domingo, 8 de mayo de 2016

POEMAS DE MANOLIS ANAGNOSTAKIS



(Salónica10 de marzo de 1925 – Atenas23 de junio de 2005)

LA DECISIÓN


¿Estáis a favor o en contra?
Al menos, contestad con un sí o un no.
El problema lo habéis pensado
Creo por supuesto que os atormentó
Todo atormenta en la vida
Niños mujeres insectos
Plantas dañinas horas perdidas
Pasiones difíciles dientes deteriorados
Películas mediocres. Esto también os atormentó, desde luego.
Hablad pues de modo responsable. Al menos, con un sí o un no.
A vosotros corresponde la decisión.
No os pedimos naturalmente que dejéis
Vuestras ocupaciones, que interrumpáis vuestras vidas
Vuestros periódicos preferidos, las conversaciones
En la barbería, vuestros domingos en los estadios.
Una palabra solo. Adelante, pues:
¿Estáis a favor o en contra?
Pensadlo bien. Esperaré.

EPÍLOGO


Y no ilusiones, ante todo.

Como mucho, considerarlas como dos proyecciones
      borrosas en medio de la neblina
Como una tarjeta a amigos que faltan con una única
     palabra: Vivo.

«Porque», como muy correctamente dijo también una vez mi
      amigo Titos,
«Ningún verso hoy moviliza las masas
Ningún verso hoy derroca regímenes».

Digamos que es así.
Discapacitado, muestra tus manos. Juzga para ser juzgado.



CRONOLOGIA INDEFINIDA


Pasó este día sin ningún matiz
Tan distinto de los otros días
(quizás el inicio de días similares)
Se borró así liviano como vino
Sin que jugueteara el sol entre las ramas
Corrió sus cortinas delicadamente la noche.

Un día tan diverso de los otros
Sin lo signos del “más” y el “menos” que surcan el magín
Sin siquiera ladear la balanza del recuerdo
Como una pompa de jabón que pinchamos con un alfiler
Como el humo de un cigarro sin aroma.

Así cayó una hoja del calendario
Sin el más mínimo ruido
(se perdió y tratamos de encontrarla)
Quedó nuestro cajón como lo dejamos.

Quizás – dices – no fue siquiera un día
Sólo que hoy gritan en negativo los números
El reloj girado incluso otras veinticuatro horas
- Dices – que pasamos inconscientes la medianoche
Un camino derecho asfaltado.

(TRADUCCIÓN: PEDRO IGNACIO VICUÑA)



UNA FECHA DE HACE AÑOS


Vivimos siempre en salvajes y húmedas riberas
En los callados cafés y las agonizantes sillas
Los crepúsculos vienen y vuelven a venir y es interminable el mar
Con los borrosos barcos que zarpan y giran en las sombras.
Es hermoso y triste recordar las tantas noches
Amarradas con humos que no ceden y con dos ojos negros.
Y una mano que se alargaba y saludaba desde el puerto
(“Port-Said – Alejandría” el 20 de julio)
Vivimos esos tristes y monótonos veranos
Encerrados detrás de las rejas del mar
Contando uno a uno las olas y los astros
Entregados a nuestra amarga espera.
Memorias estériles.
Qué pensarán todos estos barcos en la noche
Bailando tantos años amarrados y sin envejecer
Ceñidos de las tormentas de tantos y tantos viajes
Qué recordarán los encendidos atardeceres tropicales
Las luces que se doblan y se lanzan al agua
Los niños que no duermen y lloran por las noches
(“Port Said – Alejandría” el 20 de julio)
Sus ojos estaban tristes como los atardeceres de verano
Encerrados muy hondo en los misterios del mar
Y una mano blanda y delgada como el cariño
Una mano blanda puede llevarte
Cantando hasta el fondo del mar en lejanas ciudades.

Vivimos siempre en las salvajes y húmedas riberas
Con la memoria herida de ojos y de viajes
Amarrada tras un barco que no ha de volver
En los humos que no claudican y las roncas canciones.
(“Port Said – Alejandría” el 20 de julio)


(TRADUCCIÓN: PEDRO IGNACIO VICUÑA)


SALÓNICA, DÍAS DE 1969 D. C.

En la calle de Egipto -primera bocacalle a la derecha-
ahora se alza el magno edificio del Banco de Transacciones,
oficinas de turismo y agencias de emigración
Y los chiquillos ya no pueden jugar de tantos vehículos
como pasan.
Por otra parte, los niños han crecido; ha pasado el tiempo
aquel que conocisteis.
Ahora ya no ríen, no susurran secretos, no confían.

Los que han sobrevivido, se entiende, pues vinieron
 terribles enfermedades a partir de  entonces.
Inundaciones, cataclismos, terremotos, soldados acorazados.

Recuerdan las palabras de su padre: tú conocerás días
 mejores.
No importa si al final no los conocieron; les enseñan
la lección ellos mismos a sus hijos
Con la esperanza siempre de que en algún momento se
se detendrá la cadena.
Tal vez en los hijos de sus hijos o en los hijos
de los hijos de sus hijos.
Por el momento, en la vieja calle que decíamos,
se alza el Banco de Transacciones
-yo hago transacciones, tú haces transacciones, él
hace transacciones-
oficinas de turismo y agencias de emigración
-nosotros emigramos, vosotros emigráis, ellos
emigran-
Donde quiera que viaje, Grecia me hiere, que decía
el Poeta.
La Grecia de las bellas islas, las bellas oficinas,
las bellas iglesias.
La Grecia de los griegos.


“Escribieron su nombre…”

Escribieron su nombre en la puerta de hierro
En un recorte de papel cuadrado
(Comenzaba un día nuevo. ¿Quién sabe qué puede ser lo que
comienza?
Escribieron su nombre en un recorte de papel cuadrado
En la letanía del amanecer reían las tenazas del sol
(Todo ahora está ya perdido. ¿Pero quién sabe cual puede ser la
pérdida
y cuál la ganancia?)
Escribieron su nombre en la puerta de hierro
Quedó una pequeña fotografía, en el barro, que tenía agarrada
Repartieron su ropa entre los soldados armados
No habló—  — Pronuncio sólo su nombre—
(¿Pero quién sabe cuál puede ser el final y cuál el retorno?)
Ellos no eran Héroes. Sin embargo su muerte
Cumplimiento legal de los vacíos días inhábiles
En la aceptación y la indiferencia de los otros
Parecía en un marco provisional olvidada
Como una preciada reminiscencia del último recordatorio
Poseía aún la dura nobleza de las cosas
Que la distancia de un instante sabe elevar.

Resiste


Resiste
a quien construye una casa pequeña
y dice: «Aquí estoy bien».
Resiste a quien vuelve de nuevo a la casa
y dice: «Gracias a Dios».
Resiste
el tapiz persa de los edificios,
al hombre de baja talla de la oficina,
a la empresa de importación y exportación,
a la educación estatal,
al impuesto,
incluso a mí que te hablo.

Resiste
a quien saluda desde la tribuna horas
interminables en los desfiles,
a esa señora estéril que reparte
estampas de santos, incienso y mirra,
incluso a mí que te hablo.

Resiste otra vez a todos los que se llaman grandes,
al presidente del Tribunal de Apelación. Resiste
a la música, a los tambores y a los desfiles de bandas,
a todos los congresos superiores en que parlotean,
toman café congresistas, consejeros,
a todos los que escriben discursos sobre su época
junto a su estufa de invierno,
a las adulaciones, a las bendiciones, a las muchas reverencias
de oficinistas y cobardes ante sus sabios jefes.
Resiste a los servicios de relaciones exteriores y pasaportes,
a las terribles banderas de los estados y a la diplomacia,
a las fábricas de materiales bélicos,
a los que llaman lirismo a las hermosas palabras,
a los cantos de guerra,
a las dulces canciones con trenos,
a los espectadores,
al viento,
a todos los indiferentes y a los sabios,
a los otros que aparentan ser amigos nuestros,
incluso a mí, resiste incluso a mí que te hablo.

Entonces, podremos acceder seguros a la Libertad.


Apología del respetuoso de la ley

Escribo poemas dentro del marco que definen las autoridades responsables
Que no contienen la palabra: Libertad; la palabra: Democracia
No gritan: Abajo los tiranos o: Muerte a los traidores
Que evitan celosamente los llamados acontecimientos ardientes
Escribo poemas cómodos y reposados para todas las censuras
Me repugnan expresiones trilladas como: corruptos o escorias o vendidos
Elijo en toda ocasión la palabra más adecuada
Ésa que llamamos “poética”: brillante, virgen, idealmente bella.
Escribo poemas que no se vuelven contra del estado de las cosas.

Epitafio

Moriste –y también tú te volviste: el bueno.
El hombre brillante, el jefe de familia, el patriota.
Treinta y seis coronas te acompañaron, tres discursos de vicepresidentes,
Siete decretos por los espléndidos servicios que ofreciste.
Ah, Laurénti, sólo yo sabía qué escoria eras,
Qué falso centavo, toda una vida en la mentira
Descansa en paz, no vendré a perturbar tu calma.
(Yo, toda una vida en silencio la pagaré
Muy cara y no al precio de tu pellejo.)
Descansa en paz. Como fuiste siempre en vida: el bueno
El hombre brillante, el jefe de familia, el patriota.
No serás el primero y tampoco el último.

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