lunes, 16 de mayo de 2016

POEMAS DE OSWALDO ESCOBAR VELADO


(Santa Ana en el año 1919 y fallecido en San Salvador en 1961)

DISTANCIA DEL NIÑO A LA CHILTOTA


Una llama que canta es la chiltota
en la mano del niño aprisionada.
Aprisionada en su regazo brota
la llama con que canta iluminada.

De la llama que canta enamorada
hasta el sueño del niño nada azota.
La chiltota del sueño levantada
en el niño se vuelve flor y nota.

Cuando canta la llama, todo el cielo
se ilumina en el canto y en el vuelo
de la llama que pasa por la brisa.

Y si canta la llama en la ventana
más sonora se vuelve la manzana,
manzanizando el aire y la sonrisa.

 

REGALO PARA EL NIÑO 

 
Te regalo una paz iluminada.
Un racimo de paz y de gorriones.
Una Holanda de mieses aromada.
Y Californias de melocotones.

Un Asia sin Corea ensangrentada.
Una Corea en flor, otra en botones.
Una América en frutos sazonada.
Y un mundo azúcar de melones,

Te regalo la paz y su flor pura.
Te regalo un clavel meditabundo
para tu blanca mano de criatura.

Y en tu sueño que tiembla estremecido
hoy te dejo la paz sobre tu mundo
de niño, por la muerte sorprendido


Patria exacta


Esta es mi Patria:
un montón de hombres; millones
de hombres; un panal de hombres
que no saben siquiera
de donde viene el semen
de sus vidas
intensamente amargas.

Esta es mi Patria:
un río de dolor que va en camisa
y un puño de ladrones
asaltando
en pleno día
la sangre de los pobres.
Cada Gerente de las Compañías
es un pirata a sueldo; cada
Ministerio del Gobierno Democrático
un demagogo
que hace discursos y que el pueblo
apenas los entiende.

Ayer oí decir a uno de esos técnicos
expertos en cuestiones
económicas; que todo
marcha bien; que las divisas
en oro de la patria
iluminan las noches
de Washington; que nuestro crédito
es maravilloso; que la balanza
comercial es favorable; que el precio
del café se mantendrá
como un águila ascendiendo y que somos
felíz que vive y canta.

Así marcha y camina la mentira entre nosotros.
Así las actitudes de los irresponsables.
Y así el mundo ficticio donde cantan
como canarios tísicos,
tres o cuatro poetas,
empleados del Gobierno.

Digan, griten, poetas del alpiste.
Digan la verdad que nos asedia.
Digan que somos un pueblo desnutrido.
Que la leche y la carne se la reparten
entre ustedes
después que se han hartado
los dirigentes de la cosa pública.

Digan que el rábano no llega
hasta las mesas pobres; que diariamente
mueren cientos sin asistencia médica
y que hay mujeres que dejan
la uva de su vientre
a plena flor de calle.

Digan que somos lo que somos
un pueblo doloroso,
un pueblo analfabeto,
desnutrido y sin embargo fuerte
porque otro pueblo ya se habría muerto.

Digan que somos, eso sí, un pueblo excepcional
que ama la libertad muy a pesar del hambre
en que agoniza.
Yo grito, afirmo y aseguro:
En todas partes donde vivo, el cerro.
En todas partes donde canto, el hambre
El hambre y el dolor junto a los hombres.
La miseria golpeándoles la vida
hasta quebrar el barro mas cocido del alma.

Y a ésto amigo se le llama Patria
y se le canta un himno
y hablamos de ella como cosa suave,
como dulce tierra
a la que hay que entregar el corazón hasta la muerte.
Mientras tanto al occidente de la casa que ocupo
hay una imagen encaramada en el mundo
(¡mayor razón para que viera claro!)
y allá junto a sus pies de frío mármol
una colonia alegre
se va en las tardes
cantando, a los cinemas

Bajo la sombra de "El Salvador del Mundo"
se mira el rostro de los explotadores.
Sus grandes residencias con sus ventanas que cantan.
La noche iluminada para besar en Cadillac
a una muchacha rubia.

Allá en el rostro de la Patria, un gran dolor
nocturno: allá y yo con ellos, están los explotados.
Los que nada tenemos como no sea un grito
universal y alto para espantar la noche.

Allá las mesa de pino; las paredes
húmedas; las pestañas de las tristes candelas;
la orilla de un marco de retrato
apolillado; los porrones
donde el agua canta; la cómoda
dende se guardan las boletas
de empeño; las desesperadas
camisas; el escaso pan junto a los Lunes
huérfanos de horizontes; el correr
de los amargos días ; las casas
donde el desahucio llega y los muebles
se quedan en la calle
mientras los niños y las madres lloran.

Allá en todo ésto, junto a todo ésto,
como brasa mi corazón
denuncia al apretado mundo
la desolada habitación del hombre que sostiene
el humo de las fábricas.

Esta es la realidad.

Esta es Mi Patria: 14 explotadores
y millones que mueren sin sangre en las entrañas.

Esta es la realidad.


Yo no callo aunque me cueste el alma!
©Oswaldo Escobar Velado
De Patria Exacta




Dolor tremendo


               

Pienso en los niños pobres de mi tierra...
En Colorado Springs no hay gente mala.
Cómo quieren al perro y a su perra,
¡son los mejores muebles de la sala!

Aquí perros con suéter y bufandas,
con la alegria azul sobre los ojos.
Allá en mi tierra bajo jacarandas
niños pores sacándose los piojos...

Aquí toman los perros el desayuno
con leche, tostaditas, granizado.
¡Desconocen la pena del ayuno!

Qué tremendo, tremendo este dolor:
¡Vive mejor un perro en Colorado
que un niño pobre allá en El Salvador!



Cristoamérica


Venid a ver conmigo
Este mapa de mi tierra sulfurosa y volcánica.
Venid a ver este dolor que estalla
Aprisionado entre sus dos océanos.
El mapa aquí lo tengo.
Fijaos bien en esta mano simple que señala.
En esta mano de hombre sin anillos papeles.
Voy a tocar a un Cristo.
Sí. Sí, aquí está.
Su cabeza herida en la llanura de México,
Su corona de espinas formada
Con los niños héroes
De la bandera tricolor
Del águila, la tuna y la serpiente.
Venid a ver mi mapa desgarrado.
Ved el cuerpo del Cristo y sus venas azules.
El Suchiate le ofrece una esponja con agua
Y una mano le quita la bondad de ese gesto
Tan fluvial y tan alto.
Para su sed, Belice.
Ved el cuerpo del Cristo y sus venas azules.
En el Petén hay llagas con olor a madera.
Ved su brazo derecho clavado en Tiquisate.
Mirad el otro brazo moribundo en honduras
Sobre la Costa Norte.
Venid a ver, que Nicaragua entera
Es un lanzazo abierto
En el desnudo pecho
Del Cristo que os indico.
Ved como el Cristo al firmamento mira,
Y oíd cómo  sus labios marchitados balbucen:
“No los perdones, Sandino,
Porque Ellos,
Sí saben lo que hacen”.
Mirad los cárdenos golpes en su pecho;
Aquí está en Venezuela
Donde el petróleo es una vasta sombra;
La carne magullada tiembla debajo de los Andes.
Sangran las minas de Perú y Colombia.
El Amazonas llora su lágrima selvática
Y cae, en medio, de la noche de América.
Grita Cuba con voz azucarada:
Su miel es sangre de vegetal campana
Que golpea el anillo del mar en que reposa.
El cocodrilo suelta su magnolia en el río
Y el violín de los peces se desnuda en el agua,
Y una rosa silvestre de las costas de Chile
Llora junto al estambre salado del nitrato.
¡Desgarrado está el cuerpo!
Seguid mi mano simple sin anillos papeles;
Ved aquí en Panamá las carnes mutiladas,
Las oceánicas rosas golpeando su cintura.
¡Desgarrado está el cuerpo!
¡Desgarrado en Colombia!
En Paraguay las llagas iluminan la noche.
En Puerto Rico un hombre medita en una cárcel
Y en Brasil otro hombre regala su ceniza.
¡Desgarrado está el cuerpo!
¡Mirad sus pies helados
Clavados en la Antártica!
En Perú los sonámbulos metales resuenan
Como huesos quebrados
Y en la pampa argentina hay temblor de caballos
Por el Cristo del mapa.
Este Cristo sangrante que mi mano señala
Se llama Cristoamérica.
La piedra de su Iglesia se levanta en Bolívar.
Morazán sostiene su bandera de siglos
Y en su coro de niños su mineral estatua
Nos abre su esperanza.
Cristoamérica que estás en el pueblo,
Que estás en el niño, en el pan y en la uva
Esperamos que tú resucites
El día tercero.

Barrio

 
Me voy por los azules caminos de mi dicha
Con el alma desnuda;
Te estoy amando casi como te amaba entonces
Perdido en mi locura,
Con el aquel amor que tuvo calzoncitos cortos
Y la cara sucia.
 
Alegría del barrio por mi primera novia.
Sus callejas angostas se llenaban de luna.
La flor de los faroles se volvía más larga
Cuando el viento la amaba con su boca desnuda.
 
¡Ah mi barrio! Sabía que tenía una novia
Por eso se llenaba de jazmines de parras,
Y por eso sus manos
Las tenía tan blancas,
¡A él se lo dijeron
Los ángeles del alba!
 
Pero un día mi barrio amaneció muy triste,
Fue brotando jazmines de la cruz de sus parras.
Y lloró como un niño
Con el alma apretada.
 
Se volvieron sus calles angustiosas y solas.
Yo lloré con el barrio,
¡Me quedé sin la novia!
Del libro: Poemas con los ojos cerrados
© Oswaldo Escobar Velado
    
 
 

Retorno de la ausencia


 
Vienes desde la ausencia, taciturna,
Traes islas de humo entre las manos,
Tu pupila como una flor nocturna
Aroma mis dolores más lejanos.
 
Vienes desde la ausencia y sin embargo
Parece que jamás te hubieres ido,
Has estado conmigo en este amargo
Dolor que nunca me quitó el olvido.
Vienes desde la ausencia, ah viajera
Agitando tu negra cabellera
En una fuga luminosa y loca.
 
Vienes desde la ausencia y tu regreso
Trae la lejanía de aquel beso
Que tembló sobre el trébol de tu boca.
Del libro: Poemas con los ojos cerrados
© Oswaldo Escobar Velado
 
 
 

Por la señal

 
Se persignó la tarde en tus ojeras
Con un “por la señal” de catecismo
Cuando en tus ojos —piedras agoreras―
Se te quebró el dolor de un misticismo.
 
Tus pestañas ―temblores de palmeras—
Se velaron de un suave ultralirismo
Y tus palabras dulces y sinceras
Murieron en la cruz de tu mutismo
 
Estabas como virgen… en tus manos
Cayó tu cabellera oscurecida
Como rayos de negros meridianos.
 
Desperezó el ambiente sus aromas,
Y en una beatitud, la atardecida
Soltó una carcajada de palomas.
Del libro: Poemas con los ojos cerrados
© Oswaldo Escobar Velado
 
 
 
 

Barcas submarinas


 
El mar y el cielo azul… duerme la arena
Su placidez de brazos siempre abiertos;
Mientras la tarde en lacitud morena
Se tiende en el cansancio de los puertos.
 
El tiempo en su liturgia se nos llena
De locuras y besos inexpertos,
Se nos entrega como el alma plena
Como el nirvana de los budas muertos
 
Estamos los dos solos… tus pestañas
Son una sombra larga de montañas
Sobre un fondo de lámparas lunares.
 
Sobre tu cuerpo azul de aguas cetrinas
Van mis caricias —barcas submarinas―
A naufragar en medio de tus mares…
Del Libro: Poemas con los ojos cerrados
© Oswaldo Escobar Velado
 
 
 
 

Un obrero

 
Triste los ojos, sin instante grato.
Sudoroso, explotado, no rendido,
Sin el derecho a descansar un rato
En el trabajo vive consumido.
 
Tiene casa, mujer y un hijo en crianza;
No le rinde el jornal porque el dinero
Apenas si le llena la esperanza
De pagarle sus cuentas al casero.
 
Si reclama un derecho que le asista,
Que le haga menos áspero el camino,
Se llama perverso y comunista.
 
Hombre del siglo veinte encadenado,
Encontrarás tu fe y tu destino
Cuando mi luz te haya iluminado.
Del Libro: 10 sonetos para mil y más obreros
© Oswaldo Escobar Velado
 
 
 
 
 

Justicia


 
El salario en la fábrica está bajo
No alcanza la moneda.
Ya no hay nadie que pueda
Vivir con lo que gana en el trabajo.
 
Los trust y cartels lo reparten todo:
Para los accionistas, el dinero
Como río abundante, ¿y el obrero?
Le dan sus cents, por cierto de mal modo.
 
Es ésta la justicia del presente:
Una balanza que en siglo veinte
Dejó de ser precisa.
 
Se puede concretar de esta manera:
Por llenarle a un míster la cartera,
Se le deja al obrero sin camisa.
Del Libro: Poemas con los ojos cerrados
© Oswaldo Escobar Velado
 
 
 

Pieza de mesón de un obrero

 
Una percha adquirida a precio módico.
Tres ladrillos aspiran a cocina
Colocados de intento en una esquina.
Un gran quinqué. Retratos de periódico.
 
Un San Antonio con el vidrio roto
Y adornado con flores de papel.
Ropa sucia en el suelo. Un alboroto
De figuras decoran un cancel.
 
Tal es el cuarto en que el obrero tiene
Que ir viviendo. Apenas se sostiene.
¡Él no puede vivir de otra manera!
 
¡Por esta pieza pagará mañana
En concepto de renta a la casera
La cuarta parte del jornal que gana!
Del Libro: Poemas con los ojos cerrados
© Oswaldo Escobar Velado
 
 
 

Soneto a Pablo Neruda

 
Atacante, atacado, no vencido.
Bernardo de O’Higgns con sus sueños grandes
Te cubre para siempre. Estás ungido
En la nieve perpetua de Los Andes.
 
Va tu oceánica espada reluciente
Con un poco de luna salitrosa
Llenando con su luz al Continente,
Contenido en tu sangre generosa.
 
Empujada por diástole suprema
En un impulso limpio de pecado
Tu palabra de amor, todo lo quema.
 
Delirante, Neruda, llegó el día
En que estás por los hombres ubicado
Más allá de tu angustia y tu poesía.
Del Libro: Poemas con los ojos cerrados
© Oswaldo Escobar Velado

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