martes, 24 de mayo de 2016

POEMAS DE JORGE DEBRAVO



(Turrialba, 31 de enero de 1938 - San José, 4 de agosto de 1967)


Nocturno sin Patria

 

Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos,
como el aire.
Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes,
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera solo el aire.
Que nadie tenga tierra
como tiene traje:
que todos tengan tierra
como tienen el aire.
Cogería las guerras de la punta
y no dejaría una en el paisaje
y abriría la tierra para todos
como si fuera el aire…
Que el aire no es de nadie, nadie, nadie…
Y todos tienen su parcela de aire.


Parto


Mujer, toda mi sangre está presente
contigo en esa lucha que sostienes.
Contigo está mi amor incandescente
y en tu llanto y en tu duelo me contienes.
Nunca en la vida estuve tan de prisa,
tan lleno de relámpagos y ruegos,
como ahora que ha muerto tu sonrisa
y están con tu dolor todos tus llantos y fuegos.
Nunca estuvo mi amor tan a tu lado,
nunca como esta noche de tortura,
cuando sufre mi amor crucificado
en el mismo tablón de tu amargura!



Poema


Desde que el primer hijo -en noche de tortura-
se desprendió de ti como un brazo viviente,
la carne se te ha hecho una fruta madura
y el amor como un pan se te ve y se te siente.

Tus mejillas se han vuelto suaves como pañales,
la voz se te ha llenado de ternuras y almohadas,
palpitan en tus ojos dos tiernos animales
y son como dos sombras tus manos sosegadas...



Hijos


Por la hija que ríe estoy doliente,
por el hijo que llora estoy en pena,
porque los dos me han puesto la colmena
del alma toda abierta y toda ardiente.

Porque los dos han hecho que ese diente
con que la vida muerde y envenena,
me clave más veneno entre la vena
y me vuelva el espanto incandescente.

Porque los dos son chorros de esperanza.
Porque los dos me pedirán mañana
un mendrugo de paz que no se alcanza.
Porque tendré que darles la campana
de la muerte, del odio y la venganza.
y nutrirles la voz con sangre humana.



Resurrección


Esta noche sedienta yo me he preguntado
quién eres y quién eres.
Porqué es triste tu carne como un leño apagado
y porqué tienes llena la boca de alfileres.

Y despacio, esta noche yo te he separado 
como un árbol de amor, de las demás mujeres,
y haciendo de mi sangre un agua he bautizado
con ella tus angustias y placeres.

Y le he dicho a la muerte que no puede matarme!
Y le he dicho a la vida que no puede vencerme!
Y le he dicho a la tierra que si logra enterrarme,
a donde ella me entierre tú irás a recogerme!
Y le he dicho a la nada que si logra apagarme,
tú, con tus grandes besos, volverás a encenderme!



Aunque hundamos a puños la tristeza


Aunque hundamos a puños la tristeza
Y cerremos con besos cada herida
El amor nos rebosa en la cabeza
Como un agua fatal, enardecida.
Escondidos detrás de las persianas,
Ocultos tras las cárceles del pecho,
El amor nos golpea las ventanas
Lo mismo que si estamos en el lecho.
El amor no termina ni en la nada.
Nos lo entrega el descanso, nos lo entrega
El trabajo y lo que anda y lo que rueda.
Y aunque se nutre de mujer amada,
Con mujer o sin ella el amor llega,
Y si la mujer pasa, el amor queda.

Balada de los fríos

 

Hay fríos tan terribles que son casi bestiales,
Fríos que nos carcomen como inmensas polillas,
Fríos que nos persiguen dormidos y despiertos
Y nos ponen un negro temblor en las rodillas.
Hay fríos tan espesos como carnes humanas,
Fríos que pueden ser partidos con navaja,
Fríos que despedazan vidrios en las ventanas.
Por esos fríos, de noche, el corazón se raja.
Fríos aún más anchos y viscosos
Que los fríos de los hielos y los muertos;
Fríos que nos persiguen como lobos furiosos,
Fríos que nos maltratan dormidos y despiertos;
Fríos que vienen siempre que estamos silenciosos
Imaginando a Dios con los brazos abiertos.

Campanas


La ciudad nos envuelve largamente,
Como una noche dolorosa.
A nuestro lado ruedan los camiones
Como brujas agónicas.
Una campana se queja a lo lejos desesperadamente.
Algún campanero irascible le estará golpeando el corazón.
Caminemos.
Olvídate del mundo.
Piensa solamente en lo que llevas piel adentro
Y sabrás qué dulce y qué sabroso es, de pronto, vivir.

Canción satisfactoria


Qué bien tu amor aquí para que ladre
Y asuste a los leones de la muerte,
Qué bien tu amor velando como un padre
Este miedo que tengo de perderte.
Qué bien tu amor manando a mediodía
Una savia fresquísima y amada,
Qué bien despedazando la agonía
Y poniendo esperanzas en la almohada.
Qué bien que esté allá lejos, madurando
Como un durazno blando de ternura,
Qué bien cuando está cerca, despuntando
Como un trozo de Dios, de la amargura.
Qué bien en la mañana, despertando
Como un resucitado de ternura.

Como una barca se me fue el deseo


Como una barca se me fue el deseo.
Como una absurda barca
Llena de besos y de piel madura.
Extravié la manera de abrazarte
En no sé que lejanas, olvidadas comarcas.
Estoy perdido en medio de tu carne.
En el fondo de tus ojos me despierto
Solo como una estatua.
Tu amor me sabe a exilio.
Como exiliado llego hasta tu almohada.
Como a un extranjero tú me aguardas.

Credo


No acostumbro a decir amo, te amo,
Sino cuando el amor me inunda todo
Desde los ojos hasta los zapatos.
Mi cuerpo es una sola verdad y cada músculo
Resume una experiencia de entusiasmo.
Una vez dije: ¡sufro! Y era que el sufrimiento
Agitaba a mi lado sus cascos de caballo.
Y siempre digo: espero. Porque a mí me podrían
Arrancar el recuerdo como un brazo,
Pero no la esperanza que es de hueso
Y cuando me la arranquen dejaré de ser esto
Que te estrecha las manos.
Creo en todos los frutos que tienen jugo dulce,
Y creo que no hay frutos que tengan jugo amargo.
No es culpa de los frutos si tenemos
El paladar angosto y limitado.
Creo en el corazón del hombre, creo
Que es de pura caricia a pesar de las manos
Que a veces asesinan, sin saberlo,
Y manejan fusiles sanguinarios.
Creo en la libertad a pesar de los cepos,
A pesar de los campos alambrados.
Creo en la paz, amada, a pesar de las bombas
Y a pesar de los cascos.
Creo que los países serán un solo sitio
De amor para los hombres a pesar de los pactos,
A pesar de los límites, los cónsules,
A pesar de los libres que se dan por esclavos.
Y creo en el amor, en este amor de acero
Que va fortaleciendo las piernas y los brazos,
Que trabaja en secreto,
A escondidas del odio y del escarnio,
Que debajo del traje se hace músculo,
Órgano, experiencia, nervio, ganglio,
A pesar del rencor que nos inunda
El corazón de funerales pájaros.
Yo creo en el amor más que en mis ojos
Y más que en el poder y el entusiasmo.

Cuando estemos de nuevo con nosotros


Cuando estemos de nuevo con nosotros
Contándonos los gestos,
Cuando estemos hablando de las gentes
A quienes más queremos,
Quédate, por favor, mirando el surco
Que dejan tus dos ojos en mis huesos.
Y dame lo que puedas de tu alma,
Lo que no necesites de tu afecto,
Lo que logres sacar sin sacrificio
De tu casa de sueños.
Yo tomaré, de fiesta, lo que quieras,
Aunque sea el milagrillo más pequeño.
No es que yo sea mendigo,
Es que cualquier amor es amor bueno.

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