencia. No dejes que la
muerte
señoree el olvido ni su luz aterida
pues de ella crecimos. Somos sólo su
efecto.
Tomado de:
http://memoriarepressiofranquista.blogspot.com/2017/01/es-noche-casi.html
ANTÍGONA RECUERDA
Creonte:
A
Eteocles, que se le entierre y se le hagan
los
sacrificios expiatorios que deben
acompañar
a los valientes, pero a su
hermano
Polinices que nadie lo honre con
sepultura
ni lo llore, sino que lo dejen
insepulto,
su cuerpo expuesto a los perros
para
que lo devoren.
De
Antígona, Sófocles
Así dijo Creonte,
regresado después de tantos siglos.
(Ellos, no lo olvidéis,
siempre regresan).
Su terrible presencia fue quemando
la cálida fragancia del jazmín
mientras el gesto
de su brazo derecho emborronaba el aire
y el mirar de sus ojos
era la página
más fría de la nieve
Puso sobre el mantel trizado
los utensilios de la muerte,
tan repetidamente bendecidos
por los hombres de Dios,
y levantó su voz como una copa
de licores exiguos
donde borbotearon
incontables burbujas
de sangre luminosa.
Y ocurrió entonces que un ubérrimo
silbido de serpientes
recorrió los caminos, las ciudades, los
días
vividos y por vivir aún,
estableciendo
-con insistencia y métodosus códigos,
ya en la lejana Tebas practicados.
Y así fue como Eteocles
fue ungido con amor y alcanzó entre
nosotros
largos días de luto constelando
la noción de su muerte
de múltiples, de incontables gemidos
que poblaron la dimensión de un tiempo
de dolor y de espanto.
Así fue como Eteocles
obtuvo aquel gran desconsuelo
que se extendió hasta el valle
y alzó su enorme cruz, tallada
por la mano extenuada del vencido.
La cruz que aún a diario -ay, vergüenza
flagela el esplendor del alba.
Tuvo también guirnaldas, himnos, lauros
cimbreando la luz sobre su frente,
declarando inocentes, uno a uno,
sus gestos más obscenos.
(Incluso aquellos
que perduraron hasta
abrasar el puro metal de la
esperanza
y tornarlo ceniza,
haciendo de las conciencias
un territorio sembrado de sal, sin otro fruto
que la flor arbitraria del agravio
y el hedor incesante
del desconocimiento).
Fue así como Eteocles
subió a su pedestal y allí, esculpido
en los más bellos mármoles,
perduró en la memoria
digno de infinitud,
merecedor de salmos.
Pero, llama de aquella misma hoguera,
brasa de aquella misma muerte
que uno a otro se dieron,
mi hermano Polinices nada obtuvo.
A él, al expoliado,
se le otorgó tan sólo el improperio,
la soledad glacial de la intemperie,
la marca oprobiosa del proscrito.
Y fue incluido
en la alta montaña del silencio,
sólo rondada por los perros
y condenado para siempre
a sus aullidos.
Y fue la sombra,
su único lugar cuando la ira
germinó entre las manos de Creonte,
bajo su barro enfermo, y dio aquel trigo
que fue acidez y estrago.
Y así nació, conforme, entronizada,
la aceptación, la alegoría
del ensimismamiento,
la crecida del agua
de la complicidad, sus ríos, sus
afluentes...
Y aquellas voces acarreando
las espurias palabras de los hombres
que no creen en la vida y su miseria
hiela los párpados del tiempo
para aquietar su claridad y llevarla
a los pasadizos del olvido.
Aquellas voces
que oscurecidas por el miedo
fueron envejeciendo emborronadas
por su propia sombra y dieron
extraños nombres a la cobardía.
"Tapiad las siete puertas
de Tebas, cerrad ventanas,
corred cortinas para que nadie pueda
ver a Polinices insepulto.
Lejos,
quien no haga de la desmemoria
su refugio o su féretro.
Lejos, muy lejos, quien se asome y
mire".
Y así el cuerpo de mi hermano fue entregado
a la humedad de los barrancos,
a la heredad de las cunetas,
a la sombra trémula de los encinares,
a un tiempo huyendo hacia ninguna parte...
Recuerdo, sí, recuerdo
como también yo, desposeída
de la luz y del aire,
fui llevada a la noche y a su frío
donde mis días
cayeron uno a uno como hojas
secas,
ay, tiempo no gustado
donde mi voz tapiada
no tuvo ya sentido
y lenta, inexorablemente,
se adentró, tan cansada, en el silencio.
PERO DE PRONTO EL AIRE
I
Pero de pronto el aire
es un gemido, un pájaro
que sufre.
Lo percibes como un latido
que te acribilla el sueño al asomarse
a esa ansiedad en que te has convertido
irreversiblemente.
Habrá alguna razón -te dicespara tanta
desdicha, una respuesta
a la pregunta que formulas,
o quizá un argumento en donde
nombrar a dios sea tan sólo
fabulación, tramoya,
perfil de la impotencia.
La mañana no puede mirarte cara a cara
y se encoge de hombros cuanto tú la
transitas
mendigando sosiego, mientras
allá en tus laberintos se apagan por
completo
las últimas estrellas que endulzaron la
noche.
II
Pero de pronto el aire
es también el silencio
o el ángel maldiciente,
o el agua, que desborda tus presas,
la lentitud, e irrumpe...
Te preguntas por qué este desamparo
donde el aire te obliga y te somete
a ser la herida
que ensangrienta tus límites, frontera,
de tu respiración o inexorable
ventana abierta en lo imposible.
Te evocas
en la muchacha aquella que tenía
lápices de colores
para escribir amor en los cuadernos
de un bachiller nocturno,
pero no puedes
reconstruirla: es sólo un garabato
entre los dedos
enquistados del aire.
III
Pero de pronto el aire es una ausencia,
apenas cálculo o punzada, en esa
encrucijada de tu pecho
donde la muerte espera y te sonríe.
Pero de pronto el aire agita sus pañuelos
como al descuido en las acacias
que vigilan tu casa.
Te reconforta imaginarlo
en los pasadizos de la angustia
o en los ruidos
que frecuentan la noche
monótono y silbante, emergiendo
como un genio de ese
generador de oxígeno
al que vives uncida tantas horas,
sin más recurso
que una palabra amiga o unos versos
salvados
difícilmente del vacío
que te ocupa la vida.
Pero de pronto el aire, cuando menos lo
esperas,
se acurruca en un lugar de ti que no
consigues
adivinar cuál es ni dónde duele,
como si fuera un sueño
IV
Pero de pronto el aire
no falta únicamente en tus pulmones,
no deja su maltrato en la criatura
tan inerme que eres... Hoy el aire,
una vez más, ha acuchillado al mundo.
Perdonadme la queja que formulo
sólo por mí en la noche.
Quince de julio, viernes, ocho cuarenta y
cinco.
V
A Javier García
Paso a limpio la nada.
Javier García
Pero de pronto el aire
te acude como un perro dulcísimo,
lame tu piel vejada
donde los corticoides liberan a diario su
ira.
Él mueve las orejas, las agacha
al borde mismo de tu lágrima,
pasa a limpio la nada y te mira
con esos ojos suyos
de cristal indeciso. Te consuela.
VI
Pero de pronto el aire
de la noche de julio se resiste
a abastecerte.
Son las tres. Tu insomnio
es esa sala del museo en donde
fuiste colgando cuadros, las amadas
imágenes
de ayer, los sueños...
Todo
lo que dejó de ser cuando creías que era.
Un coche,
vulgariza el silencio, deja
en él su lanzada y en tu pecho
se acrecienta la angustia
hasta ser esa roca que lo ocupa
con más frecuencia día a día.
VII
Pero de pronto el aire
tiene un regusto extraño
quizás aún más amargo que tú misma,
más sufridor, más hecho a la tristeza,
al siempre, al nunca más de cada instante
y te tiende la mano y te asegura
que a la vida le basta con morir
para saberse hermosa.
"Ven conmigo -te dice-,
toca la mañana, sube
al esplendor del pájaro. No consientas
que se te apague el sueño que tuviste
y situaste
más allá de ti misma, de las pequeñas cosas
sólo a ti reservadas. Restituye
tu corazón a la esperanza
que le debes al mundo y que el mundo te
debe".
Y sigue.
Tomado de:
https://www.cervantesvirtual.com/descargaPdf/dos-poemas-ineditos-de-angelina-gatell-986967/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario